2 de abril de 2017

LA ESPAÑA EN EL NIÑO MARTÍ

Pepito Martí,
la España en el Niño Martí

Introducción: Antigua deuda por el natalicio del Apóstol, cumplida en la celebración de San José, marzo 19, 2017

Marlene María Pérez Mateo

   El 24 de junio del 1413, desde la parroquia valenciana de San Juan, San Vicente Ferrer cuenta la leyenda: echó al aire un pañuelo tratando de motivar a la feligresía en ayudar a sus prójimos más necesitados.  Los motivó diciendo que allí donde cayera, de seguro había alguien en especial necesidad de auxilio. La realidad le dio la razón, aunque bien cabe decir que los necesitados eran muchos por entonces, por lo cual destinatarios no faltaban.

   En manos del buen viento, el volantón objeto llegó a una casa de la Calle Tapicería #5 en la Plaza  de Mocadoret, hoy Plaza del Milagro de Mocadoret. Lo dicho fue cierto, a la familia de tal domicilio aprietos y dificultades le sobraban.

   El bueno de Ferrer no creo que alcanzara imaginar cómo cinco siglos después su predicción mantenía vigencia. Pues los domiciliados  en dicha locación, aunque bajo otra nomenclatura, la seguían pasando mal; pero esta vez su pañuelo rozó un poco el otro lado del Atlántico, en particular a una islita para entonces desconocida por él.

    Corría el año 1857 cuando fallece el abuelo materno del patriota cubano José Martí y Pérez, Antonio Pérez Monzón, es decir el padre de doña Leonor Pérez Cabrera, madre del Apóstol. Habiendo sido parte del ejército de la metrópoli española y un hábil jugador de lotería, al parecer la suerte le había sonreído y, aunque no sin excesos, dejaba a su hija una modesta herencia. Mariano Martí y Navarro,  padre del Apóstol, renunció a su puesto de celador y partieron en septiembre de dicho año para España.

   La familia Martí Pérez era pequeña por entonces y  Pepe solo constaba con 6 años de edad.  Llegan desde La Habana primero a Santa Cruz de Tenerife,  Islas Canarias, donde el niño conoce a su abuela materna, Rita María Cabrera Hernández. Al parecer la tierra de isleñas no albergaban a la sazón las promesas esperadas y el próximo viaje lo realiza la familia a la península, en particular a la Valencia natal de su padre. Esto dejó huellas en Martí y de ello darán buena  cuenta en posteriores lustros sus escritos bajo el título “Los isleños en Cuba”, y sus innumerables comparaciones entre los pobladores de ambas islas y la marca insular en sus pobladores.

   En Valencia los Martí alquilan en un modesto vecindario una casa. Era el número 61 de la Calle Tapicería del barrio quinto, detrás de la Plaza de la Reina y la Torre de Santa Catalina. Allí nace un nuevo vástago, María del Carmen Martí Pérez, a quien por justa razón se le reconoce con el sobrenombre de “la valencianita”.

   La fortuna no les sonríe y don Mariano enferma, teniendo por entonces su mal como único remedio un largo reposo. Así se extiende el periplo español  hasta junio de 1859, sumando casi dos años. Los Martí vuelven a considerar a Cuba como el mejor lugar para su estancia y desenvolvimiento, aventajando a su propia patria y por entonces metrópoli de la mayor de las Antillas. Ello también era el sentir de no pocos peninsulares e incluso europeos, y lo siguió siendo por varias décadas después.
 
 La primera experiencia de vida en España del pequeño Martí fue   breve y a una muy temprana edad, marcadamente azarosa. Pero al parecer el llamado Milagro de Ferrer voló bien alto.