Homilia del Arzobispo de Miami
Thomás Wenski,
en memoria de Mons. Francisco Oves
Palabras del Arzobispo Wenski en el Santuario de
la Ermita de la Caridad de Cobre, el pasado 3 de julio, en ocasión de la
Festividad de Santo Tomás, y en memoria de Mons. Francisco Oves, quien fuera
Arzobispo de La Habana.
La Iglesia Católica celebra hoy la festividad de
Santo Tomás, uno de aquellos hombres escogidos por el Señor Jesús para hacerlo
Apóstol de su Evangelio. Este es un Apóstol especial; acompañó siempre a Jesús,
y como casi todos, huyó en el momento difícil de la Cruz. El día de la
Resurrección, no estará presente con el grupo de los Apóstoles cuando Jesús se
les aparece. Al domingo siguiente, el Señor le reprocha su aparente falta de
fe, y este hombre tan débil como cualquiera de nosotros, hace la segunda gran
profesión de fe de la Iglesia, reconociendo que Jesús es verdadero Dios y Señor
de todos los que en El creemos.
Con el P. Rumin Dominguez, rector de la Ermita, a su lado, el arzobispo Thomas Wenski bendice los restos mortales del arzobispo Francisco Oves, quien fue enterrado en Miami al morir en 1990 y quien descansará ahora en la catedral de La Habana.
Y sobre estos hombres llamados Apóstoles, el
Señor quiso edificar su Iglesia; la misma que a lo largo de su historia siguió
contando con hombres también débiles, pero con fe, y con la asistencia
prometida del Espíritu Santo que, como sucesores de aquellos primeros Doce,
continuaron la misión encomendada por Cristo de pastorear, santificar y enseñar
al Pueblo de Dios, de cuidar celosamente el tesoro inapreciable de la Iglesia.
Y nos reunimos hoy en esta tan querida Ermita de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, para rendir homenaje a uno de esos hombres escogidos por el Señor para ser sucesores de los Apóstoles: Monseñor Francisco Ricardo Oves Fernández, quien fuera Arzobispo de La Habana durante los años 1970 y 1981. Mons. Oves, nació en la ciudad de Camagüey el 4 de octubre de 1928. Y fue ordenado Presbítero por aquel gran Obispo de la Iglesia Cubana, Mons. Pérez Serantes, en el año 1952. En el año 1961, de tan triste recuerdo para la historia del pueblo cubano y desatada la fuerte campaña contra la Iglesia, el Padre Oves aparece en la lista de sacerdotes expulsados encabezada por Monseñor Boza Masvidal y en la que también se encontraba el entonces Padre Agustín Aleido Román. De vuelta a Cuba en 1965 y doctorado en Ciencias Sociales, imparte clases en el seminario San Carlos y San Ambrosio de La Habana hasta ser elegido como Obispo Auxiliar de la Diócesis de Cienfuegos.
Su trabajo en la Arquidiócesis fue muy valioso pero también muy difícil, como han sido siempre difíciles para la misión de la Iglesia en Cuba todos estos cincuenta años de comunismo, en los que ha experimentado tantas pruebas y obstáculos, pero a lo largo de los cuales, no ha cesado ni un momento de predicar la verdad del Evangelio de Jesucristo.
Por supuesto que los graves retos y las muchas preocupaciones afectaron grandemente la salud de Mons. Oves, y con el dolor que un Pastor siente cuando tiene que dejar a su grey, debió trasladarse a Roma, con la esperanza de regresar, aunque su salud ya nunca le permitió volver a enfrentar las responsabilidades pastorales en medio de su pueblo. Después de renunciar definitivamente a la sede arzobispal de La Habana, es acogido por la Diócesis de El Paso donde a pesar de su salud delicada trabajaba como párroco en la Iglesia del Santo Niño de Antorcha. Fue llamado por el Señor a los 62 años de edad el 4 de diciembre de 1990.
Fue aquí en esta Ermita de la Caridad y luego en la Catedral de Saint Mary donde se celebró su funeral con la participación del actual arzobispo de La Habana asistido por Monseñor Román y Monseñor Enrique San Pedro. En aquel momento no era posible el traslado de sus restos a Cuba, y por lo tanto desde entonces sus restos mortales estaban enterrados en nuestro cementerio católico, Our Lady of Mercy.
Monseñor Pedro Meurice también murió aquí en Miami y pocos días después el león del Oriente fue enterrado en Santiago donde había servido al pueblo de Dios por tantos años. Y fue justo que se trasladara su cuerpo a Cuba para demostrar que este pueblo cubano a pesar de las tristes realidades que lo mantienen divido sigue siendo un solo pueblo. También es justo que en este momento los restos de Monseñor Oves regresen a La Habana donde fue arzobispo.
En pocos días las cenizas del Monseñor también reposarán al fin en su tierra natal. El canciller de la Arquidiócesis de La Habana, Monseñor Polcari, las llevará y reposarán en esa querida Catedral de La Habana, que fue su sede episcopal y desde donde, en tiempos de gran prueba para su amada Iglesia, supo dirigir el mismo mensaje de fe y de confianza en Dios que hoy nos recuerda la figura de Santo Tomas.
Que junto al apóstol de la fe, y a tantos que ofrecieron su vida a Cristo y a su pueblo en medio de sus propias limitaciones humanas, pero contando siempre con la ayuda del Santo Espíritu, digamos confiados una vez más: "Señor mío y Dios mío".
Reproducido
de ellugareno.com