28 de febrero de 2014

Cuantioso robo en el Museo Nacional de Cuba




Cuantioso robo 
en el Museo Nacional 
de Bellas ArteS de cuba
 
Por Ivette Leyva Martínez/Café Fuerte

Decenas de cuadros fueron sustraídos del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) en La Habana, en lo que se vislumbra como el mayor desfalco del patrimonio pictórico cubano de las últimas décadas.

“Hay decenas de obras que no aparecen en el almacén”, dijo a CaféFuerte una fuente vinculada a esa institución cultural. “La mayoría son cuadros de la vanguardia”.

Las obras se encontraban en el almacén del antiguo edificio del Departamento Técnico de Investigaciones (DTI), que pertenece a la entidad tras la remodelación emprendida en el 2001. La seguridad del local estaba a cargo de custodios policiales.

El desfalco se detectó la semana pasada cuando algunas obras comenzaron a aparecer en Miami, ofrecidas a marchantes (dealers) de arte de esta ciudad. Una investigación de peritos del Ministerio del Interior y especialistas de patrimonio está en marcha.

Grandes maestros cubanos

Según la información obtenida por CaféFuerte, se trata de obras de grandes maestros de la pintura cubana. Al parecer, la información del robo fluyó a través de dealers desde Estados Unidos. “Hubo alguien que se percató de que las obras que le mostraron pertenecían a los fondos cubanos y alertó a personal de Bellas Artes y de lo que estaba pasando”, señaló la fuente que pidió no ser identificada.

Al menos dos comerciantes de arte en Miami dijeron tener conocimiento de obras de Leopoldo Romañach (1862-1951), que comenzaron a circular en fecha reciente en el mercado del sur de la Florida. Se desconoce la cantidad de obras sustraídas, pero los testimonios consultados las cuantifican en un número cercano al centenar. Se cree que en su mayoría de las piezas pertenecen al movimiento conocido como vanguardismo, de las décadas de los años 20 y 30 del siglo XX. Las autoridades cubanas no suelen informar del robo de las obras de arte, y muchas ni siquiera están circuladas por Interpol.

Asumir la responsabilidad

Marchantes y expertos de patrimonio a nivel internacional consideran que el MNBA debería asumir la responsabilidad de divulgar de inmediato las obras que son robadas, para que el mercado del arte cubano pueda protegerse y evitar que se comercialicen piezas y objetos sustraídos, convirtiendo a sus potenciales compradores en víctimas directas de los malhechores.

No es la primera vez que se producen robos masivos de los fondos del MNBA. En 1995, las autoridades cubanas desarticularon una red de contrabando de obras de arte dirigida por Arquímides Matienzo, administrador del museo, y detuvieron a otras cinco personas, entre ellas un ciudadano italiano. La pandilla sustrajo unos 40 cuadros del museo.

Fundado en 1913, el MNBA es la institución encargada de atesorar y conservar las obras pertenecientes al patrimonio plástico de Cuba. El museo posee la más importante colección de arte cubano desde el siglo XVI hasta la actualidad, y es dirigido por Moraima Clavijo Colom.

27 de febrero de 2014

Los exhabruptos de Bardem


Declaraciones  de Javier Bardem
desatan conflicto diplomático
entre Marruecos y Francia


¡Ay, Bardem, esta vez si que la has liao!

Marruecos suspende la cooperación judicial con Francia tras las declaraciones de Bardem. El actor español atribuyó al embajador francés en la ONU, Gérad Araud, unas  declaraciones sobre el país magrebí («es una amante de la que no se está particularmente enamorado...») que han supuesto una queja oficial por parte marroquí. 

El ministro de Comunicación marroquí, Mustafá Jalfi, emitió anoche un comunicado en el que se hacía eco de las declaraciones de Bardem en la película «Los hijos de las nubes» y puso en boca del embajador en la ONU las polémicas declaraciones.

«Gérard Araud, embajador francés en la ONU -dijo Bardem en aquella declaración, mencionada expresamente por el ministro marroquí-, a quien vimos en 2011, nos dijo que Marruecos es una amante con la que se duerme todas las noches, de la que no se está particularmente enamorado pero que se debe defender».

