28 de mayo de 2016

Muero por un concepto



MUERO POR UN CONCEPTO
(Autobiografía conceptual
escrita al pie de la horca)


Alejandro Rodríguez Rodríguez
 
Yo soy lo que se dice “un tipo con concepto propio”. ¡Desde niño! ¿O no han visto acaso mi sola ceja, ese bigote de encima de los ojos que me otorga un aspecto circunspecto único de serio hombre conceptuoso?
 
Infancia
Pues bien: un día nací. Y en un balance de palo mi madre insistía en arrullarme con canciones de Gardel, mas yo solo escuchaba las canciones infantiles normales, las de siempre, y les añadía un poco de mis innatas definiciones:
 
Como el concepto no era chino,
un señor me lo cambió,
¡ay, concepto de mi chino!
¡ay concepto de jamón!", por ejemplo.
 
Ya en la escuela primaria, me tocó una maestra gorda que se alimentaba de trabalenguas, y éramos los niños quienes debíamos llevarle mas y mas para que aquella gorda no se aburriera; porque si se aburría, entonces ella misma empezaba a componer y soltaba despiadados seborucos, como este, del cual surgirían luego versiones menor horribles:
 
"Mi actualizo está conceptualizado,
¿quién lo desconceptualizará?,
el que los desconceptualice,
buen desconceptualizador de conceptos actualizados será,
y el repudio cederístico, por tanto, merecerá.
 
-nos gritaba la muy sádica, como diciendo "si lo quieren mejor, ¡menos jugar y mas componer!
 
Juventud
Durante la secundaria, mis primos y yo jugábamos a conceptualizar cosas. Cosas abstractas, como las palabras "cosa" y "abstracto".
 
Sé que no suena normal, pero una vida adolescente sin Candy Crush solo la conoce bien quien la ha sufrido, y les juro que justifica perfectamente esta y otras actitudes juveniles. 
 
Aun me acuerdo, por ejemplo, de Pavel y Miguelito sentados en el contén de la carretera jugando a identificar las marcas de los carros durante una pila de horas seguidas, incluida esa  hora que hoy en día llamamos Hora del Almuerzo.
 
También recuerdo a Yeilén, que un día por accidente metió en la aurika el casete de Marco Antonio Solís de su mamá, y luego puso a secar la cinta desparramada en la tendedera, y cuando la recogió y la enrolló de nuevo... bueno, lo que sonaba ahí ya era casi una canción de Yoyo Ibarra...
 
Cuando llegó la mamá y vio que le habían transformado a su Marco Antonio Solís en Yoyo Ibarra..., se podrán autoimaginar el sonido de las galletas. Entonces la pobre Yeilen, desfallecida, respondió al ataque con la malapalabra mas raquítica del mundo: "come-puta" ¿?
 
En tal conexto lógicamente uno prefería pasarse la tarde del domingo jugando con los primos a los conceptos. "¡Arriba caballero, un partidito en familia!", y allí mismo empezábamos a retarnos con definiciones cada vez mas complicadas, hasta que llegamos a límites en que peligraba nuestra cortura.
 
Me sorprendí incluso ensayando definiciones extremas, como la de la palabra "a-quien-coño-se-le-ocurre-definir-en-ley-la-actividad-de-un-mecanógrafo-mierdero", o "Martí-dijo-que-Todos,-y-Todos-significa-Todos,-y-si-no-fue-asi-ya-no-me-gusta-Martí", o esta otra, la mas difícil de todas: "por-qué,-Aduana-por-qué".
 
Adultez
Logré fundar una familia bajo el concepto de sostenerla económicamente por mis propios medios, a una altura aceptable para la época, a través de prácticas estrictamente honradas, lo cual explica por qué no pude hacer nada mas durante esta etapa. Ni siquiera tuve tiempo de desarrollar hermosas definiciones.
 
