7 de diciembre de 2013

Mandela, guerra en familia por los $14 millones que deja


Mandela,
guerra en  familia
por  los $14 millones que deja


Se casó en tres ocasiones. Con Evelyn Ntoko Mase estuvo entre 1944 y 1957. Tuvieron cuatro hijos. Con Winnie Madikizela-Mandela estuvo casado entre 1958 y 1996. Tuvieron dos hijas. Con 80 años, se casó con Graça Machel, política y activista social en favor de los niños de Mozambique.

Las relaciones entre unos y otros nunca fueron fáciles y resulta triste decirlo, pero la realidad es que ahora que el premio Nobel de la Paz ha muerto, empieza la verdadera guerra. ¿El motivo? Su fortuna. Según «The Guardian», está valorada en 14 millones de dólares. Y sólo en 2012, la Fundación Mandela entregó a su «fundador» 208.000 euros, según el diario surafricano «Beeld».

En verano, cuando el ex mandatario aún luchaba por las últimas bocanadas de aire, su prole ya empezó de lleno la lucha por reclamar su legado, su imagen y su potencial para hacer dinero: camisetas, vinos, «realities»... Todo vale. En el país del arcoíris (como lo llamó Desmond Tutu), Mandela es un símbolo omnipresente hasta el punto de que un publicista propuso rebautizar Suráfrica para llamarla ahora Mandelia.

Sus organizaciones benéficas, en su mayoría, están dirigidas por patronatos ajenos a la familia. Sus hijas Makaziwe y Zenani, junto a 17 miembros de la prole y el antiguo abogado del político, Ismael Ayob, pelean ahora en los tribunales por recuperar las marcas y expulsar de los conglomerados a su actual representante, Bally Chuene, al letrado George Bizos y el ministro Tokio Sexwale.

En 2004, el propio Mandela llevó a juicio a Ayob, asegurando que le hizo firmar sin su conocimiento la cesión de sus derechos y sus marcas a la empresa Tinancier, de la que son directoras sus hijas. Éstas han denunciado a su padre por retirarlas de las compañías.

«Es innecesario que mi abuelo en su vejez tenga que pasar tanto dolor. No me esperaba que fueran sus propias hijas las que no protegieran su dignidad», dijo entonces Mandla Mandela, nieto del ex presidente surafricano. Arremetió duramente por la cacería contra los bienes de su antecesor, cuando éste aún estaba vivo. El problema es que él mismo había sido acusado de hacer negocio con su muerte.

La historia viene de lejos. En verano, varios miembros de la familia llevaron a los tribunales a Mandla para poder exhumar los cuerpos de tres de los hijos del ex presidente y que pudiesen ser enterrados en el cementerio de la familia en Qunu, donde Mandela dijo que quería ser sepultado.

Mandla ordenó hace dos años retirar los tres cuerpos del panteón de la familia Mandela en Qunu, en la provincia Oriental del Cabo, y enterrarlos en Mvezo, donde ahora se construye un centro conmemorativo, que muchos interpretan como un intento para asegurarse de que Mandela fuera sepultado allí para sacar provecho económico.

Los medios locales, que no escatiman al ofrecer escabrosos detalles de cada enfrentamiento, aseguran que Mandla llevó a cabo las exhumaciones sin el consentimiento de otros miembros de la familia, entre ellos la hija mayor de Mandela, Makaziwe, quien pretendía que su padre fuera enterrado en Qunu, localidad ubicada a 20 kilómetros y donde finalmente descansará.  

Fuente: La Razón, Madrid.

Canto a Maceo



Canto a Maceo

Alfredo M Cepero

Antonio de la patria,
arcángel de la guerra,
general de esperanza
de mi indómita tierra.
Hay un sueño frustrado
en los campos fecundos,
donde yacen sepultos
tus antiguos soldados.
Hay un pueblo que busca
su camino y su estrella,
sin más norte en su brújula
que el fulgor de tu huella.

Antonio del pasado
glorioso de mi pueblo,
jinete en el caballo
del patriótico empeño,
que escribiste en los campos
tu leyenda de acero.
Corazón de paloma
bajo piel de león,
que esperabas la aurora
con un canto de amor.
Que infundiste a la tropa
enemiga el terror,
y a tu tropa bisoña
sembraste valor
para que una colonia,
se hiciera nación.

