LA
HISTORIA DEL FLORIDITA
Y
EL DAIQUIRÍ
Autor:
Narciso Sala Mestres (1925-2003)
En la
habanera esquina de Obispo y Montserrate se encuentra situado un
establecimiento de reconocida fama internacional: el Café Restaurante La Florida,
conocido familiarmente como El Floridita. El edificio, que se encontraba muy
deteriorado, fue reconstruido en 1989 siguiendo los planos de arquitectura
originales, y la conocida barra artesanal
de madera de caoba maciza realizada en los años veinte del siglo pasado, que se
encontraba situada a la izquierda de la entrada principal, fue con este motivo
un testigo mudo excepcional de los acontecimientos ya que, convenientemente
protegida, se realizó a su alrededor la nueva construcción.
A principios del siglo XIX, en el mismo emplazamiento, existía ya La Piña de Plata, un bodegón típico donde se servían bebidas tradicionales. Tuvo siempre una gran aceptación, debido en parte a su estratégica situación en la concurrida Plaza de Albear.
Cien años más tarde, una curiosa anécdota transforma la historia del citado establecimiento. En 1915, Serafín Parera Coll, un emigrante catalán originario de Lloret de Mar, que había hecho fortuna en México, regresaba a España en barco desde Yucatán haciendo escala en La Habana. A su llegada al puerto cubano se sintió enfermo y no pudo continuar el deseado viaje. Días más tarde fallecía en la capital, siendo el primer miembro de la familia Sala que recibía sepultura fuera de España.
Al no tener hijos, la herencia del ilustre emigrante pasó a manos de sus sobrinos, siendo el mayor de ellos, Narciso Sala Parera (1879-1953), a quien correspondió la administración de la fortuna familiar, de cierta importancia en aquella época. Dada la inseguridad económica y social que se vivía en la Península en aquellos años, se pensó que la adquisición de un negocio era la forma más adecuada de situar el capital familiar que el azar dispuso que el tío Serafín dejara en La Habana. Así, en 1918, La Piña de Plata pasó a manos de los hermanos Sala Parera (Narciso, Francisco, Concepción y Mercedes).
A principios del siglo XIX, en el mismo emplazamiento, existía ya La Piña de Plata, un bodegón típico donde se servían bebidas tradicionales. Tuvo siempre una gran aceptación, debido en parte a su estratégica situación en la concurrida Plaza de Albear.
Cien años más tarde, una curiosa anécdota transforma la historia del citado establecimiento. En 1915, Serafín Parera Coll, un emigrante catalán originario de Lloret de Mar, que había hecho fortuna en México, regresaba a España en barco desde Yucatán haciendo escala en La Habana. A su llegada al puerto cubano se sintió enfermo y no pudo continuar el deseado viaje. Días más tarde fallecía en la capital, siendo el primer miembro de la familia Sala que recibía sepultura fuera de España.
Al no tener hijos, la herencia del ilustre emigrante pasó a manos de sus sobrinos, siendo el mayor de ellos, Narciso Sala Parera (1879-1953), a quien correspondió la administración de la fortuna familiar, de cierta importancia en aquella época. Dada la inseguridad económica y social que se vivía en la Península en aquellos años, se pensó que la adquisición de un negocio era la forma más adecuada de situar el capital familiar que el azar dispuso que el tío Serafín dejara en La Habana. Así, en 1918, La Piña de Plata pasó a manos de los hermanos Sala Parera (Narciso, Francisco, Concepción y Mercedes).
Años después, El Café, como se le denominada en la familia Sala al negocio, pasó a denominarse Café Restaurante La Florida. Entre sus empleados se encontraba un joven de Lloret de Mar -ciudad natal de los Sala-Constante Ribalaigua Vert, que pasó del oficio de aprendiz a ocuparse en exclusiva del bar y, en especial, de la preparación de las bebidas que se servían a los clientes, que eran cada vez más numerosos.
Entre los visitantes asiduos había un grupo de ingenieros norteamericanos, entre ellos Jennings Cox, que trabajaban en las minas situadas en la población de Daiquirí, en la provincia de Oriente. Allí preparaban, sin fórmula específica alguna, una mezcla de ron, limón, hielo y azúcar, que requerían se les sirviera en El Floridita en sus frecuentes viajes a La Habana. A falta de otra identificación, y dada la procedencia de los visitantes, solía llamarse a este cóctel con el nombre de daiquirí. Con los años la bebida adquirió fama y el nombre se asoció al local.
Quienes acudían al Floridita
solicitaban frecuentemente que Constante les preparara un daiquirí, y su nombre
se unió, a su vez, a este cóctel, otorgándole cada vez más aceptación y
prestigio.
Un visitante muy popular, Ernest Hemingway (1889-1961), fue uno de los clientes habituales del establecimiento y en una época también vecino del barrio ya que, antes de adquirir una casa en las afueras de la ciudad, solía alojarse durante largas temporadas en el Hotel Ambos Mundos, situado en la cercana calle Mercaderes.
En el año 1935 El Floridita cambia de dueños y, hasta su confiscación por el gobierno castrista en la década de los sesenta del siglo pasado, Constante Ribalaigua Vert y sus herederos fueron los socios mayoritarios. A su vez, Narciso Sala Parera, que falleció en 1953, dedicó el resto de su vida a la Administración de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña, de la que había sido nombrado Socio de Honor en 1929. Cabe destacar en honor a su memoria la abnegada labor que realizó en favor de los emigrantes catalanes de escasos recursos económicos y su eficaz colaboración en el estudio previo a la construcción de la nueva Ermita de Nuestra Señora de Montserrat, situada anteriormente en la denominada Loma de los Catalanes (actualmente Plaza de la Revolución), y que se erigió en 1954 en la Carretera de Rancho Boyeros cercana al paraje denominado Río Cristal.
Volviendo al daiquirí, conociendo ya su historia podemos concluir afirmando que es, sin lugar a dudas, la bebida más catalana de Cuba.
Un visitante muy popular, Ernest Hemingway (1889-1961), fue uno de los clientes habituales del establecimiento y en una época también vecino del barrio ya que, antes de adquirir una casa en las afueras de la ciudad, solía alojarse durante largas temporadas en el Hotel Ambos Mundos, situado en la cercana calle Mercaderes.
En el año 1935 El Floridita cambia de dueños y, hasta su confiscación por el gobierno castrista en la década de los sesenta del siglo pasado, Constante Ribalaigua Vert y sus herederos fueron los socios mayoritarios. A su vez, Narciso Sala Parera, que falleció en 1953, dedicó el resto de su vida a la Administración de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Cataluña, de la que había sido nombrado Socio de Honor en 1929. Cabe destacar en honor a su memoria la abnegada labor que realizó en favor de los emigrantes catalanes de escasos recursos económicos y su eficaz colaboración en el estudio previo a la construcción de la nueva Ermita de Nuestra Señora de Montserrat, situada anteriormente en la denominada Loma de los Catalanes (actualmente Plaza de la Revolución), y que se erigió en 1954 en la Carretera de Rancho Boyeros cercana al paraje denominado Río Cristal.
Volviendo al daiquirí, conociendo ya su historia podemos concluir afirmando que es, sin lugar a dudas, la bebida más catalana de Cuba.
Remitido por Mary Acebo