La celebración del
Nacimiento de Cristo
Por Martín A. Cagliani
En el
siglo II de nuestra era (100 años después del nacimiento de Cristo), los
cristianos sólo conmemoraban la Pascua de Resurrección, ya que consideraban
irrelevante el momento del nacimiento de Jesús y, además, desconocían
absolutamente cuándo pudo haber acontecido.
Durante
los siglos siguientes, al comenzar a aflorar el deseo de celebrar el natalicio
de Jesús de una forma clara y diferenciada, algunos teólogos, basándose en los
textos de los Evangelios, propusieron datarlo en fechas tan dispares como el 6
y 10 de enero, el 25 de marzo, el 15 y 20 de abril, el 20 y 25 de mayo y
algunas otras.
Pero el
papa Fabián (236-250) decidió cortar por lo sano tanta especulación y calificó
de sacrílegos a quienes intentaron determinar la fecha del nacimiento del
nazareno. La Iglesia armenia fijo el nacimiento de Cristo el 6 de enero,
mientras otras iglesias orientales, egipcios, griegos y etíopes propusieron
fijar el natalicio en el día 8 de enero.
Finalmente,
dado que en el concilio de Nicea (año 325) se declara oficialmente que Jesús es
una divinidad, ya que el Padre y el Hijo son el mismo, se decidió fijar el
natalicio de Cristo durante el solsticio de invierno en el hemisferio norte,
que por entonces se fijaba en el 25 de
diciembre, fecha en que se festejaba el nacimiento de variadas deidades romanas
y germanas.
Se tomó
por fecha inmutable, durante el pontificado de Liberio (352-366), la noche del
24 al 25 de diciembre, día en que los romanos celebraban el Natalis Solis Invicti, el nacimiento del
Sol Invicto, un culto muy popular y extendido y, claro está, la misma fecha en
que todos los pueblos contemporáneos festejaban la llegada del solsticio de
invierno. Las iglesias orientales siguieron y siguen festejando la Navidad el 6
de enero.
Con la
instauración de la Navidad también se recuperó en Occidente la celebración de
los cumpleaños, aunque las parroquias europeas no comenzaron a registrar las
fechas de nacimiento de sus feligreses hasta el siglo XII.
En un
principio la Navidad tuvo un carácter humilde y campesino, pero a partir del
siglo VIII comenzó a celebrarse con la pompa litúrgica que ha llegado hasta
hoy, creando progresivamente la iluminación y decoración de los templos, los
cantos, lecturas y escenas piadosas que dieron lugar a representaciones al aire
libre del nacimiento en portal de Belén, el famoso Pesebre.
Aunque
la tradición nos ha llevado a creer que Jesús nació en el primer año de nuestra
era, lo cierto es que no fue así, ni mucho menos, si nos atenemos a los únicos
datos conocidos sobre el particular, eso es a las informaciones vagas y
contradictorias reseñadas por sus biógrafos, Mateo y Lucas, que, además,
situaron el domicilio habitual de José y María en dos lugares diferentes y muy distantes
entre sí: Belén (Judea) y Nazaret (Galilea).
El mismo Lucas relata en su texto el
nacimiento de Jesús en dos fechas distintas, una en el año 6-7 d.C. y otra en
el 4 a.C. De esta forma un mismo evangelista, en las cuatro primeras páginas de
su texto, dató el nacimiento de Cristo en dos fechas separadas entre sí por un
mínimo de 10 años. Mateo fijó el nacimiento de Jesús "en los días del rey
Herodes" (Mt 2,1) y, por tanto, antes del año 4 a.C., durante el cual
murió el monarca judío.
Los
principales expertos actuales fechan el nacimiento de Cristo entre el año 9 y 5
a.C., habiendo un gran consenso alrededor del año 7 o 6 a.C. Lo sitúan en el
contexto de la población judía de Palestina, y piensan que Jesús residió en
Nazaret (Galilea), hasta la edad de cuarenta años, poco más o menos, trabajando
en el oficio familiar de carpintero albañil hasta que lo dejó para ir al
encuentro de Juan el Bautista, tras lo cual inició el corto período (alrededor
de 2 años) de vida pública que relatan los Evangelios.
Si bien
el lugar exacto del nacimiento de Jesús no se sabe, ya que los evangelista
callan al respecto, una tradición cristiana tardía dio por cierta la suposición
de que el nacimiento tuvo lugar en alguna de las muchas cuevas calizas que
existen en las cercanías de Belén.
Habiendo
sobrevenido el nacimiento de Jesús, según la tradición católica, mientras sus
padres estaban refugiados en una cueva que contenía un pesebre por todo
mobiliario, y estando aparentemente faltos de medios materiales y de
calefacción (era invierno en esa zona), aparecen en escena los dos personajes
infaltables en los pesebres, el buey y el asno, que con su aliento calentaron
devotamente al niño recién nacido.
Esto es
aceptado por la Iglesia, a pesar de que no figuran en ninguno de los
Evangelios, sino en el evangelio apócrifo (no oficial) denominado Pseudo Mateo, del cual proviene el
relato en el que está basado el pesebre que adorna todos nuestros belenes o nacimientos.
Recogido de ACIPRENSA