26 de marzo de 2016

¿Dónde te han puesto, Señor?


¿DÓNDE TE HAN PUESTO, SEÑOR?

Que intento llevarte al mundo, y no puedo.
Que quiero buscarte en la tierra de los vivos
y, algunos, me dicen que hace tiempo que estás muerto.
¿Por qué te resistes, Señor?
¿Por qué no te encuentro allá donde yo quisiera?
¡Respóndeme, Señor!
Que yo creía haber dado contigo en el camino fácil
y mi corazón me dice que es todo lo contrario.
Que en la calzada polvorienta puedo ver tus huellas.
Que en la muerte es donde encontraré vida.
Que en la prueba es donde me haré discípulo tuyo.

 ¿Dónde han puesto tu Cuerpo, Señor?
Que, según me dicen,
en las heridas del mundo es donde sangra tu costado.
Que, según me cuentan,
es en el llanto de los más débiles
donde puedo sentirme acariciado por tu mano.
Que, según pregonan tus amigos,
es en la verdad y en la justicia
donde Tú escribes con letra clara y firme.

¿Dónde, Señor, está tu Cuerpo Vivo y Glorificado?
Que temo, y muchas veces, mirar hacia otro lado
buscándote entre los mil maquillajes
que cubren y disimulan rostros
de los que prefieren no aparentar como humanos.
Que temo, y muchas veces,
perderme en otros amaneceres
que no son precisamente albas de Pascua ni de Vida,
sino fuegos simples y artificiales.

Javier Leoz, Betania.es
 

24 de marzo de 2016

Sermón de la Siete palabras con Sabor a Misericordia

  
Sermón de las Siete Palabras
con sabor a Misericordia

El Gólgota es la cuna que espera acoger el aparente final de la pasión y muerte de Jesús. Y, clavada en ese monte, la cruz es un micrófono abierto desde el que Cristo dirigirá las palabras que jamás ningún hombre se atrevió a pronunciar con tanto corazón, vértigo y paz.  En una situación crítica, Jesús, silabea palabras de perdón y de amor, de ternura y de comprensión.  Sigue uniendo al cielo con la tierra y a la tierra con el mismo Dios.  Las últimas siete palabras de Jesús en la cruz constituyen la firma de su propio testamento y, por lo tanto, la culminación de aquello que tantas veces había prometido: la fidelidad a Dios y a los hombres pasa por la negación de uno mismo.  Las últimas siete palabras de Jesús es la alocución con más pasión y con más desgarro realizada desde el púlpito de la cruz; el momento cumbre donde Jesús no cede un ápice dejando que todo se cumpla en aquel siervo doliente en la cruz.  

Siete palabras salidas de los labios de Cristo; siete palabras que nosotros estamos llamados a pronunciar y escuchar con emoción, con respeto, con fe y con esperanza, con contemplación y adoración. Siete palabras…. pero pudieran ser (en el interior de cada uno) miles de palabras más.  Siete palabras sostenidas en un pentagrama reducido a dos líneas, en una cruz, y con dos notas con común denominador: AMOR A DIOS Y AMOR AL HOMBRE.  Si la caridad es la viga que sostiene a la Iglesia (en labios del Papa Francisco) no menos cierto es que la cruz es la que sostiene en muchos momentos nuestros afanes, trabajos, sufrimientos, contradicciones, penas, traiciones, silencios, fe y esperanza.

Acerquémonos, en este Año de la Misericordia, a la fuente y exponente de la MISERICORDIA que es la cruz.

 
PALABRAS DE MISERICORDIA

  «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34)
De qué distinta manera, y con qué amplitud, se ve el horizonte del mundo desde tu cruz Señor: el hombre contra el hombre, el mundo contra el mundo. Caminamos sin sentido y haciéndonos las mismas preguntas que ayer. Ni pensamos lo que decimos ni, otras veces, decimos lo que pensamos. Somos los eternos inconstantes e inconscientes en nuestras decisiones y  luchas. Hoy y aquí, también Señor, seguimos clavando en abundantes maderos invisibles y visibles a muchos de nuestros hermanos que no han cometido otro crimen que no haya sido sino el  de vivir.

