Si ves
un monte de espumas
(Martí,
las Montañas de Castkill y el Club Crepúsculo)
Marlene María Pérez Mateo
Si ves
un monte de espumas,
Es mi
verso lo que ves:
Mi
verso es un monte, y es
Un
abanico de plumas
José Julián Martí y Pérez
(Versos Sencillos V)
Las Montañas de
Castkill, al norte del Estado de Nueva York, debido a su alta elevación y
muy pocas posibilidades desde el punto de vista agrícola, fueron un recinto
para la caza en la etapa colonial. En el siglo XVII ocuparon dicho territorio
los colonos procedentes de Dinamarca. Cien años mas tarde fueron los ingleses
el mayor grueso de la escasa población del lugar. Es en dicha centuria cuando
adopta el nombre por el que hasta hoy se le conoce, derivado de los vocablos
daneses: “Cat”, “Montaña del león”, y “Kill”, manantial, logrando
un neologismo de justa medida.
En 1753 el
naturalista John Bartram escribió la primera crónica conocida sobre el lugar
bajo el título “A journey
to Yet Cat Skill Mountain” (Un viaje a las montañas de Yet Cat Skill). Luego
de la guerra de 1812 comenzó a cambiar la visión de inhospitalidad del recinto.
Siete años después Washington Irving publicó su historia “Rip Van Winkle” donde
a manera de ficción se narra la experiencia de un hombre que pasó cuatro lustros
dormido en la referida sierra. A esta siguió una muestra de literatura
negra:“The Murder o fJaneMcRea (El Asesinato de Jane
McRea) de John Vanderlyn encontrando en Castkill el escenario para
el entramado de la narración.
A las letras
siguió la plástica en lo referido al reconocimiento y validación de este macizo
montañoso neoyorquino como recinto de agreste pero subyugante naturaleza. Hacia
1825 Thomas Cole, pintor pionero de la llamada “Escuela del Río Hudson”,
motivado por el relato de Irving, ilustró con su visión paisajística de
Catskill la portada de la publicación “New York Evening Post”. A
él colegiaron con igual empeño sus
discípulos: Frederic Edwin Church, Winslow Homer, Max Eglau,
Richard William Hubbard, John Frederick Kenselt y Albert Bierstadt.
Todos ellos
conformaron una corriente pictórica que tuvo por denominador común el paisaje
como motivo central del cuadro. Fue Asher Brown Durand en 1849 con
su cuadro “Kindred spirits” quien encarnara de manera mas emblemática el sentir
del movimiento artístico ya mencionado.
Tal influjo de
apreciación enmarcado en la naturaleza de Catskill llevó al poeta William Cullen
Bryant a escribir hacia 1846 la más conocida de sus obras “Catterskillfalls
winter time” (Las cataratas de Catterskillfalls en invierno).
El Estado de
Nueva York, en función de proteger la zona de Castkill, en camino de
convertirse en un destino turístico acariciado, decretó el status de
“Forest preserve” (Bosque preservado) a la localidad. La forma de acceso más
factible por entonces eran las vías férreas, instaurando sus servicios a tal
efecto dos de ellas: Ulster and Delaware
Railroad; y Caskill and Tannersville Railway.
A José Julián
Martí y Pérez, apóstol de la independencia cubana y residente en Nueva York
entre 1880 a 1895, no resultaron ajenos los cambios de apreciación
que por entonces se fueron teniendo del entorno geográfico de Catskill;
ni como éste se miraba en los espejos del arte y en el contexto
sociocultural de entonces. A ello apuntan sus dos viajes, respectivas estancias
en el mencionado sitio y el impacto su obra periodística y poética. La primera
de las visitas acaeció en 1888 invitado por el director de la publicación ”El
economista americano”.
De dicha
estancia Martí escribiría posteriormente: ”Tres años hace, era selva firme
en la falda del pico, hasta que la compró, a diez pesos el acre,
un periodista que abogaba contra la propiedad de la tierra.” Cronificó del siguiente modo tal
vivencia en el diario bonaerense La Nación: “....se divisa la
maravilla del Hudson, con su río como el mar, lleno de vapores blancos y
veraniegos, y sus retazos de selva, y sus trigales ya cobrizos: pértiga en
mano, a la cumbre de mirtos y laureles, de donde se precipita al solemne
hemiciclo de basalto la cascada de Kaaterskill, que se pierde espumante por las
rocas despeñadas entre robles musgosos y pinos augustos.”
