Luarca
la Villa blanca de la Costa Verde
Ana Dolores García
Escondida en la costa asturiana, Luarca es una tranquila villa de casas blancas que conserva todo el encanto y atractivo de su tradición marinera. Las construcciones más características de esta villa son el faro, la capilla de La Atalaya y el cementerio sobre la costa cortada a pico, donde reposan los restos del premio Nobel Severo Ochoa, natural de esta localidad.
Es la capital del concejo de Valdés, del que alberga su Ayuntamiento. Está situada a 100 kms de Oviedo, y por ella pasa una de las rutas del Camino de Santiago. También la bordea la nueva autopista del Cantábrico, así como el lujoso tren Transcantábrico, que incluso le reserva una parada aprovechada por sus pasajeros para conocer la villa.
La parroquia se constituyó en el año 912 y fue dedicada a Santa Eulalia. La iglesia parroquial primitiva quedó completamente destruida al igual que una segunda iglesia. La actual data de 1879 y conserva hermosos retablos barrocos de la iglesia anterior. En su exterior se aprecia un antiquísimo crucero que marca la ruta del Camino de Santiago, con la característica inusual de poseer talladas, a cada cara, las imágenes de Cristo y de María.
El faro, la capilla de la Atalaya -dedicada al milagroso Cristo Nazareno-, y un cementerio al que muchos consideran uno de los más hermosos del mundo por el lugar en que está situado, se empinan sobre las escarpadas rocas para ofrecernos un conjunto monumental por si mismo y, además, para servir de balcón natural que ofrece al visitante una espléndida vista de la villa y su puerto.
Más abajo, llegamos al que se considera el barrio más antiguo de la villa: el del Cambaral. Allí no hace muchos años se levantó un monumento a los marineros fundadores. A los que incluso se atrevían a la pesca de la ballena, y que se reunían alrededor de una mesa para decidir si salían o no a la mar en caso de tormenta. Se dice que cada miembro de este «Gremio de Navegantes y Mareantes», votaba con una piedra. Sencilla muestra de democracia medieval. El monumento se llama precisamente «La Mesa», construida con azulejos, al igual que los quince mosaicos contiguos en los que se nos cuenta la historia de Luarca, las luchas de sus hombres contra corsarios, piratas, o las tropas de Napoleón.
Luarca se camina pronto. Es una tacita rodeada de montañas y, por eso, a pesar de su pequeñez se hace fatigoso el andar por ella. El encanto de los parajes nos hace olvidar el cansancio y nos arriesgamos por las intrincadas calles del modesto barrio de la Pescadería, donde tienen sus casas los hombres que salen a faenar al mar. Bajamos luego a las playas, ya a nivel del mar, junto al que se suelen aprovechar sobre la arena los días de sol o desafiar el frío de las aguas del Cantábrico
Un pequeño río -el Negro-, divide el pueblo en dos, aunque siete puentes estrechos se las valen para unirlo de nuevo. Luarca, casi desierta, bosteza el cansancio de la juerga de la víspera. Es el día de San Timoteo, y anoche lo esperaron con fuegos artificiales y verbena. Ahora, soñolienta, espera el regreso de los que siguen prolongando el San Timoteo en el campo de la ermita. Luego vendrán a la caída de la tarde fartucos de sidra y vino después de misa y merienda. Y (casi todos los años bajo la lluvia), los jóvenes se empujarán unos a otros y se tirarán al río. .
Cuando Luarca da su espalda al mar, es el paisaje verde de Asturias el que la embellece.
POEMA DE LUARCA
Hay un tajo erguido en la roca viva
que el mar abrió tal vez con sus enojos,
un lindo pueblo de hermosura esquiva
que nunca entero muéstrase a los ojos.
Lo parte en dos por gala y bizarría
un río con sus aguas transparentes,
que fluyen sin cesar con armonía
bajos los arcos de sus siete puentes.
