Madre Coraje y su hijo
Aleaga Pesant
LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) -
Junto a su esposo salió a las tranquilas calles de Nuevo Vedado un domingo de marzo. Guajira al fin, doña Reyna gusta levantarse temprano. Esa mañana cumplió 62 años. Lo celebraría junto a sus hermanas Damas de Blanco en la iglesia Santa Rita de Casia.
Sin intentar comprender la trama urbana de ómnibus y avenidas, llegó temprano al parque de la iglesia y se sentó en uno de los bancos frente a la Quinta Avenida, mirando el amanecer. Su rostro, más adusto y fuerte desde que unió su destino al de su hijo Orlando Zapata Tamayo.
El prisionero político y de conciencia Zapata, como ella le dice, murió tras una larga huelga de hambre. Reclama desde su nueva dimensión el derecho a la libertad de su patria. A ese empeño se sumó doña Reyna. Lo visitó en todas las prisiones donde lo internaron. Denunció la crueldad de los carceleros y la policía política.
Nadie la preparó para su destino. Con sencillez y armonía vivió sus años, hasta que la Primavera Negra le llevó a su hijo. Un antes y un después. La humilde guajira convertida en titán partió a salvar al vástago. Colgó en su cinto la temida espada de la verdad.
Radio Martí hizo familiar su voz. Las carreteras de Cuba identificaron su pisada. Las jabas de comida y aseo, tan importantes para los presos cubanos, fueron reunidas centavo a centavo para visitar los rincones más oscuros de la celda. Los burócratas de la represión sintieron el peso de su personalidad, de su valor. Madre Coraje tuvo como único limite su humanidad. Si su hijo Orlando es el último estoico, doña Reyna representa la dignidad ante la tiranía.
Mariana Grajales vio sus descendientes convertidos en héroes. Antonio Maceo, Marcos, José, y los otros se empinaron sobre las cumbres de los paradigmas patrios. Doña Reyna, negra como Mariana, acompañó a su hijo en el ascenso al martirologio, cada día, cada noche.
Los colonialistas españoles contra Mariana y sus herederos, vertieron mentiras y falsedades. Hoy, los aduladores del déspota, cegados ante el sol, repiten la insidia contra Madre Coraje y su hijo. Mientras ella, sentada en el banco de un parque de Quinta Avenida, observa el amanecer de un domingo cualquiera. Espera la llegada de sus hermanas, de sus iguales, las Damas de Blanco.
aleagapesant@yahoo.es
Foto y texto: cubanet.org
LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) -
Junto a su esposo salió a las tranquilas calles de Nuevo Vedado un domingo de marzo. Guajira al fin, doña Reyna gusta levantarse temprano. Esa mañana cumplió 62 años. Lo celebraría junto a sus hermanas Damas de Blanco en la iglesia Santa Rita de Casia.
Sin intentar comprender la trama urbana de ómnibus y avenidas, llegó temprano al parque de la iglesia y se sentó en uno de los bancos frente a la Quinta Avenida, mirando el amanecer. Su rostro, más adusto y fuerte desde que unió su destino al de su hijo Orlando Zapata Tamayo.
El prisionero político y de conciencia Zapata, como ella le dice, murió tras una larga huelga de hambre. Reclama desde su nueva dimensión el derecho a la libertad de su patria. A ese empeño se sumó doña Reyna. Lo visitó en todas las prisiones donde lo internaron. Denunció la crueldad de los carceleros y la policía política.
Nadie la preparó para su destino. Con sencillez y armonía vivió sus años, hasta que la Primavera Negra le llevó a su hijo. Un antes y un después. La humilde guajira convertida en titán partió a salvar al vástago. Colgó en su cinto la temida espada de la verdad.
Radio Martí hizo familiar su voz. Las carreteras de Cuba identificaron su pisada. Las jabas de comida y aseo, tan importantes para los presos cubanos, fueron reunidas centavo a centavo para visitar los rincones más oscuros de la celda. Los burócratas de la represión sintieron el peso de su personalidad, de su valor. Madre Coraje tuvo como único limite su humanidad. Si su hijo Orlando es el último estoico, doña Reyna representa la dignidad ante la tiranía.
Mariana Grajales vio sus descendientes convertidos en héroes. Antonio Maceo, Marcos, José, y los otros se empinaron sobre las cumbres de los paradigmas patrios. Doña Reyna, negra como Mariana, acompañó a su hijo en el ascenso al martirologio, cada día, cada noche.
Los colonialistas españoles contra Mariana y sus herederos, vertieron mentiras y falsedades. Hoy, los aduladores del déspota, cegados ante el sol, repiten la insidia contra Madre Coraje y su hijo. Mientras ella, sentada en el banco de un parque de Quinta Avenida, observa el amanecer de un domingo cualquiera. Espera la llegada de sus hermanas, de sus iguales, las Damas de Blanco.
aleagapesant@yahoo.es
Foto y texto: cubanet.org
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Qué bello artículo. La historia se repite en espiral y quién nos iba a decir, cuando nos hablaban de Mariana y de sus hijos que nosotros, en estos tiempos tendríamos la oportunidad deconocer otra Mariana?
ResponderEliminarLori, desgraciadamente nuestra Patria sólo pudo disfrutar medio siglo de lo que tanto costó a los Maceo. Hoy surgen nuevas Marianas Grajales renovando el gesto de apoyo y de demanda al heroismo de sus hijos.
ResponderEliminarGloria a ellas y a quienes, en medio de la indiferencia de muchos, se inmolan para testimoniar el decoro que a otros falta.
Lola