Por Roberto Méndez Martínez
Varias veces hemos escuchado, con motivo
del Jubileo por los 400 años del hallazgo de la imagen de Nuestra Señora de la
Caridad, un himno a ella dedicado:
Salve,
salve, delicias del cielo
Virgen pura, suprema beldad,
salve excelsa Patrona de Cuba
Madre hermosa de la Caridad.
Virgen pura, suprema beldad,
salve excelsa Patrona de Cuba
Madre hermosa de la Caridad.
Pocas personas saben que la música que acompaña
esta composición se debe a la inspiración de un pedagogo, compositor y animador
cultural catalán que pasó la mayor parte de su vida en Cuba y al que, lamentablemente, a pesar de su
notable ejecutoria, hoy se recuerda muy poco: Félix Rafols Rafols (Barcelona,
1894-Camagüey, 1961).
Según la tradición, comenzó los estudios de música en la Ciudad
Condal, con apenas cinco años. Hacia 1900 ingresa en la célebre escolanía del
monasterio benedictino de Montserrat, donde permanece interno por varios años,
allí bajo la supervisión del maestro Mas i Serracant estudia disciplinas como
canto, piano, órgano, además de idiomas e instrucción general. Se afirma que su
primera composición musical, de carácter religioso, la estrenó a los doce años
de edad, en la sala de conferencias del monasterio con la presencia de los
monjes y los estudiantes allí matriculados.(1)
Tal era el talento que el adolescente mostraba, que el abad de
Montserrat dispuso en 1910 que recibiera clases de piano y órgano con el
maestro Rafael Governa; bajo su supervisión hizo su debut como pianista poco
después en el Ateneo de Barcelona. Entonces pudo ingresar en la célebre
academia del compositor Enrique Granados, donde llegó a obtener el Gran Premio
y formó parte del cuadro de profesores de la institución.
Tal parecía que el joven maestro haría una brillante carrera musical
en una región tan propicia a ello como Cataluña. Era solicitado como ejecutante
del piano en diversas instituciones, a la vez, gana unas oposiciones para
dirigir el Orfeón Montserrat del Centro Moral Instructivo de Gracia, además
conduce los coros del templo de la Sagrada Familia, la monumental iglesia que
Gaudí dejara inconclusa. Le quedó tiempo para fundar el Trío Montserrat
–compuesto por violín, violonchelo y piano, este último ejecutado por él–,
dirigir la Orquesta Artística de Barcelona y estrenar en el prestigioso Palacio
de la Música Catalana su primera gran composición: Cançó de la Rosa,
para solistas, coro y orquesta.
¿Por qué dejaría Rafols una atractiva carrera en su país para
emigrar a América? No hay que olvidar que, a pesar de su fama de opulencia
comercial e industrial, Barcelona sufre también la crisis económica española de
inicios del siglo xx. Perdidas las
colonias, mal conducido el reino por la monarquía vacilante de Alfonso XIII, se
agudizan las contradicciones entre obreros y capitalistas, hay huelgas,
represión y un apreciable desarrollo del anarquismo. Los sucesos de la “Semana
Negra” de Barcelona en 1909, con sus asaltos y quemas de templos y conventos tienen
que haber impresionado al joven Rafols. La música es una profesión hermosa,
pero hay demasiada competencia y escasa remuneración en aquella tierra y, como
muchos de sus coterráneos, emprendió la prometedora ruta hacia el Nuevo Mundo.
Desde un tiempo antes, Félix había recibido propuestas de trabajo de
diversos puntos de Sudamérica y Cuba, es curioso que aceptara la que parecía,
al menos desde el punto de vista artístico, menos prometedora. Se trataba de la
invitación de la sociedad regional Germanor Catalana (Hermandad
Catalana) de Camagüey, presidida por el industrial Hermenegildo Pijuan, para
encargarse de su recién fundado Orfeón. No hay que olvidar, sin embargo, que en
ese instante Cuba vivía el breve período conocido como la Danza de los Millones
y que el peso cubano, equiparado al dólar norteamericano, valía muchísimo más
que la peseta española y aquella sociedad nucleaba a importantes figuras del
comercio y la industria en la localidad, que aseguraban al joven artista una
protección notable para comenzar su vida en aquella tierra.
