4 de octubre de 2013

Hace más de ocho siglos



Hace más de ocho siglos

En 1181 o en 1182, Francisco nace en Asís, en la verde y dulce Umbría (Italia). Sus padres se llamaban Pietro Bernardone Y Madonna Pica. Pudo tener también un hermano, llamado Angelo.   El nombre originario de Francisco es Giovanni. Su infancia y juventud primeras discurren según los gustos de la época. Recibe una buena educación, sensible, cristiana al uso y con tintes franceses por influencia de su madre.

En 1202, Francisco es hecho prisionero en la batalla de Ponte San Giovanni, en el mes de noviembre. Pudo estar cautivo un año. Francisco es joven de éxito mundano, con gran capacidad de liderazgo. 

Tres años después, en 1205, cuando se disponía a realizar un viaje a la Apulia para batallar –esta época del Medievo italiano era muy dada a las guerras entre ciudades, comarcas o regiones y clanes familiares-, en la noche, en Spoleto, escucha una voz que le invita a regresar a Asís. Comienza su proceso de conversión. Son los años de San Damián: “Francisco, ve y repara mi casa”. Entre los años 1207 a 1209, se desarrolla y culmina el proceso de conversión. El Señor le da hermanos. Y Francisco, con todo, duda sobre si su carisma será de Dios.

Por eso, en 1209, Francisco viaja en la primavera a Roma para conseguir del Papa Inocencio III la aprobación de su Orden o Fraternidad con la primera regla de la misma. El Papa así lo hace verbalmente, después de reconocer en él a una persona que, en sus sueños, había sostenido su templo que se derrumbaba. Francisco regresa, acompañado de sus primeros hermanos, a Asís y se establecen en Rivotorto, primero, y, después en Subasio y finalmente en la Porciúncula.

Los años 1212 a 1215, Francisco quiere viajar a Siria con afanes evangelizadores. Pudo viajar también a Santiago de Compostela. Mientras tanto crece vertiginosamente su Orden, llamada ya de los Hermanos o Frailes Menores. En 1212 nace la Segunda Orden Franciscana, las Clarisas, de manos de Clara de Asis,  la compañera ideal de Francisco, y destinada a mujeres que quisieran vivir dentro de la vida monacal el espíritu franciscano.

En 1216, el Papa Honorio III promueve la indulgencia plenaria a favor de todo aquel que visite la Iglesia de Santa María de los Ángeles o La Porciúncula, donde vivía Francisco. Allí morirá diez años después.

La misión, la prueba, los estigmas

Corren los años 1217 a 1219. La Orden de los Hermanos Menores sigue creciendo, se establecen las primeras provincias y surgen las primeras disensiones a propósito de la pobreza radical impulsada por Francisco. Mientras tanto, Francisco decide viajar a Tierra Santa, que está bajo el poder musulmán. En 1219 Francisco se encuentra con el sultán de Egipto al-Malik al-Kamil. Desde entonces es ininterrumpida la presencia franciscana en Tierra Santa.

Año 1221: Continúan las disensiones entre los Hermanos Menores. Incluso se elige a un nuevo ministro general en la persona de Elías Bombarone y se redacta una nueva regla no bulada. En este mismo año nace la Tercera Orden Franciscana, destinada a los seglares que desearan adherirse al carisma y espíritu franciscano.

El Papa Honorio III aprueba el 29 de noviembre de 1223 la regla franciscana definitiva, que ha sido redactada por Francisco, en medio de grandes turbaciones, desolaciones y penitencias, en Fontecolombo, en el valle del Rieti, junto a Roma.

Un mes después, en Greccio, también en el valle rietano, Francisco escenifica en la noche de la Navidad el primer Belén del que se tiene noticia.

Francisco asiste en junio de 1224 a su último capítulo de la Orden. Después marcha al Monte Alverna, a unos 160 kilómetros al norte de Asís, en la región de Azzo. Se hace construir una cabaña y vive en soledad, en penitencia y en éxtasis.

 Probablemente el 14 de septiembre –fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz- recibe los estigmas de Jesucristo Crucificado, que le acompañarán hasta el final de sus días. La familia franciscana celebra este hecho de la estigmatización de San Francisco en el día 17 de septiembre.

Cántico de las Criaturas, la muerte y la pascua

Corren ahora los años 1224 a 1226. La salud de Francisco empieza a quebrarse gravemente. Aparte de los sufrimientos que le ocasionaban los estigmas, pierde la vista y los ayunos y penitencias merman y debilitan al extremo su cuerpo.

Francisco viaja desde el Monte Alverno o La Alverna a La Porciúncula. Pasa el verano de 1225 en San Damián, donde compone el Cántico de las Criaturas. Visita Rieti y Fontecolombo, donde fue intervenido quirúrgicamente por un médico. No mejorando de sus dolencias, fue atendido en Siena, sin éxito, por otro facultativo. Pide regresar a La Porciúncula.

Llega ya 1226, el último año de su vida terrena. De acuerdo con sus deseos Francisco es trasladado a La Porciúncula. Se le habilita una cabaña al lado de la capilla. Allí fallece en la tarde del 3 de octubre. Al día siguiente tiene lugar su entierro: el cortejo fúnebre se encaminó hacia San Damián y después a San Giorgio, donde fue sepultado.

“Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución.
¡Ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!
¡No probarán la muerte de la condenación!

Dos años después de su muerte, en 1228, el Papa Gregorio IX –el antiguo cardenal Hugolino-  amigo de Francisco y protector de la Orden- lo proclama santo en Asís el día 16 de julio de este mismo año. Sus restos mortales –sus reliquias- son trasladadas a la basílica que comienza a erigirse en Asís en su honor.

