La pesadilla de Carromero
toca a su fin
Luis Ahyllon, abc.es
La pesadilla de Ángel Carromero toca a
su fin. El dirigente de Nueva Generaciones del PP de Madrid no olvidará los
cerca de seis meses pasados en Cuba y su experiencia quizás sirva a quienes
desean ayudar a la oposición al régimen para actuar con la máxima prudencia.
Carromero puede no haber sido un modelo de conducta cívica en España, si se
tiene en cuenta su historial de multas de tráfico, pero eso no es motivo para
lanzar sobre él descalificaciones como las que se han lanzado. Su desgracia, y la de todos los que
añoramos la democracia para Cuba, fue conducir en ese país el coche en el que perdió la vida el disidente con mayor
prestigio dentro de la isla, que era Oswaldo Payá.
La familia y los compañeros de Payá han mantenido
una actitud que les honra en
relación con Carromero. Tienen muy claro que él está de su lado frente a un régimen que sigue impidiendo a los
cubanos expresarse libremente y elegir de manera democrática a sus gobernantes.
Por eso, sin actuar de forma que pudieran dificultar el regreso del dirigente
juvenil del PP a España, no han dejado
de pedir una investigación de lo que realmente sucedió. Tienen derecho a
reclamarlo, a pesar de que resultará difícil determinar hasta que punto en el
accidente tuvieron algo que ver, de manera directa o indirecta, agentes del
castrismo, porque ya se vieron durante el juicio numerosas lagunas en la
instrucción del mismo.
El Ministerio de Asuntos Exteriores ha hecho una labor que se ha demostrado acertada para
conseguir que Carromero pueda cumplir en España la condena de cuatro años que
le fue impuesta Es comprensible que su titular, José Manuel García-Margallo, subraye que todo el
proceso se ha desarrollado con bastante celeridad y hasta acepte que se firme
por el cónsul en La Habana un texto en el que se reconoce que el juicio se ha
celebrado con todas las garantías. La realidad es que, si lo hubieran deseado, las autoridades cubanas podrían, además de
haber acusado a Carromero de otros delitos, haber alargado todos los tiempos mucho más, con lo que todavía
podríamos estar a la espera de juicio o de sentencia. Y es cierto también que
Carromero podría haber estado en unas condiciones
mucho peores en una de las poco acogedoras prisiones de la isla.
Para conseguir una marcha rápida del proceso, García-Margallo ha evitado, con tacto,
cualquier manifestación o gesto que pudiera molestar al régimen de los
Castro. Es comprensible. No lo
sería, sin embargo, renunciar a los principios que el PP ha defendido tanto en
el Gobierno como en la oposición, en apoyo de los demócratas cubanos. Puede que haya cambiado la situación con
respecto a 2003, que convenga flexibilizar la Posición Común Europea o que
invitar a las fiestas nacionales de las Embajadas europeas a los disidentes ya
no resulte tan eficaz, pero lo que no
debe hacer el Gobierno es preocuparse más de que no haya sobresaltos en la
relación con Cuba que de apoyar a quienes, desde hace tanto tiempo, luchan
pacíficamente por la libertad en la isla. La memoria de Oswaldo Payá, de
Harold Cepero y de cuantos dieron su vida por lograr ese objetivo así lo
demanda.