HAY SOL BUENO Y MAR DE ESPUMA
Marlene María Pérez Mateo
Conviviendo con la mayor nevada de los últimos ciento cincuenta años en el área septentrional del continente americano evoqué la contrastante imagen de cálido verano que de estas mismas tierras narrara José Julián Martí y Pérez hace más o menos igual número de años, en las treinta y seis sencillas estrofas de uno de sus poemas más conocidos: “Los zapatitos de rosa”.
“Hay sol bueno y mar de espuma”, reza en los primeros versos, leídos, releídos y declamados durante mi infancia y la de mis compatriotas.
...y arena fina, y Pilar
quiere salir a estrenar
su sombrerito de plumas...
Mi hoy vecindad geográfica con el contexto donde se desarrolló la vida martiana en su etapa estadounidense de unos veinte años, ha tomado o se ha renovado desde una perspectiva enriquecedora de la vida y obra del mejor de los cubanos. Años atrás, cuando esto no era una realidad para mí, escribí y recreé en “El alma trémula y sola” una semblanza sobre parte de los Versos Sencillos, la artista española Carolina Otero y el Apóstol cubano en el New York de 1885.
Quizás embriagada por la belleza y la lírica en que fue escrito el referido poema y también la universalidad de su enseñanza ética, no me inquieté demasiado hasta el presente, sobre lo factible de que la historia fuera cierta tal y como se contara. No me había asaltado la duda de que lo anecdótico fuera además tangible y probable. Aunque son valorados ampliamente los “Versos Sencillos” por su carácter autobiográfico, es igualmente refrendable la idea de que el resto de sus obras lleven una carga de motivación personal por parte del autor.
El primer cómplice en este empeño fue el propio Martí, sus poemas, sus cartas. El segundo, el periódico New York Times; New York Children”s Aid Society; New York Public Library; Brooklyn Public Library y los servicios de Internet. El tercero, mi familia, los de mi casa, por hacer que esta semilla de respetuosa devoción martiana se plantara y creciera en tierra que ellos mismos se encargaron de fertilizar.
Hacia septiembre de 1889, en el primer volumen y tercer número de la Revista “La Edad de Oro” vieron la luz “Los Zapatitos de Rosa” dedicados a Mademoiselle María Mantilla. Martí entretejió el contenido de su Revista infantil con prosa, poesía, traducciones y obras de su propia autoría, teniendo como hilo conductor el bien para sus lectores a los que la publicación iba dedicada: los niños de América.
Encontré en el Martí de la década de los 80 hace dos siglos, múltiples trazos y huellas que me ayudaron a tallar y recomponer paso a paso este cuento hecho verso.
Radicaba Martí en aquel entonces en la casa de la cubano-venezolana Carmen Mijares en la calle 29 número 54 entre las avenidas Park y Madison en New York, y trabajaba en su despacho de la calle Front número 120. En ocasiones agobiado por el desesperado y frenético -ya desde entonces-, ir y venir de la urbe metropolitana, se trasladaba temporalmente a Brooklyn, específicamente a Bath Beach, donde su propia arrendataria tenia otra propiedad en la Calle Bay número 18, entre las avenidas Rutherford y Bath, cuyas habitaciones utilizaban sus huéspedes.
“Yo vine ayer a Bath Beach,….Pero tanta gente extraña afluyó a la casa, so pretexto de enfermedad o de parentesco con Carmita, que la ágorafobia se me enconó, y he vivido sin gusto para admirar a mis anchas los árboles” (*1).
Fort hotel, vía fluvial de acceso a Bath Beach
Bath Beach comenzaba entonces a popularizarse como destino turístico para clases pudientes.
Esta playa está muy linda,
todo el mundo está en la playa.
Lleva espejuelos el aya
de la francesa Florinda.
Está Alberto el militar
que salió en la procesión
con tricornio y con bastón
echando un bote a la mar.
Conversan allá en las sillas
sentadas con los señores,
las señoras como flores
debajo de las sombrillas.
Con el establecimiento del nuevo lugar de recreación, sus vías de acceso fluvial y terrestre igualmente se ampliaron.
Existía para entonces en el argot medico y en el popular la casi inequívoca creencia de que el aire fresco marino o de montaña poseía un amplio poder curativo. En 1873 la Children’s Aid New York Society inició los planes de las llamadas “Fresh Air vacations House” o “Casas de veraneo al aire libre“, para niños y familias de escasos recursos económicos.
Yo tengo una niña enferma
que llora en el cuarto oscuro,
y la traigo al aire puro
a ver el sol, y a que duerma...