Errores y falta de visión, pequeñeces y limitaciones, ansia de poder e incapacidad de reconocimiento de culpas hacen que arriba y abajo, en miles de nuevos Gólgotas se alcen cruces que nos enseñan el valor del sacrificio, de la entrega, de la verdad… aunque tengan que ir firmadas y regadas con sangre. Hoy, desde el madero, no buscas perdón para los demás (como muchas veces pienso yo)… lo pides y lo buscas también para mí y por mí.

¿También podrás perdonarnos todo esto Señor?
Sabor a misericordia tiene tu perdón Señor.

 
«Hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23, 43)

Yo también, Señor, quisiera ser un buen ladrón al término de mis días. Poseer la habilidad de aquel que, con un «acuérdate de mí», ejerció magistral y profesionalmente su profesión (con más tacto y argucia que nunca) hasta en el mismo patíbulo de su vida: ser ladrón. Pero buen ladrón. ¡Acuérdate de mí! Y te robó tu reino, Señor. ¡Acuérdate de mí! y la humildad pudo más que todas las maldades que lo acompañaban hasta entonces. ¡Acuérdate de mí! y el cielo se le abrió como una posibilidad real y segura. ¡Acuérdate de mí! y, a dos ladrones gemelos en delitos pero con diferentes actitudes al final de sus vidas, se les ofreció un paraíso para encontrar en uno la burla y en el otro la fe como respuesta.

Yo también Señor, de verdad, quisiera aprender y ser un “divino ladrón” cuando desde mi personal cruz contemple la tierra como el paraíso que nunca fue, y el cielo como la realidad que me espera. Una por una, te lo pido Señor, no olvides mi nombre. Por cierto, Señor, a tres personas que esperaban (el buen ladrón, Juan y María) les dirigiste palabras de misericordia. En cambio, al mal ladrón que te insultaba, le ofreciste tu silencio.

¿Me hablas a mí, Señor? ¿Dónde me ves? ¿A qué lado de la cruz?
Tus palabras, Señor, tienen sabor a misericordia.

 
3ª «He aquí a tu hijo: he aquí a tu Madre» (Jn 19, 26)

 La cruz produce sufrimiento reclamando ayuda y solidaridad. Nos dejaste huérfanos, Señor. Por tres días pensábamos que la oscuridad se extendería como un manto negro y definitivo sobre  la luz. Pero fue entonces cuando la fidelidad y la esperanza sonó en tus labios con un nombre: MARÍA. Fue, Señor, a la segunda persona a la cual   tú hablabas. Ella, María, esperaba.  Nos la dejaste militante al pie del Misterio en la cruz y clavada como dulce espina en el corazón de todos los creyentes. Ni tan siquiera en esos últimos momentos la quisiste sólo para ti. Nos la ofreciste triste pero esperanzada. Mirando a la cruz pero con los brazos abrazando a la tierra. Con el corazón fundido a su Hijo, que moría injustamente, pero latiendo con los vivos deseos de ser Madre de todos.

Sí; tú, Señor, nos dejaste como Madre a María y hoy, muchos años después, te pedimos que le hagas sabedora de lo siguiente:  que, a pesar de los pesares, aquí sigue teniendo muchos hijos que le tienen como modelo, guía y referencia para la vida cristiana. En innumerables advocaciones (en montes y llanos, valles y plazas, ermitas y catedrales), Tú, Señor, nos dices: ¡pueblo aquí tienes a tu madre!

¿Siento a María cercana a mi fe?
María, Señor, tiene sabor a misericordia divina.

