13 de febrero de 2016

¿Ya viene llegando... el Zika?


 
¿Ya viene llegando… el Zika?
 
Alejandro Rodríguez Rodríguez
 
Por alguna razón, y según declaran los que pueden declarar, el virus del Zika no ha llegado aún a Cuba.
 
Hasta el momento no se han detectado casos con sospecha clínica o epidemiológica”, dijo el director nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud, en un reportaje publicado hoy por el diario Granma.
 
¿Por qué todavía no tenemos a Zika en Cuba?… bueno, puede ser que el tipo tenga miedo a que le quiten la mitad de su Ácido Ribonucleico en la Aduana, o que esté esperando turno para venir en un crucero nuevasrelaciones de estos que entran al puerto de La Habana.
 
En cualquier caso la probabilidad de que llegue pronto es bastante alta, y la de que se riegue como mismo se riega el Dengue también. Anda ya por 26 países del área y en cualquier momento se tira aquí y nos muerde, de modo que deberíamos informarnos lo mejor posible sobre este virus.
 
Su nombre, por ejemplo, no aporta a una adecuada percepción del riesgo. Compárelo con “Sarampión”, “Malaria”, “Sífilis”: pronúncielos en voz alta y escúchese… ¿No es verdad que esos sí suenan a enfermedades temibles?
 
Pero “Zika” no; Zika suena demasiado noble: a juguete electrónico japonés, a marca de carro barato o de zapatilla plástica china,…a futbolista brasileño de segunda división, a cualquier cosa menos al virus superrecontrapeligroso que es en la vida real.
 
Debían haberlo bautizado con un nombre más espantante, porque detrás del nombrecito guanajo ese, ya Zika logró lo que no lograron juntos sus medio-hermanos con calificativos terroríficos, Dengue y Chikungunya: la OMS lo tiene en la categoría de emergencia sanitaria, la misma en que estuvo el Ébola el año pasado.
 
De llegar— o cuando llegue—, Zika se va a encontrar aquí con un pueblo heroico y muy culto en materia de tenerle odio al mosquito que lo transporta, y con un Sistema de Salud Pública que ya hace casi todo cuanto puede para controlar los focos de propagación de enfermedades mosquitosas.
 
Es muy triste ser un pueblo tan culto y heroico, y con un Sistema de Salud tan bueno, y que entonces venga un bicho de mierda que no pesa un gramo a tumbarnos el helado de la barquilla…
 
En Cuba los periódicos, funcionarios de Salud Pública y mensajes de bien público en la televisión, no suelen ponderar el uso de repelentes industriales para evitar la picadura del Aedes.
 
Pasa que el producto no se comercializa en cantidades notables, que no alcanza a tanta demanda de isla tropical, y en virtud de lo anterior, alguien entiende que es contranatura invitar a la gente a echarse lo que no tienen. Cosa similar a la supuesta justificación del por qué los políticos cubanos no tienen cuentas de Twitter.
 
Sin embargo, más contranatura me parece el hecho de no brindarle a la gente información útil que puede llegar a ser vital.
 
Ante la ausencia de repelentes, hay quien se levanta por la mañana y se traga 6 Polivit de un solo palo, o 4 pastillas de vitamina B, porque les contaron que el exceso de vitaminas se excreta a través de la piel, y que ese sudor apestoso es perceptible y rechazado por el mosquito.
 
Entonces uno se pregunta:
¿Será que llegaremos a embadurnarnos la piel en manteca de tenca o aceite quemado para evitar que el Aedes nos pique y fastidie constantemente con nuevos y cada vez más jodidos virus?
 
¿Cuesta tanto fabricar o importar el puñetero repelente industrial, para que sirva de última cortina, después del autofocal voluntario, la fumigadera obligatoria, la “tela-metálica-plástica” en cada hueco de la casa y el mosquitero sobre la cama ahogando de calor al pueblo sin aire acondicionado?
 
¿Si el Zika es tan pero tan peligroso, no deberían las autoridades sanitarias ponerle nuevos detalles al asunto, y plantearse una línea de contención más amplia, en vez de hacer solo lo mismo que siempre han hecho y recomendar a la gente lo mismo que siempre recomiendan, y que si antes no fue suficiente es poco probable que ahora lo sea?
 
