La misión más esperada
en busca de vida en Marte
Marte puede parecer un lugar inhóspito para la vida. Su superficie es en extremo hostil, prácticamente desprotegida de las radiaciones solares por una atmósfera demasiado delgada; su suelo es un infierno de productos químicos y el agua líquida, esencial para la existencia de cualquier criatura, hierve o se congela rápidamente. Sin embargo, este paisaje desolador pudo ser mucho más amable en el pasado, quizá tanto como para albergar vida e incluso para que algún tipo de organismo haya logrado sobrevivir hasta hoy.
Esclarecer este punto será el objetivo de la Mars Science Laboratory (MSL), la nueva misión de la NASA a Marte que, si todo sale según lo previsto, se lanzará hoy desde Cabo Cañaveral (Florida), a bordo de un cohete Atlas V, después de un aplazamiento de 24 horas para sustituir una batería. La nave, que contiene el sofisticado rover «Curiosity», el mayor vehículo que jamás haya pisado el planeta rojo, realizará un asombroso viaje sin retorno de 570 millones de kilómetros y casi nueve meses hasta llegar a Marte en agosto de 2012.
El «Curiosity» es la auténtica joya de la misión. Potente y robusto, del tamaño de un utilitario y 900 kilos de peso, posee una tecnología muy superior a la de sus predecesores, el «Spirit» y el «Opportunity» —que llegaron a Marte en 2004 en busca de agua—, y un sistema «antitrampas» de arena que mejora la suspensión de sus seis ruedas capaces de recorrer los terrenos más abruptos y avanzar a 90 metros/hora.
Lleva a bordo equipos españoles: una antena y una estación meteorológica aportada por el Centro de Astrobiología, que proporcionarán datos vitales. La compleja estación pesa poco más de un kilo y consume en un día la energía de una bombilla de 20 vatios en una hora. Su mayor dificultad serán las «oscilaciones de temperatura diarias de cien grados, lo que puede provocar un estrés mecánico y térmico muy fuerte y romper los materiales», explica José Moreno, director técnico de Crisa, fabricante del ingenio.
El destino del laboratorio con ruedas será el cráter Gale, una depresión escogida cuidadosamente por un centenar de científicos entre decenas de lugares posibles por su prometedor potencial biológico. Los investigadores creen que este cráter pudo haber estado cubierto de agua en el pasado. El rover buscará indicios de carbono, un componente esencial para todas las formas de vida que conocemos, con la esperanza de encontrar trazas biológicas del pasado o de algún microorganismo que pueda subsistir. Para ello, desplegará un arsenal de diez instrumentos científicos, como cámaras de alta definición, un láser para llegar al interior de las rocas o un brazo articulado de dos metros para recoger fragmentos y después analizarlos en el rover. «Es la máquina que cualquier científico especialista hubiera soñado», dicen los responsables del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA que participan en el proyecto.
Un aterrizaje delicado
Debido a las especiales características del rover, que es demasiado pesado, se utilizará por primera vez una original técnica de aterrizaje. Un módulo auxiliar de descenso con un cohete descolgará suavemente el vehículo sujeto con correas. Deberá ser muy certero, ya que la zona prevista para el descenso apenas mide 20 kilómetros de largo por 15 de ancho.
La misión durará un año marciano, casi dos años terrestres, pero todo está validado para funcionar tres veces más, así que es posible, como sus viejos compañeros, que el «Curiosity» envíe datos desde Marte durante mucho más tiempo del previsto.
Confiamos en los logros de esta importante misión, y hasta Cabo Cañaveral enviamos una felicitación a un amigo camagüeyano, un ingeniero espacial que lleva meses enfrascado en el diseño y preparación del rover: ¡Éxitos, Benny!
Información recogida de ABC, Madrid.