Vejez
Yo estaba tranquilo, en lo mío, que es fundamentar cosas abstractas, concentrado  en la batalla retórica contra el nominalismo yanqui, y entonces viene él y me mete.  Después me arrebata los papeles donde he escrito mis aportes a la conceptualización universal durante todos estos años, los rompe en pedazos, me saca su lengua verde y me dice que ya, que me rinda porque El Concepto ha sido realizado.
 
Primero te vas con la de trapo "qué bien, qué felicidad, al fin". Y luego dudas si debes alegrarte con un ¡Urraaa! o con un ¡Yihaaa!
 
Lo que si te queda claro es que ¡Azúcarr! no es el allegro adecuado, porque El Concepto no está muy dulce que digamos, y tampoco contiene vestigio alguno de tus aportes, y ahí mismo te enteras que te has pasado la vida conceptualizando cosas por gusto y pa´ná.
 
Por eso mismo decido que me suicido; por muerte por ahorcamiento. Díganle a Patricio que lo quiero, y alguien, por caridad, que se haga cargo de él. Es un perrito muy obediente y no vomita la mortadella.
 
Firmado en Cuba, a la sombra nutritiva de la moringa mas grande.

Reproducido del blog alejo3399.wordpress.com
Publicado originalmente en Cubanos por el mundo.
 

 

 

27 de mayo de 2016

Los cubanos que dormían sobre dinamita

 

Los cubanos que dormían
sobre dinamita

Muy poco se ha hablado de esta situación que pasamos los presos de la década de los años sesenta. Ahora algo sale a la luz y lo hacemos en honor a aquellos cubanos que padecieron esta situación y que ya no están con nosotros.
        Tito Rodríguez Oltmans
        Cuando nadie nos escuchaba...

por Gerardo Reyes

Unos seis mil ojos perseguían por entre las rejas de las celdas, paso a paso, el infrecuente movimiento de las tropas. Veían camiones del ejército que llevaban cajas enormes a los edificios circulares de la prisión. Veían a los guardias que bajaban sin discreción las cajas de madera. Veían también cómo otros vehículos subían la montaña frente al complejo carcelario donde se abrían zanjas.

Nada debería parecer extraño en esos días de octubre de 1962: Cuba se preparaba para una guerra mundial. Alrededor de la prisión de Isla de Pinos ya se habían clavado postes con afiladas lanzas en el extremo para repeler un asalto de paracaidistas, y ahora llegaban los camiones con esas cajas misteriosas.

De torre en torre, los reos mensajeros de signos de mano se transmitían febrilmente las especulaciones. Son explosivos, decían los mensajes. Cuando a los pocos días los presos empezaron a escuchar el ruido de taladros en los sótanos, las dudas se convirtieron en pavor colectivo: la voz pasó de piso en piso con la advertencia de que el gobierno estaba sembrando con dinamita las bases de las torres para volarlas en caso de una invasión estadounidense.

Al culminar la instalación, los guardias de la prisión se encargaron de confirmarlo. «Si vienen los yanquis, vamos a volar toda esta mierda, con ustedes dentro», gritó uno de los guardias para ponerle fin a la especulación, recuerda Enrique Roano, prisionero de la Circular 4.

En nombre de la defensa de la soberanía, el régimen cubano acababa de inaugurar uno de los peores tormentos sicológicos que sufrieron los presos de Isla de Pinos: 22 meses de zozobra sobre un lecho subterráneo de cientos de toneladas de TNT.

La amenaza latente no dejó cicatrices físicas, pero sí una sicosis con marcas indelebles en la mente. Muchos de los prisioneros se enfermaron de los nervios. José Luis Fernández, preso en la circular 4, no pudo borrar de su mente la imagen de uno de sus compañeros de torre que se desquició por el pánico de que en cualquier momento la dinamita explotaría. «Lo dejé sentado en una litera remando en el aire, como si navegara en un bote, mientras decía que se fugaba hacia el norte», recordó Fernández.