Sin embargo, es
la segunda visita la que mayor y mejor dibuja al visitante, Martí, y a su
derredor, por la riqueza de los antecedentes que a ello llevaron, y el
nacimiento del poemario ”Versos Sencillos”. Motivados por las ideas
expresadas en noviembre de 1882 por el filósofo inglés Herbert Spencer en
una cena de despedida de su periplo estadounidense, un pequeño grupo de
periodistas retirados encabezados por F. V. Smalley, retomaron la
premisa del llamado “nuevo evangelio del rebajamiento para los americanos”,
llevando a cabo la fundación del inicialmente llamado “Club Spencer”. Era
una organización con reglas simples y carente de todo burocratismo.
La tesis de la
vida natural y las prácticas saludables alimentaron su unidad
fundacional. Bajo la opinión del Reverendo John Howard
Suydam, de la Iglesia Reformada, se llevó a cabo el cambio del nombre de la
organización por el de Twinlight Club (Club Crepúsculo) siendo entonces
más abarcador e ilustrativo, pues a dicha hora ocurrirían la mayor parte de los
eventos de la organización. Se auto-designó inicialmente un comité
directivo formado por Charles F. Wintage veterano de guerra, Henry Hall
historiador y editor, William McDowall, juez y el Coronel W.P. Fogg, quienes
unidos a veintiún comensales formaron parte de la primera reunión del Club que
tuvo lugar el 4 de enero de 1883 en el Restaurant Moquin,
ubicado en la Calle Fulton de Nueva York. El Club usualmente se reunía entre
las seis de la tarde y las ocho de la noche para comer; acto seguido por unas
dos horas y media acontecían debates, tomando a cada exponente diez
minutos para su rol de orador.
Usualmente
tenían lugar los encuentros en el Restaurant del Hotel San Denis cada dos
semanas por ocho meses del año. Debido a la espontaneidad de las
exposiciones no se tiene un registro exacto de los discursos, solo semblanzas
posteriores y reseñas. También se acordaba al finalizar una
tentativa de temas futuros a tratar.
No era este
el único Club de Nueva York por entonces pero si el de las citas mas tempranas,
de menor costo y de las disertaciones mas “suigeneris”.
Otro punto a favor de su peculiaridad no era sólo que en el se reunieran
intelectuales, artistas, banqueros, militares, viajantes, y una variada
diversidad de pensadores, también las mujeres eran admitidas. Entre ellas se
cuentan Maude Adams, una joven actriz, y la escritora Mary Mapes Dodge.
Se adoptó como directriz una especie de reglamento sencillo: El Código de los
Poetas. Un total de 40 principios a cumplir por sus miembros.
Hacia los
inicios de 1883 oficialmente estaban registrados 200 afiliados en total. Mil ochocientos
noventa fue para Martí un año no solo de un intenso calor veraniego sino de contrastes.
Participó como delegado representante por Uruguay, concurrió a
la Primera Conferencia Monetaria Internacional Americana en Washington, y fue
nombrado presidente de la Sociedad Literaria Hispanoamericana de Nueva
York. También asumió la responsabilidad de cónsul de Argentina y Paraguay
en la urbe neoyorquina. Aunque económicamente Martí no disponía de gran holgura
económica, su desempeño profesional le hacía acreedor de un universo
intelectual encomiable. Quizás fue su estancia en Catskill en 1888 o su
ejercicio laboral que le hizo objeto de una invitación por parte de
los miembros del Club Crepúsculo a una casa de descanso por ellos regentada por
quince días en el mes de agosto del mencionado año.
Martí describió
del siguiente modo el lugar: “es un sueño de hermoso, con su pórtico
de ramas de abedul, sobre la boca de las cataratas mismas: su rebaño de casas
rojas, agrupadas, aquí y allá, alrededor de la casa del club; sus sendas
de piedra natural, que culebrean por la ladera, sobre arroyos y
céspedes, de una casa en otra.”
