25 de mayo de 2013

FRASE DE SABIDURÍA


CASTILLOS A LO LARGO DEL RÍO RIN (3º PARTE)



CASTILLOS A LO LARGO DEL RÍO RIN
(Speyer, Rudesheim, Schloss Vollrads, Lorelei)


Por Mayra Montes

4/3/13 Hoy como todos los días desayunamos opíparamente. Las opciones y abundancia  de comida que ofrecen en los desayunos es inimaginable: tortillas a la carta, salmón, ajíes verdes, cereales fríos y calientes, todo tipo de pan… en fin, de todo. Caminamos hasta la cercana ciudad de Speyer, una ciudad medieval que perteneció al Imperio Romano. Esta ciudad tiene la segunda edificación estilo románica más alta de Europa: Dom zu Speyer (La catedral de Speyer). 


Más tarde visitamos un lugar interesantísimo; una residencia medieval tipo castillo que consistía en una fábrica y salones para degustar  vinagre llamado Doktorenhof en homenaje al dueño original de la propiedad.  El vinagre que se destilla en Doktorenhof  proviene de vinos de alta calidad, dando como resultado un elegante y complejo aperitivo. La degustación se llevó a cabo en copas altas y delgadas, hechas específicamente para este lugar, vestidos con un capote negro para evitar la contaminación del vinagre por nosotros y escuchando música sacra. ¡Fue espectacular! Compramos varias botellas de vinagre.

Como todos los días, regresamos para almorzar en el barco. El almuerzo consistía en un buffet con comidas frías y calientes además de sopas y postres. El vino, la cerveza, los refrescos y el café siempre estaban incluidos y servidos por los camareros.  Por la tarde fuimos al museo técnico de Speyer. Este museo es muy famoso en toda Alemania; aquí se puede encontrar todo tipo de artefacto mecánico desde carros alemanes y americanos nuevos y antiguos, motorcicletas, camiones, trenes, aviones, naves espaciales y hasta órganos musicales gigantes.    

Por la noche, a la hora de cenar nos sentamos en nuestra mesa de costumbre o sea la segunda una vez que se entra al comedor. Cenamos una comida excelente incluyendo vino; el plato principal era carnero. Más tarde fuimos a bailar y conversamos largamente con los músicos. Ambos son polacos pero su residencia permanente está en Alemania. Hace tres años que están casados y por el momento viven en el barco. Algo que me sorprendió es que cuando no trabajan como músicos, o sea por el día, entonces hacen otros trabajos en el barco, por ejemplo ella trabaja limpiando espejos y barandas  y el trabaja cargando cajas en el bar. Aparentemente, esto es algo que se estila en esta línea de barcos pues luego vimos al capitán cerrando y abriendo sombrillas en la cubierta y al “chef” de cocina sirviendo la sopa en el almuerzo a los pasajeros.

4/4/13 Al día siguiente arribamos a un lugar maravilloso, Rudesheim. Ésta es una villa medieval que data de los
tiempos romanos. Es famosa por un área que en realidad es una calle estrecha inundada por tiendas de souvenirs, cafeterías y bares. Desayunamos y tomamos café en uno de ellos (sin kirsch) pues nos habíamos levantado tarde y no pudimos desayunar en el barco. De allí, fuimos a degustar vinos a Schloss Vollrads (Castillo Vollrads). Este castillo se encuentra ubicado en las ondulantes colinas repletas de viñedos conocida como Rheingam, la región de vinos más pequeña de Alemania, conocida mundialmente por los vinos Rieslings.

Acompañados por un experto en este tipo de vinos, degustamos tres de ellos en diferentes salones del castillo. El vino que nos ofrecieron en este castillo data del año 1573 y su producción estuvo en manos de la misma familia hasta hace dos generaciones cuando la perdieron. Ahora el dueño es el banco.

De regreso, almorzamos en el barco. Hoy servían hamburguesas en la cubierta pero como había mucho frío, Manolo y Tony no quisieron ir. Sin embargo, Luis, nuestro camarero, nos trajo las hamburguesas a Herminia y a mí para comerlas en el comedor. Dejamos atrás a Rudesheim y navegamos por las 40 millas más pintorescas del río ubicadas en el Valle Alto-Medio del Rin donde se encuentran varios castillos, algunos privados y otros propiedad del gobierno. Esta área, considerada Patrimonio por la Unesco, ha sido fuente de inspiración de varios músicos y poetas. Al
final se encuentra la famosa piedra de Lorelei que consiste en una estatua de una sirena que marca el punto más profundo y estrecho del río. De acuerdo a la leyenda, muchos marinos perdieron la vida en las cercanías de esa piedra pues quedaban estupefactos al ver una sirena que siempre estaba peinando sus bellos cabellos rubios.