El ministro Jalfi considera que esas palabras son «escandalosas e inadmisibles y que Francia sabrá encontrar el modo más adecuado, más allá de una simple declaración del ministerio de Exteriores, para reparar los daños causados por esas palabras, así sea que se le han atribuido falazmente o si se han pronunciado verdaderamente».

Invitado oficialmente el Papa Francisco a los actos del V Centenario del Nacimiento de Sta. Teresa.


Invitan oficialmente al Papa Francisco
a visitar Ávila durante el
V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús

El presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, ha invitado al papa Francisco a visitar Ávila y Castilla y León en 2015 con motivo del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa. La consejera de Cultura y Turismo, Alicia García, entregó hoy durante la audiencia concedida por el pontífice en el Vaticano, una carta de Herrera en la que le cursa esta invitación.  

Herrera señala en esa misiva que desde el Gobierno de España, la Orden de los Carmelitas Descalzos, los obispados de Ávila y Salamanca y la Junta de Castilla y León, se está trabajando conjuntamente en un programa cultural que desarrollará diferentes proyectos en torno a la santa y a su importancia en la historia y en la actualidad. Un programa que contempla la celebración de una edición especial de Las Edades del Hombre, un proyecto artístico y de espiritualidad de prestigio que ya ha sido visitado desde su puesta en marcha por más de diez millones de personas.

Juan Vicente Herrera destaca en la carta que Castilla y León trabaja en la celebración de este aniversario para dar a conocer la vida y obra de Santa Teresa de Jesús desde una visión multidisciplinar que contemple cada una de sus facetas: religiosa, histórica, literaria, académica y sobre todo humana. Y, por eso, 2015 constituirá una «excelente oportunidad» para profundizar en el conocimiento de tan excepcional personalidad.

Asimismo la Orden Carmelita entregó al papa Francisco un libro con un fragmento de una rama de morera y una nota manuscrita que explica su origen. Se trata de una morera que pertenecía al patio del palacio de doña Guiomar de Ulloa, quien fuera amiga de Santa Teresa y principal apoyo para la fundación del convento de San José. Según la tradición, esta morera es un rebrote centenario de la que servía de sombra a Santa Teresa para contemplar la construcción del primero de sus conventos y para conversar con San Juan de la Cruz o San Pedro de Alcántara.

La iniciativa para conmemorar los cinco siglos del nacimiento de Santa Teresa nació con el objetivo de recordar la obra y el legado, la dimensión doctrinal y literaria, la vida y el pensamiento de quien fue la fundadora de la Orden de los Carmelitas Descalzos y también la escritora que contribuyó al brillo del Siglo de Oro español y que hoy es patrona de los escritores españoles.

Esta celebración ha sido declarada por el Gobierno de España como “acontecimiento de especial interés público”, según recoge el Real Decreto de 18 de octubre por el que se crea y se regula la Comisión nacional para la conmemoración del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús.   

Humor gráfico


26 de febrero de 2014

¿De dónde era la original Gatita de María Ramos?



¿De dónde era la original
Gatita de María Ramos…?


A la gatita de María Ramos la conocen en todo el mundo hispano aunque no sea por su nombre, sino solo por el de su dueña.   Los cubanos que cuentan la historia de esta gatita no tienen reparos en decir que la tal María Ramos no era lo que precisamente se llama una mujer honrada. La sitúan viviendo en un barrio marginal de La Habana, el de Jesús María, con una gatita que se llamaba “Mimí”. María y su gatita fueron las protagonistas de un hecho digno de que le fuera dedicada una de aquellas guantanameras que cantaba Joseíto Fernández.

A un amigo de María lo encontraron, ya difunto, en casa de ésta. Lo habían asesinado con una piedra de amolar y la piedra era de la cocina de la propia María. Ella se defendió declarando que no estaba en casa, que cuando regresó se encontró a su amigo muerto en el suelo y que la única que estaba en la casa era Mimí, su gatita.  El juez no la creyó y la mandó a la cárcel. Aunque no nos aclaren qué sucedió después con Mimí,  todos sabemos ya que la gatita de María Ramos  goza  de vida inmortal en el hablar del pueblo por haber sido capaz de tirar la tal piedra y luego seguir ronroneando tan calmadamente o, al menos, le crearon un cuento que así lo justifica.   
 
