Tras las huellas de Teresa
Los cuatro postes:
Marchar
a tierra de moros
En
la margen izquierda del río Adaja, dominando la ciudad de Ávila desde Poniente, se erige
el humilladero (pequeña ermita a las afueras de la población) de San Sebastián,
popularmente conocido como Los Cuatro Postes.
Está formado por cuatro columnas dóricas
de cinco metros de altura sobre cuyos capiteles se asientan otros
tantos arquitrabes con las armas de la ciudad: en el centro del cuadrado
formado por las columnas, sobre una peana, se erige una cruz de granito.
Sin duda merece la pena cruzar al otro lado del puente sobre el río
Adaja y siguiendo un corto tramo de carretera, acercarnos hasta el humilladero
de los Cuatro Postes. La panorámica de la ciudad resulta espectacular. Vista desde aquí, la estructura cabalística de
Ávila, la Jerusalén de Castilla, como la bautizó el poeta Avner Pérez, o, si se
prefiere, el castillo interior de Teresa de Cepeda y Ahumada, es algo tan
evidente que apenas necesita explicación.
¿Y a qué responden Los Cuatro Postes?. Pues dos leyendas, que no
tienen porqué ser contrapuestas, han explicado su razón de ser.
Por una parte, hacia el año 1157 los pobladores de la ciudad
decidieron agradecer el fin de la epidemia de peste que había asolado Ávila y
su Tierra realizando una romería hacia la ermita de San Leonardo. Todos
quisieron acudir ya que, el que más y el que menos, había sufrido los embates
de la mortal enfermedad y querían expresar su dicha por continuar con vida.
Ávila quedó prácticamente desierta y los musulmanes que siempre acechaban desde
sus posiciones sureñas, aprovecharon para asaltarla y robar todo aquello de
valor. Después, huyeron con el botín.
Al enterarse de lo ocurrido, los regidores Nuño Rabia y Gómez Acedo
reúnen hombres para iniciar la persecución de los malandrines, dividiendo en
dos partidas a los mismos para intentar cercar a los saqueadores. Sin embargo,
la tropa que no estaba bajo su mando, retrocede hacia Ávila y se encierran en
la misma. Así que, cuando después de escarmentar a los asaltantes y recuperar
lo saqueado, regresan a Ávila, se encuentran con las puertas de la muralla
cerradas y con los traidores ejerciendo de alcaides. Éstos exigen parte de lo
incautado para liberar la ciudad.
La intercesión real no se hizo esperar y el propio rey Sancho III de
Castilla, acudió a mediar, entrando en Ávila y echando a los miserables de la
misma. Decretó para ellos que siempre vivieran extramuros, sin ningún
privilegio. Éste habría sido el origen de los arrabales medievales.
Las autoridades municipales decidieron que la romería originaria se
repitiese anualmente y se construyó el monumento de Los Cuatro Postes para que
estos lamentables acontecimientos quedaran en la memoria colectiva.
El
monumento actual data del año 1566, cuando el corregidor Rodrigo Dávila
contrató con el maestro cantero Francisco de Arellano la construcción del "humilladero
de la puente del Adaja", que incluía una escultura de San Sebastián y un tejadillo. La cruz fue repuesta
en 1995, después de que resultara destrozada en un acto de vandalismo.
Otra leyenda cuenta que fue en este lugar donde los niños Teresa de
Jesús y su hermano Rodrigo fueron interceptados por su tío cuando partían hacia
el sur a evangelizar infieles, sin importarles morir en su intento ya que se
convertirían en mártires. Y es que estaban tan fuertemente influidos por las
lecturas de libros de caballería que querían vivir una aventura de esta índole.
Años después, cuando Teresa es "despachada" de la ciudad por
su decidida intención de reformar la Regla de la Orden carmelitana, y eliminar
el modo algo relajado en que se vivía en sus conventos, paró en su marcha de la ciudad
allí mismo y, mirando hacia Ávila mientras se quitaba las sandalias y las
sacudía, dijo: "De Ávila, ni el polvo".
«Desde los Cuatro Postes
Ávila sueña
y en su sábana blanca
se despereza»
y en su sábana blanca
se despereza»
Juan Antonio Lázaro