Antonio del presente
terrible del destierro
en la Cuba doliente
con atuendo extranjero.
Antonio de la angustia
de un pueblo esclavizado
por la bota y la fusta
de un tirano alquilado.
Cadáver sin descanso,
Antonio idolatrado
que gritas en el trueno
en busca de soldados,
que libren nuestro suelo
del odio de los malos
y lleven a la patria
el reino de los buenos.

Antonio del eterno
trabajo libertario.
Tu voz llega en el viento
como un golpe de látigo,
castigando el silencio
y rompiendo el letargo
de tus hijos cansados
de horizontes sin puertos.
Regresa de tu sueño
general obstinado,
y recluta tu ejército
de múltiples soldados
entre los obreros
y los acaudalados,
para que se oiga de nuevo
en La Habana y Bayamo
el grito guerrero
del pueblo cubano.

Washington DC, 1979

6 de diciembre de 2013

El puente del beso



El puente del beso

Ana Dolores García

Todas las ciudades tienen su puente –o más de uno- cargado de leyendas, simplemente atractivo o con alguna peculiaridad exclusiva. 

Venecia tiene muchos, pero dos de ellos son especiales: uno por su belleza y leyenda, el de los suspiros, el otro, el Rialto,  por su belleza y porque cada dos años lo escogen para promocionar en afiches un famoso festival de cine. París también tiene varios, todos bellísimos y algunos con historia propia. Nueva York el de Brooklyn, cargado de bombillas, San Francisco su “Golden Gate” repleto de oro cuando se pone el sol, y Tampa un “Sunshine Skyway Bridge” con complejo de montaña rusa. Sevilla se enorgullece de su saleroso Puente de Triana.  No importa que algún pueblo no tenga puente, porque aunque no lo posea la televisión le inventa uno y trata de que usted averigüe su secreto, como el del  culebrón de Antena3 que ya va por su capítulo 709. (Y el secreto del puente viejo sigue sin descubrirse). 


Este es otro puente: "El Puente del Beso", que es uno de los siete que sobre el río Negro se encuentran en Luarca, Asturias, permitiendo el paso entre los distintos barrios de la Villa. 

Allí se les ofrece a los forasteros que la visitan en el verano, la trágica leyenda que le ha dejado tan romántico nombre. Leyenda que nos llega desde tiempos medievales y, de la que como tal, ya no podemos separar lo que  en un principio fuera realidad y lo que a través de los siglos se le ha ido agregando o alterando. Modernos juglares del siglo XX y del XXI la han incluido en sus temas, no ya cantándola por las polvorientas rutas de Castilla, sino contándola, sin laúdes ni tamboriles, por las retorcidas y empinadas calles luarquesas.

Se le encuentra también en libros, como el de “Historias y Leyendas de Asturias”, en el que su autor Miguel I. Arrieta cuenta la historia de un bereber llamado Cambaral, figura que fue de tal resonancia en la historia de Luarca, que ha dado nombre a uno de sus barrios más característicos.

Pues bien, procedente de África, el moro Cambaral –que se dedicaba a la piratería-, con su pequeña flota se adentró en el Atlántico hasta estacionarse al norte de la península ibérica para asolar sin clemencia a los pescadores del Cantábrico. Los de Luarca, al igual que los de otros puertos pesqueros de la región, llevaban ya tiempo sufriendo la crueldad de sus ataques y la codicia de sus saqueos, porque poco podían hacer contra las ágiles barcazas que los embestían. Las rústicas embarcaciones con las que   ellos faenaban en las costas no eran aptas para combates de esa naturaleza y ellos -duchos en el uso de las redes-, poco sabían hacer con un mosquete en sus manos.   A la inversa, los buques de la flota real, de gran tamaño y lento movimiento, no eran capaces tampoco de dominar  las rápidas y ágiles embarcaciones de los piratas.

Pero es mejor que sea el propio Miguel Arrieta el que nos narre la leyenda con toda la melosidad de un relato romántico:

«Cansado de las tropelías que cometían los berberiscos, el señor de la fortaleza de Luarca, también conocida como La Atalaya, decidió que ya era hora de acabar con ellas y que, dado el fracaso de la flota real, se hacía necesaria una nueva estrategia que facilitara su captura. 