Rafols embarcó hacia La Habana el 12 de marzo de 1919 en el vapor Barcelona
y llegó a tierra principeña en el mes de abril. Inmediatamente comenzó a
trabajar con la agrupación coral con la que debutó un tiempo después en el
Teatro Avellaneda de aquella localidad. Para una de las presentaciones de esta
entidad compuso el Himno a Camagüey con letra del poeta Virgilio
Teixidó. A la vez, el joven se desempeñaba como Maestro de Capilla de las
Escuelas Pías, institución en la que siempre se sintió en familia, pues la
mayoría de los religiosos que allí impartían clases procedían de Cataluña.
Durante años el maestro se hizo cargo de concertar el canto y la música
instrumental en las grandes ceremonias religiosas del colegio, primero en el
antiguo templo de San Francisco, anexo a este y luego en el que le sustituyera,
el majestuoso edificio neogótico consagrado al Sagrado Corazón de Jesús.
La llamada Ciudad de los Tinajones, dotada de una larga tradición
cultural, pero afectada seriamente por la destrucción económica de la región
durante la pasada guerra, comenzaba a despertar al nuevo siglo. Poetas,
periodistas, músicos, procuraban poner al día las letras y las artes en el
territorio. Rafols fue un importante colaborador en estos menesteres. Poco
después de su arribo se hizo cargo del Instituto Musical de Camagüey,
incorporado al Conservatorio Hubert de Blanck de La Habana, la más prestigiosa
institución de docencia musical de su tiempo. La filial camagüeyana había
estado dirigida por José Molina Torres, pero como desde hacía unos años el
maestro residía en la capital, tenía como suplente a otro músico, Arcadio
Menocal.
El Instituto estaba ubicado en un viejo caserón de la calle
República,(2) esquina al callejón de Castellanos. Hizo
reedificar el inmueble y acondicionó su sala como un pequeño auditorio público.
Su objetivo no se limitaba a impartir clases de piano a las “niñas bien” de la
localidad, sino a promover el amor por las artes, por medio de veladas
poético-musicales, además de las oposiciones anuales para sus alumnos, en las
que ofrecía medallas de oro, plata y bronce.
Recuerdo, en mi más temprana infancia, haberme asomado con
curiosidad a aquella sala –ya el Maestro había muerto pero la institución
todavía funcionaba– que tenía para mí un aire misterioso. A la derecha de la
entrada había levantado un pequeño tablado, flanqueado por dos grandes bustos
de Beethoven y Wagner y al fondo de él, como detalle curioso estaba un
antiquísimo piano, de los llamados “jirafa”, que era toda una curiosidad.
Presidía el auditorio una réplica de la mascarilla mortuoria de Beethoven, que
me impresionaba sobremanera y de las paredes colgaban cuadros y tapices, entre
ellos una copia de la Santa Cecilia de Carlo Dolci, debida a la mano del
pintor catalán Juan Albaijés Ciurana, también establecido en Camagüey.
Allí trabajaría el maestro y durante décadas residió además en
este lugar, hasta que se hizo construir en las afueras de la ciudad una especie
de villa al modo catalán, a la que hizo llamar La Masía Rafols, su hogar hasta
sus últimos días junto a su esposa, la valenciana Josefina Soria. Pero en la
casa de República siguieron ofreciéndose frecuentemente veladas musicales.
Rafols, con una inquietud artística excepcional, trabajó con el
profesor y periodista español Medardo Lafuente y con el jurista, poeta y
arqueólogo Felipe Pichardo Moya, en la creación de una Comisión de Veladas
Íntimas destinadas a promover la música y la literatura, y junto a otras
personalidades locales fundó el Ateneo de Camagüey(3) en 1921, que tuvo corta
vida. Colaboraba además con la Sociedad Popular de Santa Cecilia, la Colonia
Española y otras entidades.
Eso no impidió que hacia 1929 viajara durante algunos meses por
Europa, y se detuviera en París, para completar su formación como compositor
con un cursillo sobre técnicas musicales modernas, en la Schola Cantorum
que fundara Vincent D’Indy.
