17 de mayo de 2010


El euro:
renovarse o morir

Maribel Núñez, Bruselas
ABC, Madrid, 16-5-10

La semana que acaba será recordada por muchos en Bruselas y, no es para menos, ya que empezaba en la madrugada del pasado lunes con la decisión histórica de «rescatar» a la Eurozona con la nada desdeñable cifra de 500.000 millones de euros, a los que se le añadirán otros 250.000 millones provenientes del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Dinero al que se ha unido también la vital decisión del Banco Central Europeo (BCE) de intervenir en los mercados comprando deuda pública de los países al margen de su calificación financiera.

Esta decisión ha significado un auténtico punto de inflexión en la Unión Monetaria, ya que ha puesto sobre la mesa lo que era ya un secreto a voces: el euro por sí mismo no sirve o, lo que es lo mismo, hay que avanzar hacia un auténtico gobierno económico de la Unión Monetaria o se corre el serio riesgo de que no aguante la presión.

Un vieja idea
Esta tesis, defendida desde hace años por la Comisión Europea, ha sido siempre pospuesta para más adelante por los líderes europeos que, por razones normalmente de política interna, no han visto nunca que fuera el buen momento para ello pero, sin embargo, la crisis actual puede que provoque que esta vez sí cambien las cosas de verdad.

En este contexto, esta misma semana los máximos responsables económicos europeos, como el comisario de Asuntos Económicos, Olli Rehn, han propuesto una batería de medidas para avanzar sin tapujos hacia el mencionado gobierno económico de la Eurozona, entre las que destaca que los países tengan que enviar a Bruselas sus presupuestos antes de que éstos reciban el visto bueno de los respectivos parlamentos, lo que sería un verdadero paso adelante en materia de coordinación fiscal, ya que desde la Comisión Europea se podría ver con antelación los desequilibrios en materia de gastos y recomendar que se siguiera otra línea de actuación.

En el mismo sentido se ha propuesto que las sanciones por rebasar los topes de déficit y deuda pública que marca el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, la base del euro, sean efectivas de tal modo que los países las eviten por todos los medios. Éstas podrían consistir en la pérdida de subvenciones europeas o la imposibilidad de votar en los consejos, entre otras.

El BCE confía en el euro
El propio presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, ha vuelto a insistir en que confía en el futuro del euro y que la decisión de comprar títulos de deuda en el mercado secundario para neutralizar en parte la especulación que había contra algunos estados, a lo que se había negado hasta ahora, «ha sido acertada y rápida y, además, no perjudica la estabilidad de precios a medio plazo. Pero en ningún caso el Banco Central Europeo ha puesto a funcionar la máquina de hacer billetes».

Desde el otro lado del Atlántico, el director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, ha asegurado que la solución de la Eurozona pasa por reforzar la coordinación presupuestaria, sin descartar la transferencia presupuestaria entre países.

Movimientos simétricos
La cuestión de fondo, como explica Antonio Espasa, del Banco Santander, es que «existe una asimetría entre la divisa y los tipos de interés ya que, aunque hay una divisa única, no existe una deuda única, por lo que los ajustes vía divisa de los países con poco peso en la UE resultan imposibles, (...) con lo que la solución a este problema estructural pasa por una misma divisa y una misma deuda, de manera que el movimiento de ambas sea simétrico».

Ulrike Guerot, analista del European Council of Foreing Relations, considera que «la Eurozona ha abierto la puerta pero ahora queda un largo camino por recorrer y hay que dar un salto y estrechar más la unión monetaria y política, tal y como se ha hecho en el pasado con algunas crisis anteriores, que han sido utilizadas para avanzar».

Sin embargo, aplicando el principio de realidad, hasta ahora París y Berlín se han encargado de «dinamitar» cualquier propuesta para avanzar en la unión económica, ya que cuando Francia se ha mostrado más favorable a estrechar la coordinación política y fiscal entre los países del euro, Alemania ha estado reticente a ceder más poder a Bruselas.

A lo anterior se le añade que en 2005 estos dos países, los dos auténticos «poderes fácticos» de la UE, se encargaron de «descafeinar» el Pacto de Estabilidad que ahora tanto defienden con el argumento de que se podía dejar de cumplir en tiempo de crisis.

Ilustración: Google
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