Embarcando a sus más fuertes y aguerridos guerreros en sencillas barcazas de pesca, bien disimulados entre sus aparejos y artes, salieron a la mar a esperar que apareciese la flota berberisca. A pocas millas de Luarca, se pusieron a pescar con la intención de que los moros les viesen como un botín fácil y  confiadamente les asaltaran.

Efectivamente, en cuanto aparecieron los barcos berberiscos y vieron las barcas de pesca, se lanzaron a su ataque. Pero cuál no sería su sorpresa, en cuanto se acercaron   y vieron que de ellas salían decenas de guerreros perfectamente armados y preparados para el abordaje, y que eran las inocentes barcas las que les atacaban a ellos y no al contrario, como tenían previsto. El combate fue largo y cruento, pero la sorpresa y maniobrabilidad de las barquillas dieron toda la ventaja a los luarqueses.

Cambaral fue hecho prisionero, cargado de cadenas y conducido a la fortaleza de La Atalaya, en cuyas mazmorras lo encerraron sin curarle siquiera las heridas.

Mientras el señor de Luarca y sus aliados festejaban el triunfo y preparaban los despachos para anunciarle al rey la buena nueva, la hija del señor, una bella doncella de espíritu generoso y gran corazón, pidió permiso para curar las heridas de Cambaral y se dirigió a las mazmorras.

Había poca luz allí, pero parece no les hizo ninguna falta, pues fue verse, siquiera entre las sombras, para que sugiera entre ellos el más puro amor. A pesar de las heridas, o quizá por ellas mismas, Cambaral comenzó a sentir lo que todas sus correrías le habían ocultado: que era huérfano de corazón,  y que al fin podía hallar descanso y sosiego  en este amor que se le ofrecía. 

La hija del señor, que nunca había sentido las punzadas del amor noble, curó las heridas casi con veneración, pero también con una congoja que la atenazaba, pues conociendo bien a su padre, sabía cuál iba a ser el destino de Cambaral y, por ende, más que probablemente, el suyo.

En aquella semioscuridad se declararon su amor mutuo y se hicieron las promesas grandilocuentes con que los amantes noveles adornan la adversidad. 

Pero cuando Cambaral se recuperó de sus heridas, volvió a emerger en él su audacia y su ingenio, que tan bien le habían servido en sus correrías por todas las costas desde Argel hasta el Cantábrico, y planificó la fuga de ambos.

Fue una huida alocada, sin posibilidades de éxito, prácticamente, pero los ojos de los amantes no veían sino el momento en el que su amor podría al fin desplegarse, herirse con sus besos, consumarse en su pasión. No veían otra cosa que esa determinación cuando bajaban hacia el puerto desde la fortaleza, escondiéndose en las esquinas, corriendo atropelladamente y buscando, ya en los muelles, el barco de Cambaral. 
Sin embargo, el señor de la fortaleza ya había sido avisado de la fuga y, con un destacamento de tropas, esperaba a los amantes en el puerto. Allí acabaron sus sueños y pusieron a prueba todas aquellas promesas que se habían hecho. 

Viendo imposible la huida, Cambaral abrazó a la hija del señor de Luarca; ambos se miraron como si estuvieran diciendo algo que no se puede decir (amor que nace a oscuras, oscuro muere); ambos se besaron como si ya nunca más se pudieran besar (ya nunca los labios volverán a soñar)...

Y así fuera que el señor de Luarca, loco de ira, incapaz de soportar aquel beso que para él era blasfemia, de un solo tajo cortó ambas cabezas, las cuales fueron a escabullirse, en su beso final, a las frías aguas del puerto, justo donde años después se levantaría el llamado Puente del Beso.


La leyenda de Cambaral ha dejado una gran huella en la villa de Luarca. El barrio de pescadores lleva su nombre y se suele distinguir dentro de él el Cambaral Alto, que es donde habría estado la fortaleza (hoy, en su lugar, hay un monumento, llamado, precisamente, la Mesa de Mareantes), y el Cambaral Bajo, que es donde está el muelle».

Otras leyendas hacen del nombre Cambaral el de un pirata normando que habría desembarcado en Luarca y que habría sido muerto en combate por un tal Teudo Rico de Villademoros.

