Objetos para vivir intensamente el Adviento
Una lupa
para ver por dónde viene el
Señor y por dónde nunca llegará. Preparar el camino del Señor implica estar al
tanto de aquello que sin verse demasiado obstaculiza su entrada en nosotros.
Un espejo
para huir de la
autocomplacencia. Para ser más críticos con nosotros mismos y menos con los
demás. Para poner delante del espejo los
más hondos sentimientos del corazón. Si Juan el Bautista nos llama a la
conversión es porque tal vez hace mucho tiempo no hemos puesto delante del
espejo de Dios lo que ocurre en nuestro interior.
Un arado
para remover nuestras entrañas.
Para sacar lo malo y dejarlo a un lado; para profundizar en nosotros mismos y
convertir nuestra estéril tierra en una senda en la que Jesús pueda de verdad
caminar y hacerse presente.
Una Biblia
para no olvidar que si Dios
vino a la tierra es por amor al hombre. ¿Pero cómo no lo vamos a olvidar si
frecuentemente pasamos de largo de su Palabra?
La Navidad será santa en la medida en que escuchemos el porqué y el por
dónde viene el Señor a la Tierra.
Un vaso
para ser más sobrios en los
días que se acercan. Un vaso para beber lo esencial a la fe y para no dejar que
entre en él aquello que es secundario.
Unos auriculares
para escuchar los pasos del
Señor. Para alejarnos de los ruidos que nos aturden. El Señor no grita, habla,
susurra… indica los caminos para encontrarle, no los impone.
Una lámpara
para estar en vela. Nunca como
hoy los escaparates o vidrieras, las calles, los puentes, las ciudades, los
pueblos, los monumentos han tenido tantas luces. ¿Y el hombre? ¿Tiene luz en su
conciencia? ¿La posee en su
corazón? ¿Qué luz busca el hombre de
hoy?
Una esponja
para empaparme de la riqueza
que me trae Dios: el amor, la sencillez, la paz, la fe, la humildad, la
alegría.
En el fondo, el gran fracaso de
la Navidad sería que los hombres en vez de ser esponjas nos hayamos convertido
en un muro infranqueable para el niño Dios.
Javier Leoz.
ecclesia.com