 
PALABRAS DE VERTIGO
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27, 46)

Subir a la cruz es saber relativizar  la grandeza de un paisaje que se nos presenta espléndido pero engañoso. Es ver a la deriva  un hombre que sigue gritando con el grito del mismo Cristo: ¡DIOS POR QUÉ NOS HAS ABANDONADO!  Uno se acerca a la prensa de cada día y puede llegar a concluir que la ausencia de Dios produce tensiones y desgarros, muertes e injusticias, guerras fraticidas y desenfreno, mediocridad y vida que ya no es vida. En medio de todo eso, la cruz sigue destellando luz y poderío donde se agolpó la desesperanza. Sigue pidiendo a voz en grito, alzada y victoriosa,  hombres y  mujeres que quieran ser semilla de nuevos mundos y de nuevos modos, de nueva vida y de nuevas vidas, de renovada fe y de renovadas conciencias.

No; no es Dios quien ha abandonado al mundo, es éste quien (orgulloso y altanero, juez y dueño de sí mismo) dejó de usar el ascensor de la Fe para encontrar respuestas a su entorno y hallar en la cruz un disparadero de lo mejor de sus fondos humanos. Y en medio de todo ello….el silencio aparente de Dios. Cuántas veces sentimos que vives abandonado porque nosotros, Señor, te hemos dejado sólo.

¿Acompañas a Cristo en su pasión por el mundo?

Tu soledad, Señor, tiene sabor a misericordia.

 
5ª «Tengo sed» (Jn 19, 28)

Aquel que todo lo pudiera haber tenido, siente sed. Aquellos que todo no podemos ni a todo llegamos, apenas tenemos sed de nada o de muy pocas cosas. Hace tiempo, Señor, que nuestro paladar es insípido para las realidades que en verdad son importantes. Hace tiempo, Señor, que el gusto se nos perdió peregrinando y apurando  licores que nos envenenan y nos hacen dar por cierto lo que luego resulta ser falso. Hace tiempo, Señor, que tenemos sed de apariencia y de poder, de dinero y de comodidad. 

Hace tiempo, Señor, que soberbios y ensimismados nos cuesta pedir lo que necesitamos, solicitar aquello que carecemos y, cuando llaman a nuestra puerta, también nosotros bajamos al fondo de nuestro corazón ofreciendo altas dosis de vinagre despejando  de hermanos los senderos por los que discurrimos. Hace tiempo, Señor, que el mundo perdió la sed por aquello que merecía la pena.

¿Qué hacer para tener esa sed tuya Señor?

Tu sed de nosotros tiene sabor a misericordia.


PALABRAS DE PAZ
6ª «Todo está consumado» (Jn 19,30) 

No hace mucho tiempo, Señor, que recorría las orillas de un sembrado. Salió el propietario y me dijo: «ya ves…todo ha acabado». Por supuesto que no, contesté, ahora es cuando comienza a tener potencia lo    que en apariencia es fracaso y cansancio, hastío y absurdo. Ahora es cuando vendrá la fuerza de lo alto y, después de un letargo, se disparará airosa y pletórica la semilla que con pena y sacrificio se echó al surco de la tierra. Así es tu muerte Señor.
 
Semilla que se consumirá por nosotros hasta el último aliento. Pero no temas, Señor, la tierra no tendrá su última palabra. La humillación y el desgarro habrá merecido la pena. La sangre será abono y riego sin medida. Tus lágrimas respuesta al hombre que salvación quería y no la encontraba.

A muchos cristianos acomplejados, por lo que sea, les ha entrado en la vena una sensación: “todo ha terminado” “no hay nada que hacer”. 
Tu consumación, Señor, tiene sabor a misericordia.

 
7ª «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23, 46)
Es la hora del silencio. La cabeza se inclina. El cuerpo se estremece. Los ojos se cierran.
 
El velo se rompe en dos. La gente se lamenta por lo que pudo y no quiso o no supo hacer. El amigo que sigue llorando por la triple negación profesada y amargamente llorada a pie de calle. Y, allá al fondo, un árbol sostiene la figura de aquel otro que mucho vendió por el ruin tintineo de treinta monedas, creyendo que su pecado era mas grande que la misericordia divina.  Tan sólo, al pie de la cruz, permanece silenciosa e intacta, virginal y dolorosa la que mantiene abierta la esperanza y el inicio de la Iglesia: María, recostada en el pecho de aquel que tuvo el suyo en el de Cristo cuando compartía la última cena… Allá al fondo, Señor, ¿no lo oyes..? se escucha el clamor de  la ciudad, de este mundo. Las innumerables cuestas y calvarios del nuevo Gólgota que te clava y te humilla, te margina y te olvida.