En el relato, que se repite (se calca) en diferentes blogs, no se señala la fecha en que sucedió el horrible crimen.  Si el hecho apareció en la crónica amarilla Del Diario de la Marina tal como atestiguan los que han creado la historia y los que la repiten, tendremos que deducir que fue después de 1832, fecha de la fundación de este periódico.

Pero ¡ojo! Ricardo Palma (1833-1919), escritor limeño de reconocida valía que dedicó buena parte de su labor literaria a la investigación y recopilación de leyendas, ya nos habla de “la gatita de Mari-Ramos”  entre los múltiples relatos que forman las varias series de crónicas de sus "Tradiciones Peruanas”.

Es igualmente una historia de crimen, que Ricardo Palma sitúa alrededor de 1778   y en la que menciona la frase “gatita de Mari-Ramos, que hacía ascos a los ratones y engullía los gusanos”, como algo ya popular y común en boca del vulgo.  

Por lo que, aunque nos quedemos sin saber el cuándo, el dónde y el cómo del origen de la frase, Palmas Amigas reproduce el relato de Ricardo Palma por su mayor antigüedad y por tratarse de una crónica amarilla magistralmente contada por un buen escritor. Bien vale la pena leerla aunque parezca larga.   (adg)

   
Crónica de la época
del trigésimo cuarto virrey del Perú
(A Carlos Toribio Robinet)


La gatita de Mari-Ramos
que arrulla con la cola y araña con las manos
(SIC)

Al principiar la Alameda de Acho y en la acera que forma espalda a la capilla de San Lorenzo, fabricada en 1834, existe una casa de ruinoso aspecto, la cual fue, por los años de 1788, teatro no de uno de esos cuentos de entredijes y babador, sino de un drama que la tradición se ha encargado de hacer llegar hasta nosotros con todos sus terribles detalles.

Veinte abriles muy galanos; cutis de ese gracioso moreno aterciopelado que tanta fama dio a las limeñas, antes de que cundiese la maldita moda de adobarse el rostro con menjunjes, y de andar a la rebatiña y como albañil en pared con los polvos de rosa y arroz; ojos más negros que noche de trapisonda y velados por rizadas pestañas; boca incitante, como un azucarillo amerengado; cuerpo airoso, si los hubo, y un pie que daba pie para despertar en el prójimo tentación de besarlo; tal era, en el año de gracia de 1776, Benedicta Salazar.

Sus padres al morir la dejaron sin casa ni canastilla y al abrigo de una tía entre bruja y celestina, como dijo Quevedo, y más gruñona que mastín piltrafero, la cual tomó a capricho casar a la sobrina con un su compadre, español que  de a legua revelaba en cierto tufillo ser hijo de Cataluña, y que aindamáis tenía las manos callosas y la barba más crecida que deuda pública.

Benedicta miraba al pretendiente con el mismo fastidio que a mosquito de trompetilla, y no atreviéndose a darle calabazas como melones, recurrió al manoseado expediente de hacerse archidevota, tener padre de espíritu, y decir que su aspiración era a monjío y no a casorio.

El catalán, atento a los repulgos de la muchacha, murmuraba:

«Niña de los muchos novios,
que con ninguno te casas;
si te guardas para un rey
cuatro tiene la baraja».

De aquí surgían desazones entre sobrina y tía. La vieja la trataba de gazmoña y papahostias, y la chica rompía a llorar como una bendita de Dios, con lo que enfureciéndose más aquella megera, la gritaba:

«¡Hipócrita! A mí no me engatuses con purisimitas. ¿A qué vienen esos lloriqueos? Eres como el perro de Juan Molleja, que antes que le caiga el palo ya se queja. ¿Conque monjío? Quien no te conozca que te compre, saquito de cucarachas. Cualquiera diría que no rompe plato, y es capaz de sacarle los ojos al verdugo Grano de Oro. ¿Si no conoceré yo las uvas de mi majuelo? ¿Conque te apestan las barbas? ¡Miren a la remilgada de Jurquillos, que lavaba los huevos para freírlos! ¡Pues has de ver toros y cañas como yo pille al alcance de mis uñas al barbilampiño que te baraja el juicio! ¡Miren, miren a la gatita de Mari-Ramos, que hacía ascos a los ratones y engullía los gusanos! ¡Malhaya la niña de la media almendra!”