Recuerda poco
después en su introducción al poemario “Versos sencillos”, considerado por
muchos la autobiografía poética del autor: ”Me echó el médico al
monte: Corrían arroyos y se cerraban las nubes: escribí versos” (El
médico probablemente sería el Doctor Ramón L. Miranda Torres). Así le
describe a su amigo Rafael Serra en carta no fechada: “Me voy a un rincón de
hojas y soledad por unos cuantos días.” De vuelta repite su incursión como
cronista para reportando a “La Nación” como en su primer viaje bajo el título
“En las Montañas”: “..Allá donde no pueden subir las alas de los
pájaros, crecen las de los hombres.”
“Versos
sencillos” es el título de una colección de un total de cuarenta y seis poemas
enumerados gestados en Castkill, que vieron la luz editorial por primera vez en
1891, un año después de su creación. Utilizando la redondilla como forma
estrófica con su característico rimado consonante, Martí se retrató a sí
mismo, al mundo y al tiempo del que fue testigo. Con sencillez, sinónimo de no
superficialidad ni de simpleza; sino de enigmática evocación y compendio
singular, logró Martí estrofas con una unidad e independencia propia y a su vez
continuidad narrativa. Son estos versos dentro de la poética
martiana, los mas populares.
Pocos meses
después, el 23 de octubre el propio presidente del Club invitó a Martí a formar
parte de su cena número 179, ante 63 comensales en el Restaurant del Hotel
Brighton en la playa Coney Island, y a hacer
uso de la palabra. De tal elocución llega hasta nosotros este fragmento:
“Pero
una lección inolvidable y profunda, para mi como para los demás, me dejó mi
viaje a las montañas y la acogida benévola a que alude el señor presidente. Se
hablaba entonces, y aun puede ser que se hable hoy, entre políticos ignorantes
y amedrentados de la intrusión disimulada, con estos o aquellos pretextos
plausibles, de estas fuerzas del Norte en los pueblos meritorios,
laboriosos, ascendentes, de la América española, de la intrusión, so nombre de
la libertad, en la libertad ajena, que es delito que no se ha de cometer,
porque harto saben los que en ella viven que, a vuelta con sus elementos heterogéneos
lo que triunfa aquí al fin y al cabo es la gran conciencia nacional, que no
permite ya de semejante mancha. Pero si esa unión violenta de que suelen
hablar, una que otra vez, los políticos amedrentados e ignorantes, no ha
de realizarse ciertamente por la nobleza de la tierra que la habría de imponer,
y la de las tierras que la habrían de resistir, hay unión simpática y posible,
tan apetecible del lado de acá de la frontera, como del lado de allá, y es la
que no puede dejar de nacer del trato mutuo, despreocupado y justiciero de los
hombres de una zona con los hombres de la otra, de los hombres de veras,
cordiales y cultos como esta asamblea de cabezas firmes y espíritus amantes de
la justicia, ante quienes depone el extranjero humilde de corazón agradecido.”
El 23 de
diciembre de 1890 le fue otorgado a Martí el ”Certificado de Socio” emitido por
parte del comité ejecutivo del Club Crepúsculo. Luego de la muerte del Apóstol,
el Club Crepúsculo dedicó a Cuba y a la memoria de su fallecido miembro su
reunión del 9 de abril de 1896 en el Hotel Saint Denis. Invitaron para la
ocasión a tres cubanos, figuras significantes de la emigración: Fidel Pierra,
Emilio del Castillo y Arístides Agramonte. Bajo el titulo: “The Cuban
question”, los 150 asistentes tomaron una declaración conjunta donde rezaban: “El
Club Crepúsculo declara terminantemente que siente profunda simpatía por
el heroico pueblo de Cuba que pelea por su libertad e independencia
y pide al presidente Cleveland que lo reconozca como beligerante.”
La relación
entre El Club Crepúsculo y Martí fue profunda pero breve. Constituyó una
de sus pocas membrecías a organización alguna y la única estadounidense que le
contó entre sus filas. Las razones de tal hecho quizás estén guardadas en la
azarosa vida de exilio y en el empeño independentista de Martí; así como su
destreza encontrar el equilibrio con el universo intelectual. El mismo lo
explica en la segunda estrofa del primer poema del ya referido libro
cuando describe:
“Arte soy
entre las artes,
En los montes, montes soy.”
Marlene María
Pérez Mateo