Otro de los presos de la circular 4 llevaba todo el día atravesado en la boca un palo de madera para resistir, decía en forma ilusa, la onda explosiva.

Otros quisieron ver con sus propios ojos la dimensión de la amenaza y, de ser posible, buscar una manera de neutralizarla.

Raúl Martínez, más conocido como “Hierro”, un apodo que le pusieron el día que derrumbó en la prisión de un puño a un hombre mucho más corpulento que él, participó en esa misión. Hombre de pocas palabras y tímido, Martínez nunca había relatado públicamente su experiencia de esa operación clandestina.

Con papel y lápiz en su mano, una fotografía de las torres circulares del complejo carcelario a su costado sobre la mesa de su casa en Kendall, y ayudado en fechas y detalles por la memoria prodigiosa de su esposa desde los años de prisión, Lidia Morales, el ex preso político de 68 años relató a un reportero de El Nuevo Herald sus días de topo porfiado.

Martínez fue arrestado en mayo de 1961 cuando tenía 20 años. Era vendedor de ropa en “La Marquesita”, una tienda del municipio de Perico. Había luchado contra la dictadura de Fulgencio Batista y se alzó contra Fidel Castro porque estaba hastiado de las ejecuciones de tanta gente, dijo. Se casó en la prisión a los tres meses de estar detenido con la novia de toda su vida, profesora de primaria en Perico. Con el número de preso 27839 ingresó a la circular 2.

«No puedo olvidar la entrada a la circular porque el bullicio era ensordecedor, era un barullo terrible, todo el mundo hablaba fuerte, imagínese,  más de 1,000 hombres hablando, gritando», relata Martínez. Cuando llegó a Miami tenía que ponerse la mano en la oreja para poder escuchar, recuerda su esposa.

En alguno de los corrillos conspiradores de la prisión, un ingeniero cuyo nombre no recuerda*, le explicó los detalles de la exploración en la que estaban empeñados. Martínez aceptó participar. La idea era llegar hasta el sótano y desactivar los detonadores de los explosivos.

A los pocos días, debajo de la escalera de la planta baja, que estaba situada entrando a la circular a mano izquierda, empezó la paciente excavación del piso de concreto con barretones improvisados que se hicieron con los tubos de los catres de las celdas. Se trabajaba por turnos todo el día. Cada recluso tenía una tarea de vigilancia, recolección de tierra o excavación. El ruido de la excavación era cubierto por la bulla estridente de Los prisioneros.

Los escombros eran sacados en baldes que los presos subían con sogas y poleas por entre unos ductos amplios que pasaban por Las celdas desde el primero hasta el quinto piso. Por el interior de los ductos, de unos dos pies por dos pies, visibles en casi todas las celdas, pasaban las tuberías de agua. Eran conocidos entre los presos como “los chavos”. En una celda del quinto piso se abrió un agujero en el chavo, recuerda Martínez, para recibir los baldes con deshechos y vertirlos en el mismo ducto de manera para que no quedara ningún rastro.

En los pasillos de la circular no había vigilancia. Salvo en las violentas requisas, los guardias no tenían contacto con los prisioneros. La vigilancia se hacía desde una torre central de la circular que parecía un faro. Allí un oficial recorría los 180 grados del panóptico.

Después de abierto un agujero en la placa de cemento, el ingeniero descubrió desilusionado que justo debajo del mismo estaba uno de los pilares del edificio lo cual impediría bajar hasta el sótano. Se decidió entonces cavar hacia un costado la capa de tierra que separaba la primera planta del sótano.

Allí empezó el trabajo de Martínez. «Sacábamos tierra con la mano y herramientas improvisadas en un túnel en el que sólo cabía una persona, uno reemplazaba al otro y así», anotó.

Pero hubo un momento en que a los topos les empezó a faltar el aire.