Como estas peloteras eran pan cotidiano, las muchachas de la vecindad, envidiosas de la hermosura de Benedicta, dieron en bautizarla con el apodo de “Gatita de Mari-Ramos”; y pronto en la parroquia entera los mozalbetes y demás niños zangolotinos que la encontraban al paso, saliendo de misa mayor, la decían:

-¡Qué modosita y qué linda que va la Gatita de Mari-Ramos!

La verdad del cuento es que la tía no iba descaminada en sus barruntos. Un petimetre, don Aquilino de Leuro, era el quebradero de cabeza de la sobrina; y ya fuese que ésta se exasperara de andar siempre al morro por un quítame allá esas pajas, o bien que su amor hubiese llegado a extremo de atropellar por todo respeto, dando al diablo el hato y el garabato, ello es que una noche sucedió... lo que tenía que suceder. La gatita de Mari-Ramos se escapó por el tejado, en amor y compañía de un gato pizpireto, que olía a almizcle y que tenía la mano suave. […]
 
[…] Dice un refrán que la mula y la paciencia se fatigan si hay apuro, y lo mismo pensamos del amor. Benedicta y Aquilino se dieron tanta prisa que, medio año después de la escapatoria, hastiado el galán se despidió a la francesa, esto es, sin decir abur y ahí queda el queso para que se lo almuercen los ratones, y fue a dar con su humanidad en el Cerro de Pasco, mineral boyante a la sazón. Benedicta pasó días y semanas esperando la vuelta del humo o, lo que es lo mismo, la del ingrato que la dejaba más desnuda que cerrojo; hasta que, convencida de su desgracia, resolvió no volver al hogar de la tía, sino arrendar un entresuelo en la calle de la Alameda.

En su nueva morada era por demás misteriosa la existencia de nuestra gatita. Vivía encerrada y evitando entrar en relaciones con la vecindad. Los domingos salía a misa de alba, compraba sus provisiones para la semana y no volvía a pisar la calle hasta el jueves, al anochecer, para entregar y recibir trabajo. Benedicta era costurera de la marquesa de Sotoflorido con sueldo de ocho pesos semanales.

Pero por retraída que fuese la vida de Benedicta y por mucho que al salir rebujase el rostro entre los pliegues del manto, no debió la tapada parecerle costal de paja a un vecino del cuarto derecha, quien dio en la flor, siempre que la atisbaba, de dispararla a quemarropa un par de chicoleos, entremezclados con suspiros, capaces de sacar de quicio a una estatua de piedra berroqueña.

Hay nombres que parecen una ironía, y uno de ellos era el del vecino Fortunato, que bien podía, en punto a femeniles conquistas, pasar por el más infortunado de los mortales. Tenía hormiguillo por todas las muchachas de la feligresía de San Lázaro, y así se desmorecían y ocupaban ellas de él como del gallo de la Pasión que, con arroz graneado, ají, mirasol y culantrillo, debió ser guiso de chuparse los dedos.

Era el tal -no gallo de la Pasión, sino Fortunato- lo que se conoce por un pobre diablo, no mal empalillado y de buena cepa, como que pasaba por hijo natural del conde de Pozosdulces. Servía de amanuense en la escribanía mayor del gobierno, cuyo cargo de escribano mayor era desempañado entonces por el marqués de Salinas, quien pagaba a nuestro joven veinte duros al mes, le daba por ascua del Niño Dios un decente aguinaldo y se hacía de la vista gorda cuando era asunto de que el mocito agenciase lo que en tecnicismo burocrático se llama buscas legales.

Forzoso es decir que Benedicta jamás paró mientes en los arrumacos del vecino, ni lo miró a hurtadillas y ni siquiera desplegó los labios para desahuciarlo, diciéndole. «Perdone, hermano, y toque a otra puerta, que lo que es en ésta no se da posada al peregrino».

