30 de mayo de 2015

Desde España: Los nuevos comunistas


Los nuevos comunistas

¿Podremos..?

CARLOS HERRERA

Disminuir tamaño del textoAumentar tamaño del textoEs el año de los nuevos comunistas, el tiempo en el que todo desaliño intelectual es tomado por novedad salvadora

SON cachorros de una revisión tardía. Las viejas ideas que proporcionaron miseria y terror en la Europa del siglo pasado hacen aparición, de nuevo, al calor de la catarsis colectiva que ha supuesto el nuevo crack al que se ha asomado la sociedad moderna. Teóricamente todo iba bien: la pobreza disminuía en el mundo, los nuevos emprendedores ganaban dinero, los especuladores hacían su agosto... Hasta que reventó parte del sistema y determinados países entre ellos el nuestro sufrieron el hachazo de la realidad. Era el caldo de cultivo ideal para inocular con éxito ideas fáciles, consignas infantiles, eslóganes simples.
 
Con la ayuda de algunos programas televisivos propios de la basura menos reciclable, una serie de creadores de conceptos perezosamente atractivos mordieron la atención de los más desatendidos y de muchos de aquellos que albergan un pequeño liberticida en su interior. La consecuencia es que ha llegado su momento, creen, para rediseñar el mundo con valores que se han comprobado inútiles. Es su año. 2015 va a suponer para los que supuestamente se creen capacitados para poder reeditar ideas fracasadas el año de su mayoría.
 
Ninguno de los escenarios en los que han gobernado, siempre mediante la violencia o la represión, ha conseguido avanzar un solo milímetro en ningún tipo de logro, ni social ni económico; pero gozan de ese perverso prestigio que acumula el populismo en sociedades abocadas a las salidas angostas, en colectividades que tienen poco por perder y que son capaces de echarse en brazos del primer embaucador que les emocione con pasiones bajas y poco maceradas.

Es el año de los nuevos comunistas, el tiempo en el que todo desaliño intelectual es tomado por novedad salvadora. Es fácil: se les dice que se van a tomar los palacios de invierno y que nadie podrá estar por encima de las limitaciones a las que les ha sometido la coyuntura de un tiempo convulso. Por demás, solo basta con espolear el rencor: yo no tengo, pero tu tampoco vas a tener ya que te lo vamos a quitar, que es la idea fuerza básica con la que se desenvuelven estos que dicen poder, y que basan su estrategia en dar a entender que tú no tienes porque hay otro que tiene mucho, se lo haya ganado honradamente o no.
 
En ningún momento hablan de crear riqueza, de crecer respetando la iniciativa de los que han creado siempre las oportunidades, que son las personas, no las Administraciones. En ningún momento hablan de establecer una sociedad en la que la posibilidad de crecer dependa solo de la iniciativa particular de cada uno. No. Hablan de igualar y gravar, de prohibir y «normativizar», de repartir lo poco que haya lugar de crear nuevos espacios de emprendimiento. Son los venezolanos de hoy, los cuentistas de comité central, los comisarios de vigilancia individualizada.
 
Sorprende que una España vacunada por años diversos de dictaduras y desarreglos pueda siquiera pensar en confiar su suerte a individuos que ya eran viejos antes de nacer, con tics de dictadores de pacotilla, con discursos plagados de amenazas, con intenciones liberticidas y con apostura de comisarios desafiantes. Sorprende que esta España que debe a su Constitución los años de progreso mas admirable y contrastable de su historia sea capaz de aplaudir a unos tipos que hablan de voladuras incontroladas y que, hasta la fecha, jamás han demostrado nada más allá de ser unos hábiles contertulios de programas de televisión perfectamente despreciables.
 
Parecía que esta España se había hecho mayor, pero las tendencias demoscópicas demuestran que está dispuesta de echarse en los brazos del primer vendeburras que se pasa por su puerta y que muestre cierta habilidad para la propaganda hecha a base de labia e intestinos.

Recordaremos muchos años este 2015. Para bien o para mal.

Viaje alrededor del mundo

  
Viaje Alrededor Del Mundo - 2015

Mayra Montes

Mayra Montes nos regala
otra de sus admirables crónicas de viaje.
Esta vez ha sido un viaje extenso, casi nada:
¡pácticamente alrededor del mundo!
El motivo fue muy especial:
Mayra y su esposoTony quisieron celebrar de ese modo
sus Bodas de Oro matrimoniales.
Y, aunque tarde,
los felicito muy sinceramente por tan feliz aniversario,
y le agradezco a Mayra la oportunidad que nos brinda
de disfrutar también de ese maravilloso viaje
a través de sus relatos.
 
