La Zarzuela en Cuba
(Parte 1ª, Los Orígenes)
El teatro Tacón, inaugurado en 1838, fue en su
época el teatro más grande y lujoso del
continente americano y, por sus cualidades técnicas, el tercero del orbe, después
de la Scala de Milán y la Ópera de Viena. Fue demolido en 1906 para la
construcción el majestuoso edificio del Centro Gallego de La Habana.
Alberto Joya (Mayo 1998)
La Habana fue durante el siglo XIX una
de las plazas teatrales mas fuertes de toda la América Latina. La frase “Para
triunfar en América hay que pasar por La Habana”, constituyó una premisa para
todos los actores y compañías lírico-dramáticas que querían probar suerte en
tierras trasatlánticas. Llegaban primero
a los teatros de La Habana y del éxito –o del fracaso conquistado en la presentaciones
que allí se hicieran- dependía el arribo a otros pueblos americanos.
Como muestra basta citar a los actores
españoles Andrés Prieto (discípulo de Maiquez, el renovador de la técnica de
actuación en España) y Matilde Díaz, llamada la perla del teatro español, y a los compositores Manuel Fernández
Caballero, que residió durante algunos años en la provincia de Matanzas y
colaboró como director de orquesta en La Habana, y Joaquín Gaztambide, que se
presentó durante un año al frente de su compañía en el Teatro Tacón.
Desde finales del siglo XVIII el teatro
lírico, en relación con el resto de las manifestaciones teatrales, ocupaba un lugar especial en el
ambiente cultural de los principales centros urbanos de Cuba. La construcción
del primer teatro en la capital, en 1776, el Coliseo, mas tarde nombrado el Principal,
fue el acontecimiento que impulsó la difusión del teatro lírico y de la música
en general en todo el país.
En 1790 aparece el primer número del Papel Periódico de La Habana, en el que
se anuncia que una compañía española está actuando permanentemente en el Teatro Principal,
haciendo tonadillas escénicas donde se suman
canto y baile. Esto propició que
se iniciara en la vida de la aristocracia española y de la burguesía criolla -quienes financiaban el mantenimiento de los
lujosos espectáculos líricos- el gusto
por este tipo de actividad cultural, convirtiéndose casi en un hábito que se extendió a todo lo
largo del siglo XIX. El desarrollo que
iba alcanzando cada centro urbano y en especial la capital de la isla, estaba marcado por la construcción de nuevos
teatros, de sociedades y liceos.
Hasta el momento, la referencia mas
antigua que se conoce sobre la primera
zarzuela estrenada en La Habana aparece en el Papel Periódico anunciando su estreno para el 29 de octubre de 1771. La zarzuela en
un acto se titula El alcalde de Mairena,
y su autor se nombra Joseph Fallótico. Desgraciadamente no se ha podido
determinar si era realmente una zarzuela pues se ha perdido la obra. Todo se diluyó
en las noticias de la prensa.
Las tonadillas llegan a Cuba
procedentes de España, como los cantores y los músicos, pero rápidamente van
surgiendo sus émulos criollos; es aprendizaje directo, porque no hay sitio
todavía para academias musicales. La tonadilla comienza a declinar en La Habana
a principios del siglo XVIII, pero continuará existiendo en el interior de la
Isla.
La tonadilla es la madre del teatro
bufo cubano. En la última década del siglo XVIII y durante la primera mitad del
siglo XIX son muy inestables las representaciones de los espectáculos de
zarzuela. Hasta el estreno de El Duende,
de Luis Olona y Rafael Hernando en el Teatro Tacón en 1853, no se introduce
definitivamente el género en Cuba, a juzgar por la cantidad de títulos que aparecen citados en los anuncios de la
prensa después de esa fecha. En ese
mismo año se estrena El tío Caniyitas de Soriano–Fuentes con
mas de treinta funciones. Jugar con Fuego,
de Ventura de la Vega y Barbieri, y El
Valle de Andorra de Olona y Gaztambide entre otros muchos títulos.
A partir de este momento ocurrirá un
desenfrenado consumo de zarzuela, que no es mas que el reflejo de la vida
teatral que transcurría en la Metrópoli. Las reiteradas presentaciones de los
espectáculos zarzuelísticos por los
intérpretes y compañías españolas incitaron cada vez mas a los empresarios
dueños de teatros en Cuba. Ellos, ávidos por encontrar novedades y atracciones
para el buen recaudo de sus fondos,
promovieron entre los compositores y artistas residentes en Cuba la creación de
zarzuelas.
Surge entonces el primer título que se conoce como escrito
en Cuba y no precisamente de autor cubano: Todos
locos o ninguno, del catalán José Freixes, estrenada en el Teatro Tacón el
día 3 de marzo de 1853. A este estreno
siguieron en ese mismo año: Colegialas son colegialas del mismo
autor pero arreglada por Víctor
Landaluze, caricaturista y dibujante costumbrista vasco radicado en Cuba que
incursionó en el género, Apuros de un bautismo, de Rafael de
Otero, Por los parneses de Romero y El
delirio paternal de José Robreño, son tres títulos de autores cubanos.
Del pintor costumbrista Víctor Landaluze |
En el Teatro Villanueva, en 1954,
triunfa otra compañía española de zarzuelas, y continúan surgiendo los
compositores verdaderamente cubanos, aunque todavía inspirados en motivos y música de corte español. La otra gran
ciudad, Santiago de Cuba, no quiere ser menos y comienza a programar compañías
de zarzuelas como la de Robreño, que llevaba algunos años triunfando ya en La
Habana.
Pero, ¿cómo eran estas primeras
zarzuelas en Cuba? ¿Representaban un reflejo de la zarzuela española? Analicemos: Antes de tomar auge la novedosa
zarzuela, existían otros géneros líricos como los sainetes y las tonadillas
escénicas. Recordamos que la primera zarzuela de la que se tiene noticias [en España] fue El jardín de Falerina
de Calderón de la Barca y Juan Risco en 1648, y el auge que tomaron los
sainetes de don Ramón de la Cruz, que nació en 1731.
Toda esta larga historia
del teatro lírico en España, es asimilada en un corto período de tiempo. Las
zarzuelas en Cuba no surgieron como resultado de un proceso orgánico en el
desarrollo teatral. Su presencia, su nacimiento, se debió, como diría alejo
Carpentier, “a fenómenos de aportación,
injertos y trasplantes que resultan insólitos para quien pretenda aplicar
determinados métodos de análisis de un arte regido por un rejuego constante de
confrontaciones entre lo propio y lo
ajeno, lo autóctono y lo importado”.
Este rejuego constante preparó el
camino para la determinación de los elementos esenciales del teatro lírico
cubano. Existen referencias sobre la aparición de esos primeros rasgos criollos
a finales del siglo XVIII y principios del XIX, que nos permiten apreciar que a
partir de esos años ya es notable el propósito de diferenciar el lenguaje
dramatúrgico de las composiciones españolas, aunque continúe manteniéndose la
estructura y la denominación genérica, “se habla, se pleitea, se reza y se tañe
a la española, pero no como en España”.
(Continuará)