21 de marzo de 2010


Benito Juárez

Hoy se conmemora el 204 aniversario del nacimiento de Benito Juárez. Rendimos homenaje a esta egregia figura de México y de América, reproduciendo fragmentos de los primeros párrafos de su autobiografía: «Apuntes para mis hijos», que les dejara como vivo testimonio de su humilde origen y de su ingente esfuerzo para superarse y, con honestidad y decoro, llegar hasta los más altos puestos de la Nación. Van también dos anécdotas, reflejo de esa sencillez, modestia y grandeza que caracterizó al gran prócer mexicano.

«En 21 de marzo de 1806 nací en el pueblo de San Pablo Guelatao de la jurisdicción de Santo Tomás Ixtlán en el Estado de Oaxaca. Tuve la desgracia de no haber conocido a mis padres Marcelino Juárez y Brígida García, indios de la raza primitiva del país, porque apenas tenía yo tres años cuando murieron. A los pocos años murieron mis abuelos y yo quedé bajo la tutela de mi tío Bernardino Juárez...

Como mis padres no me dejaron ningún patrimonio y mi tío vivía de su trabajo personal, luego que tuve uso de razón me dediqué hasta donde mi tierna edad me lo permitía, a las labores del campo. En algunos ratos desocupados mi tío me enseñaba a leer, me manifestaba lo útil y conveniente que era saber el idioma castellano y como entonces era sumamente difícil para la gente pobre, y muy especialmente para la clase indígena adoptar otra carrera científica que no fuese la eclesiástica, me indicaba sus deseos de que yo estudiase para ordenarme. Estas indicaciones y los ejemplos que se me presentaban en algunos de mis paisanos que sabían leer, escribir y hablar la lengua castellana y de otros que ejercían el ministerio sacerdotal, despertaron en mí un deseo vehemente de aprender, en términos de que cuando mi tío me llamaba para tomarme mi lección, yo mismo le llevaba la disciplina para que me castigase si no la sabía…. »

Cuéntase que en un baile que le dieron en Oaxaca, cuando Benito Juárez era gobernador del Estado, y al que concurrió con su familia, un joven estudiante, humilde, invitó a la señorita Manuela, primogénita de Juárez, a que bailara con él. La joven se excusó pretextando que esa noche no bailaría. Juárez desde su asiento observó la escena. Poco después Manuela Juárez se levantó a bailar con otro caballero, este sí, rico y elegante. Pero su padre le salió al encuentro, le recordó lo dicho al estudiante, y significó a su hija que mientras no bailara con aquel a quien injustamente había desdeñado, no le permitía hacerlo con ninguna otra persona. Accedió la señorita Juárez, fue don Benito en busca del estudiante y en nombre de su hija le suplicó que bailara con ella porque había cesado el malestar que le impidió bailar con él. Vuelta a su lugar Manuela, el padre se le acerca y le dice:

–Te negaste a bailar con el estudiante pobre, humilde y modestamente vestido; pero aceptaste hacerlo con el caballero rico y apuesto. No olvides la oscuridad de mis orígenes, mi cuna, mi orfandad y pobreza. Recuerda que de no ser por la perseverancia y el estudio, yo no ocuparía el cargo que ahora ocupo. ¿Quién sabe lo que ese pobre estudiante podrá a llegar a ser en el futuro? Hoy no sabemos lo que podrá ser mañana el hombre más oscuro, concluyó el señor Juárez.

Del libro «Amores Mexicanos», de José Manuel Villalpando:

Frente al espejo, un día Benito trataba inútilmente de ponerse la corbata, de repente observó que un mechón rebelde del cabello se alzaba con terquedad; aplazando la tarea de la corbata, tomó un cepillo y se peinó instantáneamente hasta que la mata quedó aplacada; después volvió a la corbata, volvió a hacer el nudo pero en cada intento fracasaba, no quedaba complacido del resultado, hasta que, ya impaciente, grito: ¡Margarita!, y al escuchar la voz de su marido, ella le respondió igualmente fuerte: ¡Voy!

En el espejo apareció entonces también la figura de la esposa, atrás del presidente de la República, que no atinaba a componerse su atuendo personal. «Margarita por favor, ¡esta corbata!» Y ella, mientras hábilmente arreglaba los desperfectos, hacia uso de su derecho de esposa para regañar al marido: «¡Ay hijo!, ¡Pero que inútil eres!»

«Apuntes para mis hijos», constituye un relato autobiográfico que, aunque no abarca ni por asomo, toda la actividad de Juárez, sí relata lo esencial de su desarrollo, describiendo a grandes rasgos el entorno en el cual se gestó su férrea voluntad de progreso para el país y se modeló su conducta moral. (Chantal López y Omar Cortés)

Puede leerse en edición cibernética en:

http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/apuntes/apuntes.html
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