Allá al fondo, Señor, ¿no lo oyes? Son las risas de los eternamente insatisfechos que condenan al que pregona la verdad.y no perdonan, que mortifican al justo que defendió la justicia, y amordaza 

Allá al fondo, Señor, ¿no la oyes?... es la voz nítida pero convencida de los muchos creyentes que seguimos entregando nuestras vidas al soplo del Espíritu que habita en nosotros.

Allá al fondo ¿no los oyes? los que blasfeman, profanan o ridiculizan la fe cristiana.

Los refugiados atenazados por un mundo indiferente.

Los cristianos masacrados ante el silencio vergonzoso de Occidente. Los nuevos Herodes que quieren sustituir navidades por semanas blancas o la Pascua por los días de primavera.

Los nuevos Herodes que utilizan la espada de su lengua y leyes afiladas para cortar todo lo que suene a vida divina, trascendencia o presencia pública del cristianismo a pie de calle.

Encomendarse a Ti, Señor, es saber que nunca nos faltará la fuerza que viene de lo alto. Nunca, Señor.
Tu último aliento, Señor, tiene sabor a misericordia del Padre.
 
Javier Leoz
 

23 de marzo de 2016

La Habana que no vio Obama


 
La Habana que no vio Obama
Javier Molina
Enviado Especial a La Habana
ABC Madrid    

Obama aterrizó en Cuba y lanzó su mensaje. Adentro del Palacio de la Revolución, mientras los acordes estadounidenses sonaban, muchos cubanos contenían la respiración. Afuera, con media ciudad cortada y literalmente colapsada, todo lo que iba mal ha ido a peor. Y los gritos, las protestas y las quejas se multiplicaban minuto a minuto. «La Habana sigue igual o peor», se quejaban taxistas y viandantes en La Habana Vieja.
«Este infierno, esta atrocidad, es culpa toda de Obama», exclama el taxista cuando, por tercera vez en cinco minutos, le indican que la calle está cortada. Lo que desde hace días era entusiasmo y preparativos de bienvenida se ha convertido de pronto en una pesadilla. La Habana, ciudad de por sí difícil para trasladarse debido a las estrechas callejuelas del centro, a los agujeros y desconchones de las carreteras y a la ausencia de un transporte público eficaz, es hoy un laberinto de calles cortadas al que se ayer se sumó el chaparrón caribeño. Primero fueron las calles de La Habana Vieja, ahora es toda la ciudad. En cada esquina se escuchan pitidos e imprecaciones caribeñas de gente que discute con policías mientras el agua va inundando las maltrechas aceras. «Todo merece la pena si nos llega el cambio», afirma Yoseli, una vecina de Centro Habana, un barrio céntrico pero especialmente abandonado.

Pero no todo es cambio e ilusión en la capital cubana. Saliendo del circuito turístico habitual, uno encuentra los mismos barrios míseros, las casas absolutamente ruinosas, las calles oscuras y destrozadas y el mismo ambiente de decadencia y abandono que lleva reinando décadas en la capital cubana.

No hace falta recorrer los barrios pobres de la periferia (Playa, al oeste, y Regla, en la costa este de la bahía, sufren un abandono absoluto), basta con salir del centro de La Habana Vieja -cuyas cinco plazas empiezan a exhibir el esplendor colonial de antaño- para toparse con edificios completamente en ruinas, fachadas que se sostienen con tablones de madera y calzadas que parecen haber sobrevivido a un seísmo.