El programa del Conservatorio Rafols era más amplio y exigente
de lo usual, sobre todo para ser de una ciudad del interior del país, pues,
además de las asignaturas comunes incluía composición e instrumentación,
estudio de las formas musicales, análisis e interpretación y prácticas de
pedagogía. Llegó a tener tal prestigio que se le llamaba “El Decano de los
Conservatorios camagüeyanos”.
Hacia 1929 solo otra institución podía competir con esta: la
filial del Conservatorio Peyrellade, dirigida por el cubano-nicaragüense Louis
Aguirre D’Orio, ubicada en Avellaneda 51, a pocos metros de Rafols. La
rivalidad entre ambas entidades y directores llegó a tener ribetes de comicidad
y nutrió durante décadas el folclore local, aunque es preciso reconocer que
ambos compartieron un prestigio muy superior al del resto de los centros de
enseñanza de la región y una labor de extensión cultural poco usual en aquellos
predios.(4)
En 1937 se creó la Asociación de Exalumnos del Conservatorio Rafols,
que además de celebrar veladas artísticas, ofreció becas a alumnos de escasos
recursos y preparó colectas en beneficio de la niñez. También funcionaron como
sociedad promotora de presentaciones artísticas en la ciudad, entre ellas
lograron llevar la Orquesta Sinfónica de La Habana dirigida por Gonzalo Roig,
la arpista Margarita Montero y la bailarina española Rosita Segovia.
Existe una crónica del periodista Mario Rafael Silva, fechada en
diciembre de 1939 que reseña uno de los actos públicos que acostumbraba ofrecer
el Conservatorio como final de curso. Tenía carácter didáctico, pues las
alumnas que iban a interpretar obras en el programa iban ataviadas con trajes
supuestamente de la misma época en que las piezas fueron compuestas, mientras
en una pantalla, al fondo del escenario se proyectaba una silueta del
compositor correspondiente y el periodista Luis Pichardo ofrecía algunos datos
sobre el mismo. A juzgar por el programa, se hacía un recorrido por los
instrumentos de teclado desde el clavecín hasta el piano con obras de Bach,
Mozart, Weber, Chopin, Liszt y otros creadores.
La velada concluyó con la presentación de la Coral de la institución.
Algún detalle hoy nos parece de mal gusto, como el hecho de que el piano de
concierto fuera forrado con papel plateado, pero el interés por promover la
educación musical de sus alumnos y del público en general era indudablemente
positivo.(5)
Paralelamente, el artista desarrollaba una labor compositiva que ha
sido poco divulgada. Algunas de sus partituras fueron impresas en cortas
tiradas, como ocurre con el vals para piano A tus lindos ojos, camagüeyana,
conservado en los fondos de la sala de música de la Biblioteca Provincial de
Camagüey. El breve catálogo de sus obras que coloca Radamés Giro en su Diccionario
enciclopédico de la música en Cuba incluye un Cuarteto para cuerdas;
Danza oriental, Ensueño y Final, para orquesta; La canción de la
azucena, para voz y piano; Parodia musical, para coro y banda; a lo
que podríamos agregar numerosos arreglos de canciones populares catalanas para
coro, así como las cantatas Montserrat y Mater admirabilis, ambas
con textos del poeta Miquel Saperas, estrenada la primera de ellas en 1954 en
el Palacio de la Música Catalana y la segunda en 1956, en el mismo escenario,
ahora con el apoyo de la Orquesta del Gran Teatro del Liceo y la Masa Coral de
Terrassa.(6)
El 19 de febrero de 1954, la Orquesta Filarmónica de la Habana,
dirigida por Manuel Duchesne Morillas realizó el estreno mundial de su esbozo
sinfónico Visión evocadora, durante un concierto en el Teatro
Auditorium, en un programa que incluía obras de Beethoven y Chaikovski, que fue
repetido al día siguiente. Cinco días después la obra fue vuelta a tocar en
otro concierto de la Filarmónica en la Plaza Cadenas de la Universidad
habanera, en el que además actuaba el vioinista Juan Fernández Ledón. La
partitura de Rafols había sido compuesta dos años antes y no ha vuelto a
ejecutarse desde entonces.(7)
Durante su visita a Barcelona en 1954, fue entrevistado por el
periodista Manuel del Arco Álvarez para su sección diaria “Mano a mano” en el
periódico La Vanguardia. El texto apareció el 6 de octubre, acompañado
de una caricatura de Rafols realizada por el mismo entrevistador, como era
habitual. Del Arco se había hecho conocido por sus interviews ligeros y
provocadores, donde procuraba obtener confidencias de celebridades y preguntar
cosas que las pusieran en aprietos para caricaturizar mejor su carácter. Gracias
a ese encuentro podemos saber que el Maestro estaba de viaje “con pasaporte
diplomático del Gobierno de Cuba en misión oficial, para estudiar el momento
musical de Europa” y que en su catálogo hay más de 150 obras “casi todas
inéditas” debido a “que no tienen venta; la música clásica tiene poca salida y
la impresión es sumamente cara”.