LOS ÁNGELES
El día 31 de enero temprano en la mañana dejamos nuestro apartamento de Miami Beach  y nos dirigimos en un taxi hacia el aeropuerto para abordar nuestro vuelo de Delta hacia Los Ángeles y continuar hacia Nueva Zelandia vía Australia. Arribamos a Los Ángeles cerca de las 10:30 am hora local; mi amiga Herminia y su esposo Manolo nos estaban esperando en el aeropuerto.
 
Después de chequear doblemente nuestro equipaje hacia nuestro destino final, nuestros amigos nos llevaron en su carro a través de muchas ciudades pequeñas alrededor del Gran Los Ángeles, tales como Redondo y Silver Lakes  pasando a través de comunidades preciosas junto al mar hasta que llegamos a Palo Verde. Allí comimos un almuerzo suculento en un resort  llamado Terranea, que  se encuentra al lado del Océano Pacífico y tiene una vista espectacular. 

Luego nuestros amigos nos llevaron a la Ciudad de Hollywood, donde nos bajamos del carro en la famosa Hollywood Boulevard y caminamos por encima de las estrellas que están grabadas en las aceras. Estas estrellas contienen los nombres de artistas famosos de Hollywood.  Alrededor de las 6:00pm nuestros amigos nos llevaron de vuelta al aeropuerto para así poder continuar nuestro viaje.

(Mañana proseguiremos con el relato sobre el primer destino, Nueva Zelandia)

28 de mayo de 2015

La tristeza

La Tristeza
Por el Rev. Martín N. Añorga

¿Quién no ha estado triste alguna vez en la vida? Le hice la pregunta a un amigo exiliado y me dijo: “me siento triste al temer por mis hijos y mis nietos que han de crecer en este mundo lleno de guerras, tener que envejecer en tierra ajena y ver con dolor cómo mis compañeros se van, llevados por la muerte dejándome solo”.

Una joven francesa llamada Francoise Sagan, a sus dieciocho años, escribió una novela titulada “Buenos Días, Tristeza”, la que en el año 1958 alcanzó fama mundial al ser llevada al cine por Otto Preminger, y protagonizada por David Niven. La frase, tan repetida, sin embargo, no es original de la autora, sino que apareció mucho antes en una de las composiciones del prolífico poeta Paul Eluard; pero el hecho es que conocemos a muchas personas que al despertar, en lugar de alabar la luz del sol graban sus vistas en la oscuridad de las nubes. Después de una noche, de descanso o de inquietud, hay que disfrutar el regalo de un día que amanece, alabando a Dios y confiando en que habrá sonrisas y no lágrimas. Jamás digamos “Buenos días, tristeza”. La frase de los que saben superar escollos y conflictos tiene que ser esta:  “Adios, tristeza”.

La tristeza es una de las emociones inevitables del ser humano. Suele definirse como “el estado afectivo provocado por un decaimiento de la estabilidad emotiva, lo que desata el deseo de llorar,  las expresiones faciales de abatimiento, la falta de apetito y de interés en las cosas habituales de la vida.” Sentir tristeza es una experiencia normal de la cual no hay que asustarse, pues no se trata de una enfermedad. El problema consiste en la permanencia ininterrumpida de la tristeza. Hay personas que viven anegadas en el pantano de la desilusión y pierden la capacidad para disfrutar de momentos gratos y placenteros, especialmente las que le colocan al luto la etiqueta de perpetuidad.

Leí esta frase en un artículo y  me impresionó: “Dulce es al hombre en su penoso duelo, cuando el tormento pertinaz le aterra, decir a la mezquina tierra: ¡Allá es mi patria!, y señalar al cielo”. Luto es un vocablo que proviene del latín “luctus”, y significa “dolor, sufrimiento, aflicción, angustia, desolación y tristeza”. En efecto, es todo eso; pero cuando hay valores espirituales, convicciones religiosas y especialmente fe en Dios, ha de prevalecer el sentimiento de consuelo y victoria. “Es mediante la actualización y la expresión de los sentimientos que la persona en duelo se puede sentir aliviada y liberada” (Jorge Bucay).