Uno de los principales problemas de los habaneros es el desabastecimiento. «Un día no hay leche, al otro no hay huevos, el agua falla constantemente», cuenta Yaris, una vecina del barrio de Cerro, al sur de la Plaza de la Revolución. «Por las noches, el suministro de agua se corta y si tienes la mala suerte de llegar tarde del trabajo no puedes ni ducharte», añade la vecina. En las inmediaciones del barrio no hay ninguna tienda a la vista. Para comprar agua o pan los vecinos tienen que hacer largos y penosos recorridos hasta encontrar un supermercado abierto. También tienen problemas para trasladarse; las llamadas «maquinas» o «carros americanos», son enormes automóviles individuales que los cubanos usan para viajar desde las afueras hasta el Capitolio, punto neurálgico de la ciudad. En ellos pueden verse hasta nueve cubanos apretujados. «Es la única forma de llegar a la ciudad», cuenta Hugo, vecino del Vedado. «Nos cobran unos pocos pesos cubanos, mientras que los taxis turísticos cuestan cinco CUCs, es decir cinco dólares. Solo con un viaje gastaríamos el sueldo de un mes».

Ese es otro de los problemas económicos a solucionar: la sempiterna dualidad económica. La presencia de una moneda para uso ciudadano popular (los pesos cubanos) y otra para el turismo y las clases altas (los pesos convertibles en dólares), genera una desigualdad insalvable. Un CUC equivale a 24 pesos cubanos y el salario medio rara vez llega a los 20 CUCs, unos 300 pesos cubanos. Los productos de primera necesidad como alimentos, medicinas y productos higiénicos se compran con pesos y son accesibles a todo el mundo, siempre que los haya, pero cualquier otra cosa, como ir a comer a un restaurante o tomarse una cerveza en un pub, se cobra con pesos convertibles (dólares), es decir resulta carísimo para el cubano medio.

Hay, por supuesto, posiciones privilegiadas. Quien se dedica al turismo puede conseguir fácilmente 1.000 CUCs mensuales, entre propinas y comisiones extra. También los médicos y los militares ganan más: los primeros por ser una profesión importante (llegan a ganar 1.500 CUCs) y los segundos por estar cerca del poder (su sueldo es indefinido,pero gozan de privilegios).

Los privilegiados

¿Pero es que existen cubanos de clase alta en una sociedad comunista? Existen, aunque muchos de ellos suelen confundirse con el turista. Cuando uno entra en la discoteca Sarao, del barrio Vedado (al oeste de La Habana), encuentra gente de piel clara vestida a la última, con zapatillas de marca Nike, camisetas de diseño, gafas Rayban y pantalones Levis. Consumen copas sin parar y tienen acceso privado a internet en sus celulares (un servicio casi imposible de conseguir en Cuba). Al principio puede pensarse que son turistas españoles o italianos, pero cuando uno habla con ellos el acento no deja lugar a dudas: son cubanos de clase alta que emulan la vestimenta y el estilo de los hipsters europeos. En el Sarao las copas valen cinco dólares y los cócteles siete y no se escucha salsa ni cumbia, sino reggeton y música de Enrique Iglesias. «Aquí tienes a la élite cubana», me dice Leonardo, taxista del barrio. «Hijos de militares y funcionarios. Lo que ustedes llaman, los pijos».

«Nosotros no somos ricos, somos sólo cubanos modernos», cuenta Aire, una chica con pechos operados y vestido ceñido que baila reguetón en el Sarao. «No tenemos nada que ver con esos elementos de Centro Habana». Cuando dice “elementos”, se refiere a los afrocubanos que pululan por las calles de Centro Habana (entre el Vedado y La Habana Vieja), una zona desastrada y repleta de prostitución y de locales de salsa en los que aún se ve la triste imagen de un turista vicioso y envejecido besándose con una joven y esbelta mulata. «Me asqueo solo de pasar por allí», sentencia Aire tapándose la nariz.
 
Hay un detalle nuevo que llama bastante la atención: en ciertas esquinas se congregan docenas de jóvenes que miran a sus teléfonos móviles con pasmosa atención y enganche. Se trata de zonas de wifi en las que, por dos o tres CUC (el equivalente cubano de los dólares) consiguen conectar sus aparatos y asomarse al mundo.

