Cardenal Mindszenty,
mártir de la fe y la diplomacia
«Mi cuerpo podrá volver a mi patria sólo cuando la estrella roja abominable se haya eclipsado definitivamente». Con estas palabras escritas en su testamento, el cardenal Joszef Mindszenty, primado de Hungría, selló su oposición extrema al comunismo, al que combatió heroicamente.
En realidad, el cuerpo del cardenal fue devuelto a la patria el 3 de mayo de 1991, cuando el gobierno de Budapest estaba dominado todavía por los comunistas, por lo que su secretario personal, monseñor Tibor Meszaros, protestó oficialmente por esta violación de los derechos del difunto. Sin embargo, unos años más tarde, la estrella roja realmente se eclipsó en Hungría.
Después de más de treinta y seis años desde la muerte del cardenal, sucedida el 6 de mayo de 1975, hoy queremos recordar brevemente su testimonio heroico en defensa de la libertad. Toda la vida de Mindszenty fue un signo de contradicción, como corresponde a confesores de la fe, sólo que mientras en la primera y segunda fase de su vida se opuso a los regímenes totalitarios que oprimían a la Iglesia y a su patria, en la tercera etapa tuvo que hacer malabares en una situación interna de la iglesia que, por el debido respeto a los protagonistas y la importancia del tema, preferimos describirla con las mismas palabras del cardenal en sus propias memorias.
Nacido bajo el nombre de Jószsef Pehm el 19 de marzo de 1892, fue ordenado sacerdote en 1915 por el obispo de Szombathely, el conde János Mikes. En la primera fase de su ministerio pastoral tuvo que soportar la terrible persecución y la violencia de los enemigos de la Iglesia, de la que siempre defendió la unidad, la integridad y los derechos, lo que le hizo muy popular en su tierra natal y en el extranjero. Ya cuando era un joven sacerdote fue encarcelado por su oposición al régimen comunista de Bela Kun en el llamado “período rojo” de 1918-1920.
Posteriormente, en 1944, cuando fue nombrado obispo de Veszprém por el Papa Pío XII, Mindszenty fue encarcelado de nuevo por el régimen nazi impuesto por Hitler al ocupar Hungría. El Papa le encargó la misión de fomentar el retorno de su patria a la fe, con la esperanza del retorno de los Habsburgo al trono de San Esteban. Sin embargo, los acuerdos de Yalta entregaron la nación desventurada al régimen comunista que tomó el poder primero en coalición y luego en solitario. El primado se convirtió así en el protagonista de la resistencia católica al sanguinario régimen soviético de Rakosi. El prelado se negó a reconocer al usurpador y se opuso a la opresión de la comunidad eclesial, a la secularización de la educación escolar y a la colectivización de la agricultura.
Después de una hábil campaña internacional de difamación, a la que también se prestaron los periódicos de izquierdas de otros países, como fue el caso de Italia, en 1948 el gobierno encarceló al primado por cargos de espionaje contra el Estado y tráfico ilegal de dinero. Después de un año de torturas físicas y psicológicas, los torturadores fueron capaces de hacerle firmar una confesión de culpabilidad, pero él, en un esfuerzo supremo de lucidez, puso al lado de su firma la reveladora abreviatura latina c.f., lo que significa “coactus feci” (Lo hice por la fuerza). De hecho, en el juicio el cardenal no confesó nada y el gobierno hubo de condenarlo a cadena perpetua.
Pero sus leales en Hungría y los exiliados en otros países libres nunca creyeron las calumnias del régimen y lo celebraron como un mártir. Siete años después, en octubre de 1956, cuando el levantamiento popular trató de escapar de la opresión soviética en Hungría, Mindszenty fue liberado y llevado en triunfo por sus compatriotas. Él lanzó un llamamiento urgente a Occidente para qué apoyara a su patria en esta tarea de liberación y de redención, de la que Pío XII se hizo eco.