Me gustaría encontrar esas respuestas leyendo la última página del Granma, porque la campaña y la épica social antivectorial estarán muy bien, pero algo tiene que poder hacer la gente, en el orden individual, para no sufrir daños colaterales a la actitud del vecino que no le abre la puerta al fumigador, o al fumigador que vende los insumos de su trabajo en la puerta del vecino.
 
Para mí es puro sentido de autoconservación: ahora mismo tengo un imán que atrae microbichos donde debería ir un sistema inmunológico, y si llega el Zika, y se masifika… ¡Dios me guarde!
Alejo3399.com

10 de febrero de 2016

Cuaresma: 40 días para crecer en el amor a Dios y al prójimo

 
 
Conviértenos Señor,
a una vida mejor y mas feliz,  
a una oración mas sincera y mas frecuente,  
a una solidaridad mas cristiana y provechosa,
a una Iglesia mas santa y verdadera,
a una vida mas austera y menos artificial,
a una verdad frente a la mentira,
a tu Palabra que nos salva y nos da vida,
conviértenos, Señor.

Javier Leoz, betania.es

9 de febrero de 2016

Final del carnaval: el entierro de la sardina


El Entierro de la Sardina, Francisco de Goya
 
Final del carnaval:
El entierro de la sardina

Estos días de Carnaval en muchas localidades de España y hasta de la América hispana asistimos al popular ENTIERRO DE LA SARDINA, una fiesta pagana cuyos orígenes se remontan nada menos que al siglo XVIII, cuando al rey Carlos III se le ocurrió organizar una fiesta un Miércoles de Ceniza con el propósito de que el pueblo cumpliera con el deber de no comer carne durante la Cuaresma.

A la fiesta mandó llevar sardinas, pero el día fue tan caluroso que todo el producto se perdió, hasta tal punto que no pudieron degustarse por el olor que desprendían. Inmediatamente el rey ordenó enterrarlas en la Casa de Campo. Este hecho, lejos de aguar la fiesta, la animó de tal modo que desde entonces, año tras año, se celebra esta curiosa procesión.

A partir del Miércoles de Ceniza, según la tradición cristiana, se inicia la cuaresma (los cuarenta días de ayuno anteriores a la Pascua), sustituyendo el consumo de carne roja por pescado y marisco. Pocos años después del fallecimiento de Carlos III, Nicolás Appert descubriría el sistema de conservación de los alimentos. El rey no hubiera tenido el problema con la sardina, pero nos hubiéramos perdido una jubilosa celebración.

Hay también otras explicaciones sobre esta festiva costumbre que precede al inicio de la cuaresma.  

El historiador Gómez Salazar plantea una explicación que tiene mas que ver con lo político que con lo religioso. Parece que Grimaldi, el último de los ministros de Carlos III, apodado como “la sardina” por su delgadez y su atildada figura luciendo tisú de plata, cuando abandonó España fue despedido por el pueblo de Madrid con una mascarada en la que el citado hombre llevaba una sardina.

Otra versión sobre el origen  nos explica que la costumbre de enterrar la sardina nació hace tres siglos en Madrid durante las fiestas que se celebraban para anteceder a la Cuaresma. Tal día como hoy se reunía la gente en el campo y lo que se enterraba, en efecto y como reclama la lógica, no era un pez, sino un cerdo abierto en canal al que se llamaba “cerdina“. La tradición se fue extendiendo por otros pueblos y ciudades del país, en forma oral y, confundiendo los términos, la “cerdina” acabó en sardina, y así, por la vía de la confusión lingüística, la sardina se ha convertido, sin lugar a dudas, en la protagonista del final de las fiestas de carnaval.

Cualquiera que fuese el origen, lo cierto es que esta tradición echó raíces. En 1839, Mesonero Romanos describe la fiesta y a las personas que la celebran con todo tipo de detalles, desde el pelele que previamente había estado expuesto ante la vista de todo el barrio hasta los coros que acompañaban y seguían a la extraña procesión.  

7 de febrero de 2016

¿Un "cubano" en la Casa Blanca?

 
¿Un “cubano” en la Casa Blanca?

Carlos Alberto Montaner

Donald Trump, víctima de un acceso de furia, había decidido no acudir a un debate entre republicanos de la cadena Fox. Ante esa circunstancia, a Chris Matthews, notable periodista de la televisión norteamericana, se le escapó frente a la cámara un comentario racista: “¿quién quiere ver una discusión entre dos cubanos?”. Luego presentó excusas y pidió que lo perdonaran.

