14 de octubre de 2009

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“¿Qué hora es?
¡La que usted quiera, Presidente!”

Por Manuel Márquez-Sterling

Dicen que cuando le anunciaron a su madre, una mujer humilde en Córcega, que a su hijo Napoleón lo iban a coronar emperador en Francia, la mujer exclamó: ¡Esto no termina bien! Llevó unos cuantos años pero así fue, con su hijo en un exilio en la isla de Santa Elena, una roca volcánica perdida en las inmensidades del océano Atlántico, y con una Francia que había perdido toda una generación de jóvenes en los campos de batalla de Europa.

A la noticia de haberle concedido el Premio Nobel al presidente Obama la reacción fue muy extendida y la frase de todos casi unánime fue: “¿Por qué, si el fulano este no ha hecho nada?” La respuesta oficial ante esta reacción no tardó en venir: “No. No fue por haber hecho algo, sino por lo que va a o puede hacer.” “¡Qué!” “Sí, por lo que Obama va a hacer.” ¡Cómo!

Realmente este anuncio, y la razón de la adjudicación de tal premio nos llevó varios minutos para volver a nuestros cabales. “Pero aquí no hay lógica. ¿Qué es esto, la lógica de la sin razón? No, no, seguimos soñando… Suspendan esta pesadilla”.

De acuerdo con esta lógica este premio debieron, en sus días, habérselo otorgado a todos los dictadores y tiranos del mundo, desde Hitler, pasando por Stalin y Chávez hasta llegar a Castro. ¿Por qué? Pues, porque todos ellos llegaron al poder prometiéndole a sus pueblos las cosas maravillosas que iban a hacer. Y que conste, no comparamos aquí al presente presidente con esta pandilla, si no con Carter, Pierce, y otros ineptos que pasaron por la presidencia de este país.

Definitivamente, hay que llamar a los que otorgan la admisión al Salón de la Fama del béisbol para que admitan en su seno a todos los novatos que este año debutaron en las grandes ligas, por lo que pudieran hacer de aquí a unos quince años. Y también a todos los niños que en este momento están naciendo en el mundo por lo que pudieran hacer en un futuro.

Así mismo habría que habérselo otorgado a Nerón, el emperador romano, pues los dos o tres primeros años de su reinado fueron modelo de lo que debe ser un gobernante justo. Dicen que el orate al ser coronado le confió a Séneca, que lloraría el día que tuviera que firmar una sentencia de muerte. El tipo no paró de llorar después de decir esto.

“Y ¿no dijo Fidel Castro en sus primeros días de gobierno que ya jamás las madres cubanas volverían a llorar en su país? Pero mejor no mencionar esto no vaya a ser que se lo den retroactivo o póstumo con la explicación de que fue Kennedy o Reagan los que lo llevaron a hacer lar barbaridades que le ha inflingido al pueblo cubano.

Pero estos noruegos no son tan estúpidos. No. Aquí hay más. Aquí hay una agenda, y ésta no es nuestra explicación. Ya lo han dicho los que saben de estas cosas que pasan detrás de las cortinas y las bambalinas del teatro que es la vida. La razón ha sido docente. O sea, que este comité se ha erigido en el rector cívico y maestro de la conducta cívica-política del pueblo americano, y para darle una lección sobre por quienes deben votar para presidente en el futuro le han dado este premio a quien menos lo merece, a un parlanchín que habla mucho y no hace nada. Y por supuesto, todo esto es un ataque a Bush, quien se ha convertido en el totí de aquellos que se juzgan a si mismos como los poseedores de la verdad absoluta. ¡Ah, ese complejo de superioridad europeo sobre los americanos, que viene rodando desde hace ya más de doscientos años!

Si fuéramos a pensar las cosas con la lógica que ya no existe, y se quisiera aleccionar el premio Nobel se le debió otorgar al pueblo de los Estados Unidos, por haber dado la prueba de que ya no es racista y que para demostrarlo votaron por un individuo que a todas luces no tenía un ápice de los méritos requeridos, no solo para gobernar a una nación sino para merecer el premio Nobel.

Por último, no queremos ni pensar lo que hará este premio con el narcisismo del premiado. Ya ha anunciado –no nos sorprende nada- que irá en persona a recibirlo. A los pavos reales les encanta exhibir las plumas de su cola. ¿Se imagina usted, lector cuantos “yos” y “mis” habrá en su discurso de aceptación? ¿O es que usted no se ha dado cuenta todavía que este presidente conjuga todos los verbos en la primera persona del singular? Y con esta guataquería internacional sin precedentes ¿cuan lejos no estamos ya de aquello de, “¿Qué hora es? ¡La que usted quiera Presidente! “Esto no termina bien.”

Manuel Márquez Sterling
Diario Las Américas
Publicado el 10-13-2009

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