Su fiesta litúrgica es establecida en el día 4 de octubre.
Si antes ya era cierto, desde ahora y por siempre, quien por fraile o por el hermano, todo el mundo es franciscano.

¿Cuál es la clave, el secreto de San Francisco de Asís?

¿Cuál es la razón, la clave, el misterio, el secreto de Francisco? ¿Cómo es posible que ocho siglos después siga de moda, vivo,  interpelador? La respuesta es sencilla: su condición de enamorado y apasionado de Jesucristo, su Dios y su todo. Francisco no es  solo una “marca” de moda, una referencia sólo humanamente atractiva. Lo es, sobre todo, desde su radicalidad en la imitación de Jesucristo pobre y crucificado. Lo es desde su itinerario de permanente conversión, desde su búsqueda de la santidad, desde su seguimiento fiel y fecundo del Evangelio “sin glosa”.

La historia de Francisco es la historia de la gracia y de la conversión. Es la historia de la respuesta fiel, generosa y abnegada de quien se siente irresistiblemente atraído por Jesús. Es la historia de un hombre para los demás, que fue un hombre para Dios y de Dios. Francisco es testimonio elocuente y grandioso de que Dios es, de que Dios existe, de que Dios es Amor,  de que el Amor ha de ser amado, de que no podemos vivir sin este Amor, sin este Dios.

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En corto tiempo...



En corto tiempo…

Frase de sabiduría

Si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor. 

- Antoine de Sanit-Exupery (1900-1944)

3 de octubre de 2013

El éxtasis del Tea Party



El éxtasis del Tea Party


Antonio Cano, El País, Madrid.

Desde su aparición en la escena norteamericana, en el verano de 2009, pocos meses después de la toma de posesión de Barack Obama, el Tea party ha pasado por momentos de gran relevancia, como en las elecciones legislativas de 2010, y otros de cierto repliegue, como en las presidenciales de 2012. Pero su protagonismo nunca había llegado a ser el factor dominante de la situación política del país. Hasta ahora, con el cierre de la administración federal, cuando ha arrastrado a toda la nación a un estado extremo de ingobernabilidad.  

Pocas horas antes de que se consumara la suspensión de la actividad pública, Obama decía que «una facción de un partido en una cámara de uno de los poderes del Estado no puede paralizar todo un país». Se equivocaba. Sí pudo.

Pudo, en parte, porque su radicalismo no se detiene ante consideraciones como la estabilidad política, los riesgos económicos o la imagen de una gran potencia. Pero pudo también porque al Tea Party le sobra la determinación y el arrojo que les falta a todos los demás políticos del país.

John McCain, que desaprueba por completo las tácticas del Tea Party, tenía razón cuando decía anoche que, en el fondo, los congresistas de esa tendencia no estaban haciendo más que cumplir con el compromiso asumido ante sus electores. Prometieron en sus campañas que harían todo lo humanamente posible para parar la reforma sanitaria de Obama, y eso es lo que están haciendo, todo lo posible, sin límites, sin excusas sobre intereses de Estado.

Al Tea Party se le podrá acusar de muchas cosas excepto de incoherencia. Defiende el aislacionismo en política internacional, y se plantó en el Congreso contra la intervención militar en Siria. Se opone a los anticonceptivos, el aborto y el matrimonio homosexual, y obstruyen cualquier avance en esa dirección en cualquier instancia de poder a la que acceden. Abominan del Gobierno, y lo paralizan.

Las huestes del Tea Party en Washington no son, precisamente, políticos convencionales. En su origen, muchos de ellos son simples vendedores de coches, fontaneros o médicos. Vinieron a esta ciudad para hacer la revolución, no para hacer amigos. Muchos de ellos duermen en sus despachos, entregando cada minuto de sus vidas a una labor que no es un oficio, sino un sacerdocio, una misión, una causa.

Este Washington de hoy, con el Gobierno cerrado, está mucho más cerca de su ideal. Les importa un rábano la crítica de que están dividiendo al Partido Republicano. Esta crisis es su éxtasis. No van a ceder fácilmente.

 Remitido por Antonio Montes

Francisco en Asís




 
Francisco en Asís

 
 Un intenso, conmovedor e interpelador programa aguarda al Papa Francisco mañana viernes 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís, en la ciudad de este último. Con el alba, al Papa lo reciben niños discapacitados y enfermos. Poco después, en el palacio arzobispal se encuentra con pobres, con quienes posteriormente almuerza en un centro de acogida de Caritas cerca de la estación ferroviaria. Dice misa en la plaza de la basílica, a cuya cripta con la tumba en tierra del santo peregrina. Visita y ora en San Damián, en Santa Clara, en Rivotorto… Se encuentra con sacerdotes, consagrados y laicos en la catedral de San Rufino y con jóvenes en la Porciúncula. Francisco regresa, sí, a Asís.


Y es que decir Francisco de Asís, es, en efecto, decir paz, pobres, armonía, encuentro, sencillez, pequeñez, fraternidad, alegría, humildad, frescura… Es decir seguimiento a Cristo y a este crucificado, y este pobre. Decir Francisco de Asís es decir «bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos». Decir Francisco de Asís es decir Evangelio sin glosa. Es decir –ahora con palabras del escritor británico Gilbert Keith Chesterton «el cristiano que más se ha parecido y mejor ha imitado a Jesucristo». 

Y este es el ideal que el Papa Francisco se ha marcado para su ministerio apostólico petrino. Por ello, bueno será evocar la figura que, desde Jesucristo, le inspira: el mínimo y dulce, el inmenso y gigantesco Francisco de Asís.

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