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Testigo del sacrificio
Tomás Fernández-Travieso
El sol se ponía cuando salimos del
juicio. Luis Fernández Caubí fue el único abogado que se atrevió a
defendernos. El juicio demoró sólo 20 minutos, lo interrumpió varias
veces el ruido de los tanques de guerra que salían de La Cabaña hacia Playa
Girón: era el 17 de abril de 1961.
Cuando iban a fusilar, dejaban
solamente en capilla a los condenados a muerte. El único que sabíamos que
ya estaba allí era Carlos Rodríguez Cabo. A su compañero de causa, Efrén
Rodríguez López, le pidieron 30 años. Lo habíamos dejado en la galera y
cuando vino a despedirse, muy apenado, dijo: "Miren, perdonen que les
pida esto, pero seguro que ustedes no regresan. Salúdenme a Carlitos
allá". No pudo seguir hablando. Nos abrazó llorando.
Esposados cruzamos el puente
levadizo. Abajo, en el foso, un palo solitario se alzaba delante de unos
sacos de arena. Virgilio Campanería Angel y yo íbamos esposados
juntos. Alberto Tapia Ruano venía solo.
Al llegar a la prisión, desde el
patio al otro lado del rastrillo, muchos compañeros nos saludaron en
silencio. Nos pasaron a través de una galera donde dormían los guardias,
hasta llegar a la capilla (galera interior dividida en cuatro celdas).
Continuamos caminando por un largo
pasillo. Cuatro guardias nos escoltaban. Atravesamos tres rejas con
gruesos candados. Al entrar en la capilla, desde una de las celdas, la
voz de Efrén, fuerte y decidia, nos saludó: "Parece que me quieren tronar
(fusilar) también. Me elevaron la condena de 30 a paredón. Además,
Carlitos estaba muy solo y no podía abandonarlo", agregó riendo
Efrén. Compartimos la información que teníamos del desembarco por Playa
Girón que apoyaría el movimiento clandestino, Efrén y Carlitos eran de Rescate
Revolucionario; Virgilio, Alberto y yo del Directorio Revolucionario
Estudiantil. Nos metieron en una celda iluminada por una lámpara de luz fría
con dos literas sin colchón y un hueco en el piso servía de inodoro.
Al poco rato trajeron a Lázaro Reyes
Benítez y a Filiberto Rodríguez Ravelo, ambos de Guines. Filiberto se
había ganado el apoyo de "el marciano" ya que desde que llegó a La
Cabaña insistía en que él era un extraterrestrey que estaba en contacto
permanente con los marcianos.
Después llegó José Calderín, quien
junto a Lázaro y a Filiberto fueron a otra celda. Por último, Carlos Calvo
Martínez, al igual que Virgilio y Tapita, tenía 21 años. Lo acusaron de
poner la bomba de El Encanto. Lo metieron en nuestra celda.
Un guardia trajo las
centencias. A mí me conmutaron la pena de muerte por 30 años de prisión
"porque esta gente no va a fusilar a un menor de edad", me explicaron
todos. Ya no pude seguir compartiendo los cantos y los chistes de los
demás. Me convertí en el depositario de sus recuerdos, el enlace con la
vida. Yo sería testigo de su sacrificio.
Pasaron horas. No sé, ahí no
existe el tiempo. Rezamos el rosario.
Por fin las tres cerraduras crujieron
y pasos de botas resonaron en la capilla. El sargento Moreno llamó el
primer nombre: "Carlos Rodriguez Cabo", "Presente", gritó
con voz firme. Dos guardias con fusiles lo escoltaron hasta la puerta de
nuestra celda. Noa abrazamos a través de los barrotes. Me encomendó
a su hija, le dejaba su sortija y dijo: "Animo, que tengas suerte".
Al rato el sonido de los fusiles FAL,
llenó la capilla, seguido de un tiro de pistola. "El sargento Moreno
es el que da los tiros de gracia", me habían dicho.
Las tres cerraduras se abriron otra
vez, ahora para Efrén. Respondió "Presente". Me
abrazó entre las rejas, le dejaba su fosforera a la esposa. Los FAL
sonaron cerca, seguidos de un tiro de gracia.
El tercero fue Virgilio. Me
dijo "Tommy, voy a gritar un Viva Cristo Rey, Viva Cuba Libre, Viva el Directorio,
que les va a traquetear los c...". Alberto (Tapita) me abrazó:
"Ojalá que yo vaya después ". Abrazados escuchamos a
Virgilio cumpliendo su promesa, sonaron los FAL y después tres gritos de
gracia.
"Alberto Tapia Moreno
", llamó Moreno. "La Vigencita me oyó", dijo Tapita con
alegría. Salió rápido.
Quedamos Carlos Calvo y yo en la
celda. "¿Crees que Tapita contó los tiros de gracia de
Virgilio?. Fueron tres. De todas maneras él lo va a ver en el suelo, no
hay tiempo de quitar los cuerpos entre uno y otro", dijo.
El cuarto fue Filiberto, quien me
confesó: "Ya ni los marcianos pueden salvarme del trueno
(paredón)". Salió cantando el Himno Nacional. Le dieron dos
tiros de gracia.
"Lázaro Reyes
Benítez","Presente". Me abrazó y salió. "José
Calderín", "Presente". El penúltimo abrazó y salió.
Carlitos Calvo fue el último. Antes
de que abrieran las rejas, me pidió: "Cuenta mis tiros de gracia y me lo
dices allá arriba:.
Fueron ocho en La Cabaña, hace 50
años.
Publicado en El Nuevo Herald
Remitido por María del Carmen Expósito