«La solución, -agregó-, fue hacer una especie de fuelle o fanal con pantalones de la prisión que abrían y cerraban los presos en un ejercicio agotador. La punta del fuelle estaba conectada a una manguera que llevaba aire hasta el lugar de la excavación. Los presos hacían turnos para operar el fuelle y al final del túnel llegaba un poco más de aire que nos permitía quedarnos más tiempo».

Finalmente, la misión llegó al sótano y encontró los explosivos, explicó Martínez. No participó en esa última etapa, pero supo que dos estadounidenses que estaban presos en la misma circular bajaron y tomaron fotos con una pequeña cámara.

La cantidad de TNT hallado se calculó por la vía de la especulación. El ex prisionero político Abel Nieves Morales sostiene en un artículo sobre el tema que el experto en explosivos de origen chino José Lee, que estaba en una de circulares, estimó que en las bases de las cuatro edificaciones fueron plantados unas 28,000 libras.  «Es decir, que si los comunistas hubiesen hecho explotar aquellas 28,000 libras de TNT, que también nos servían de colchones, hubiera desaparecido toda el área del presidio de Isla de Pinos y el poblado de Nueva Gerona, la capital de aquella isla cubana», escribió Nieves.

Martínez aseguró que el ingeniero que dirigió la operación en su circular logró tener control de los cables de detonación. Pero en el fondo, recuerda, sus compañeros sabían que era una victoria pírrica pues en los sótanos de las demás circulares también había explosivos y los mismos mensajeros no habían reportado trabajos de topos similares en los otros edificios.

El Nuevo Herald
marzo 18, 2007
Reproducido originalmente en

*Este ingeniero fue Melitón Castelló según testimonio de su hijo, de igual nombre.

26 de mayo de 2016

El Corpus Christi en Toledo


El Corpus Christi en Toledo

La procesión del Corpus Christi en Toledo (España) es una fiesta eucarística de tradición muy antigua que se celebra cada año en esa ciudad. Es la fiesta principal de los toledanos y de gran notoriedad entre los católicos españoles, habiendo sido declarada en 1980 de Interés Turístico Internacional.  

Desde 1595 en Toledo se viene celebrando en la conmemoración del Corpus Christi, señalada desde antaño en la liturgia de la Iglesia católica el siguiente jueves al octavo domingo después del Domingo de Pascua. En 1991 la propia Iglesia trasladó la celebración al domingo posterior a ese jueves. A partir de entonces, en Toledo hubo dos procesiones de Corpus Christi, una el jueves tradicional y otra el domingo, en la nueva fecha que señalaba la Iglesia.  Sin embargo, a partir de 2011 la procesión toledana del Corpus Christi ha vuelto a celebrarse única y definitivamente el jueves, acogiéndose al calendario litúrgico hispano-mozárabe, quedando todo en: procesión, el jueves, celebración litúrgica en el templo, el domingo.

La procesión, en la que el Santísimo Sacramento del Cuerpo de Cristo recorre las calles engalanadas de Toledo en la magnífica custodia de la Catedral Primada de España, marca el día más grandioso en el calendario de las ceremonias religiosas y de la vida de la ciudad.

Las primeras referencias escritas sobre el cortejo procesional se remontan al año 1418, cuando ni la catedral estaba terminada ni existía la mencionada joya. En los reinados de Carlos I y Felipe II, con los ceremoniales característicos para la ocasión y la época, la fiesta cobraría  su mayor auge y marcaría las pautas para una celebración que ya cuenta siglos.

Para esta jornada la ciudad sigue vistiendo sus mejores galas, y se prepara durante todo  un mes colocando adornos y "toldos", -en realidad palio para la custodia-, a lo largo del recorrido procesional.  Unos días antes de la fiesta empiezan las preparaciones tanto en las calles del recorrido como en la propia catedral. Las calles se cubren con los antiguos toldos que proceden de los gremios de tejedores y sederos. Las calzadas se salpican de plantas olorosas (cantueso, romero, tomillo) y  los propietarios de las casas de todas estas calles adornan sus balcones con reposteros,   banderas y otros ornamentos apropiados.

