Mi hermano Medrano
Por
Alfredo Cepero
"Defensor,
a ultranza, del derecho a la libertad de expresión",
Dr.
Humberto Medrano.
La frase que encabeza este trabajo fue la respuesta que me dio mi hermano Humberto
Medrano cuando le pregunté hace unos días como quería que lo recordaran las
generaciones futuras. Es la frase que define la ejecutoria de este periodista
de periodistas y sintetiza la vida de este soldado de la libertad que utilizó
además el arma de su pluma prodigiosa para defender los derechos humanos de
nuestros presos políticos.
Ahora bien, la entereza de este hombre para desafiar el peligro y enfrentar
la adversidad no puede sorprender a nadie que conozca la estirpe mambisa de
este hijo del colombiano Ignacio Medrano que hizo de Cuba la patria de sus
sacrificios y de sus amores cuando cayó abatido por la ternura de la hermosa
pinareña Paulina Cervera. Años antes había sido cautivado por el verbo de Martí
en una velada en Nueva York, vino a liberar a Cuba como dinamitero de la
Invasión a Occidente del General Maceo y alcanzó el grado de Coronel del
Ejército Libertador.
Por otra parte, el abogado Humberto Medrano personifica ese tipo de
periodista para quienes la prensa no es, como se ha dicho tradicionalmente, el cuarto poder sino
el principal poder. Es el poder que vela por la honestidad de los otros tres
poderes. Es el poder que confronta los desmanes de un ejecutivo con pujos
autoritarios. Es el poder que denuncia las componendas de un legislativo
integrado por pandillas depredadoras. Y es el poder que apoya la autoridad del
judicial para mediar en los conflictos entre los otros dos y en la relación de
éstos últimos con los ciudadanos a quienes están obligados a servir y
representar.
Conocí a Medrano en la primavera de 1959 cuando mi amigo José Puente
Blanco, por entonces presidente de la Federación Estudiantil Universitaria
(FEU), me nombró Secretario de Prensa de la misma. Medrano y Ulises Carbó eran
los subdirectores de aquel gran periódico que fuera Prensa Libre.
Sin embargo, tenía referencias previas de la habilidad periodística y del
valor personal de Medrano cuando éste alzó su voz para defender a su amigo el
comandante Enrique Borbonet Gómez, enjuiciado por participar en la llamada
Conspiración de los Puros del 4 de abril de 1956, cuyo objetivo era derrocar la
dictadura de Fulgencio Batista. Aquella defensa, que publicó bajo el título de Mi Amigo Borbonet,
le valió el codiciado premio periodístico Justo de Lara. Por esos años también
recibió los premios Juan Gualberto Gómez y José Ignacio Rivero.
Y hablando precisamente de Rivero, fue Medrano quien enfrentó con mayor
coraje a la tiranía castrista cuando los enemigos de la libertad de prensa
intervinieron el emblemático decano de la prensa cubana, Diario de la Marina.
El 14 de mayo de 1960, bajo el título de Los
Enterradores, Medrano escribió: "Es doloroso ver
enterrar la libertad del pensamiento en un centro de cultura. Es como ver
enterrar un código en un Tribunal de Justicia. Porque lo que se enterró anoche
en la Colina no fue un periódico determinado. Se enterró simbólicamente la
libertad para pensar y decir lo que se piensa".
Con anterioridad a la contundente defensa del Diario de la Marina por
Medrano, el tirano Castro había visitado Prensa Libre en misión de intimidación
y chantaje. En esa oportunidad le dijo a Medrano que las instalaciones del
periódico eran ideales para servir de sede al Ministerio de Información.
Medrano le respondió en negativo pero el bravucón insistió en la amenaza cuando
al despedirse le dijo: «No le falles a la revolución». Medrano le contestó: «No
le falle usted a Cuba, Comandante». Nunca más volvieron a verse.
Pero el artículo de "Los
Enterradores" traería ominosas secuelas a Prensa Libre y a la
libertad de prensa. Como ha demostrado a lo largo de su destructiva vida, el
pandillero en control de Cuba no descansa hasta aniquilar a sus enemigos. Dos
días después del artículo, el 16 de mayo de 1960, las turbas se apoderaron de
Prensa Libre, Medrano abandonó el edificio, tomó su automóvil y se refugió en
la Embajada de Panamá desde donde salió con destino a Miami el 20 de mayo de
1960. ¡Qué ironía que en el aniversario de nuestra independencia fuera forzado
a abandonar la patria para salvar la vida uno de los más ilustres defensores de
su libertad!