Hoy era la Noche Alemana, por lo tanto el restaurante ofreció comida típica de este país al igual que sus vinos; uno de aperitivo, el otro para acompañar el plato principal y el último para el postre. El plato principal era cerdo. Después de cenar fuimos al Grand Salón donde la atracción del día eran dos violinistas y un guitarrista de Bélgica tocando música clásica. Hoy no bailamos, nos fuimos a dormir después del concierto.

BREVE HISTORIA DE LA MÚSICA CUBANA (2ª PARTE)



Breve historia
de la Música cubana
(2ª parte)

Finales del Siglo XVIII y el Siglo XIX

Por Aurelio de la Vega*

Ya al final del siglo dieciocho esta mezcla musical hispano-africana produce una música bailable de poderosas raíces populares que, dentro de la órbita social secular, lentamente desplaza a las danzas europeas que habían constituido hasta entonces el entretenimiento fundamental de la nueva y emergente burguesía criolla.

El compositor e investigador cubano Carlo Borbolla (1902-1990) afirma que el básico, seminal y siempre presente "tresillo cubano" (una semifusa, una fusa y otra semifusa, que en realidad no son sino la primera mitad de un compás de dos por cuatro, seguida ésta por dos fusas) apareció cuando los músicos populares interpretaban erróneamente, desde un punto de vista rítmico, el tresillo europeo, el cual era un enunciado rítmico de dos contra tres en cómputo de tiempo igual.

 El siglo diecinueve es testigo de la rápida evolución de esa música danzable rítmicamente diferente de los modelos europeos, la cual  ejerce una influencia decisiva en las sofisticadas obras de piano de Saumell y de Ignacio Cervantes (1847-1905), así como en la música fuertemente romántica de Nicolás Ruiz Espadero (1832-1890). Es también durante este siglo diecinueve que Cuba produce sus primeros instrumentistas de renombre internacional, del pianista José Manuel (Lico) Jiménez (1855-1917) y de la pianista y compositora Cecilia Aritzi (1856-1930) a los violinistas Claudio José Domingo Brindis de Salas (1852-1911) y José White (1836-1912).

Jiménez, tras muchos viajes de conciertos por todo el mundo, emigró a Alemania. Activo en la Corte de Weimar, fue amigo de Liszt, se casó con una dama alemana y murió en Hamburgo, donde está sepultado. White escribió obras de piano, para clavicordio y orquesta, y para cuarteto de cuerdas, y su fama como compositor se asienta principalmente en un excelente "Concierto para Violín y Orquesta" y en la siempre popular "La Bella Cubana", para violín y piano, transcrita posteriormente para voz y piano.

Desde un punto de vista artístico-sociológico es importante hacer notar que Jiménez, Brindis de Salas y White eran músicos mulatos y negros que tuvieron carreras nacionales e internacionales triunfantes, lo cual atestigua con gran fuerza que sus pujantes e importantes personalidades musicales lograron imponerse más allá de barreras raciales y económicas.
Compositores cubanos del siglo diecinueve que crearon obras aún bajo fuerte influencia europea son Gaspar Villate (1851-1891) y Laureano Fuentes Matons (1825-1898), ambos autores de óperas que seguían los patrones italianos y franceses, y algunas de cuyas piezas fueron estrenadas en París y en Madrid; cabe mencionar a José Mauti (1855-1937), autor de numerosas zarzuelas y de varias piezas sinfónicas, y a Guillermo Tomás (1868-1937).

Tomás fue el único compositor cubano de esa época cuya música exhibe una fuerte influencia alemana. Como director de orquesta no sólo tocó a Wagner por primera vez en Cuba sino que expuso a las audiencias cubanas, también por primera vez, a la música de Richard Strauss -cuyo poema sinfónico "Así hablaba Zaratustra" fue escuchado en La Habana sólo 13 años después de su estreno en Frankfurt (ocurrido en 1896)- y a la música de Max Reger.

