Los nuevos comunistas
¿Podremos..?
CARLOS
HERRERA
Es el año de los nuevos comunistas, el tiempo en el que
todo desaliño intelectual es tomado por novedad salvadora
SON cachorros de una revisión
tardía. Las viejas ideas que proporcionaron miseria y terror en la Europa del
siglo pasado hacen aparición, de nuevo, al calor de la catarsis colectiva que
ha supuesto el nuevo crack al que se ha asomado la sociedad moderna.
Teóricamente todo iba bien: la pobreza disminuía en el mundo, los nuevos
emprendedores ganaban dinero, los especuladores hacían su agosto... Hasta que
reventó parte del sistema y determinados países entre ellos el
nuestro
sufrieron el hachazo de la realidad. Era el caldo de cultivo ideal para
inocular con éxito ideas fáciles, consignas infantiles, eslóganes simples.
Con
la ayuda de algunos programas televisivos propios de la basura menos
reciclable, una serie de creadores de conceptos perezosamente atractivos
mordieron la atención de los más desatendidos y de muchos de aquellos que
albergan un pequeño liberticida en su interior. La consecuencia es que ha
llegado su momento, creen, para rediseñar el mundo con valores que se han
comprobado inútiles. Es su año. 2015 va a suponer para los que supuestamente se
creen capacitados para poder reeditar ideas fracasadas el año de su mayoría.
Ninguno de los escenarios en los que han gobernado, siempre mediante la
violencia o la represión, ha conseguido avanzar un solo milímetro en ningún
tipo de logro, ni social ni económico; pero gozan de ese perverso prestigio que
acumula el populismo en sociedades abocadas a las salidas angostas, en
colectividades que tienen poco por perder y que son capaces de echarse en
brazos del primer embaucador que les emocione con pasiones bajas y poco
maceradas.
Es el año de los nuevos
comunistas, el tiempo en el que todo desaliño intelectual es tomado por novedad
salvadora. Es fácil: se les dice que se van a tomar los palacios de invierno y
que nadie podrá estar por encima de las limitaciones a las que les ha sometido
la coyuntura de un tiempo convulso. Por demás, solo basta con espolear el
rencor: yo no tengo, pero tu tampoco vas a tener ya que te lo vamos a quitar,
que es la idea fuerza básica con la que se desenvuelven estos que dicen poder,
y que basan su estrategia en dar a entender que tú no tienes porque hay otro
que tiene mucho, se lo haya ganado honradamente o no.
En ningún momento hablan
de crear riqueza, de crecer respetando la iniciativa de los que han creado siempre
las oportunidades, que son las personas, no las Administraciones. En ningún
momento hablan de establecer una sociedad en la que la posibilidad de crecer
dependa solo de la iniciativa particular de cada uno. No. Hablan de igualar y
gravar, de prohibir y «normativizar», de repartir lo poco que haya lugar de
crear nuevos espacios de emprendimiento. Son los venezolanos de hoy, los
cuentistas de comité central, los comisarios de vigilancia individualizada.
Sorprende que una España vacunada por años diversos de dictaduras y desarreglos
pueda siquiera pensar en confiar su suerte a individuos que ya eran viejos
antes de nacer, con tics de dictadores de pacotilla, con discursos plagados de
amenazas, con intenciones liberticidas y con apostura de comisarios desafiantes.
Sorprende que esta España que debe a su Constitución los años de progreso mas
admirable y contrastable de su historia sea capaz de aplaudir a unos tipos que
hablan de voladuras incontroladas y que, hasta la fecha, jamás han demostrado
nada más allá de ser unos hábiles contertulios de programas de televisión
perfectamente despreciables.
Parecía que esta España se había hecho mayor, pero
las tendencias demoscópicas demuestran que está dispuesta de echarse en los
brazos del primer vendeburras que se pasa por su puerta y que muestre cierta
habilidad para la propaganda hecha a base de labia e intestinos.
Recordaremos muchos años
este 2015. Para bien o para mal.