La catedral también se ve engalanada con los cuarenta y ocho tapices flamencos del siglo XVII que se colocan en sus muros durante estos días especiales. Incluso son adornadas algunas calles contiguas a las del paso de la procesión, así como los patios de las casas particulares.

En realidad, se trata de todo un mes  de festejos y preparativos, actos culturales y lúdicos, exposiciones, concursos, competiciones deportivas, conciertos y verbenas, así como un Festival de  Música Antigua y festejos taurinos de gran categoría.

LA VÍSPERA
La Tarasca y la Tarasquilla*
La gran fiesta popular es la víspera del día de Corpus, cuando cada toledano comprueba personalmente si todo está preparado. Esa  tarde un alegre pasacalles con gigantes, cabezudos y la tradicional Tarasca recorre el trayecto marcado al son de la música. Esa misma noche lo hace también oficialmente la corporación municipal acompañada por el Pertiguero, cuya función es asegurarse que ningún toldo u ornamento impida el paso de la custodia, que mide casi cuatro metros de altura.

EL DIA GRANDE
El día del Corpus amanece con el toque de dianas. Después, la Tarasca se pasea de nuevo acompañada de la charanga, los gigantones y los cabezudos De los balcones en la plaza de Zocodover, penden ricas telas bordadas o colgaduras con escudos y motivos eucarísticos.  Las calles se colman con el ir y venir de toledanos y turistas.   

A las 11 de la mañana, una salva de morteros anuncia la salida de la procesión desde la catedral. El cortejo sigue adoptando la tradición en cuanto al orden y distribución de la comitiva, añadiendo desde hace bastantes años el grupo de niños de primera comunión, que se incorpora detrás de los gremios.

Formando dos filas paralelas, este cortejo se abre con una cruz procesional  del siglo XVI llamada también del Cardenal Carrillo. A continuación van distintas organizaciones tradicionales, cada una ataviada con vistosos trajes de variados colores y motivos. Los Infanzones de Illescas, los Caballeros Mozárabes (de ascendencia cristiana),  los Caballeros del Santo Sepulcro, que constituyen la guardia de Honor del Arzobispo Primado de España, los Caballeros del Corpus Christi, integrado por personalidades hispanoamericanas y el deán de la catedral. Desfilan también los miembros de numerosas cofradías y asociaciones.

Luego toca el turno el clero regular y secular, el cabildo y la espectacular custodia, detrás de la cual va el Arzobispo Primado con su séquito y tras ellos las autoridades regionales, provinciales y locales, y las militares.

No escapa tampoco la presencia  del Pertiguero, quien con su varal de plata antecede  la gran Cruz procesional y con unos pausados golpes que da en suelo anuncia la llegada del Santísimo Sacramento.

LA CUSTODIA
La custodia es el centro del cortejo, pues porta la Hostia-Cuerpo de Cristo en cuyo honor se organiza esta procesión. Es también el objeto más importante que se guarda en la capilla del Tesoro de la catedral de Toledo.   Su autor es Enrique de Arfe,  el gran orfebre del siglo XVI. Fue un encargo del Cardenal Cisneros. Es de traza gótica arcaizante y de una gran belleza arquitectónica.

Tiene planta hexagonal. Se va elevando en columnillas que están primorosamente ejecutadas con adornos en pedrería y 260 pequeñas y variadas figuras de ángeles, santos, florones, campanitas y espigas. El conjunto se cierra en el último cuerpo donde está colocada una cruz del siglo XVI. La peana sobre la que se sustenta es barroca del siglo XVIII. Está armada con la ayuda de 12.500 tornillos que la sujetan, 5.600 piezas diversas y se emplearon en su confección 183 kg de plata más 18 de oro.  

En un principio se labró en plata pero a finales del siglo XVI el arzobispo Gaspar de Quiroga mandó que
se dorase, para hacer juego con la custodia del altar mayor que es de madera dorada. La custodia tardó siete años en elaborarse y su coste superó los quince millones de maravedíes.  

