Recuerdos de Camagüey
Víctor Romero Sóñora
Si vos sois camagüeyano(a) de los(as) viejos(as) de verdad, de aquéllos(as) que les llamaban cáncamos, y que hoy, eufemísticamente se denominan adultos mayores o de la tercera edad, no seáis faino(a), dejaos de bainadas y venid acá para que me digáis si aún recordáis:
Si vos sois camagüeyano(a) de los(as) viejos(as) de verdad, de aquéllos(as) que les llamaban cáncamos, y que hoy, eufemísticamente se denominan adultos mayores o de la tercera edad, no seáis faino(a), dejaos de bainadas y venid acá para que me digáis si aún recordáis:
-Las
guaguas con plataforma (únicas en Cuba) “Camagüey Sport” y “Silvano
Ramos” de las rutas Vigía-Granja, Vigía Santa Cruz y Vigía Agramonte y
los tranvías londinenses con un solo “trolley” que hacían el recorrido
Libertad-Mártires y Bembeta-Garrido, todo por un “medio” con derecho a
transferencia.
-Las retretas
los jueves y domingos en el parque Agramonte, que era el punto de
reunión de la juventud camagüeyana, donde uno tenía que concurrir
elegantemente vestido. Las parejas paseaban alrededor de la estatua y a
las diez en punto de la noche la banda municipal tocaba el Himno
Nacional y terminaba el paseo.
-La
costumbre (que era considerada como signo de refinamiento) de taparse
la nariz y la boca con un pañuelo al salir del cine para evitar un
resfriado.
-La Feria de la
Caridad en la plaza del mismo nombre, donde se instalaban todo tipo de
“timbiriches” con comida criolla, bebidas, juegos de azar, adivinadoras,
etc., etc.
-El San Juan
Camagüeyano con desfile de “fotingos” descapotados, carrozas, congas,
mamarrachos, monos viejos, ensabanados, etc., sin que faltaran los
“sangrones” tomando cerveza en un orinal con un chorizo adentro y que
cuando tú no aceptabas cuando te brindaban, se sentían ofendidos y se
querían “fajar” contigo. No era infrecuente la presencia de los
“simpáticos” que manchaban con almagre a los que pasaban vestidos con
sus trajes dril cien o que
ataban con hilo muy fino, casi invisible, un billete de cinco pesos y
cuando algún viandante lo iba a recoger, halaban. En esos días valía la
pena pasear por las calles y plazas de la ciudad, engalanadas, donde no
faltaba la famosa olla con ajiaco. Se destacaban la plaza de Bedoya y la
calle Horca entre otras.
-El
programa de radio transmitido a las doce del día y a las seis de la
tarde por la CMJK, la Voz del Camagüeyano, dirigido por el
puertorriqueño Juan B. Castrillón (Don Pancho) y el mexicano Alfredo
Vivar (Azteca), ambos tan “aplatanados” que parecían camagüeyanos
“rellollos”, con noticias de todo tipo, chistes, anécdotas, entrevistas,
recados, comentarios, etc., etc. Don Pancho, que era muy aficionado a
los deportes, se aventuró a narrar algunos juegos de pelota (béisbol) y
en uno de ellos en que el lanzador era el gran Eliecer Álvarez, hizo
famosa la frase: “parece un hit, parece un hit”.
-Los famosos “sandwiches” y los productos españoles del Bar Jerezano”en la calle República.
-Los ricos helados y jugos de frutas del bar San José, donde vendían el vaso de agua fría de los manantiales del mismo nombre, al precio de un centavo.
-El famoso pan de karakas (con k) y las gaceñigas de Pérez-Sosa.
-Las galletas de La Paloma de Castilla fabricadas en la calle Horca.
-El jugo de piña y la gaseosa Pijuán
-La dulcería de los chinos, frente al cine Apolo, donde vendían el famoso “bicondi” a dos centavos.
-La bolera de Faíco, La Bolerita y el Copacabana.
-Los
bailes en el “roof garden” del antiguo Hotel Camagüey (hoy museo
Ignacio Agramonte), en el Club Ferroviario, La Popular, la Colonia
Española, el Tennis, el Country Club, el Club Atlético, etc. (Era de
rigor la presencia de las chaperonas).
-La
quinta El Cerro, donde los muchachos pagábamos un “medio” por la
entrada, con derecho a bañarnos en la “poceta” y a llevarnos todos los
marañones que quisiéramos.
-Los
“charcos” de Arroyón, la Caja de Agua y el arroyo del “donkey”, donde
nos bañábamos los muchachos algunos días que hacíamos novillos en la
escuela.
-Los viajes que
hacíamos los domingos a Nuevitas en el verano, por ferrocarril, que era
la única vía de comunicación que existía en aquella época, para bañarnos
en las playas de San Jacinto, Santa Rita, La Colonia o Cuatro Vientos y
Tarafa. Eran famosas las “broncas” el último día de la temporada en que
los nueviteros, al partir el tren de regreso, le lanzaban piedras y
gritaban: “Camagüeyanos, cochinos, vienen a quitarse el churre aquí”,
mientras que éstos contestaban: “Cangrejeros, muertos de hambre”.
-El
Gran Hotel, desde cuyo comedor en el quinto piso era posible disfrutar
de una vista panorámica de la ciudad. La comida era excelente.
-Las
novatadas a los estudiantes que ingresaban en el Instituto de Segunda
Enseñanza, en las que como mínimo pelaban “al rape” a los muchachos, les
viraban las ropas al revés, les pintaban la cara con azul de metileno,
obligaban a algunos a medir el edificio, imponiendo como unidad de
medida la longitud de un fósforo y después los llevaban al Casino
Campestre a “remar en seco”. Una vez el barullo fue de tal envergadura
que se interrumpió el tránsito y cuando intervino la policía, en un
momento en que los vigilantes dejaron solo el carro patrullero, le
sacaron a éste el aire de los neumáticos. La parranda terminaba a los
dos o tres días con una tremenda fiesta bailable en la que hacían las
paces los novatos y los “viejos”.
Durante
el noviazgo, que casi siempre era prolongado, al pretendiente se le
permitía ir a visitar a la novia en su casa los domingos y a veces
también los jueves. La pareja se sentaba en un “confidente” en la sala y
siempre se le encomendaba a un miembro de la familia (generalmente una
tía solterona o un hermano menor de la novia) sentado en una “comadrita”
o en un “balance” en la saleta, la tarea de vigilarlos para que no
hicieran nada “malo”.
-La costumbre de pararse en la calle Maceo frente al “ten-cent” por donde desfilaban habitualmente las bellezas camagüeyanas.
-La
costumbre de jugarse “a las patas” el café o el trago en el Centro
Alemán, en el Bar Correo, en La Norma o en otros muchos donde se pasaban
ratos verdaderamente agradables compartiendo con los amigos.
-La
obligación de ir todos los días a la “tienda”, a la “venduta” y a la
“matazón” a hacer los “mandados”. (Para los muchachos esto tenía la
ventaja de poderse “dar la puñalada” de vez en cuando).
-El
matajíbaro, el arroz amarillo con carne de puerco y plátano maduro, el
puerco asado en púa, la gandinga con casabe, el pan patato...
-El burro de La Granja.
-Las anécdotas (contadas por los viejos de la época) sobre Bayoyo, José el Chiquito y Caridad la Cagada.
¡Qué tiempos aquéllos! ¿Eran mejores o peores que los de ahora?
Víctor Romero Sóñora
(Camagüeyano de los viejos)
Nota: Si eres de aquella época, seguramente podrás ampliar esta improvisada lista.
mail to:vrsonora@hotmail.com