19 de mayo de 2010

Trilogía por Martí

Norman Rodríguez

I

«Sangrante, pero libre..».
Martí

«Sangrante, pero libre...» Ibas así:
como una claridad multiplicada
que no se arrepentía sobre nada...
Martí de los Apóstoles, Marti

de los que cuidan mármoles aquí,
de los que anudan una clarinada
de truenos y palomas... ¡Qué colmada
la pena de tus lámparas, Martí!

Hay que seguirte en pasos y en sonido,
desenterrar tu nombre preferido
y hasta llevarte a cuestas en el canto...

Porque eras de puro oro, del más pleno,
y fuiste simplemente un hombre bueno,
«sangrante, pero libre»: casi un santo.

II

«Para mí ya es hora...»
Martí

Toda la gloria vino de tu frente.
La libertad de tu grandeza vino.
Hiciste la andadura y el camino
con tu papabra de jazmin vidente.

Los hombres te siguieron dócilmente,
como se sigue a un ángel; y el Destino
dispuso que tu ensueño cristalino
se volviera estrella refulgente.

¿Cómo hacías, Apóstol, para darte
en azul, en dolor, en estandarte?
¡Te sobraban mañanas en la voz!

Y llegaste a la cita presentida
con un beso creciendo para herida.
Hoy hablas en silencio, como Dios.

III

«La libertad no muere jamás de las heridas que recibe»
Martí

Ahora, en esta hora tan oscura
-la más oscura que marcó el horario-
extrañamos tu gesto necesario
y aquella majestad de tu figura.

Hoy el cielo te mide la estatura
y la estrella se da en tu vecindario.
¿Que de todos tus sueños, visionario,
la Patria no es siquiera abreviatura?

¡No importa! Tú subsistes y eres clave:
lo sabe el Cauto, el Yumurí lo sabe.
¿Que la Patria es un antro, una tronera,

una franja mefítica y vacía..?
¡No importa! Queda luz en la bandera,
¡y tu amor la sostiene todavía!

Norman Rodriguez, (1926-1992) poeta cubano nacido en Matanzas
Ilustración: Muerte de Martí en Dos Ríos, óleo sobre lienzo, Carlos Enríquez, Google
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