Como centenares de miles de cubanos, Medrano y yo compartimos muchas veces
en Miami penurias, ideas, planes y esperanzas. Cuba y su libertad eran siempre
la idea obsesiva y el tema obligado. El Miami de 1960 era una ciudad monolingüe
donde nuestras habilidades periodísticas en idioma español no estaban bien
cotizadas en el mercado de empleos.
Decidimos entonces poner pan en la mesa como choferes de taxi. Y entre
cliente y cliente, un día le enseñé mis versos y Medrano no sólo me escribió el
prologo sino hizo que un amigo común los publicara en el folleto Poemas del Exilio.
En el prologo, se refirió a mí con palabras que expresaron sentimientos de
hermandad que hoy pago en parte muy limitada con este trabajo y el título con
el cual lo encabezo. En su prólogo se refirió a mí en estos términos: «Por poeta y por joven está
pletórico de esas fuerzas espirituales que no conciben sin ideal la vida. Pero
también porque en la masa de la sangre lleva arraigada una ardiente cubanía».
Pasaron los años y el exilio se hizo largo. Pero Medrano se mantuvo firme
en su decisión de hacer patria antes que hacer fortuna. Puso en marcha su
cruzada por los derechos humanos que bautizó "Comité
para la Divulgación de Maltratos a Presos Políticos Cubanos".
En esos menesteres recorrió el continente desde Buenos Aires hasta Washington,
pasando por Bogotá, Caracas y Ciudad México. Cruzó el Atlántico y se fue a
denunciar los maltratos de derechos humanos de la tiranía cubana en Bélgica y
Suiza. Describió con su gran facilidad de palabra el infierno de centenares de
presos políticos. Entre ellos el mártir Pedro Luís Boitel.
En 1974, nos encontramos en Quito donde una Conferencia de Cancilleres
convocada por la siempre arrodillada y corrupta Organización de Estados
Americanos se proponía levantar las sanciones contra la tiranía castrista.
Medrano, como parte de una delegación de cubanos libres integrada, entre otros,
por el ex presidente Carlos Prío, Juanita Castro, Guillermo Martínez Márquez,
Juanito Pérez Franco y Ramón Cantón. Yo como corresponsal de la Voz de los
Estados Unidos de América, condición que resultó de utilidad para burlar los
controles de seguridad y poner en las carpetas de las delegaciones nuestra
denuncia del régimen de Castro. La conferencia terminó en un fracaso para los
apaciguadores que lograron solo 12 votos de los 14 que necesitaban para
levantar las sanciones.
Diez años más tarde, en 1984, Medrano se fue a Washington como subdirector
y uno de los más influyentes arquitectos de la programación de Radio Martí. En
1989, fue destacado en Miami como uno de los principales asesores de la emisora
y reportó diariamente a un trabajo que, en el decir de José Ignacio Rivero, era
más bien un sacerdocio,
hasta pasados los 90 años de edad.
Dentro de un par de meses, Humberto Medrano y Cervera cumplirá 96 años en
su infatigable marcha por los caminos que conducen a la libertad y la dignidad
de nuestra adorada y mancillada patria. A pesar de los golpes y de los
desengaños sigue lúcido, combativo y optimista. Lo ayudan sin dudas la lealtad
a toda prueba y el amor solícito de su diosa inseparable Mignón Pérez de
Medrano. Pero, según reza el refrán español, Humberto Medrano será "genio
y figura hasta la sepultura". Le faltan las fuerzas físicas pero le sobran
las fuerzas espirituales para predicar su evangelio de la esperanza y de la
libertad. Maestros y patriotas como él los necesitaremos en la reconstrucción
de Cuba. Pero, si por mandato de Dios no pudiera acompañarnos, estoy
absolutamente convencido de que, como el Cid Campeador, seguirá inspirando a su
pueblo aún después de su encuentro con la eternidad.
Fuente: lanuevanacion.com
remitido por Joe Noda
remitido por Joe Noda