Humberto Vinasco Rojas
El 10 de octubre de 1957 Cuba tributó un gigantesto homenaje a una de las artistas más queridas en todos los tiempos. Artistas y personalidades de la farándula que secundaron la iniciativa del compositor Osvaldo Farrés, desfilaron por el escenario de la CMQ-TV en señal de gratitud y cariño por quien había llevado los ritmos cubanos a los más encumbrados escenarios del mundo. Rita Montaner, persona objeto del homenaje no estuvo presente y sólo pudo seguirlo por televisión.
Rita de Cuba, Rita la Única, como la llamó Nicolás Guillén no asistió porque estaba en su lecho de enferma y conmovida sólo pudo escribir un mensaje publicado pòr el diario Avance: Pueblo mío, después del homenaje arrollador e indescriptible, no encuentro palabras para dar las gracias y mi corazón hace mucho tiempo que se los di. ¿Qué más puedo decir? ¡Que Dios los bendiga!
La villa habanera de Guanabacoa fue siempre uno de los puntos fundamentales de la cultura tradicional cubana. Y tal parece que no le fue suficiente dar al mundo a una artista como Rita Montaner (quien nació el 20 de agosto de 1900), porque allí también nacieron Ignacio Villa y Fernández, el inmortal Bola de Nieve, y ese genio musical que fue Ernesto Lecuona.
Según el historiador y folklorista Rogelio Martínez Furé, en el medio en que creció Rita curiosamente afloraban y coincidían diversas tendencias de nuestra cultura. Por un lado la música salonière, tradición musical más clásica, y por otro los toques de los tambores en las fiestas lucumíes o congas, el ritmo y colorido de las comparsas que desfilaban por las calles y el pregonar de los vendedores ambulantes. Hay que anotar que en su sangre llevaba la predisposición musical, por nacer también de la mezcla portentosa de blanco, su padre Domingo Montaner, y mulata criolla, su madre Mercedes Facenda.
Cuando tenía 10 años fue matriculada en el Conservatorio Peyrellade, actividad que combina con caligrafía, bordado y clases de francés, inglés e italiano. Su talento musical sin embargo, opacaba sus demás cualidades y en 1917, recibe una medalla de oro por la interpretación al piano del Concierto op.25 en sol menor de Félix Mendelssohn acompañada de un quinteto de cuerdas.
En 1918 se casa con Alberto Fernández Díaz y por las mismas fechas empieza a estudiar canto con el español Pablo Meroles, para reforzar los conocimientos vocales que ya tenía, sin pensar en hacerlo profesionalmente. Sin embargo, en 1922 realiza tímidas presentaciones teatrales, lo que anima al compositor Eduardo Sánchez de Fuesntes, autor de la famosa habanera Tú a convencer al marido de Rita para que la deje participar más activamente. Un movimineto que secundaban además de Lecuona y otros grandes compositores, Jorge Anckermann y Gonzalo Roig, que intentaban rescatar las obras musicales cubanas para contrarrestar el avance de ritmos extranjeros como el tango argentino y el jazz estadounidense.
Al lado de importantes figuas de la música, entre 1923 y 1925 obtiene éxitos resonantes, lo que hace que su marido, ya por aquel entonces un médico exitoso, viaje con ella a Nueva York queriendo alejarla del ambiente artístico. Las vacaciones sin embargo sólo valieron para que, tras participar en una función benéfica, fuera contratada para una gira por toda la Unión con los Follies Schubert y la revista Una noche en España.
Regresa a Cuba y en septiembre de 1927 realiza su primera presentación profesional en su tierra, con la obra Niña Rita (o La Habana de 1830), de Lecuona, donde maquillada de negro y vestida con calzón y chaqueta de algodón interpreta un calesero llamado José Rosario, que al abrir el telón sale cantando el tango-congo de Eliseo Grenet: ¡Ay Mamá Iné!.. ¡Ay Mamá Iné!.. Todo' loj negro' tomamo' café..
En su libro Ese músico que llevo dentro, Alejo Carpentier escribe: La gran revelación de esos días fue la arrolladora personalidad de Rita Montaner que, en el repertorio recién creado, se afirmó rápidamente como una intérprete difícil de igualar. Había abandonado sus aspiraciones primeras, renunciando al concierto y a la ópera, para poner su auténtico talento al servicio de la música popular de Cuba. Dotada de un sentido rítmico fenomenal, manejándose con garbo y soltura, sabiendo hasta dónde podía valerse de los recursos adquiridos con el estudio del canto, Rita Montaner, capaz de solfear como pocos, tenía un instinto particular para estar dentro y fuera de la música interpretada, añadiendo lo suyo a cualquier melodía -como hacen los músicos de jazz- aunque estando siempre en hora de verdad, en cuanto a la partitura misma se refiriera...
Su marido no es de la misma opinión y le pide el divorcio. Rita contnúa obteniendo éxitos y graba sus primeras canciones: ¡Ay mamá Inés!, Canto Siboney, la criolla-bolero Te odio y el pregón El Manisero, que acababa de componer Moisés Simons, sin imaginarse nadie que sería uno de los temas clásicos de la música cubana de todos los tiempos, y que la versión de Rita significaría su consolidación como cantante denro y fuera de su patria.
