Todos
los caminos del Impresionismo
conducen
a Pissarro
Humilde y colosal. Así definía Cézanne a Camille
Pissarro, patriarca del
impresionismo. Pese a ser uno de los que redactó los estatutos
fundacionales del movimiento y el único de sus miembros que participó en las
ocho exposiciones impresionistas, entre 1874 y 1886, no ha tenido el mismo
reconocimiento que otros de sus compañeros: fue eclipsado por la fuerza arrolladora del ciclón Monet.
El Museo Thyssen de Madrid ha querido rehabilitar la figura de Pissarro con
la primera monográfica de su obra en
España, y hasta el 15 de septiembre la
pinacoteca vuelve a impregnarse de impresionismo con 79 obras del pintor francés, que revisan todas sus etapas. La
muestra viajará después a CaixaForum,
Barcelona.
Un autorretrato
de 1903 –se inmortalizó ya anciano poco antes de morir–, donado a la
Tate por su hijo Lucien en
1931, cuelga, -junto a una paleta en la
que el artista pintó un paisaje en 1878-, al comienzo de la exposición,
que recorremos junto al comisario, Guillermo
Solana, director artístico del museo. La vocación de maestro de Pissarro
le llevó a enseñar a Cézanne y a Gauguin y, muy posiblemente, dio consejos a
Van Gogh y Matisse. No está mal su curriculum...
El camino
Los paisajes
dominan casi por completo la muestra. Como dominaron toda la producción de
Pissarro. Solana ha puesto el énfasis en ese leit motiv que siempre
acompañó el trabajo del artista francés: el camino. Muchas décadas antes de que la generación beat emprendiera su autodestructivo
viaje On the Road, Camille Pissarro va escogiendo sus caminos y
plasmándolos, literalmente, en sus lienzos. Los primeros, rurales: las calles de un pueblo, los
senderos de un bosque, las carreteras que cruzan los campos...
Un rincón de Francia, Louveciennes, pasaría a la Historia del Arte como el lugar donde nació el impresionismo. Allí
pintaron mano a mano Monet y Pissarro. Hay en la exposición paisajes de ese lugar. También de Pontoise, donde se establecería durante diez años. Siempre ha cargado Pissarro con el sambenito de pintor aburrido, monótono, demasiado clásico. No sería la alegría de la huerta, pero, como explica Solana, experimentó con su pintura: hay composiciones muy osadas y modernas. Pero, como ocurre en muchas ocasiones, el hijo se come al padre: Cézanne acabará devorándolo.
pintaron mano a mano Monet y Pissarro. Hay en la exposición paisajes de ese lugar. También de Pontoise, donde se establecería durante diez años. Siempre ha cargado Pissarro con el sambenito de pintor aburrido, monótono, demasiado clásico. No sería la alegría de la huerta, pero, como explica Solana, experimentó con su pintura: hay composiciones muy osadas y modernas. Pero, como ocurre en muchas ocasiones, el hijo se come al padre: Cézanne acabará devorándolo.
Marcha a la ciudad
Apenas un
puñado de retratos se cuelan entre sus caminos: pinta a su hija, a su
esposa... Y el camino continúa. Se detiene Solana ante una obra de la National
Gallerie de Canadá: «El antiguo camino de Ennery,
Pontoise» (1877). Lo ve como el precedente de una de las obras más célebres de Van Gogh, «Campo de trigo con
cuervos». Muy cerca, otra obra de Pissarro, «Sendero de la Ravinière», que
perteneció a Gauguin. Otro de
los lugares de Pissarro –siempre siguiendo el curso del Sena– fue Éragny, pero aquí ya el artista sufre
un problema en la vista que le impide pintar al aire libre. Desaparece, momentáneamente,
el camino en sus paisajes. Su pintura
da un vuelco de 180 grados.
Pissarro se
marcha a la ciudad. Son los años 90. Descubre nuevos caminos: las avenidas
y bulevares de París, que pinta desde los balcones de varios hoteles de
la ciudad. Es su etapa más célebre y reconocida. Cuelgan en las paredes del
Thyssen obras maestras como «El Bulevar
Montmartre, mañana de invierno» (1897), préstamo del Metropolitan de
Nueva York. Pissarro retrata las
Tullerías, el Louvre, la Rue Saint-Honoré... Pero también viaja a Rouen (donde Monet deslumbra con su
serie de la catedral), Londres, Dieppe, Le Havre...
Siempre fiel a su estilo
Y nuevos caminos se cruzan en este viaje
pictórico y vital de Camille Pissarro. Los últimos, los ríos y los puentes que pasan sobre ellos. Las elegantes
avenidas parisinas dejan paso a los barrios proletarios e industriales. A lo
largo de toda la exposición descubrimos que Pissarro no da grandes saltos
estilísticos, se mantiene muy fiel a su
estilo, evoluciona paso a paso,
como explica Solana. Quizás Monet y Cézanne le ganaran la partida (sus obras
son más famosas y cotizadas), pero advierte el comisario que Pissarro es «uno de los grandes del impresionismo; este
movimiento no es solo Monet». El Museo Thyssen dedicará en un futuro
exposiciones a otros destacados impresionistas, como Renoir y Caillebotte.
Un cuadro con polémica
N. P. MADRID
El barón Thyssen adquirió «Rue Saint-Honoré por
la tarde, efecto de lluvia», de Pissarro, en una galería de Nueva York en 1976.
Es una de las obras de la colección que compró el Estado español en 1993. La
familia Cassirer sigue reclamando el cuadro, confiscado a sus antepasados por
los nazis. En 1958 los Cassirer fueron indemnizados a valor de mercado por el
Estado alemán por la desposesión de esta obra. Con ello perdían cualquier
derecho a reclamar el cuadro. Pero no fue así. Interpusieron en California una
demanda contra la Fundación Colección Thyssen-Bornemisza, que fue desestimada.
Se recurrió la sentencia, pero parece improbable su revocación. La Fundación
considera que es la legítima propietaria del cuadro.
Reproducido de abc.es