La custodia sale en la procesión sobre una carroza fabricada para este fin, con un sistema que permite que vaya automáticamente nivelada incluso en las empinadas cuestas de la ciudad. A su paso la concurrencia dedica constantes salvas de aplausos.
Fuente: wikipedia.com
 
*La Tarasca es una criatura mitológica  cuyo origen se encuentra en una leyenda sobre santa Marta de Betania.   

Según cuenta la leyenda, esta criatura habitaba en Tarascón, Provenza, Francia, y devastaba el territorio por doquier. Se describe como una especie de dragón  con seis cortas patas parecidas a las de un oso, un torso similar al de un buey con un caparazón de tortuga a su espalda y una escamosa cola que terminaba en el aguijón de un escorpión. Su cabeza era descrita como la de un león con orejas de caballo y una desagradable expresión.
El Rey de Tarascón había atacado sin éxito a La Tarasca con todas sus filas y su arsenal, pero Santa Marta encantó a la bestia con sus plegarias, y volvió a la ciudad con la bestia así domada convertida en una hermosa doncella. Los habitantes aterrorizados atacaron a la criatura al caer la noche, que murió allí mismo sin ofrecer resistencia. Entonces Santa Marta predicó un sermón a la gente y convirtió a muchos de ellos al cristianismo. Arrepentidos de dar muerte al domado monstruo, los habitantes cambiaron el nombre del pueblo a Tarascón.  
La Tarasca es una figura de sierpe monstruosa que se saca en algunas ciudades durante la procesión del Corpus Christi.  
En Toledo,  en la víspera de la Procesión del Corpus Christi, se vive con gran expectación el cortejo de gigantes y cabezudos del s. XVIII, que acompañan a la Tarasca toledana. Con cuerpo de galápago, alas de vampiro y cabeza de serpiente, abre sus fauces humeantes y expulsa agua a los niños. Sobre su cuerpo, va la “tarasquilla” que representa a Ana Bolena. La representación de este animal mitológico, cargado de simbolismo sobre la vida, la muerte y el pecado, se recuperó en Toledo a principios de la década de  los años 80 del pasado siglo.

25 de mayo de 2016

De calendas y calendarios


De calendas y calendarios

Ana Dolores García

El calendario que mide nuestros días y meses tiene apenas poco mas de cuatrocientos años y es el que hasta el presente los humanos hemos podido dotar de mas precisión, aunque de cualquier modo cíclicamente haya que corregir un poco la medida de sus años.  

Antes de él hubo otros que conocemos, y sabrá Dios cuántos mas habrá que no han podido descubrir los arqueólogos. En sí, un calendario no es mas que el modo en que los humanos hemos tratado de medir el tiempo para de ese modo satisfacer una necesitad imperiosa para regular la vida. Pero, ¿cómo serían los calendarios de los hombres de la edad de piedra?   

Al menos, el primer calendario del que se tiene noticia lo encontraron en Escocia y es de una antigüedad envidiable: probablemente existió ocho mil años antes de Cristo, por allá por el período mesolítico de nuestra prehistoria. Medía el tiempo basándose en las fases del sol y de la luna, habida cuenta de que todos los calendarios siempre han tratado de crear un acoplo entre la ocurrencia del quehacer humano y el ciclo de los fenómenos siderales.  

Etimológicamente, la palabra “calendario” proviene de una palabra latina, “calenda”. Calendario lo llamaron los romanos ya que para ellos era el conjunto de las calendas, nombre con que designaban al primer día de cada mes.   

LOS EGIPCIOS

También antes de Cristo -tercer milenio- surgió el calendario civil egipcio, que sigue siendo el primer calendario solar conocido de la civilización. Habían tenido anteriormente un calendario lunar y otros de menos precisión. Este año civil egipcio, solar, constaba de 365 días y estaba dividido en 12 meses de 30 días cada uno, organizado cada mes en tres periodos de 10 días. Al final del último mes de cada año se añadían los cinco días que faltaban para completar el año solar y que dedicaban a varios de sus dioses.