Dicha petición tuvo poco apoyo y la Unión Soviética de Kruschov reprimió la revolución con sangre. El primado, que se negaba a abandonar a su pueblo, no tuvo otra salida que la Embajada de EEUU en Budapest, donde permaneció recluido durante quince años, convirtiéndose en un invitado incómodo.
Mientras tanto, si nada cambiaba en el Este, mucho cambiaba en Occidente. La cultura y la diplomacia hablaban de diálogo, distensión, convivencia pacífica y apertura a los regímenes comunistas. El deseo de pacificación se abrió camino en los ambientes de la alta diplomacia del mundo, desde el Washington con el dúo Nixon-Kissinger, al Bonn de Willy Brant, donde nació el término Ostopolitik, e incluso hasta la Santa Sede. La diplomacia vaticana, guiada por monseñor Agostino Casaroli, buscaba con ahínco el normalizar las relaciones con los comunistas, con el fin de obtener la supervivencia de la Iglesia.
En
realidad, a veces los mismos “beneficiados” de la Ostopolitik del Vaticano ,
como en su momento explicó el cardenal eslovaco Han Korec, vieron que el precio era
demasiado alto: renunciar a cualquier tipo de crítica y resistencia para
conseguir un mínimo de libertad vigilada.
El cardenal Mindszenty se convirtió en figura clave de los acuerdos entre la diplomacia de monseñor Casaroli y los regímenes de la época. El cardenal recuerda que “a principios de 1963 (…) el papa Juan XXIII me hizo preguntar que si quería ir a Roma para ocupar un puesto en la Curia, de ese modo el podría volver a nombrar a alguien para la sede episcopal que estaba vacante. Le respondí que estaba dispuesto a acceder a dicho plan si con ello pensaba favorecer la libertad de la Iglesia”.
Pero el cardenal, como él mismo relata en sus memorias, tenía miedo que detrás estuviesen las presiones de Kádar, líder del Partido Comunista que había llegado al poder con la ayuda de los tanques soviéticos después de la revuelta del 56, y que había conseguido poner a la opinión pública a su favor con la creación de la Comisión Católica “Opus Pacis”. El jefe de los obispos era el arzobispo Grosz, que el cardenal disculpa en parte diciendo que «la razón de su aceptación, sin embargo, hay que buscarla (…) en la esperanza de poder asegurar el mantenimiento de la enseñanza de la religión (…) Sin embargo, el arzobispo Grosz fue engañado».
Y añade: «además de las actividades en el Opus Pacis, podemos considerar un signo de la colaboración y las buenas relaciones existentes” el hecho de que los cargos eclesiásticos fueran ocupados mediante un acuerdo entre el gobierno y los obispos, absteniéndose el gobierno de incluir en dichos acuerdos a sus candidatos del grupo de los “sacerdotes pacifistas”, clérigos adeptos al régimen y en muchos casos espías suyos.
Pero estos acuerdos duraron solamente hasta el año 1958, cuando al obispo de Hamvas se le hizo nombrar vicario general de Esztergom al jefe de dicho grupo de “sacerdotes pacifistas”. Mientras, la coexistencia y la distensión se habían convertido en las palabras mágicas. Cuando monseñor Casaroli en 1960 comenzó los tratos con el régimen de Kádar, ya los “sacerdotes pacifistas” habían reducido al silencio la verdadera Iglesia húngara. «Por esto, -continúan las memorias del cardenal-, «el diplomático vaticano no escuchó ya la palabra del catolicismo húngaro y por eso la diplomacia vaticana tomó decisiones sin conocer a fondo la situación, haciendo tratos que solamente favorecieron a los comunistas, con graves desventajas para el catolicismo húngaro».