Mas una noche, al regresar la joven de hacer entrega de costuras, halló a Fortunato bajo el dintel de la casa, y antes de que éste la endilgase uno de sus habituales piropos, ella con voz dulce y argentina como una lluvia de perlas y que al amartelado mancebo debió parecerle música celestial, le dijo:

-Buenas noches, vecino.

El plumario, que era mozo muy gran socarrón y amigo de donaires, díjose para el cuello de su camisa: «Al fin ha arriado bandera esta prójima y quiere parlamentar. Decididamente tengo mucho aquel y mucho garabato para con las hembras, y a la que le guiño el ojo izquierdo, que es el del corazón, no le queda más recurso que darse por derrotada».

«Yo domino de todas la arrogancia,
conmigo no hay Sagunto ni Numancia...».

Y con airecillo de terne y de conquistador, siguió sin más circunloquios a la costurera hasta del entresuelo. La llave era dura, y el mocito, a fuer de cortés, no podía permitir que la niña se maltratase la mano. La gratitud por tan magno servicio exigía que Benedicta, entre ruborosa y complacida, murmurase un «Pase usted adelante, aunque la casa no es como para la persona».

Suponemos que esto o cosa parecida sucedería, y que Fortunato no se dejó decir dos veces que le permitían entrar en la gloria, que tal es para todo enamorado una mano de conversación a solas con una chica como un piñón de almendra. Él estuvo apasionado y decidor:

«Las palabras amorosas
son las cuentas de un collar,
en saliendo la primera
salen todas las demás».

Ella, con palabritas cortadas y melindres, dio a entender que su corazón no era de cal y ladrillo; pero que como los hombres son tan pícaros y reveseros, había que dar largas y cobrar confianza, antes de aventurarse en un juego en que casi siempre todos los naipes se vuelven malillas. Él juró, por un calvario de cruces, no sólo amarla eternamente, sino las demás paparruchas que es de práctica jurar en casos tales, y para festejar la aventura añadió que en su cuarto tenía dos botellas del riquísimo moscatel que había venido de regalo para su excelencia el virrey. Y rápido como un cohete descendió y volvió a subir, armado de las susodichas limetas.

Fortunato no daba la victoria por un ochavo menos. La familia que habitaba en el principal se encontraba en el campo, y no había que temer ni el pretexto del escándalo. Adán y Eva no estuvieron más solos en el paraíso cuando se concertaron para aquella jugarreta cuyas consecuencias, sin comerlo ni beberlo, está pagando la prole, y siglos van y siglos vienen sin que la deuda se finiquite. Por otra parte, el galán contaba con el refuerzo del moscatellillo, y como reza el refrán, «de menos hizo Dios a Cañete y lo deshizo de un puñete».

Apuraba ya la segunda copa, buscando en ella bríos para emprender un ataque decisivo, cuando en el reloj del Puente empezaron a sonar las campanadas de las diez, y Benedicta con gran agitación y congoja exclamó:

-¡Dios mío! ¡Estamos perdidos! Entre usted en este otro cuarto y suceda lo que sucediere, ni una palabra ni intente salir hasta que yo lo busque.

Fortunato no se distinguía por la bravura, y de buena gana habría querido tocar de suela; pero sintiendo pasos en el patio, la carne se le volvió de gallina, y con la docilidad de un niño se dejó encerrar en la habitación contigua.

Abramos un corto paréntesis para referir lo que había pasado pocas horas antes.

A las siete de la noche, cruzando Benedicta por la esquina de Palacio, se encontró con Aquilino. Ella, lejos de reprocharle su conducta, le habló con cariño, y en gracia de la brevedad diremos que, como donde hubo fuego siempre quedan cenizas, el amante solicitó y obtuvo una cita para las diez de la noche.

Benedicta sabía que el ingrato la había abandonado para casarse con la hija de un rico minero, y desde entonces juró en Dios y en su ánima vivir para la venganza. Al encontrarse aquella noche con Aquilino y acordarle una cita, la fecunda imaginación de la mujer trazó rápidamente su plan. Necesitaba un cómplice, se acordó del plumario, y he aquí el secreto de su repentina coquetería para con Fortunato.

Ahora volvamos al entresuelo.

