La Calle Ocho
Álvaro de Villa
La Calle Ocho del South West de Miami fue la primera calle de los cubanos. Porque nosotros vinimos de Cuba donde nos confiscaron casi todo, menos la vergüenza, y llegamos aquí y empezamos también a confiscar. Y resulta que hay cubanos por todas partes en Miami. Pero aún sigue reinando como un símbolo la que nosotros bautizamos como «La Sagüesera». La Calle Ocho viene siendo como el patio del cubano. Flager es la sala, Desde la Calle Ocho el cubano parece decirle a Miami.
-¡Ya tú tienes sabor a mí!
Conozco un exiliado cubano muy apasionado a quien le dicen Cheo Viruta que un día me dijo:
-Yo soy de los que opino que debíamos pedirle a los americanos que declarara República al South West, con su capital en la Calle Ocho. Por lo menos que declaren la Sagüesera Estado Libre Asociado. Ese día –me dijo- estoy puesto para gobernador. Y en mi candidatura ofreceré Refugio hasta el 84, relocalización de los americanos en North Miami y si quieren venir a South West tienen que traer su pasaporte y su visa waivers. Además estableceré por decreto la Lavadora musical para el Laundry Party con Huapachá.
Terminó diciendo un poco sospechosamente:
-¡Sagüesera sí, yanquis no!
Claro que esto fue hace tiempo. Ya ahora las cosas han cambiado mucho. Pero de todas maneras la Calle Ocho parece estar asfaltada de esperanzas y de nostalgia. Allí vemos todos los nombres de establecimientos que eran conocidos en Cuba. En Cuba decíamos de alguna exageración: «Este quiere meter La Habana en Guanabacoa». Pues bien, nosotros hemos metido La Habana en la Sagüesera. Y no sólo La Habana, sino toda Cuba que se ha mezclado en los barrios predominantemente cubano como en un increíble ajiaco humano en el cual coincide la humilde malanga con la carne de puerco. Debíamos pensar en vender una salsa de ajiaco en pomo para sustituir al Ketchup.
En la Calle Ocho nos encontramos siempre alguien que nos resuelve nuestros problemas, sean del automóvil, de la cocina, del televisor, de plomería, de curarnos un hongo, pintarnos el pelo o aun de hacernos un despojo. Se me ocurre ahora pensar que los puentes de Miami no se hicieron para que pasaran por debajo ls botes y por arriba los autos, sino para que pesquen los que no tienen nada que hacer. La pesca es un deporte curioso para el cual se usa a veces gorra de jockey y cestas de jaialai. Lo único que no puede resolver un cubano en la Calle Ocho es el problema del regreso. Todo lo demás sí.
Una tarde, hace ya mucho tiempo, me encontré a un amigo cubano en la Calle Ocho. Traía un maletín negro y miraba a todos lados como si temiera ser perseguido. Lepregunté qué le sucedía y me respondió:
-Pero «juát jápen», chico? Estoy en el clandestinaje
Lo miré sin comprender y agregó:
-No puedo ejercer aquí porque no me reconocen mi título.
-Pero ¿tú eres médico? –le inquirí.
-No, mi hermanito –me respondió. Yo soy babalao graduado en la Universidad de Guanabacoa, chico.
Me abrió el maletín y me mostró el tesoro que llevaba dentro.
-Mira eso, toda clase de yerbas: ruda, albahaca, caisimón, apazote, kilos prietos preparados ya. Si te interesa tengo el apazote en «special». Tengo esto montado como un supermarket. Te hago brujerías a crédito y todo.
Lo miré asombrado, pero mi amigo seguía la propaganda.
-Yo estoy montado a la moderna. Mi socio. Te hago un embó «frozen» que se conserva en el refrigerador sin perder el efecto.
-¿Y haces despojos? –le pregunté curiosamente.
-A domicilio y por carta con «special delivery» -me contestó-. Me tengo que cuidar, ¿sabes? Pero estoy mejor que los médicos (que entonces aún no habían podido revalidar sus títulos) debido a la comida que comen los americanos.
Desconcertado le pregunté por qué me lo decía y me respondió:
-Porque a mí no me importa que me agarren con el maletín. El otro día un policía americano me abrió el maletín y mirando las yerbas me dijo: «¡Ah, usted llevar el ‘lunch’!» Como los americanos comen tanta yerba, pasé. Así es que ya tú sabes, lo mismo te hago un despojo a ti que le sirvo un «lunch» a un americano.
El cubano siempre decía que no creía en nada ni en nadie, pero resulta que ha creído en todo y en todos, hasta en Fidel. Por eso hay católicos que ven también al brujo, porque estiman que una limpieza de ve en cuando no está mal. Hay quien le pide a un santo como si el santo fuera un político con influencias en el Cielo. No es raro que miremos a los santos como políticos si muchas veces creíamos que algunos políticos eran santos.
Tenemos que rectificar algunos conceptos equivocados. No es más devoto el que tenga la medalla de oro más grande sobre el pecho peludo. La fe no se demuestra poniendo una imagen de San Cristóbal en el automóvil y llevándose los «Stops» esperando que el santo nos proteja. A los santos no se les pide que nos mantenga el amor de un hombre o de una mujer o que nos conceda un cargo para llenarnos de plata. No se puede ser devoto como se es almendarista o partidario de los Dolphins. Es realmente risible pedirle a un santo que nos dé un número para la lotería de Puerto Rico. La cuestión no está solamente en tener fe en la Virgen de la Caridad del Cobre, sino que la Virgen de la Caridad del Cobre pueda tener fe en nosotros.
Álvaro de Villa,
De su libro «Con ton y son»
http://tonymendozaart.com/images/littlehavana.JPG
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