En recuerdo
de una fecha luctuosa
Ana Dolores García
Hoy, 2 de junio, se cumple un año más del fusilamiento en la ciudad de Camagüey de Alberto Fernández Medrano, Marcelino Martínez Tapia y Manuel Paradela Gómez.
Este hecho, que conmocionó a la comunidad camagüeyana, fue un alarde de prepotencia y una muestra del empeño del regimen castrista en imponerse mediante el terror. Las tres víctimas de ese funesto empeño fueron tres figuras conocidísimas por su hombría de bien y su merecido prestigio, ganado a través de sus actividades cívicas y profesionales. Pagaron con sus vidas precisamente por eso, y fueron convertidos en símbolo y seña de escarmiento. Seña y símbolo de que el régimen no hacía concesiones, no ya a sus enemigos, sino ni siquiera a sus no simpatizantes. Seña y símbolo de que no le amedrentaban nombres más o menos populares o prestigiosos y de que no le importaba que corriera sangre de justos para lograr la consecución de sus planes de afianzarse en el poder.
Marcelino Martínez Tapia, conocido por sus amigos como "Pajusa", había nacido en Santa Cruz del Sur el 25 de septiembre de 1915 y era hijo de Antonio Martínez Bárgaza, político y terrateniente muy respetado en la zona, y de su esposa Adela Tapia.
Al igual que Fernández Medrano, escogió la abogacía como actividad profesional y ejerció como Abogado y Notario en su bufete de la calle General Gómez casi esquina a Cisneros. También triunfó en la política, y había sido un honrado y digno Representante a la Cámara.
Miembro de una familia de sólidos principios cristianos, católica practicante y de gran aprecio en la comunidad, Marcelino Martínez Tapia fue un hombre cabal, generoso, jovial y siempre presto a la ayuda. Esta su ascendencia popular, no sólo en la ciudad de Camagüey, sino en toda la amplia zona de Santa Cruz del Sur, donde su familia -y personalmente él-, siempre fueron muy queridos, selló su suerte. Fue detenido el 5 de abril junto a Fernández Medrano y Paradela, y 52 días después, luego de un juicio sumarísimo, fusilados inmediatamente en la madrugada del 2 de junio de 1964
Su cuerpo fue entregado a su familia con la condición de que le enterraran en Santa Cruz del Sur en presencia de tres familiares solamente.
Alberto Fernández Medrano nació en la ciudad de Camagüey, hijo de Alberto Fernández y de su esposa Leonor Medrano. Era abogado de profesión y un hombre bueno por convicción.
Desde muy joven se inició en el Leonismo, asociación internacional que patrocina obras de beneficio social. Su capacidad y simpatía pronto le llevaron a ocupar altos cargos en dicha institución: miembro del Comité de Relaciones Internacionales durante los años 1957 y 1958, Gobernador del Distrito C-5, Consejero Internacional, Presidente del Club de Camagüey... Unidas a esa agotadora actividad estaban la de la atención de la finca de sus padres y su carrera de abogado, que ejercía plenamente en nuestra ciudad.
Joven, afable y respetado por todos, su figura no podía pasar desapercibida al régimen, que desconfiaba sobre todo de sus muchos contactos internacionales. Fue involucrado en una de las numerosas causas criminales orquestadas por la "justicia revolucionaria" a supuestos "agentes de la CIA", condenado a muerte y fusilado el 2 de junio de 1964.
Manuel Paradela Gómez fue un hombre de pueblo que a fuerza de tesón y esfuerzos logró formar una empresa importante. Nació en España el 20 de mayo de 1920, pero su familia se trasladó a Camagüey cuando contaba sólo con cuatro años y se hizo un camagüeyano más. Padeció poliomelitis cuando niño y supo de sacrificios y de trabajos. Al morir su padre se hizo cargo del camión con que éste buscaba el sustento de la familia sacando arena de río para venderla a contratistas. Hombre emprendedor e incansable, fue agrandando paulatinamente el negocio hasta contar con una flotilla de camiones.
Fue, como Fernández Medrano y Martínez Tapia, un apasionado de las acividades cívicas. Como ellos, perteneció al Club de Leones de Camagüey. Además, fue fundador de la Logia Independencia 81 de los Caballeros de la Luz, de la que llegó a ser Luminar. Formó parte de la Directiva de la Colonia Española de Camagüey, y colaboró eficazmente en "Acción Cívica Camagüeyana". Con su familia, fue miembro de la Iglesia Espiscopal San Pablo.
Hombre humilde, trabajador, de amplio reconocimiento público y ejemplo feaciente de lo que se puede lograr a través del propio esfuerzo, corrió la misma suerte de Marcelino y Alberto ante el pelotón de fusilamiento el 2 de junio de 1964. Como los de ellos, eran muy notorios sus méritos y su popularidad. No se les podía permitir que hicieran sombra.
Hoy, a más de cuarenta años de la inmolación e injusta muerte de estos tres hombres ejemplares, llegue al infinito un respetuoso recuerdo y una plegaria porque pronto en nuestra Patria se pueda vivir en armonía y paz.
Fuentes y fotos: Revista El Camagüeyano y Archivo de Cuba de Mártires del Castrato.____________________