Apuntes históricos sobre la serie "Isabel" de la tve:
El Santo Niño de La Guardia
¿Sabías que la historia del “Santo Niño de La Guardia” es real? ¿Sabías que ese niño fue canonizado y considerado un
mártir? ¿Sabías que este caso es uno de los autos inquisitoriales más
estudiados?
El
Santo Niño de La Guardia es el
caso del presunto asesinato ritual de un niño, de cuya existencia no hay
ninguna prueba, cometido por judíos y judíos-conversos a finales de la
década de 1480 en la localidad de La Guardia (Toledo), seguramente inspirado por la leyenda
antijudía llamada calumnia de la sangre.
Por
este supuesto crimen ritual fueron procesados por la Inquisición varios
conversos, además de dos judíos, procesados por las autoridades civiles, todos
ellos quemados vivos en Ávila el 16 de noviembre de 1491. Se conservan algunos
documentos del proceso (especialmente, el proceso completo contra uno de los
acusados, Yosef Franco), que demuestran que hubo múltiples irregularidades y
que sobran evidencias de que el crimen nunca se cometió realmente.
La mayoría
de los historiadores considera que el proceso propició un clima antijudío para
permitir una mejor acogida al decreto de expulsión de los judíos por los Reyes
Católicos, que se promulgaría sólo meses después (en marzo de 1492).
En las
actas que se conservan, no aparecen denuncias por el hecho en sí.
Tampoco se encontró cadáver alguno. El no hallar el cádaver ha servido de argumento tanto a los que dan por cierto el asesinato como a los que lo niegan. Para los primeros, porque alegan que el Niño, tras el martirio, resucitó. Los segundos, porque nunca sucedió tal martirio.
Los historiadores coinciden en que, a pesar
de las irregularidades, el caso impactó en la opinión pública por lo escabroso
del tema.
Así se relataban los hechos, según Teresa Irisarri: “Fue asesinado y
martirizado por unos judíos, que lo llevaron con embustes a una cueva, y allí
le sacaron las mantecas y también
el corazón con grande tormento, para luego crucificarlo y hacer magia con sus
despojos. Este hecho, fuera verdadero o no, semejante ensañamiento con la
criatura, causó espanto y conmocionó a toda la población española.”
La
leyenda construida con las sucesivas confesiones bajo tormento, se refiere a que ciertos conversos, tras asistir a un auto de fe en
Toledo, planearon vengarse de los inquisidores mediante artes de hechicería.
Para hacer su conjuro necesitaban una hostia consagrada y el corazón de un niño inocente.
Juan Franco y Alonso Franco secuestraron al niño junto a la Puerta del Perdón de la catedral de Toledo y lo trasladaron a La Guardia. Allí, el día de Viernes Santo simularon un juicio. El niño, al que en la leyenda se le llama Juan (en otras versiones se le llama Cristóbal) y se dice que era hijo de Alonso de Pasamonte y de Juana la Guindera (a pesar de que nunca apareció ningún cadáver), fue azotado, coronado de espinas y crucificado, del mismo modo que Jesucristo. Le arrancaron el corazón, que necesitaban para el conjuro.
Juan Franco y Alonso Franco secuestraron al niño junto a la Puerta del Perdón de la catedral de Toledo y lo trasladaron a La Guardia. Allí, el día de Viernes Santo simularon un juicio. El niño, al que en la leyenda se le llama Juan (en otras versiones se le llama Cristóbal) y se dice que era hijo de Alonso de Pasamonte y de Juana la Guindera (a pesar de que nunca apareció ningún cadáver), fue azotado, coronado de espinas y crucificado, del mismo modo que Jesucristo. Le arrancaron el corazón, que necesitaban para el conjuro.
Y continúa la leyenda: "En el momento de la muerte del niño,
su madre, que era ciega, recobró milagrosamente la vista. Tras darle sepultura,
los asesinos robaron una hostia consagrada. Benito García iba hacia Zamora
llevando la hostia y el corazón para recabar la ayuda de otros conversos para
realizar su conjuro, pero fue detenido en Ávila a causa de los resplandores que
emitía la hostia consagrada, que el converso había escondido entre las páginas
de un libro de rezos. Gracias a su confesión, se detuvo a los otros
participantes en el crimen.
En aquella época corrían historias semejantes, reales o supuestas, en
otros lugares de España. Se comentaban herejías similares cometidas por los
judíos, llevando a cabo estos actos sacrílegos en la fecha del viernes santo.
Por su parte, en la página Web de la Arquidiócesis
de Madrid se puede leer que “hubo falsos conversos que seguían practicando un
judaísmo casero con repercusiones en el orden social. Los Reyes Católicos,
fracasados los esfuerzos persuasorios del 1478, solicitaron del papa Sixto IV
la bula para establecer la Inquisición; en el 1480 ya quedaba nombrado el
tribunal, pero no por ello estaba asegurado el orden; estaban implicadas
personas judías poderosas en dinero y número…”
El mundo de la literatura ha
dejado constancia de este suceso o leyenda del siglo XV en los alrededores de
Toledo. Lope de Vega escribió “El Niño Inocente” y
Quevedo se ocupó de él, proponiendo en carta escrita al rey se dignase disponer
las cosas para que el santo Niño compartiera el patronato de España con
Santiago; afirmaba que «puede
interceder a Dios, como no puede otro alguno, por la pasión que Cristo pasó por
él y por la que él pasó por Cristo».
Tras
la supuesta muerte del Santo Niño, se le atribuyen también varias curaciones
milagrosas. Ya en
el año 1501 hay referencias a los lugares de culto en los que se le venera que
son los mismos en los que supuestamente sufrió y fue enterrado. La villa de La
Guardia lo tomó por Patrón y señala el día de su fiesta: 25 de septiembre.
El
cardenal Siliceo apoyó en 1547 su estatuto
de limpieza en la devoción que se presta al Santo Niño. Consta la
veneración que los reyes Fernando V, Carlos I y Felipe II le tuvieron. Y se
sabe que el papa Pío VII confirmó su culto en 1805.