Aunque no era para nada exacto, el triunfo del año solar sobre los que le precedieron fue conclusión a la que llegaron los sacerdotes egipcios al observar que las fechas del calendario solar coincidían con las de las crecidas del Nilo. Para un pueblo de agricultores, el poder prepararse para la época de las inundaciones era una cuestión primordial. Por ello los egipcios establecieron la primavera como la entrada de cada nuevo año.

LOS GRIEGOS

Acercándonos mas al mundo occidental nos encontramos con los calendarios helénicos. En plural, porque los griegos fueron muy espléndidos al asignarse calendarios de acuerdo con sus regiones. Incluso han llegado hasta nuestros días unas “calendas griegas” que nunca existieron. Pues “calendas” fue el nombre que los romanos dieron al primer día de cada uno de sus meses y los griegos nunca tuvieron esa costumbre ni esa palabra. Por ello es que el uso de “calendas griegas” se emplea para nombrar algo que vendrá en un tiempo que nunca ha de llegar. Humor romano a costa de los griegos.

El calendario de los helenos era del tipo lunisolar y fue mas o menos copiado de los babilonios con algunas variaciones según la región donde se usara. El año ateniense (el de Atenas),  se componía de 12 meses lunares. Al principio cada mes contaba con 30 días, luego hubo que hacer un ajuste con el ciclo lunar alternando un mes de 29 días y uno de 30 días.  Esto produjo un año de 354 días, es decir 11 días menos en relación con el año solar, por lo que intercalaban un decimotercer mes de 30 días después de cada segundo año lunar. Parecía ser todo tan sencillo como si fuera solo cosa de quita y pon.     

LOS ROMANOS

Los romanos pudieron contar con varios calendarios (no iban a ser menos que los griegos), pero no los diferenciaron por regiones, sino por épocas.  El primero de todos dicen que fue instituido por Rómulo, el fundador de Roma, y ha pasado a la historia como el Calendario de Rómulo.

En aquel calendario de los inicios de Roma el año comenzaba con el equinoccio de primavera en martius, en honor al dios de la guerra, Marte, y aunque no todos los historiadores están de acuerdo, este calendario al parecer constaba solo de diez meses.

De ellos, los cinco primeros estuvieron dedicados a sus dioses: aprilis, que  seguía a martius, fue dedicado a la diosa de la fertilidad Apru; maius para Maio, diosa de la primavera, y junius para Juno, la esposa de Júpiter y diosa de los matrimonios. Les seguían quinctilis, el quinto mes, sextilis, septembris, octobris, novembris y decembris.   

Ese calendario se fundaba el el ciclo lunar. Aquellos diez meses no tenían una duración igual, inútil recurso empleado en busca de coincidir con el ciclo lunar: 31 días para cuatro de ellos y 30 para los seis restantes, con lo que lograban un total de 304 días. Resultado: se quedaba muy corto en relación con el ciclo solar.
 
En el año 700 a.C. el emperador Numa Pompilio creó un nuevo calendario que constaba de doce meses y 305 días. Se acortaron los días de varios meses del Calendario de Rómulo y se agregaron los meses de  ianuarius con 29, y februarius con 28 días Se conoce como el Calendario Numa, que de todos modos resultaba corto en relación con el ciclo solar. Para resolverlo, Numa Pompilio ordenó que se le añadiera un mes cada dos años, de 22 días en el segundo y sexto años, y de 23 días en el cuarto y octavo, haciendo un ciclo de ocho años. ¡Muy complicado! Remedio o remiendo que no tuvo seguimiento popular aunque si fue utilizado por los sacerdotes para sus cultos.