Entre los dos reconciliados amantes no hubo quejas ni recriminaciones, sino frases de amor. Ni una palabra sobre lo pasado, nada sobre la deslealtad del joven que nuevamente la engañaba, callándola que ya no era libre y prometiéndola no separarse más de ella. Benedicta fingió creerlo y lo embriagaba de caricias para mejor afianzar su venganza.

Entretanto el moscatel desempeñaba una función terrible. Benedicta había echado un narcótico en la copa de su seductor. Aquí cabe el refrán: «más mató la cena que curó Avicena».

Rendido Leuro al soporífico influjo, la joven lo ató con fuertes ligaduras a las columnas de su lecho, sacó un puñal, y esperó impasible durante una hora a que empezara a desvanecerse el poder del narcótico.

A las doce mojó su pañuelo en vinagre, lo pasó por la frente del narcotizado, y entonces principió la horrible tragedia.

Benedicta era tribunal y verdugo.

Enrostró a Aquilino la villanía de su conducta, rechazó sus descargos y luego le dijo:

-¡Estás sentenciado! Tienes un minuto para pensar en Dios.

Y con mano segura hundió el acero en el corazón del hombre a quien tanto había amado...

El pobre amanuense temblaba como la hoja en el árbol. Había oído y visto todo por un agujero de la puerta.

Benedicta, realizada su venganza, dio vuelta a la llave y lo sacó del encierro.

-Si aspiras a mi amor -le dijo- empieza por ser mi cómplice. El premio lo tendrás cuando este cadáver haya desaparecido de aquí. La calle está desierta, la noche es lóbrega, el río corre en frente de la casa... Ven y ayúdame.

Y para vencer toda vacilación en el ánimo del acobardado mancebo, aquella mujer, alma de demonio encarnada en la figura de un ángel, dio un salto como la pantera que se lanza sobre una presa y estampó un beso de fuego en los labios de Fortunato.

La fascinación fue completa. Ese beso llevó a la sangre y a la conciencia del joven el contagio del crimen.

Si hoy, con los faroles de gas y el crecido personal de agentes de policía, es empresa de guapos aventurarse después de las ocho de la noche por la Alameda de Acho, imagínese el lector lo que sería ese sitio en el siglo pasado y cuando sólo en 1776 se había establecido el alumbrado para las calles centrales de la ciudad.

La obscuridad de aquella noche era espantosa. No parecía sino que la naturaleza tomaba su parte de complicidad en el crimen.

Entreabrióse el postigo de la casa y por él salió cautelosamente Fortunato, llevando al hombro, cosido en una manta, el cadáver de Aquilino. Benedicta lo seguía, y mientras con una mano lo ayudaba a sostener el peso, con la otra, armada de una aguja con hilo grueso, cosía la manta a la casaca del joven. La zozobra de éste y las tinieblas servían de auxiliares a un nuevo delito.

Las dos sombras vivientes llegaron al pie del parapeto del río. Fortunato, con su fúnebre carga sobre los hombros, subió el tramo de adobes y se inclinó para arrojar el cadáver.

¡Horror!... El muerto arrastró en su caída al vivo.

Tres días después unos pescadores encontraron en las playas de Bocanegra el cuerpo del infortunado Fortunato. Su padre, el conde de Pozosdulces, y su jefe, el marqués de Salinas, recelando que el joven hubiera sido víctima de algún enemigo, hicieron aprehender a un individuo sobre el que recaían no sabemos qué sospechas de mala voluntad para con el difunto.

Y corrían los meses y la causa iba con pies de plomo, y el pobre diablo se encontraba metido en un dédalo de acusaciones, y el fiscal veía pruebas clarísimas en donde todos hallaban el caos, y el juez vacilaba, para dar sentencia, entre horca y presidio.

Pero la Providencia, que vela por los inocentes, tiene resortes misteriosos para hacer la luz sobre el crimen.

Benedicta, moribunda y devorada por el remordimiento, reveló todo a un sacerdote, rogándole que para salvar al encarcelado hiciese pública su confesión; y he aquí cómo en la forma de proceso ha venido a caer bajo nuestra pluma de cronista la sombría leyenda de la Gatita de Mari-Ramos.