Aunque la tristeza es un problema anímico, y no exactamente un conflicto espiritual, es acudiendo a las fuentes del espíritu como suele diluirse, vencida por un sentimiento de victoria. Recordemos estos emotivos versos de Amado Nervo:

                            “Dios mío, yo te ofrezco mi dolor
                            ¡Es todo lo que puedo ofrecerte!
                             Tú me diste un amor, un solo amor,
                            ¡Un gran amor!
                            Me lo robó la muerte
                            y no me queda más que mi dolor.
                            Acéptalo, Señor,
                            ¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte”.

              La lección es simple y concreta: el dolor y la tristeza que le entregamos a Dios se nos quitan del alma y se nos ausentan del corazón. Se puede “reír llorando” como afirma el poeta Juan de Dios Peza. Bien claro se dice en un versículo de Los Salmos: “echa sobre Dios tu carga, y  El te sustentará”.  Hay que recordar también el consejo de San Pablo: “Regocijaos en el Señor siempre.  Otra vez os digo: ¡Regocijaos! (Filipenses 4:4).

A menudo una tendencia humana es la de prenderse de tristes recuerdos. Jules Renard escribió: “¡No despertéis la pena que duerme!”.  Y Romain Rolland dijo que “la vida no es triste. Tiene horas tristes!”. Entre varios casos que pudiera citar recuerdo el de una joven madre que perdió a su hijito de cinco años abatido por la leucemia. Mantuvo intacta la habitación del muchachito y todas las noches iba a su camita vacía a despedirse de él, y en la mañana, al despertar, acudía a besar su almohadita y a llorar sobre ella.  Esta mujer era la estampa de la tristeza, vivía atada a un doloroso recuerdo y se abatía en las lágrimas del mismo. Alguien dijo: “¡cuidado con la tristeza! Puede convertirse en un vicio”. Esta madre de la que hablamos superó el martirio de la aflicción el día en que la convencimos de que donara el juego de cuarto de su hijo fallecido, su ropita y juguetes a una familia necesitada. “Otro niño será feliz en nombre del que se fue con Dios -- le dije -- no repitas que lo perdiste, hazlo vivir ayudando a padres pobres hacer felices a sus criaturitas”.

Ciertamente la tristeza puede convertirse en un vientre en el que se geste la generosidad y se enaltezca la memoria de los seres amados, amando a los demás. La tristeza es un camino o un abismo.  Depende de cómo la manejemos.

          Nosotros, los exiliados, somos muy propensos a la tristeza. En los atardeceres otoñales, cuando el cielo se pinta de colores como de acuarela, el silencio empieza a envolver el ambiente y nuestra mirada se enturbia de nostalgias, no podemos reprimir una opresión de tristeza en el pecho. Para mí, sin embargo, estos momentos no son de dolor, ni de muerte, sino de vida. Dirigidos por el índice de la tristeza recorremos los parajes de nuestra niñez, los paisajes que una vez nos deslumbraron, los cariños de que disfrutamos y los incidentes gratos, y aún los desagradables, que le dieron sentido a nuestra vida.

La tristeza de la patria lejana es ternura, candidez, pureza y entusiasmo. Es paradójico, pero el hecho de que odiemos a los tiranos que profanan nuestro suelo, no implica  que dejemos de amar el recuerdo de nuestra cuna, de nuestro pasado y la ilusión de regresar algún día con una bandera redimida, contemplando un cielo sonriente de libertad. La tristeza de la distancia refuerza nuestro amor por la patria y por los que allá han quedado.

Uno de los grandes poemas de la historia es “Oda al Niágara”, del insigne poeta cubano desterrado José María Heredia. En sus versos, traducidos a todos los idiomas del mundo, el poeta exalta la deslumbrante e imponente belleza de las cataratas del Niágara; pero en medio del torrente de su poema, introduce esta estrofa: 

   “Mas, ¿qué en ti busca mi anhelante vista
   Con inútil afán?  ¿Por qué no miro
   Alrededor de tu caverna inmensa
` Las palmas ¡ay! las palmas deliciosas
   Que en las llanuras de mi ardiente patria
   Nacen del sol a la sonrisa y crecen, 
   Y al soplo de las brisas del Océano,
   Bajo un cielo purísimo se mecen.
   Este recuerdo a mi pesar me viene….. 
 
Hay muchos motivos para que estemos tristes; pero la tristeza de haber perdido a Cuba es la más grande de todas. Esa tristeza desaparecerá tan solo cuando le devolvamos a la patria el bendito don de la libertad.
Remitido por Blanca DePriest.