14 de abril de 2017

AL CRISTO DE LA BUENA MUERTE, POEMA DE JOSÉ MARÍA PEMÁN

Al Cristo de la Buena Muerte

José María Pemán
 
Cristo de la buena muerte,
¡el de la faz amorosa,
tronchada, como una rosa,
sobre el blanco cuerpo inerte
que en el madero reposa!

¡Cuerpo llagado de amores
yo te adoro y yo te sigo!
Yo, Señor de los señores,
quiero partir tus dolores
subiendo a la cruz contigo.

Quiero, en santo desvarío,
besando tu rostro frío,
besando tu cuerpo inerte,
llamarte mil veces mío...,
¡Cristo de la Buena Muerte!

A ofrecerte, Señor, vengo
mi ser, mi vida, mi amor,
mi alegría, mi dolor;
cuanto puedo y cuanto tengo;
cuanto me has dado, Señor.

Y a cambio de esta alma llena
de amor que vengo a ofrecerte,
dame una vida serena
y una muerte santa y buena...
¡Cristo de la Buena Muerte!

13 de abril de 2017

EL CRISTO DE LA BUENA MUERTE

 
El Cristo de la Buena Muerte
 
El Cristo de la Buena Muerte o Cristo de Mena son l
as advocaciones de Cristo que surgen de una talla de Cristo crucificado original de Pedro de Mena, datada aproximadamente en 1660, y que se conservó en la Iglesia de Santo Domingo de Málaga hasta su destrucción.

Considerada una de las obras más singulares del escultor imaginero granadino por estar esculpida a tamaño mayor que el natural (característica poco común en las tallas de Mena), sufrió varios ataques y mutilaciones antes de ser definitivamente destruida en 1931 durante la quema de iglesias y conventos en Málaga del 11 y 12 de mayo del mismo año.

De la talla original solo se conserva parte de una pierna, rescatada durante la quema por el artista Francisco Palma Garcia y expuesta en el palacio episcopal, y un pie que lo custodia la Congregación del Cristo de Mena.

Estas secciones de la talla fueron agrupadas tras la quema por Narciso Díaz de Escovar, académico de Bellas Artes de San Luis que, en una carta al escritor malagueño Miguel Ruiz Borrero, le contaba:

«(…) El Cristo de Mena que se creía salvado, pues lo escondieron entre paños unos hermanos en un almacén, de quemó luego. Han aparecido los carbones. Palma salvó una pierna y mi sobrino tiene un pie carbonizado, pero se ve el hueco del clavo y se conservan dos dedos. El San Juan de Dios de Santiago, la Dolorosa de los Mártires, la Virgen de San Pablo, el Señor del Puente, la Exaltación… todo quemado. Hoy me han dicho que en la Trinidad quemaron todas las imágenes y por tanto habría perecido  la magnífica Virgen de la Paz de Ortiz y el notable San Onofre, escultura del siglo XV».

Con el Cristo de la buena Muerte y Ánimas fueron quince las tallas de Pedro de Mena destruidas durante la persecución religiosa de la II República en Málaga.

La imagen del Santísimo Cristo de Mena, como la conocemos hoy día, fue esculpida en 1941 por Francisco Palma Burgos, inspirándose en la imagen original de Pedro de Mena. Se encuentra en la iglesia de Santo Domingo de Guzmán de Málaga. Pertenece a la Congregación de Mena, procesionando el Jueves Santo en la Semana Santa de Málaga.

Vinculado a la Legión Española desde 1921, a partir de 1960 se impulsó que cada acuartelamiento tuviera una imagen de esta advocación. por lo que existen otras tallas similares.


Reyes González,

11 de abril de 2017

CAJITAS DE MÚSICA

Cajitas de Música
Ana Dolores García

En estos tiempos la música acaricia nuestro oído y nuestro espíritu de mil formas distintas, no limitadas a las salas de concierto. Estas, claro, todavía existen. Es mas, plazas y estadios se han convertido actualmente en inmensas salas de conciertos. Tan grandes son,  que deben contar con pantallas adicionales para que los concertistas puedan ser distinguidos por la multitudinaria audiencia.

También en estos tiempos disfrutamos música en pasta, almacenada y clasificada según estilos y gustos, en increíbles y diminutos mp3, Ipods o Ipads que llevamos en bolsillos o bolsos y que podemos enchufar a unos imponentes audífonos adosados a nuestras orejas mientras hacemos el cotidiano ejercicio de caminar o pedalear en la bicicleta estática.

Además, esas previas grabaciones de artistas y orquestas internacionales nos pueden llegar no solo a  través de la radio -en casa o mientras conducimos-, sino que incluso las podemos escuchar y no necesariamente conectadas por la radio, porque muchas de esas emisoras radiales se han agenciado unas páginas virtuales llamadas webs y la música navega en ellas por el espacio cibernético, para amenizarnos el tiempo que gastamos frente al ordenador.

