La Pascua de Santa María
Por Pedrojosé Ynaraja
Me irrita cuando a la fiesta que celebramos hoy le llaman la Virgen de agosto. Tengo la impresion de que la devalúa. Que el Espíritu conduzca a las Iglesias, comunidades y confesiones cristianas a la unión, tendencia que llamamos ecumenismo, supone y exige, entre otras cosas, la corrección del lenguaje.
Lo de las advocaciones marianas es una de ellas. Mi primera inquietud teológica, pienso, fue en este terreno. En Zaragoza vivíamos muy próximos a la basílica del Pilar. En Burgos asistíamos a misa los domingos en funcion de las obligaciones profesionales de mi padre. Unos días a la iglesia del Carmen, otros a la de La Merced. Imagino que tendría seis años cuando le pregunté a mi madre: Mamá, ¿la Virgen del Carmen es la misma que la de La Merced? Sí, hijo mío, Virgen no hay más que una.
Si esto es lo que me enseñaron acertadamente, he observado posteriormente que muchos parece que no se han enterado. He escuchado a muchos, incluso a "gente de misa", decir esta Virgen sí que hace milagros, o escucha y atiende mucho mas que otras. Evidentemente se estaban refiriendo a una simple imagen. Consecuencia de ello, viajan muchos kilómetros a pedir a aquella Virgen. Una tal actitud no es correcta.
Lo importante, sublime y admirable es que hace 2000 años hubo una preciosa chiquilla que vivía en una población de menos de 500 habitantes. Preparaba ilusionada la celebración de su matrimonio, cuando se cruzó en su vida un enviado del Altísimo, proponiéndole lo que ella nunca hubiera imaginado, y aceptó.
A partir de entonces fue madre del Mesías. Le dio a luz, le cuidó, le acompañó en el trance de su ignominiosa ejecución. Gozó de su resurrección. Acompañó a los discípulos de su Hijo cuando recibieron el Paráclito.
No sabemos nada más de ella, ni dónde residió ni cuánto tiempo vivió. Acabada su existencia histórica, por un privilegio especialísimo, entró en la Trascendencia en su totalidad humana
Lo que hoy celebramos es ese paso que, no sabemos cómo, lo dio Santa María. Sin sufrir corrupción alguna: allí está el prodigio.
En Jerusalen, muy cerca del huerto de Getsemaní está el sepulcro. Algunos piensan que Ella encargó que se lo preparasen, pero que no llegó a ocuparlo. Otros opinan que acabó sus días en Éfeso. La Asunción, según solemnes palabras de Pío XII, no menciona cómo ocurrió el final. Las Iglesias Orientales, a la fiesta de hoy llaman de la Dormición, y en Jerusalén la celebran muy solemnemente.
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