Castro con una bomba demográfica en mano
Andrés Reynaldo
Carlos Marx escribió en El 18 de Brumario que la Historia (con mayúscula, el comunismo se expresa con mayúscula) suele ocurrir primero como tragedia y luego como farsa. La crisis de los cubanos en Costa Rica, y otras tantas crisis del castrismo, muestran que ambas condiciones pueden darse a la vez.
Este es el primer éxodo de cubanos del siglo XXI, primero en que Cuba y Estados Unidos gozan de relaciones diplomáticas y primero en que participan con variado grado de concomitancia, cuando no de metódica coordinación, una amplia red de contrabandistas dentro y fuera de la isla, así como autoridades cubanas, ecuatorianas, nicaragüenses, salvadoreñas, hondureñas y mexicanas.
Las víctimas siguen siendo las mismas: cubanos que huyen de la dictadura y buscan en Estados Unidos su tierra de promisión. Hoy, sin embargo, a los fugitivos se les ordeña hasta el último dólar. En los puestos de frontera, se les conoce como “cajeros automáticos”. Han hecho enormes sacrificios hasta acumular una pequeña fortuna. Vendieron sus casas y muebles. Pidieron dinero a sus familiares en el extranjero. Si fracasan, si se dan por vencidos, pueden regresar a Cuba. Es el primer éxodo del ensayo capitalista de Raúl Castro. Ya no se condena el adiós a la revolución. Simplemente se monetiza.
El restablecimiento de relaciones con Estados Unidos creó la duda razonable de la derogación o modificación de la Ley de Ajuste Cubano (LAC) y la doctrina de pies secos-pies mojados. Tarde o temprano, la tendencia hacia la normalización obligará a una revisión de la cuestión migratoria. En esa cama no cabe la LAC. Ahora mismo, ya le crujen las costuras. Los republicanos, un sector de los demócratas y un número importante de exiliados quieren derogarla o modificarla para beneficio de aquellos que certifiquen algún estado de oposición política, sea sólido o gaseoso. No para las “mulas”, la clase media raulista, los parásitos de la asistencia social y los defraudadores del Medicare. (Con frecuencia, unas de estas categorías implican a las otras).
Curiosamente, la dictadura y sus auténticas víctimas en la isla sudan un igual pánico. A Raúl Castro, el alivio de la presión demográfica le depara un alivio de la presión política. Agréguese el inmediato aumento de las ganancias en remesas y viajes. Para cientos de miles de cubanos, si no millones, la posibilidad de ser admitidos en Estados Unidos representa la única esperanza de libertad y prosperidad. En el fin de la LAC la dictadura tiene un peligro de muerte. Su permanencia, para el cubano de a pie, es una promesa de resurrección.
A una semana de una ronda de conversaciones migratorias, Raúl va a sentarse a la mesa con una oportuna bomba demográfica en las manos. En el año fiscal 2014-2015 han llegado 43,139 cubanos, un incremento de 77 por ciento respecto al período anterior. Más que durante el éxodo de 1994. La actual ola de fugitivos, taponada en México y Nicaragua, sólo puede resolverse por mar o por un puente aéreo. En cuestión de días, la crisis nos pondrá los pelos de punta en Miami.
El castrismo domina el arte de convertir su asfixia en una renovada fuente de oxígeno. De cara a un presidente afín y débil, probablemente lo vuelva a conseguir. Mientras tanto, los fugitivos siguen a la intemperie, a merced de ladrones con patente de autoridades y autoridades con oficio de ladrones. Viejos y jóvenes, familias completas y familias rotas. Estudiantes, obreros, cuentapropistas. (¿Cuántos desengañados cuentapropistas habrá entre los fugitivos?) Sin canción de Silvio ni poema de Richard Blanco. Como siempre, el dolor y la picaresca del cubano solo, estafado, desollado. Esperando que alguien le tire un cabo.