* (De la Vega es un compositor cubano de amplia y reconocida trayectoria creativa y profesional. Muchas de sus obras están editadas y grabadas comercialmente en discos, y a partir de 1960 casi todas sus composiciones han sido comisionadas por orquestas, grupos de cámara, instrumentistas y cantantes de reconocida fama internacional, instituciones y mecenas. En la actualidad es Profesor Emérito Distinguido del Sistema Estatal Universitario de California (Cal State). Su ficha biográfica aparece en Contemporary Composers y en The New Grove Dictionary of American Music).

Reproducido de:
www.contactomagazine.com

NOSTAGIA CUBANA


Ayer, este blog publicó las cuartetas de un guajiro cubano
 que rumia su nostalgia en tierras asturianas. 
Cubanos guajiros –o de asfalto- la rumian también 
en cualquier otro lugar del mundo. 
Otro cubano, que no olvida tampoco su rincón camagüeyano, confiesa que esas cuartetas le traen un recuerdo grato. 
Lo evoca y cuenta su particular anécdota. 
Lo ha enviado a mi correo y aquí lo reproduzco. 
No es un poema, pero sí un relato sincero 
de que ya sea en Texas, en Asturias o en la conchinchina
los cubanos no nos olvidamos 
de la tierra en que nacimos y extrañamos.  
 Humberto, gracias por este simpático testimonio 
motivado por las cuartetas 
del guajiro cubano que vive en Asturias.


Esta poesía mienta las tojosas, y eso me trae un recuerdo grato. Hace ya muchos años que con el fin de reunirnos y pasar el rato entre cubanos, nos juntábamos los domingos a jugar pelota en un parque, y allí se reunía un grupito que, aunque no jugara, pasaba un rato.

Pues bien, un día pensamos algunos que igual podíamos hacer un club social y aglutinar a los cubanos. Con ese fin llegamos a hacer el campeonato de los cuatro equipos, compartimos los peloteros y me tocó jugar del Habana (en Cuba yo era almendarista). Cada team sólo tenía 7 peloteros, por lo que debíamos prestarnos catchers y pitchers. Suerte que los pitchers no podían tirar duro, por lo que cualquiera servía igual. Nos divertíamos y empezó a venir más gente. Se organizó el Dallas Cuban Club. Por cierto la directiva se formó en mi casa, era un 20 de Mayo y brindamos con un mojito.

Y cómo son las cosas: descubrimos que hay que echarle yerba buena, algo que confundí con menta y salió mejor: le dio sabor a anón. No había en Dallas un grupo de música cubana, pero quisimos dar un baile en un hotel.  Lo hicimos en un hotel módico, a módico precio, a fin que pudieran asistir todos los cubanos, tuviesen dinero o no.  Música mala, pero los que fueron salieron contentos.

Había venido un santiaguero que tocaba el piano, un habanero tenía una tumbadora y cantaba un poco, (por lo menos le gustaba hacerlo), otro jugaba en su casa con unos bongos y el toca discos.

Dijo el pianista (EPD) que nos hacía falta alguien que tocara el bajo y nos lanzamos a la caza.  No apareció uno, pero sí un bajo barato, y ni corto ni perezoso lo compré y lo llevé a casa del pianista por si aparecía quien lo tocara. Esto no sucedió y el pianista me dijo: “Yo te enseño”. Me dije: ¿Por qué no?  No sabíamos afinarlo, pero le estiramos las cuerdas, y empezamos a ensayar, a averiguar cómo se hacía. (Nunca llegué a aprender, pero pasé un buen rato).
  
Un día vino un amigo desde California a  visitar a unos parientes aquí, y conocía al pianista desde Santiago. Llegó en medio del ensayo y nos pidió que tocáramos “La Guantanamera”, que era lo que más habíamos practicado. Cada uno cantaba un versito que se le ocurría, y él también cantó.

       Suspiraba una tojosa  en el medio de la mar,  y en su suspiro decía:  “Mira lo que son las cosas”. ¡Qué clase de imaginación la del guajiro que hizo el verso!

Una tojosita que suspira en el medio del mar y entre sollozos dice: “¡Mira lo que son las cosas!” Yo todavía me la imagino llorando, flotando sobre  una nuez, parada en una patica, limpiándose los ojos con la otra y huyendo del comunismo.  

¿Quien no lloró al dejar su Cuba?  ¡Quiera Dios y haya llegado salva a su destino!   

Humberto Estrada