Años después, a través de largas negociaciones, Pablo VI llamó a Mindszenty a Roma en 1971. Él aceptó algunas de las condiciones que se le impusieron, si bien algunas lo dejaron muy perplejo, como la de no hacer ninguna declaración sobre los hechos ocurridos en Hungría. El nuncio en Viena le comunicó después que la Santa Sede le había dado garantías al régimen húngaro de que el purpurado no diría nada en el extranjero que resultase desagradable al gobierno. Mindszenty afirmó que de haber conocido dichos acuerdos se habría negado a dejar el país.
Le pidió al nuncio que explicase a los órganos vaticanos competentes la verdadera situación de la Iglesia en Hungría. Confiaba «que la Santa Sede explicaría a la opinión pública la verdad sobre las causas y las circunstancias de mi alejamiento» del país. Sin embargo, vio que el Observatore Romano “comentó mi partida de Hungría como si con mi alejamiento se hubiese eliminado el obstáculo que hacía más difíciles las buenas relaciones entre la Iglesia y el Estado. Esa fue mi primera experiencia amarga».
Después de su aislamiento físico en la embajada americana en Budapest, venía ahora el aislamiento moral y psicológico, si bien Mindszenty no se conformó con guardar silencio: viajó por Europa y Estados Unidos para animar a los húngaros exiliados, y elevó peticiones a la ONU para que defendiesen la libertad religiosa detrás del telón de acero. En 1974 publicó sus “memorias”, que cuando las leyó Pablo VI las calificó de «preciosas, fascinantes» a la vez que le alertó porque cuando las conociesen los comunistas se vengarían repitiendo las mismas calumnias contra él. El cardenal le recordó respetuosamente al Papa que ya estaba acostumbrado a las calumnias de los enemigos de la Iglesia.
El día 5 de febrero de 1974 se hizo público que, por disposición del Papa Pablo VI, el cardenal Mindszenty cesaba como arzobispo de Esztergon y Primado de Hungría, en otra cesión vaticana por exigencias de la Ostopolitik. El veterano cardenal diría en esta ocasión: «La historia del bolchevismo, que se remonta ya a medio siglo, demuestra que la Iglesia no debe hacer nunca un gesto conciliador a la espera de que cese por ello la persecución religiosa».
Un hermoso elogio fúnebre del cardenal, fallecido en Viena el 6 de mayo de 1975, lo pronunció durante la audiencia del miércoles (7 de mayo de 1975) el mismo Pontífice, que lo definió como «Singular figura de sacerdote y pastor (…). Ardiente en la fe, orgulloso en los sentimientos, inamovible en lo que le parecía deber y derecho (…). La Historia (…) sabrá dar de él un juicio equilibrado y objetivo, y a su figura el lugar que le corresponde.
Alberto Royo Mejía
http://infocatólica.com
Remitido por Ramón H. Ramos
3 COMENTARIOS
Anónimo Jan 14 2012
Un Cardenal digno. Se ve que hay CARDENALES y cardenales.
Humberto
Anónimo Jan 14, 2012
Recuerdo cuando estaba interna la Madre Julia nos hablaba mucho del Cardenal Mindszenty, tambien vimos una película acerca de su Vida. Un Cardenal dedicado a su fe y a su patria que sufrió corporalmente y mentalmente por defender su religión y la Iglesia de Hungría. ¿Quisiera saber cuál es la razón este cardenal no lo han canonizado? me imagino que es todo política. La verdad que El Cardenal Ortega en Cuba debe de leer la historia del Cardenal Mindszenty y tratar de imitarlo, porque tristemente Ortega tiene el titulo de Cardenal pero solamente en nombre.Gracias por publicar el articulo. Gudy
Ana Dolores García Jan 14 2012
Gudy, tengo entendido que la Iglesia Católica húngara lleva años en el esfuerzo por abrir la causa de beatificación del Cardenal Mindszenty. Tal vez, como señalas, cuestiones políticas internas de la curia romana para la cual no deja de ser un tema conflictivo, o la lenta recopilación de los documentos necesarios, sean la causa en la demora del inicio del proceso.