22 de marzo de 2016

Castro ante la democracia

 
Castro ante la democracia
Federico Ysart,
columnista de ABC, Madrid
 
Acabo de ver la conferencia conjunta de prensa que han celebrado en La Habana Obama y Castro. Pocas veces habrá sudado tanto el americano para hacerse acreedor del Nobel de la Paz que le fue concedido aún antes de entrar en la Casa Blanca. El papelón ha sido antológico. Castro habló poco; Barak le cubría las cuestiones sobre libertades y derechos humanos mientras Raúl hacía como que no le funcionaban los auriculares. Pero cuando al fin hablaba lo hacía con los auriculares puestos ¿quizás atendiendo al guionista? 
 
En el colmo de la desfachatez repreguntó a una periodista si sabía cuántos derechos humanos hay, y en el mundo entero cuántos países los cumplían en su integridad. Ninguno se apresuró a auto responder, pero Cuba es el que más cumple: hasta sesenta y uno. Ni más ni menos.
 
Y no satisfecho con la balandronada, concretó desafiante ante el sucesor de Jefferson: “No concebimos que un gobierno no defienda el derecho a la salud, a la salud social, al salario igual por trabajo igual y los derechos de los niños. Nos oponemos a la manipulación política por los derechos humanos. Cuba tiene mucho que decir y mostrar en esta materia“. Con un par.
 
Bajo la casulla del Nobel de la paz, Obama había confesado con delicadeza: “Seguimos teniendo diferencias muy serias, incluidos la democracia y los derechos humanos“, para añadir poco después, “estén seguros de que EE.UU. va a seguir hablando en nombre de la democracia para que la gente de Cuba defienda su propio futuro“.
 
Seguí la conferencia a través de la retransmisión que ofrecía en directo The New York Times.  Naturalmente ningún medio local estaba en esas, Granma y la televisión cubana difundían comida enlatada sobre el cambio de relaciones entre las “dos potencias independientes” mientras recordaban que el deshielo no cambiará nada sustancial.
 
Así lo demostró el presidente del partido, del gobierno y general de los ejércitos cubanos cuando un periodista norteamericano, nacido en Estados Unidos de cubanos exiliados, le preguntó por los presos políticos, el dictador replicó airado como el profesor del chiste ante el alumno sabihondo: “nombres, nombres”. Pero sin cara de chiste; le salió la rabia del policía malo hasta entonces oculta tras un par de gracietas en plan Fidel. Y cuando otra voz quiso tener respuesta a pregunta tan insólita en la corte castrista, Raúl miró el reloj y dio el recreo por terminado.
 
En cuestión de minutos, John Kirby, del norteamericano Departamento de Estado replicaba “no sé si tenemos una lista exhaustiva pero claramente aún hay personas detenidas por razones políticas y eso sigue preocupándonos”. Y un par de horas más tarde apareció una lista con cuarenta y siete nombres y apellidos.
 
Que la visita tiene rango histórico está fuera de dudas; la llegada de los americanos a través de los vuelos comerciales, ferrys marítimos, internet, comercios, nuevas empresas, y todo aquello con que soñaban las buenas gentes castellanas de “Bienvenido míster Marshall”, terminará con el castrismo. Nadie sabe en cuántos años, seguramente menos de lo que ellos mismos piensen; las libertades tienen efectos demoledores, el ansia de vivirlas derribó muros y sistemas como bien sabemos en la vieja Europa.
 
Durante más de medio siglo los Castro han mantenido aislado del resto del mundo a lo que ha ido quedando de aquel pueblo que les abrió puertas y corazones en nombre de un mundo mejor. Al bloqueo decretado por la administración demócrata de los Kennedy/Johnson tras aquellos trece días de septiembre de 1962 sucedió un embargo del que apenas queda otra cosa que el nombre; el eslogan con que los gerifaltes cubanos justifican la caribeña Muralla China con que mantienen la finca indemne de contagios.
 