Se refería a los senadores Marco Rubio de Florida y Ted Cruz de Texas, dos de los candidatos favoritos, hijos de cubanos. Los padres de Rubio son unos laboriosos inmigrantes de origen humilde, mientras los de Cruz lo forman un matrimonio mixto. Él es un ingeniero cubano convertido en pastor evangélico y ella una estadounidense nacida en Delaware. Cruz ni siquiera habla español.

En efecto, como entonces se dijo mil veces, si hubieran sido dos judíos, dos afroamericanos o dos viejos anglos blancos, Matthews no se hubiese atrevido a decir una cosa así. Tampoco si se hubiera tratado de dos mujeres, dos homosexuales, o dos religiosos. El freno de la “corrección política” habría funcionado de manera automática e instantánea.

En todo caso, el periodista norteamericano mentía. Ni Rubio ni Cruz son cubanos. Son absolutamente norteamericanos. Llevan en su memoria social el equipamiento necesario para asumir de manera auténtica la identidad que el país les otorga a sus habitantes naturales: el conocimiento absoluto de la lengua, el relato histórico, los mitos y leyendas, los cantos infantiles, la literatura y la cultura popular. Todo.

Sólo que tienen algo más. Como buenos nativos del país, asumen “el discurso” de Estados Unidos desde cierta perspectiva e influencias extranjeras. Eso sucede siempre. ¿Cuánto de Irlanda había en la personalidad norteamericana de John F. Kennedy? Los abuelos de Trump nacieron en Alemania (el apellido originalmente era Drumpf) y, aunque no tendría sentido presentar al candidato como un germano-americano, ¿por qué creer que ningún elemento de su naturaleza y comportamiento procede de ese origen por vía del aprendizaje?  

A mi juicio, el matiz cubano de los antecedentes familiares de Rubio y Cruz, al margen de la otra gran lengua y cultura del Nuevo Mundo, lo que nunca está de más, les agrega un elemento valioso desde el punto de vista moral y los hace portadores de personalidades complejas, como le sucede a cualquier persona que crece en un ámbito sacudido por una experiencia estremecedora.

Han escuchado en sus casas las trágicas historias de una sociedad devastada por el totalitarismo y el mal gobierno –sus familias han sido víctimas de este modo monstruoso de estabular a la sociedad–, y seguramente le conceden un valor especial a la libertad individual y al rule of law. Aprendieron que donde no se respetan las leyes y las instituciones todos están abocados a la catástrofe en algún momento de la vida.

Supongo que a Bernie Sanders, muy familiarizado con el Holocausto por su condición de judío, le sucede algo similar. Su padre perdió a unos cuantos familiares polacos durante la barbarie nazi. Los asesinaron. Esa oculta cicatriz en el corazón de Sanders seguramente no le sobra si le tocara gobernar.

Él sabe, en carne propia, o en la de sus parientes lejanos, el peligro de la gente dogmática dispuesta a imponer sus prejuicios a sangre y fuego. Ese triste bagaje, como el que se transmite en los hogares de origen cubano, es útil a la hora de ejercer el poder, especialmente hoy que en el Medio Oriente se alarga la sombra criminal del Estado Islámico.

Es curioso que el presidente Obama esté a la búsqueda de su legado. Lo tiene desde el momento mismo en que resultó elegido. No ha sido el mejor presidente, y no hay duda de que ha cometido numerosos errores en la conducción de la política exterior, pero, junto a un desempleo por debajo del 5%, le deja al país el hecho importantísimo de haber roto con la tradición de enviar siempre a la Casa Blanca a varones blancos de origen más o menos “anglo-sajón”. Él fue el primero.

Su elección encajó en la realidad norteamericana actual, mucho más variada y mestiza, en la que no ya no caben los viejos estereotipos. De ahí que en las elecciones generales del próximo noviembre, si la candidatura de Donald Trump es derrotada en el proceso de primarias del partido republicano –algo que muchas personas inteligentes desean ardientemente por el bien del país–, y si se mantiene la tendencia observada en las primarias de Iowa, es probable que se enfrenten un norteamericano de padres cubanos y una mujer o un judío.

 
¡Viva esa democrática variedad!
 
© El Blog de Montaner