22 de marzo de 2010


Platero y yo

Por Marlene María Pérez Mateo

"Elegía, del griego elegeia: Cierta composición poética de genero lírico y de asunto triste"; es así calificada la obra cuyo autor recibió los lauros de Estocolmo en 1956, para el Premio Nobel de Literatura. Una "sucesión de pequeños poemas en prosa", impregnados de sencillez y ternura se plantearon a la cabeza del mundo artístico de aquellos años.

A casi cinco décadas este "libro universal" y mágico sigue siendo para los infantes obra de cabecera. No se disculpa al buen arte diciendo que es para niños o adultos sino que es para el hombre manso de la tierra, ya que la infancia no termina con la edad, sino cuando se pierde la candidez del alma.

"Platero y yo" es algo obligado "para los que saben querer". Ese pequeño pollino andaluz que trotó a comienzos del pasado siglo en la maravillosa imaginación de Juan Ramón Jiménez con sus "ojos de azabache" y su paso suave, ha llegado a la ternura humana para quedarse en un pequeño y cálido rincón de nuestras vidas. Está escrito en primera persona, "yo" era su autor, hubiera quedado allí y nada más, "yo" está invitado a serlo cada uno de los que nos acercamos a sus páginas, he allí uno de sus encantos, el tener un universo de protagonistas. Es Platero el central de ellos, al que todos hemos acariciado su suave pelaje "tan blando por fuera… que no lleva huesos". Con él, hemos ido por las estrechas calles de una perdida aldea española, a la vieja plaza de toros, al carnaval, al arroyo.

Es que Platero “humilde, consentido", va descubriendo con sus pequeños cascos y sus acariciantes gestos la poesía en cada pedacito de mundo. Un burro y no un ruiseñor ni una mariposa es este personajillo que viene a descubrir lo alegre y triste de la vida, esa simple psicología que un rústico mensajero nos viene a recordar cuando nos volvemos, como los hombres que escriben el Diccionario, para los que "Asnografía S.F. se dice irónicamente por descripción de asno" y que con sabia naturaleza rectifica al margen: "Asnografía- S.F. Se debe decir, con ironía, claro está por descripción del hombre imbécil que escribe Diccionarios."

Es fuerte y suave Platero, "por dentro como de piedra” porque los embates del duro bregar de carga en carga le han hecho así, sin dejar lo limpio y claro de si mismo, sin que se empañe su buena y simple vida de asno; y es que no fue famoso Platero en el mundo, no recibió aplausos ni estuvo entre los grandes del orbe, fue diminuta esta deslumbrante personilla enseñando que lo bueno de la vida puede hacerla dulce.

Hay en este pueblucho un apretado resumen del mundo, no sabemos en qué parte de la extensa geografía española se ubicó, ni en que tiempo; no nos ha llegado el nombre de sus habitantes, pero no creo que esto cambiara las cosas; no sabemos si para Don Juan Ramón hubo algún burrillo cerca; lo eterno de este cuento de ciento treinta y ocho capítulos está en el beso que nos invita a darle a la "isla" de nuestro soñar. Sí, porque es un sueño de ojos abiertos este cascabeleo entre angustia y felicidad que nos alienta al descanso renovado y a la nueva empresa.

Son breves los versos y estrofas de este libro, pero inmutables al más leve requerimiento ni queja; dice poco y dice bien. Es fácil internarse en el pequeño espacio de Platero y mirar, en lo hondo del pozo, la luna plateada de Lorca; varias menciones durante el relato caben recordar el "Romancero Gitano" y la vida de estos andarines que como nuestro borrico recorren el panorama de la Península Ibérica.