Y aquí, en la España de hoy, medio país preocupado por si Iglesias, Echenique y Errejón levantan su embargo particular a las infinitas ansias de llegar a la Moncloa de un tal Sánchez.

21 de marzo de 2016

¿Sabía usted que todavía estamos en cuaresma?


…todavía estamos
en cuaresma?




Es idea generalizada que la cuaresma termina cuando comienza la Semana Santa, es decir tan pronto como llega el Domingo de Ramos. No es así. Es el Miércoles Santo cuando se cumplen los cuarenta días de cada cuaresma. Al concluir la cuaresma, comienza el Triduo Pascual: Jueves, Viernes y Sábado Santo, que ahora se conoce también como el día de la   "Vigilia Pascual".

La cuaresma termina propiamente el Jueves Santo, cuando concluye la Hora de Vísperas de la Liturgia de las Horas de ese día. Mas o menos hacia el mediodía del jueves, todavía es Cuaresma.

20 de marzo de 2016

El sueño americano en el circo nacional cubano

 El sueño americano
en el circo nacional cubano

Luis Leonel León

El circo cubano está listo para recibir a su nuevo invitado. Sin dudas el más notorio de todos los que hasta hoy han actuado en sus tarimas. El país entero está en función del recibimiento de tan ilustre y simbólico personaje, incluso a los que poco importa, ya sea porque no les gusta el circo o porque han perdido la esperanza o la capacidad de sonreír, no pueden escapar a la parafernalia urdida para los tres días de Barack Obama en la isla. Pocas horas faltan para que el presidente del país más poderoso del mundo aterrice en Cuba, el país con la más antigua dictadura de América. Para muchos será la imagen más cercana del Sueño Americano. Para otros un show que durará unos días para luego volver a la pereza cotidiana.

De más está describir el itinerario de Obama en Cuba. Será una visita dirigida al circo nacional, a cuyas funciones no se puede entrar libremente, ni siquiera se pueden comprar tickets. Todo está absolutamente maquinado y controlado por el régimen, pues es ésa y no otra su naturaleza. La sociedad civil organizada realmente no existe, pues el gobierno la desmontó hace mucho tiempo. Los cubanos, obnubilados por el acontecimiento, lo concientizan menos, e incluso les importa menos, pues para muchos es un show inusual, pero Obama sabe perfectamente que su viaje será así. De todos modos, no podía perderse la oportunidad de ser el primer presidente estadounidense en visitar la isla después de casi 60 años de dictadura. Puede hacer bien o puede hacer mal.

Su tesis es la siguiente: todo este tiempo la política de aislamiento no ha funcionado para democratizar la isla y por ello es hora de cambiar y hacer justamente lo contrario. Obama confía en que el abrazo pondrá fin al absolutismo y a mediano o largo plazo los dictadores se convertirán en demócratas o entregarán sus poderes a quienes el pueblo elija. Un Happy End hecho a mano. Unos creen en esta presunción y otros dudan de ella, pues tal estrategia jamás ha surtido efecto cuando de autocracias se trata.

Obama le hablará en televisión al pueblo de Cuba. La pregunta clave es ¿qué va a decirle Obama a los cubanos de a pie? ¿Lo mismo que los medios de comunicación le han dicho durante más del año que llevan jugando al cambio de relaciones, pero ahora en inglés? ¿Agregará al inicio o al final del discurso, como buen populista, alguna frase esperanzadora aprendida en español para que todos sonrían y regresen un poco más felices a su Cuba, que linda es Cuba, de siempre?

La libertad y los derechos humanos, pese a ser lo primordial, han sido una materia casi ausente en las conversaciones (a puertas cerradas, como le conviene al régimen) entre los gobiernos de Obama y Castro. Aunque la mayoría de los medios de comunicación del mundo presenten las penurias materiales como el mayor problema de los cubanos, esa no es la verdad. El mayor obstáculo para salir de la miseria, del cautiverio y la enajenación, es la falta de libertades. No es posible que una sociedad progrese sin libertades. Y la libertad en Cuba, pese a ser un sexagenario anhelo, es un concepto que poco a poco perdió su significado, y hace ya varias décadas está asociado más al miedo que a la búsqueda de la felicidad.

