Historia del Vino (V)
a la caída del Imperio Romano
a la caída del Imperio Romano
y en la Edad Media
Durante la progresiva caída del imperio romano diversos pueblos germanos fueron ocupando y expandiéndose por los territorios europeos hacia el sur. Atila fue devastando la mayoría de los poblados romanos, hasta su muerte en el año 453. No obstante, algunos de los invasores eran cristianos y amantes de la viticultura. Algunos de ellos, como los visigodos, heredaron la costumbre romana del empleo y cultivo de la vid, y empleaban el dulce mulsum en la apertura de los banquetes. Denominaban roseum al vino tinto y amineum al vino blanco.
El denominado Codex Euricianus promulga leyes a favor de la protección del cultivo de las vides, estipulando que si se arrancaba una cepa había que restituirla por dos. En el siglo VII se impusieron a los ciudadanos de la península ibérica reglas alimentarias denominadas Régula Isidori donde se establecía cuántos cereales y vino debía tomar una persona en un día para poder realizar actividades agrícolas.
Los viñedos pasaron a ser propiedad de los reyes y de los conventos y monasterios. Los lugares donde vivían los monjes solían poseen tierras, además de abundante mano de obra barata, lo que hace que su cultivo fuera un éxito. La producción de vino de aquella época recae principalmente en los monjes europeos hasta el final de la alta Edad Media.
Una descripción del consumo de vino en la Europa tras la caída del Imperio romano la podemos encontrar en la obra de Gregorio de Tours titulada Historia Francorum (Historia de los francos). En ella aparecen referencias frecuentes al vino, una referencia a la sidra y ninguna a la cerveza, lo que viene a indicar la importancia que tenía para esa sociedad el vino en la dieta diaria.
Algunas órdenes religiosas hicieron posible que tras la caída del Imperio romano se mantuviera el cultivo de la vid en ciertas zonas de Europa, este es el caso de la Orden de San Benito que mediante el trabajo de sus monjes en los Monasterios se mantenía el conocimiento y el cultivo de la vid en viñedos acotados (denominados clos). La Regla Benedictina le asignaba a cada monje una hemina diaria de vino (equivalente a 0.27 litros).
En la Edad Media se hizo extensiva por primera vez el almacenamiento del vino en barriles de madera (en lugar de ánforas de barro). Las múltiples crónicas narrando cómo se avinagran los vinos, hace pensar que el almacenamiento de esta bebida no había llegado a su perfección pues la mayoría de los vinos se hacía vinagre al llegar la primavera. La protección contra la oxidación era muy pobre y el uso del dióxido de sulfuro (SO2) era prácticamente desconocido. A pesar de ello se empleaban algunas técnicas con el objeto de aumentar la vida del vino, recubrimientos de brea, empleo de resinas (antimicrobianos), uso de saborizantes que enmascaran el sabor del vino avinagrado, etc.
Se continuó en esta época bebiendo el vino mezclado con agua. A pesar de todo los crecientes saqueos de Conventos y Monasterios tras la caída del imperio romano hicieron que las cubas de vino se "refugiasen" en sótanos junto con los demás víveres, de esta forma tan casual encontró el vino un sitio adecuado para reposar, creando por primera vez las bodegas. Las ordenes monásticas se encargaban de los procesos de vinificación: Benedictinos en los bancales del Rhin, Cistercienses en los valles del Mosela, Provenza y Languedoc. Las denominaciones de los vinos recordaban su origen: clos, Kloster, hermitage, etc. Calvino y Enrique VIII pararon la producción viticultora de los Monasterios de Suiza e Inglaterra respectivamente.
Entre los vinos más conocidos en esta época está el Hipocrás (mezcla de vino y miel). El vino, que se empleaba en la cocina alcanzó en la Edad Media un valor muy importante, como se puede apreciar en los libros de recetas medievales, en los que la mayoría de éstas incluyen el vino como uno de sus ingredientes.
Ilustración: Google,
Monje bodeguero probando a hurtadillas un poco de vino.
Extraído de una iluminación de «Den Medeltida kokboken»,
uno de los primeros libros medievales de cocina sueca.
El denominado Codex Euricianus promulga leyes a favor de la protección del cultivo de las vides, estipulando que si se arrancaba una cepa había que restituirla por dos. En el siglo VII se impusieron a los ciudadanos de la península ibérica reglas alimentarias denominadas Régula Isidori donde se establecía cuántos cereales y vino debía tomar una persona en un día para poder realizar actividades agrícolas.
Los viñedos pasaron a ser propiedad de los reyes y de los conventos y monasterios. Los lugares donde vivían los monjes solían poseen tierras, además de abundante mano de obra barata, lo que hace que su cultivo fuera un éxito. La producción de vino de aquella época recae principalmente en los monjes europeos hasta el final de la alta Edad Media.
Una descripción del consumo de vino en la Europa tras la caída del Imperio romano la podemos encontrar en la obra de Gregorio de Tours titulada Historia Francorum (Historia de los francos). En ella aparecen referencias frecuentes al vino, una referencia a la sidra y ninguna a la cerveza, lo que viene a indicar la importancia que tenía para esa sociedad el vino en la dieta diaria.
Algunas órdenes religiosas hicieron posible que tras la caída del Imperio romano se mantuviera el cultivo de la vid en ciertas zonas de Europa, este es el caso de la Orden de San Benito que mediante el trabajo de sus monjes en los Monasterios se mantenía el conocimiento y el cultivo de la vid en viñedos acotados (denominados clos). La Regla Benedictina le asignaba a cada monje una hemina diaria de vino (equivalente a 0.27 litros).
En la Edad Media se hizo extensiva por primera vez el almacenamiento del vino en barriles de madera (en lugar de ánforas de barro). Las múltiples crónicas narrando cómo se avinagran los vinos, hace pensar que el almacenamiento de esta bebida no había llegado a su perfección pues la mayoría de los vinos se hacía vinagre al llegar la primavera. La protección contra la oxidación era muy pobre y el uso del dióxido de sulfuro (SO2) era prácticamente desconocido. A pesar de ello se empleaban algunas técnicas con el objeto de aumentar la vida del vino, recubrimientos de brea, empleo de resinas (antimicrobianos), uso de saborizantes que enmascaran el sabor del vino avinagrado, etc.
Se continuó en esta época bebiendo el vino mezclado con agua. A pesar de todo los crecientes saqueos de Conventos y Monasterios tras la caída del imperio romano hicieron que las cubas de vino se "refugiasen" en sótanos junto con los demás víveres, de esta forma tan casual encontró el vino un sitio adecuado para reposar, creando por primera vez las bodegas. Las ordenes monásticas se encargaban de los procesos de vinificación: Benedictinos en los bancales del Rhin, Cistercienses en los valles del Mosela, Provenza y Languedoc. Las denominaciones de los vinos recordaban su origen: clos, Kloster, hermitage, etc. Calvino y Enrique VIII pararon la producción viticultora de los Monasterios de Suiza e Inglaterra respectivamente.
Entre los vinos más conocidos en esta época está el Hipocrás (mezcla de vino y miel). El vino, que se empleaba en la cocina alcanzó en la Edad Media un valor muy importante, como se puede apreciar en los libros de recetas medievales, en los que la mayoría de éstas incluyen el vino como uno de sus ingredientes.
Ilustración: Google,
Monje bodeguero probando a hurtadillas un poco de vino.
Extraído de una iluminación de «Den Medeltida kokboken»,
uno de los primeros libros medievales de cocina sueca.
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