El año 46 a.C. marcó el inicio del imperio de Julio César, y de la llegada de un nuevo intento para obtener un calendario capaz de acoplarse con mas exactitud al ciclo solar. Cronometrar el tiempo con mirar solamente a la luna no daba resultado porque con el paso de los años el desajuste se hacía evidente y el invierno llegaba cuando los calendarios marcaban que se estaba en el otoño…

Julio César decidió llevar a cabo una nueva reforma y así surgió el Calendario Juliano. La experiencia de tanto fallido experimento anterior logró hacer que se llegara, si no a la exactitud, al menos a una aproximación muy cercana a ella. Como primera medida se determinó que ese año del comienzo constara de 445 días en vez de 365 para poder corregir la desproporción que existía entre el tiempo real y el que señalaba el calendario.    

Y ya a partir del 44 a.C. todos los años romanos constaron de 365 días y cada cuatro años se agregaba un día al mes de febrero repitiendo la fecha del día 24, que se llamaba “día sexto”. Ese nuevo día, que aparecía solamente cada cuatro años, resultaba ser un segundo “sexto” y por eso se le llamó “bi-sexto”, derivado al español en “bisiesto” con el que hoy en día conocemos a ese año de 366 días que se repite cada cuatro años.  

Sin embargo no todos estuvieron conformes y se empeñaron en establecer un año bisiesto cada tres años en lugar de cada cuatro. Por consiguiente el desfase comenzó a crecer de nuevo y en el año 10 a.C. el emperador César Augusto decidió regresar a la fórmula original del calendario Juliano, aunque antes se tuvo que eliminar durante treinta y seis años el día adicional de cada año bisiesto. No fue sino hasta el año 8 d.C. en que volvió a reinstalarse el original calendario Juliano. Augusto, al igual que lo había hecho Julio César al crear julius, se dedicó un mes a su nombre: augustus.

Parecía que se había encontrado la fórmula mágica y definitiva para medir el tiempo,  pero  el paso  los  siglos  fue demostrando  que  aquella  mínima  diferencia que el calendario juliano no había logrado evitar –pequeño fragmento de hora-, se había ido incrementando en horas y ya llegaba a 10 días en 1582.

EL CALENDARIO GREGORIANO

Mas de doce siglos después, el calendario juliano dio paso a otro preparado por estudiosos de la universidad de Salamanca. Eran los años del Renacimiento de la cultura y del arte, del florecimiento de las ciencias en toda Europa, y para todos aquel calendario ya resultaba obsoleto.

El Papa Gregorio XIII fue su promotor, movido primordialmente por la necesidad de ajustar el calendario al desarrollo de los ciclos astrales, pues para la Iglesia  la fecha de la celebración de la Pascua está regulada por la de la primera luna llena de primavera, lo que en consecuencia también afecta otras fechas religiosas móviles.

Este nuevo calendario por el que aún se rigen nuestros días, tomó el nombre de Calendario Gregoriano. Corrigió grandemente cálculos erróneos de su predecesor pero no ha llegado aún a la perfección, porque adelanta 1/4 de minuto cada año, lo que significa que se requerirá el ajuste de un día cada 3300 años.   

El Calendario Gregoriano mantiene la regla general de años de 12 meses y de un año bisiesto cada cuatro años, aunque con la excepción de los años múltiplos de 100, excepción que a su vez tiene otra excepción, la de los años múltiplos de 400, que sí serán bisiestos. La nueva  fórmula establece que los años serán de 365 días menos los bisiestos que tendrán 366, al agregarse un día al final del mes de febrero. Cuatro meses tendrán una duración de treinta días, y siete contarán treinta y uno, mientras febrero solamente tendrá veinte y ocho salvo en los años bisiestos.

Valga terminar con los fáciles versos que aprendimos en la escuela para recordar la duración de cada uno de esos meses:

Treinta días trae noviembre
con abril, junio y septiembre.
Los demás traen treinta y uno
menos febrero que es mocho
pues solo trae veinte y ocho.