De ahí que es hacia la búsqueda de la libertad que debería encaminar su discurso Obama. A los cubanos no les interesa que le digan, otra vez, que las relaciones con Estados Unidos son un paso adelante, que no hacemos nada con estar peleados, que así no vamos a ninguna parte y que ahora, siendo amiguitos, se acabarán las presiones. Eso es lo mismo que les dice Castro y no hace falta que Obama viaje a la isla a reafirmarlo.

Los cubanos, señor presidente Obama, no necesitamos otro discurso que no sea el de la libertad, que es de lo que nos han privado los Castro y lo que desean seguir haciendo, pues de lo contrario su régimen no tendría sentido, no existiría. Hábleles a los cubanos de libertad, para que dejen de ser robots y pierdan ese pánico a ser libres que le vienen inoculando desde hace más de medio siglo. El cubano promedio no conoce otro modo de vida que subsistir, entre miedos y prohibiciones, en su ancestral calabozo decorado de país. Y necesita mucho que le hablen de eso.

Pocas veces el Sueño Americano ha actuado en medio del colectivismo. Obama puede hacer mucho por Cuba o disfrutar mucho su viaje. Y aunque “por no dañar las relaciones diplomáticas”, no les diga a los cubanos que él sabe que viven en una dictadura, la realidad es ésa y no otra. Eso sería lo más significativo que haría por Cuba. Más que permitir que los estadounidenses viajen libremente a la isla, que negocien con el gobierno, más importante que transformar o eliminar todas las leyes. Obama bien sabe que la libertad es lo primero. Y si de verdad quiere ayudar a los cubanos, debe aprovechar la única oportunidad que realmente tiene para hacerlo: demostrarles, como el presidente del país más democrático, que no pueden continuar viviendo así. Todo lo demás será un acto de política circense, malabarismo de Estado, marketing internacional.

Mientras esta realidad no sea expuesta con la importancia que tiene, cualquier discurso, incluso del presidente del país más libre del mundo, no será más que una pirueta en el circo nacional del régimen. Y al parecer, ese será el fin del primer acto del Sueño Americano en la isla. Tantos quisiéramos vernos sorprendidos.

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Domingo de Ramos



Asciende y entra, Rey y Señor, a Jerusalén,
porque si no lo haces, tampoco nosotros
podremos ascender a la gloria que nos prometes.
Déjate aclamar,
aunque suenen a hueco y flameen estériles
muchos de nuestros ramos y palmas.
Adéntrate camino de la Pasión, porque sin ella
estaríamos descorazonados.
No mires, Señor,
a la tiniebla que mañana te espera,
pues necesitamos de Ti
para que la nuestra no sea eterna.
 Te esperábamos, Señor,
aunque hoy te digamos ¡viva!
y mañana gritemos ¡muera!
Hoy nos adherimos a Ti, Señor,
para luego aun siendo los mismos
decir no conocerte.
Sube humildemente, Rey, amigo y Señor,
y si te escandaliza este triunfo
cuando tanta sangre espera,
perdónanos, Señor.
Somos así, incluso los que te queremos,
los que en la intimidad
mas hemos convivido contigo:
No entendemos esta entrada
en humillante pollino, no comprendemos
el por qué una cruz al mejor hombre,
nos resistimos al triunfo
si ha de pasar primero por la muerte.
¡Cómo no bendecir tu nombre, Señor!
Si eres Palabra cumplida al detalle.
Esperanza de los profetas.
Manos apropiadas y valientes para el madero.
Cena que, en Jueves Santo, esperamos gustar.
Frases que, en Viernes Santo,
estremecerán todavía más nuestro llanto.
¡Cómo no exaltar tu nombre, Señor!
Cuando sabemos que al final,
después de las espinas y del dolor,
del vértigo y de la muerte,
gritaremos lo que Tú tantas veces nos repetiste:
hay que morir para dar abundante fruto.
               Javier Leoz, betania.es