Las Blancanieves actuales
y los hermanos Grimm
Ana Dolores García
En el año en curso se cumplen
doscientos años de la publicación del primer volumen de “Cuentos para la
Infancia y el Hogar” de los hermanos Grimm y, al mismo tiempo y tal vez para aprovechar
la coincidencia, se estrenan en el mundo entero dos nuevas y originales
versiones de uno de los clásicos
surgidos de ese libro.
Ambas disímiles y basadas en la
misma historia, en “Snow White, Mirror,
mirror”, sus siete enanitos ahora aparecen como esclavos de la maligna
bruja que aun conserva veneno para sus manzanas. La mayoría de los críticos considera
que el filme es todo un bodrio a pesar de Julia Roberts y los enanos. De Lily Collins no dicen mucho, y aun menos
del despistado príncipe (Sean Bean). Unos
pocos la valoran mejor y la encuentran divertida, amena y bien lograda, mientras
que otros se conforman elogiándola con un simple «pudiera
haber sido peor». Toda una disparatada comedia fantástica y romántica.
Julia Roberts, en el papel de
bruja-madastra, es precisamente quien nos cuenta esta nueva versión de aquella
inocente Blancanieves que conocimos en nuestra niñez de la mano de Walt Disney:
la Blancanieves que se nos presenta aquí es una mujer liberada, reivindicadora de
sus derechos y capaz de blandir
espadas.
Así y todo, conserva aun suficiente
“blancura” contrastante con la otra Blancanieves, la que también nos están ofreciendo
las pantallas en la actualidad, la de la
leyenda del cazador (Snow White and the
Huntman). Filme del que el crítico
cinematográfico del diario El País, de Madrid, opina que presenta más batalla que amor, y
tiene mucho de épica pero ni rastro de la lírica del cuento. En fin, que se
trata mayormente de una película bélica del Medioevo, colmada de dragones,
monstruos y mazmorras. Por algo está
batiendo records en las taquillas de las salas de cine y recaudando millones
tras millones.
Bien es cierto que cuando Jacob y
Wilhelm Grimm recogieron las leyendas populares que fueron el origen de su famoso
libro, tampoco respetaron mucho los detalles originales de ellas y las sazonaron a
su modo haciéndolas más interesantes e imperecederas. Doscientos años después estarán asombrados de
lo que hemos podido hacer hoy en día con sus personajes gracias a la tecnología
actual y a las ideas audaces que hemos sido capaces de desarrollar.
Jacob y Wilhelm Grimm nacieron
ambos bien entrado ya el siglo XVIII y lograron rebasar con vida la primera mitad de
la centuria siguiente. Eran alemanes de amplia
cultura, bibliotecarios, escritores y hasta profesores universitarios. Incluso incursionaron en la preparación de
diccionarios de etimología alemana y en la selección y estudio de romances españoles, que publicaron en un
volumen titulado “Silva de romances viejos”.
Su
afición por los relatos tradicionales y la recopilación que de ellos hacían,
los llevó a publicarlos en dos volúmenes
editados en 1812 y 1815 con el nombre ya citado de “Cuentos para la Infancia y
el Hogar”. La colección siguió
ampliándose y en 1857 surgió otra edición que pronto comenzó a conocerse como “Cuentos
de Hadas de los Hermanos Grimm”, que ha animado la infancia de generaciones y
generaciones de niños a todo lo ancho del mundo. Con su lectura hemos ganado numerosos y
queridos amigos, desde una cenicienta hasta una bella durmiente, un niño tan
pequeño al que todos llamaban Pulgarcito o un gato que usaba botas. Y cosa curiosa, al comienzo, a los Grimm les
animaba mas el conservar lo folclórico alemán que entretener a niños con sus
historias. A pesar de su interés algo "nacionalista", sus relatos se nutrieron también de leyendas
provenientes de Francia y de otros países de habla alemana, como Austria.
Los libros y sus historias cruzaron el Atlántico pero tropezaron con el
sentir imperante en las antiguas colonias, ajenas a las tradiciones de la Europa
medieval que se reflejaban en esos relatos. Así, en algunos lugares estas
colecciones fueron condenadas en
escuelas, hogares e iglesias, donde consideraban
lectura nociva para niños unas historias en las que no se omitían crueldad
ni dureza. Y por ello, Jacob y Wilhelm,
a pesar de las excusas de que no escribían para niños, en cada nueva edición
iban alterando la rudeza original que campeaba en sus relatos.
En total los hermanos Grimm nos han dejado 210 cuentos, historias o
leyendas, tan alteradas en sus orígenes que, más que relatos
folclóricos, han perdurado como cuentos
infantiles en los que se nos presentan ambientes y personajes mas fantasiosos
que reales. Es así como han sobrevivido
y aún compiten con los juegos de consola -tal vez actualmente con desventaja, es cierto-,
para ganar la atención de los niños. Han sido traducidos a mas de ciento
sesenta idiomas y dialectos, y el cine y la televisión se encargan de renovarles
actualidad, tal como lo demuestran estos dos filmes que el cine norteamericano
nos está ofreciendo en el presente año del
bicentenario de la aparición de unos relatos concebidos como folclóricos
por sus autores.