Coro inmortal de dichas y de penas,
muévese el mar allá, manso o bravío;
y en el áureo tazón de sus arenas
bebe de un sorbo el susurrante río.
Mas, como en un gesto a Santa Eulalia,
al entrarse en la villa pintoresca
el mar calma sus iras, y así ensaya
una tierna canción, vibrante y fresca.
Su mucha gentileza le ha vencido,
y el monstruo fiero de terribles iras
trueca el fragor del áspero sonido
en suspirar de flautas y de liras.
Hallando el valle estrecho a su hermosura
busca Luarca más luz, más horizonte:
trepan las casas por la roca dura,
y es un anfiteatro todo el monte.
Y en las noches de estrellas florecidas
que se abren por millares de millares
fulgen las de la villa confundidas
con las rápidas luces celestiales.
Y en tanto el mar, rumiando sus querellas,
pone en la noche su órgano sonoro,
mientras arden las fúlgidas estrellas
como ardientes lámparas de oro.
Casimiro Cienfuegos Rico
Fotos y Texto:
Ana Dolores García
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Esta entrada te ha quedado preciosa. Es bellísima Luarca.
ResponderEliminarCariños,
Maggie
Maggie, quizá me esmeré porque Luarca es una villa muy querida por mí. Y eso que se quedan muchas cosas por contar, como su gastronomía y los deliciosos pastelitos de hojaldre de sus confiterías...
ResponderEliminarMe alegro te haya gustado Luarca: merece la pena visitarla.
Lola
Hola Lola, acabo de leer tu artículo sobre Luarca. Me encanta como escribes, tienes una narrativa maravillosa, hace un par de años que visite este maravilloso pueblo, como toda Asturias y toda España, y hoy he vuelto a pasear por sus calles, ver su rio y degustar unas "tapitas" con sus viños y sidrina correspondientes. Gracias por este rato. Un afectuoso saludo. Juan
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias Juan por ese comentario tan halagüeño. Imagino que además de las tapitas y la sidrina habrás degustado también algún pastelito de «La Karana». ¡Son deliciosos! Pero bueno, el hojaldre es delicioso en toda España. ¡Qué te voy a contar! Saludos y afectos también para ti y los tuyos,
ResponderEliminarLola
Querida Lolita,
ResponderEliminarAcabo de leer tu muy interesante articulo en la Gaceta sobre Luarca, la Villa Blanca de la Costa Verde, que se ve como un lugar muy bonito y acogedor, el cual me encantaria visitarlo, al igual que toda la region cantabrica. Tu fuiste ahi recientemente? Me imagino debes haber pasado unos dias encantadores en tan tipico y acogedor pueblecito. El nombre Villa Blanca me trajo muchos recuerdos pues yo soy de Caibarien, en lo que era la provincia de Las Villas, que tambien se llamaba Villa Blanca. Claro, ahora es una villa muy sucia y acabada, con muchas casas cayendose.
Blanquita
Saludos, Blanquita, ¡de la Villa Blanca cubana!
ResponderEliminarTienes razón, Luarca es una villa encantadora con un clima maravilloso en el verano (no sé cómo será en invierno). Sí he estado varias veces allí, pues es la cabeza del Concejo (Municipio) de donde eran mis padres, cuyo pueblo dista solamente 24 kms de Luarca, en un valle no menos encantador: el Valle de Paredes. Embúllate en el verano a visitar a los Roca y llégate hasta Luarca.
Cariños,
Lola
Todo lo que tienes de Asturiana te salió del alma en lo que escribiste sobre Luarca, bello pueblo costero. Dan deseos de irse de vacaciones por allá ¿verdad?
ResponderEliminarRamón
¿Cómo te diste cuenta de ello, Ramón? Aparte de que aquellos contornos son los de toda mi familia, Luarca tiene también su propia belleza y más méritos aún como para visitarla -si fuera posible- todos los veranos.
ResponderEliminarMuchos cariños a ustedes,
Lola