Un simple ejemplo: en el sur de la Florida, hace mas de dos años dejó de trasmitir la única radioemisora de música clásica. Verdaderamente deplorable, pero no irremediable, gracias a  la página webListen live WETA” desde Washington.   

 Desde luego que para poder alcanzar esta amplia difusión que gozamos en nuestros días, la música ha tenido que recorrer un largo periplo, comenzando por salir de las paredes de los salones de palacios o residencias fastuosas y de las salas de conciertos.

Todo comenzó  escuchándose con un sonido metálico que facilitó su disfrute a gentes modestas que no podían sufragar la interpretación “en vivo”.  Relojes musicales, cajas de música, cilindros, discos, pianolas, fonógrafos, megáfonos, cintas (casetes), discos de vinil. discos de 33 revoluciones, sonido estereofónico, discos compactos(CD)… Es interesantísimo descubrir el proceso de esos adelantos paulatinos que nos permiten disfrutar de la música a través de una reproducción de excepcional calidad.

El origen de toda esta evolución debida al ingenio humano, estuvo en el novedoso diseño de un reloj de bolsillo musical hace ya más de dos siglos. Su creador fue un relojero suizo llamado Antoine Favre-Salomon, que lo fabricó en 1796 adicionándole un mecanismo para la música, y desde entonces se le considera como el inventor de la caja de música.


Nos referiremos solamente a esas encantadoras cajitas de música que aun hoy se conservan como joyas preciadas del pasado y con un alto valor sentimental como recuerdo de alguna abuela, de una madre, o, porque no, como una simple pieza con musiquita agradable que adquirimos tal vez en alguna tienda de suvenires, y que ha devenido en recuerdo de un viaje feliz. Cajitas que pueden ser pequeños joyeros o confidentes de perfumadas cartas de amor enlazadas con una cinta de seda.        

El mecanismo de esas hermosas y artísticas “cajitas de música”, es casi el mismo, o descendiente directo, del ingeniado por Favre en su taller de Ginebra o de los pintorescos relojes “cucos” tan característicos de Alemania y Austria. En efecto, el sonido  de aquel original reloj musical y de los que le sucedieron era producido por medio de unos remaches que se “peinaban” sobre un disco plano   

¿Se nos ha ocurrido alguna vez escuchar las vibraciones de un peine cuando movemos con una uña las terminaciones de sus púas? Cada una de ellas emitirá un sonido distinto. Del mismo modo, Fevre obtenía notas distintas con aquellas placas segmentadas y por ello al mecanismo se le aplicó la palabra  “peinar”.  Aproximadamente treinta años después comenzaron a surgir los cilindros sustituyendo las placas planas, y la industria de la música metálica  recibió un impulso que dio lugar a un crecimiento imparable.    

Pero las cajitas actuales, leales a un romanticismo decimonónico y
cargadas de nostalgias, continuaron también  fieles a la creación de Favre y producen -aun hoy- su música con un mecanismo en miniatura de remaches, que emiten sonido lo mismo en un cilindro giratorio que en un disco al ser tocados -peinados-  por un cepillo de metal.  Es así que a través de un delicado tintineo, bien estudiado e implementado, podemos distinguir la fascinante melodía de la canción de Bethoven “para Elisa”, o de la Canción de Cuna de Brahms o, si se prefiere un tema religioso, la del Ave María de Schubert, entre otras muchas.

Cajitas de música: verdaderos tesoros que guardamos con cariño por ser recuerdo vivo de seres queridos.  

Concluimos. Para ello basta este  interesante artículo aparecido hace años en el periódico El Mundo, de Madrid:

“El tiempo, entre tantísimos defectos, tiene la virtud de convertir la quincalla cotidiana del pasado en blanco y negro, en algo extraordinario y desconocido en este mundo en color. Pero si en el pretérito el objeto tenía ya esa condición de singular, en el presente adquiere por derecho propio la condición de verdadera joya. Víctor Novo, anticuario presente en una feria de antigüedades, mostraba con orgullo uno de esos tesoros de los que vale la pena conocer su historia.

Se trata de una caja de música de finales del siglo XIX y de fabricación inglesa que pasa por ser el objeto más preciado de su nutrido expositor. Durante la entrevista con el vendedor, el suave tintineo de su rudimentaria maquinaria interpreta hasta diez canciones.  La pequeña joya vale 1.900 euros, aunque siempre son negociables, como casi todo en un mercadillo de antigüedades. Con ese dinero se podrían adquirir casi 100 reproductores de mp3 que procurarían, a razón de 200 canciones por gigabyte de memoria, música suficiente con la que alcanzar el próximo cambio de siglo….”  

Pero no sonarían igual.

El funcionamiento de una caja de música en un sencillo vídeo:

https://www.xatakaciencia.com/tecnologia/el-funcionamiento-de-una-caja-de-musica-en-un-sencillo-video