Restos de la vieja fortaleza en el Alto Cambaral

5 de diciembre de 2013

Apuntes históricos sobre la serie Isabel, tve



Apuntes históricos sobre la serie "Isabel" de la tve
El Suspiro del Moro

Mabel Villagra (Asesora histórica arabista de 'Isabel' RTVE.es

El "Suspiro del Moro" da nombre a un lugar en los alrededores de Granada y a una emotiva escena que vemos en el último capítulo de “Isabel”, y que ha sido inmortalizada a lo largo de los siglos en producciones literarias, pictóricas o en la leyenda popular.  ¿Cuál es el origen de esta leyenda? ¿Cómo se transmitió a lo largo de los siglos?

El Hecho Histórico

Conquistada Granada en 1492, Boabdil parte a su exilio y desde lo alto de una colina, se emociona hasta llorar viendo el espléndido pasado y los recuerdos que deja atrás. Aixa, su madre, se percata del lloro y le increpa con una frase que pasará a la Historia: "Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre".

Las crónicas árabes al hablar de la partida de Boabdil a su exilio en Láujar, en Las Alpujarras, no mencionan este hecho, que sí ha sido recogido a lo largo de los siglos por alguno de los cronistas cristianos que hablan de la Granada Nazarí.

Una primera versión ya se conocía en vida de Boabdil, por lo que no se podría descartar que sea en parte verdad. Nos la cuenta el cronista Hernando del Pulgar, quien narra la historia de este modo: 
 
“Este día fizo el rey moro dos actos de tristeza que fueron: que tienen por costumbre los Reyes Moros, cuando pasan algún río de poco agua, que los caballeros moros les cubren los pies e los estrivos con los suyos y él no quiso consentir; é cuando suben alguna escalera, dexan los alpargares, e gelos lleva al más principal moro que allí está, y él no lo quiso consentir. É como fue a su casa que está en la alcazaba entró llorando, lo que él había perdido: é díxole su madre, que pues no había seydo para defenderlo como home, que no llorase como muger”.


La particularidad es que se desarrolla en el interior de la Alcazaba, no fuera, en lo alto de un collado.  

Años después, otro cronista, el Obispo Antonio de Guevara, mantiene este diálogo durante una visita que hace a Granada el Emperador Carlos I (y V de Alemania) para visitar los lugares de los cristianos nuevos en la ciudad de la Alhambra. Menéndez y Pelayo y más contemporáneamente, Leonardo Villena creen que la fecha es de 1526 coincidiendo con el viaje a Granada tras la boda con Isabel de Portugal. Menéndez Pelayo afirma que este relato que nos cuenta el morisco es verídico y que pudo suceder por aquellos días.  La escena del encuentro tiene lugar en el mismo lugar que hoy es “Suspiro del Moro”


 “Iban con el rey Chiquito aquel día la Reina, su madre, delante, y toda la caballería de su corte detrás; y como llegasen a ese lugar, a do tú y yo tenemos agora los pies, volvió el Rey atrás la cara para mirar la ciudad y Alhambra, como a cosa que no esperaba ya más de ver, y mucho menos de recobrar.
Acodándose, pues el triste rey, y todos los que allí íbamos con él, de la desventura que nos había acontecido, y del famoso reino que habíamos perdido, tornámonos todos a llorar, y aun nuestras barbas todas canas a mesar, pidiendo a Alá misericordia, y aún a la muerte que nos quitase la vida. Como a la madre del Rey (que iba delante), dijesen que el Rey y los caballeros estaban todos parados, mirando y llorando el Alhambra y ciudad que habían perdido, dio un palo a la yegua en que iba, y dijo estas palabras: «Justa cosa es que el Rey y los caballeros lloren como mujeres, pues no pelearon como caballeros»”.


A diferencia de la versión tradicional, Boabdil en esta ocasión no está solo, la corte con sus caballeros y criados están de su lado. Y la alusión a costumbres tan medievales e islámicas como mesarse la barba, la oración a Alá o el deseo de morirse da veracidad al relato.