Hay algo en Platero de quijotesco, aunque su humilde condición de burro no le permite llegar a armarse Caballero ni conquistar a una fantástica damisela. El Ingenioso Hidalgo y él nos dicen que debemos morir pero no descansar en el mismo sitio. Quizás el Quijote con su Rocinante y nosotros con Platero llegamos a la sabia idea de que los animales sufren unidos al hombre y que cada idea hay que cultivarla día a día, si no crece al antojo del viento y la primavera, y es triste cuando algo que hemos amado ya no nos dice nada, como el "árbol de acacia del corral".

Vale más un amigo, que el "abrigo del leopardo” o "las cuatro fuentes" y vale mucho este fascinante aliado y su mamífera naturaleza y su más que humano corazón," y es que "al hombre que es bueno debieran decirle asno”, y es que "al asno que es malo debieran decirle hombre".

Es Platero fraternal con el hombre del mundo y con él aprende y nace todos los días. No va con arreos de esmeralda ni oro, sino con su ceroncillo, donde muchos quieren clavar su pincho de hierro y aunque se le abra la alforja no ven nada “y el alimento ideal pasa libre y cándido sin pagar tributo a los Consumas". Está junto a los niños que juegan a ser mendigos y príncipes y bajo el eclipse que cada uno mira, lo mismo “desde la ventana del granero" que "desde cristales azules".

"Rosas azules, rosas blancas. Diríase que el cielo se deshace en rosas” y viene este animalillo alzando las rosas de sus ojos, aunque para los necios son las rocas del camino. Somos demasiado torpes los hombres sumidos a la menguada condición de alumno a los que un burro tiene que ensenar pétalos y aromas.

Platero ha comenzado a cojear, es una púa en su "mano derecha", tiramos de ella y lo llevamos a curarse al arroyo de lirios amarillos, y es que él también tiene y pisa espinas. Se renueva. Va con las golondrinas, "se van a morir de frío", primero antes que a su pesar. Luego con Diana, el femenino can echado a sus patas y con el potro que le han dañado y con la Niña tísica que ríe bajo una palidez de cera, montada sobre su lomo; y te haces a un lado por los otros, porque no eres mucho de ti mismo.

El agua del aljibe vale más que el aguardiente y el coñac; éste es un lugar donde no vamos para quedarnos sino para tomar fuerzas, a refrescar las asperezas del mundo. El arrear de mulos, tú uno más y yo a tu lado; porque eres manso no te quieren, ni a mi, Platero. Sólo tú y yo nos entendemos como la zorra y el principito de la leyenda. Has llegado a lo alto donde no todos llegan, allí se mira, se comprende, se observa todo lo que otros no pueden sospechar. Hay un mundo de maravillas a la vista, no existen pero son nuestras, como lo fueron de la Alicia de Carroll, el mundo del revés y el de los naipes. Es nuestra "edad de oro" que no se empaña con la corrosión del tiempo sino con la del alma. Si que eres bueno mi Platero, como para abrazarte siempre. Rebuznas y ríes, arrogante trotón. ¿Ya viene tu médico porque vas mal, amigo, y caes de nuevo? ¿Por qué me dejas solo? No es así de sencillo; tienes ya un premio de lirios y alegrías, es la recompensa de lo que has sembrado y es individual.

Hoy traen los niños flores a la tumba de Platero y vienen desde lejos. ¿Todo me sabe diferente? ¿Qué hacer sin ti, peludo malandrín? Estás donde yo no alcanzo, eterno borrico. Adiós, Platero, sigue marcando tu paso "que parece que ríe" en el perdido establo de nuestra vida.

Marlene María Pérez Mateo,
Elizabeth, NJ
Ilustración: Google

«Platero y yo», edición bilingüe, puede leerse haciendo clic en:

http://books.google.com/books?id=_oIuWdOnTuUC&printsec=frontcover&dq=platero+y+yo&source=bl&ots=SUbPG1Z-u4&sig=L87XeOSf1MYii7y7xg-7hI6CsIM&hl=es&ei=0SilS73CGoWKlwfy7ri5CA&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=17&ved=0CEYQ6AEwEA#v=onepage&q=&f=false

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