Todo lo quiero saber
de la enferma la señora.
¡No quiere saber que llora
de pobreza una mujer!
Afiche donde se anuncian los planes y proyectos de Children‘s Aid Society, New York. Entre ellos la casa de veraneo al aire libre , 1874.
“Suele haber compasión entre los pudientes,…., que cuidan de enviar por días, y aun por semanas, a los niños pobres a la orilla del mar, donde les tienen campo libre, baños salados, tíos vivos y columpios.“
“No es el astío de Nueva York… sino por lo que se atormenta a la gente infeliz que no tienen más parque que el techo de sus casas.” (*1)
¡Se va allá, donde muy lejos
las aguas son más salobres,
donde se sientan los pobres,
donde se sientan los viejos.
En 1884, cinco años antes de la publicación del poema, se abre una instalación de este tipo en Bath Beach, denominada Casa de Salud Veraniega. Se trataba de sacar al menos por unos días de las condiciones insalubres y de hacinamientos a las familias pobres, esencialmente inmigrantes.
Pero está con estos modos
tan serio, muy triste el mar.
Lo alegre es allá, al doblar,
en la barraca de todos.
Casa de Veraneo o Summer House, hacia 1890, Brooklyn
Las condiciones de vida de estas personas quitarían el aliento, de ejemplifican en las dos preguntas que hace Pilar a la madre de su nueva amiga.
-Se parece a los retratos
tu niña -dijo- ¿Es de cera?
¿Quiere jugar? ¡Si quisiera!
¿Y por qué está sin zapatos?
El propio Martí da respuesta a dichas interrogantes en su descripción de estas criaturas.
“Vienen por cientos, con un orden que aflige. Se hablan cuchicheando, como si estuvieran en la iglesia. Algunos, los más cuidadosos, traen un bulto, donde la madre les puso juntos bajo una toalla desflecada, un pastel de ruibarbo y una muda de ropa. Pero pocos cargan bultos, casi ninguno lleva sombrero. De diez, uno tiene zapatos. Color, lo ostenta apenas, más como mancha de fiebre que como flor de piel, algún hijo de italianos o de griegos. Las orejitas de las niñas no tienen gota de sangre.” (*1)
En 1883 se estableció un refugio para niñas sin amparo o huérfanas de entre 14 a 18 años. La primera de ellas en State Island.
Dicen que suenan las olas
major allá en la barranca
y que la arena es muy blanca
donde están las niñas solas.
Ninas huérfanas asistidas por la Children’s Aid Society , NY,
finales del siglo XIX
En 1953 Maria Mantilla, en su entrevista para la Revista Bohemia describió la ocasión y las características de la más conocida de sus fotos con Martí, con un sombrero, clásico de la vestimenta infantil de la época.
Alcé los ojos y vi
esta niña frente a mí
con su sombrero de plumas.
Marti y Maria Mantilla, Bath Beach, finales del siglo XIX,
foto tomada por un fotografo ambulante.
Aunque es Pilar el nombre de la protagonista, pudo haberse tratado de una transpolación de caracteres con un objetivo educativo, en una tierna evocación. Dicho nombre tan castellano sólo se registra en la vida de Martí en una de sus hermanas que murió en la más temprana infancia.
-"¡Vaya la niña divina!",
dice el padre, y le da un beso,
"Vaya mi pájaro preso
a buscar arena fina".
Asi nació, se escribió y hoy leemos una versión cálida de “los cinco panes y los dos peces”
¡Mira, la mano le abraza
y tiene los pies tan fríos!
¡Oh toma, toma los míos,
yo tengo más en mi casa...
Sí, Pilar, ¡dáselo" ¡Y eso
y también! ¡tu manta! ¡tu anillo!
Y ella le dio su bolsillo,
le dio un clavel, le dio un beso.
Marti estuvo aqui, como yo hoy y muchos otros. Su dominio de la palabra hablada y escrita hizo de coincidencia de hechos, lugares, personas y acciones, merecedor de cuanto de él se ha dicho y más.
Ahora es a mis ojos -por cuanto he llegado ha saber-, aun mas cercano y humano. Sus deseos en la primera pagina de La Edad de Oro (Julio 1889), han llegado a feliz término y destino: “ese hombre de La Edad de Oro” fue mi amigo”. (*1)
Y dice una mariposa
que vio desde su rosal
guardados en un cristal
los zapaticos de rosa.
Marlene Maria Pérez Mateo
Diciembre 2010-Enero 2011
(*1) Citas tomadas de las obras de José Martí y Pérez