Otro cronista que recogió viva esta tradición
también de labios de algunos moriscos ancianos, durante la Conquista de Granada o a los hijos de aquellos que vivieron aquellos eventos, es Luis Mármol y Carvajal; éste parece continuar el relato de Hernando del Pulgar en donde lo dejó y añade el uso del árabe, lengua que conoce, para darle mayor verosimilitud:

“Algunos quieren decir (el rey Boabdil) volvió primero a la ciudad y que entró en una casa donde tenía recogida su familia en la Alcazaba; mas unos moriscos muy viejos, que, según ellos decían se hallaron presentes aquel día, nos certificaron que no había hecho más de hacer reverencia al Rey Católico y caminar la vuelta de la Alpujarra, porque cuando salió de la Alhambra había enviado su familia delante, y que en llegando a un sitio que está cerca del lugar del Padul, que es de donde últimamente se descubre la ciudad, volvió a mirarla, y poniendo los ojos en aquellos ricos alcázares que dejaba perdidos, comenzó a suspirar reciamente, y dijo Alabaquibar, que es como si dijéramos Dominus Deus Sabaoth, poderoso Señor, Dios de las batallas; y que viéndole su madre suspirar y llorar, le dijo: «Bien haces, hijo, en llorar como mujer lo que no fuiste para defender como hombre.»  Después llamaron los moros aquel sitio el Fex de Alabaquibar en memoria deste suceso”.


Falsa imagen de Boabdil

Son por estas historias arriba descritas por la que nos ha llegado la imagen errónea de un Boabdil débil, “zugaybi” (en árabe desdichadillo”, pusilánime, frente a su madre Aixa, mujer de carácter, enérgica y sobre todo una auténtica madre-coraje que luchó contra las rivalidades de harén y de palacio.

No es del todo cierto el retrato que de ambos, y en especial de Boabdil, se desprende en la famosa frase de Aixa, porque, por ejemplo, en las últimas semanas del reino nazarí en Granada,  Hernando de Baeza nos muestra, en el fragmento final de su libro, a un rey que sale decidido a morir combatiendo en la Guerra Santa frente a los cristianos y a dar la vida, si es preciso, por su reino ("Es mejor morir una vez, que vivir muriendo varias veces”, dirá Boabdil a su Madre).

Boabdil toma esta decisión de combatir por él mismo, se ha lavado ritualmente, purificado y, justo antes de salir, una llorosa Aixa le ruega que se quede, que no quiere perderle a él y que no comprometa a su pueblo si no quiere tener en Granada un final parecido a lo ocurrido en Málaga. Baeza da a entender que, con aquel gesto, Aixa pudo mostrarse más favorable a pactar con los cristianos, así favoreció los primeros diálogos entre los Reyes Católicos y los visires y representantes nazaríes para tratar los acuerdos de la Capitulación.

Entonces, ¿mito o realidad?
Hoy en día, aquella colina Fax Allah Akbar que Mármol mencionara citando fuentes moriscas es conocida como "Puerto del Suspiro del Mor". Sin embargo, hay autores que rechazan tanto el mito del Suspiro como la localización el mismo: es el caso de Leonardo Villena, escritor y profesor granadino, quien en su libro El último suspiro del Rey Boabdil pone en duda esta opinión de Menéndez Pelayo.

Mármol considera que la narración fue un bulo inventado por el obispo Guevara, para atraerse la atención del Emperador y su esposa, y que acabó convirtiéndose en leyenda, aunque olvida la mención que ya a finales del XV y principios de XVI, hace Hernando del Pulgar.

Incluso rechaza que la ruta tradicional sea la actual que aparece en las carreteras y mapas: «Es falso lo del famoso 'Suspiro del Moro' (en la antigua carretera Granada-Motril) porque Boabdil no pasó por ese lugar,  Boabdil, sólo se detuvo para ver Granada en unas crestas serranas de El Padul, en el puerto de 'El Manar', porque por allí discurría el camino de la Alpujarra», señalaba el escritor en 2011 para el diario “Ideal”.

Falso mito o verdad a medias, la leyenda de “El suspiro del moro”, sigue cautivándonos a pesar del paso de los siglos, por ser una de las más emotivas que hayan dado juntas la Historia y la Literatura: Aún hoy la frase de Aixa resuena como refrán en aquellas situaciones que lamentamos y que se tornan imposibles en la vida diaria.

Sin referirse precisamente a Boabdil, “Los Puntos” nos cantan la historia de un moro cuya alma está encantada por perder un día Granada y al que cuando  el sol se va se le escucha hablar, paseando su amargura por la Alhambra, recordando y llorando por Granada…

La canción fue uno de los grandes éxitos del cuarteto español “Los Puntos” en la década de los años 70´s.  Nos la conserva Youtube: