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EL ASILO “AMPARO DE LA NIÑEZ”
DE CAMAGÜEY
Por Miguel
A. Rivas Agüero
Al igual
que durante los siglos XVIII y XIX tuvimos repetidas demostraciones de
donaciones para fundar hospitales, colegios, iglesias y asilos, en el siglo XX
se siguió manifestando el altruismo de los camagüeyanos.
Buen
ejemplo de ello es el asilo “El Amparo de la Niñez” que, en abril de 1926 fundara una santa mujer
llamada María Montejo Temps. No pretendemos hacer una completa biografía de
María Montejo, pero sí vamos a ahondar un poco en los últimos diecisiete años
de su fructífera vida a favor de la niñez desvalida.
María
Montejo, tras una larga ausencia, regresó a su nativo Camagüey con un propósito
en la mente y una dedicación en el corazón: la creación de un asilo en el que
niñas pobres, a más de recibir el pan de la enseñanza y la religión, tuvieran
albergue y cubiertas todas las necesidades mientras eran preparadas para
hacerle frente a la vida una vez fuera del asilo.
El paso
inicial de esta activa mujer fue fundar una escuela para niñas a la que dio el
nombre de “La Fe” y en la que ella lo era todo. Esta escuela se mantenía con
las cuotas que pagaban los padres de las educandas, aunque también acogió niñas
pobres gratuitamente. Al mismo tiempo creó la institución que denominó “El
Amparo de la Niñez”. Y comenzó su gran obra.
Obtuvo de
la familia Nogueras, dueña del Reparto de ese nombre en la Vigía, que le
regalaran un solar para la construcción del edificio. De él puso y bendijo la
primera piedra en 1921 nuestro primigenio obispo, fray Valentín Zubizarreta.
El día 4
de abrl de 1926 fue un día grande para María Montejo, ya que, a pesar de no
estar todo terminado, se inauguró el edificio con la bendición de Mons. Dr.
Enrique Pérez Serantes, por entonces obispo de la diócesis. Desde aquel
momento, María Montejo se acogió a ese su hogar rodeada de las primeras doce
niñas a las que dio abrigo.
¿Cómo pudo
llevarse a cabo esta obra? “El amparo de
la Niñez”, la asociación por ella creada, estaba compuesta por un gran número
de vecinos de Camagüey, copartícipes en este noble propósito, los que
contribuían mensualmente con lo que
podían, si no con pesos, con pesetas y hasta con reales. Y el Asilo fue creciendo.
En 1931,
el 17 de mayo, se inauguró la capilla, a la que se dio el nombre de “La
Milagrosa”, en la que rezaban las cincuenta niñas que para entonces albergaba
el asilo. El propio año quedó
constituida canónicamente la Congregación de las “Hijas de María Milagrosa”,
otra creación de María Montejo.
No fue
transitado con facilidad el camino recorrido. Hubo situaciones difíciles que
confrontar, como cierto día en que se careció de alimentos suficientes. María
Montejo invitó a sus niñas a orar en la
capilla. Minutos después sonó la campanilla de la conserjería, y María Montejo
encontró en la puerta un pequeño camión cargado de víveres que un piadoso
comerciante le enviaba de regalo. Casualidad, dirán los escépticos, mas ¿no se
ve en ello la mano de la Providencia?
La obra
material del Asilo fue avanzando. Se pudieron añadir otros solares al inicial
y, finalmente, todo el terreno de la manzana. Se construyó la segunda planta
para dormitorio de las niñas, labor en que la Empresa de los Ferrocarriles Consolidados
fue factor importante. Y más tarde se dio término a la torre de la capilla.
María
Montejo se sentía feliz por su obra
material, pero más gozo le proporcionaba su labor espiritual. Y Dios la llamó a
su Reino el 6 de septiembre de 1943. Tenía entonces poco más de ochenta años.
Muchos
pensaron en lo que pasaría con el asilo
al desaparecer su fundadora, pero ella había previsto esta situación. Como se
recordará, en 1931 había creado la Congregación Hijas de María Milagrosa, y fue
el Patronado creado en el seno de esa Congregación el que se hizo cargo de la
administración del Asilo.
En ello
fue importantísima la actuación de su Presidenta, Sra. Rita Rodríguez Vda. de
Fernández. Fue este Patronato el que trajo a Camagüey a las “Hijas de la
Caridad de San Vicente de Paúl” en agosto 29 de 1945 para que atendieran la buena marcha del asilo. Tanto
el Patronato como las Hijas de la Caridad cumplieron su cometido a cabalidad, pues eran ciento
cuarenta niñas las que albergaba el Asilo cuando llegó la catástrofe.
En abril
22 de 1945 fueron celebradas las Bodas de Plata de la Institución, y en acción
de gracias Mons. Carlos Ríu Anglés, tercer obispo de Camagüey, celebró la
Eucaristía en la propia capilla. En esa oportunidad fue develado un retrato al óleo de la
fundadora, María Montejo, retrato que donó su sobrino Gonzalo Arango Montejo.
Ese mismo
año 1951, el 6 de septiembre, fueron trasladados los restos mortales de María
Montejo desde el Cementerio General a la capilla del Asilo. Años después, y a
solicitud de las autoridades que ocuparon el Asilo, los restos fueron retirados
de la capilla y llevados nuevamente al Cementerio.
Con el
cambio político que hubo en Cuba [al ocupar el poder Fidel Castro] hubo de
desaparecer el “Asilo Amparo de la Niñez”. Desconocemos a qué está dedicada en
la actualidad la totalidad de las edificaciones del Asilo, pero si conocemos de un hecho demostrativo de
que toda buena labor humana siempre deja huellas.
Allí, en
el Asilo, en lo que fueron aulas para la educación de las niñas, aulas a las
que el Patronato dio el nombre de “María Montejo”, hay ahora una escuela pública,
y cuando se quiso cambiarle el nombre, un hombre del pueblo, un moreno con
uniforme de miliciano, se opuso a que fuera otro que el de María Montejo porque
dijo: “Ésa fue una mujer muy grande a la
que hay que recordar y honrar.”
Resumido
de un artículo de Miguel A. Rivas Agüero, publicado en la revista “El Camagüeyano”
editada en Miami por la Dra. María Antonia Crespí.