Viaja a París haciendo escala en Nueva York, lo que aprovecha para grabar los temas Frutas del Caney, de Félix B. Caignet, ¿Qué es el danzón? de Moisés Simons, Júrame, de la mexicana María Grever y Lupisamba o yuca y ñame, de Sindo Garay.
En 1929 estrena en Cuba seis obras suyas, Estudio para violín y piano, Arrolla (comparsa), En tu boca (tango-canción), Así eres tú (bolero), Ma'Isabel (tango-congo) y Memorias dulces (canción). Viaja nuevamente a EEUU en 1931 y Al Jolson, famoso por El Cantante de Jazz, le integra en la obra The Wonder Bar haciendo célebres los temas El Manisero y Siboney.
En 1933 viaja a M'exico con Ignacio Villa, Bola de Nieve, y comparte créditos con Gloria Marín, Néstor Mesta Chaires, los Trovadores Tamaulipecos y el comediante Don Catalino. Surgen dificultades por una serie de comparaciones periodísticas tendientes a enfrentarla con María Antonia Peregrino, (Toña la Negra), y de inexplicables actitudes hostiles asumidas hacia la artista cubana por el compositor Agustín Lara y el tenor Pedro Vargas. (Ramón Fajardo, Rita Montaner, pag. 19, Ed. Letras Cubanas 1993)
Antes de regresar a Cuba, Rita toma parte en la cinta La noche del pecado, y Bola de Nieve se queda en México como pianista de Pedro Vargas.
Reaparece en La Habana en 1935 presentando los personajes de zarzuelas y sainetes líricos cubanos que se harían inmortales: María Belén Chacón, de Prats; Cecilia Valdés, de Roig y Rosa la China y María la O de Lecuona.
Gilberto S. Valdés, un novel compositor, le da sus composiciones Bembé, Ecó, Tambó, Ogguere, Mango mangüé e ¿Illé-nkó? Ille-nbé, de claros ancestros negros afrocubanos.
Participa en la películas cubanas Sucedió en La Habana y El Romance del Palmar, dirigidas por Ramón Peón. Viaja a Venezuela, visita Nueva York e interpreta por primera vez Amalia Batista.
En 1941 interpreta la novela Cecilia Valdés por CMQ y da a conocer su personaje de La Chismosa, que en 1942 vuelve a encarnar en la RHC-Cadena Azul en el programa Yo no sé nada, y ue es suspendido por el gobierno por sus críticas virulentas. Es por esos días cuando Guillén la bautiza Rita de Cuba, Rita la única... pues sólo ella y nadie más ha hecho del solar habanero, de la calle cubana, una categoría universal...
En Buenos Aires actúa al lado de Hugo del Carril, Libertad Lamarque, Luis Sandrini y Nini Marshall entre otros, y de regreso a La Habana en 1945 es nombrada Reina Nacional de la Radio en un concurso del diario Mañana. La ceremonia tuvo lugar en el Teatro Nacional, donde estuvieron Luciano Chano Pozo -el más grande percusionista que ha dado Cuba- y el gran sonero Abelardo Barroso.
Desde su posición se permite criticar: Mientras se pagan altos sueldos a artistas extranjeros, Carmelina Delfín, premiada en EEUU por su Himno a la Victoria, no tiene trabajo en Cuba. Lecuona tiene que organizar recitales por cuenta propia para subsistir, y muchos más buenos artistas apenas tienen para comer... Esto no debe ser. Esto debe terminar.
En 1947 participa en María la O en México y trabaja junto a Pedro Infante en Angelitos Negros. En 1950 y en pleno auge del cine asteca, participa en Ritmos del Caribe, Víctimas del pecado (de Emilio el Indio Fernández), Anacleto se divorcia, Pobre corazón, Al son del mambo, Negro es mi color y en 1954, en la secuela de Píntame angelitos blancos.
En ese mismo año se presenta en la Habana con Benny Moré y el Trío Matamoros en la revista La calle, y viaja al año siguiente al Perú, donde actúa al lado de Luho Gatica y Miguelito Valdés. En 1956 interpreta brevemente el personaje de la Lengualisa, estrena la ópera La Medium y la obra Mi querido Charles en la sala Hubert de Blank.
A comienzos del año siguiente es contratada en exclusividad por el programa Jueves de Partagas del canal 6 de televisión, animado por Enrique Santiesteban y dirigido por Amaury Pérez.
En julio de 1957, durante una función de la obra Fiebre de Primavera, de Noel Coward, empieza a bajar el tono de voz inexplicablemente. Durante el descanso pide sal y yodo, que se le aplica junto con radiaciones de una lámpara de rayos infrarrojos, pensando en una inflamación de la garganta. Tras frotarle la espalda y pies con alcohol, salió a cantar de nuevo, saliendo ovacionada del teatro.
Nadie imaginó ni remotamente, que eran los primeros sítomas del cáncer en la laringe que la abatió finalmente, muriendo a la una de la madrugada del 17 de abril de 1958. La oración de Germán Pinelli en su sepelio concluye diciendo: Hoy no sabemos si dar el pésame a sus hijos y nietos o a nosotros mismos. Rita, mira un poco hacia esta tierra. Descansa en paz, Rita montaer.
Humberto Vinasco Rojas
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Ilustración: web