A la chusca pregunta del periodista: “¿Por qué no escribe rumbas?”
responde –sin humor alguno–: “¡Un músico de corazón no hace música de barrio!”.
Consideró como los compositores más notables de la Isla a Ignacio Cervantes,
Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla, pero se negó a nombrar a ninguno de
sus contemporáneos. Al parecer, la entrevista se cortó radicalmente cuando el
reportero le preguntó si había compuesto pasodobles toreros o mambos… El
periodista, feliz con sus provocaciones concluye: “Estaba negro…”
Los viajes de 1954 y 1956 fueron quizá los últimos triunfos de
este pedagogo. A ellos podría añadirse el último lauro que pudiera ganar: el
Primer Premio en el concurso nacional convocado por la Acción Católica Cubana
para poner música al “Himno a la Virgen de la Caridad del Cobre”, cuya letra
había sido creada por el padre Juan José Roberes hacia 1936. Este fue cantado
durante varios años en ceremonias religiosas con la música del Himno
Nacional cubano o del Himno Invasor. La partitura de Rafols fue
estrenada durante la clausura del Congreso Católico Nacional en la Plaza
Cívica, en noviembre de 1959, saludando la llegada de la imagen de la Patrona,
trasladada a esos efectos desde El Cobre.(8) Desde entonces es la única obra de este músico
que ha seguido interpretándose sistemáticamente en Cuba, aunque muchas veces
quienes la interpretan ni siquiera conocen el nombre del autor.
La salud de Rafols había comenzado a resentirse con un
padecimiento renal. Al triunfar la Revolución Cubana en 1959 su conservatorio
siguió funcionando, pero muchos de sus discípulos y colaboradores salieron del
país o se retrajeron de la vida pública. Las nuevas autoridades auspiciaron la
creación de una nueva Escuela de Arte y propiciaron conciertos gratuitos, la
fundación de una orquesta sinfónica y un coro profesional, pero miraban con
cierta desconfianza al catalán, que había estado en buenas relaciones con
gobiernos anteriores, hasta el punto de lograr apoyo para sus viajes y
presentaciones. Los conflictos que surgieron entre la Iglesia y el nuevo Estado
acabaron por amargar su existencia, particularmente en el año 1961, cuando, en
torno a la invasión de Playa Girón, es detenido el obispo de Camagüey Carlos
Riu Anglés, catalán como él, y ocupado por milicianos el Colegio Escolapio,
antes de la definitiva intervención de las escuelas católicas en junio de ese
año.
En aquel verano algunos afirman que Rafols preparaba los
documentos para su salida del país, pero su salud se había agravado. Aunque
conservaba su residencia en la Masía, pasaba más tiempo junto a su esposa en el
local del Conservatorio, quizá para estar más cerca del auxilio de los médicos.
Allí lo sorprendió la muerte el 18 de agosto de 1961, a punto de cumplir los 67
años de edad y 42 de fecunda estancia en Cuba. El Dr. Francisco Martínez de la
Cruz, conocido médico católico y vecino de la institución fue llamado para
atender al agonizante y certificó su defunción a causa de una nefritis crónica.(9) Sus restos fueron depositados en el Cementerio
General de Camagüey.
El Conservatorio mantuvo su labor por unos años, primero a cargo
de Rosa María Rafols, hija adoptiva del compositor y cuando esta se estableció
en el extranjero junto a Josefina Soria, se hicieron cargo de él antiguos
profesores, hasta que fue nacionalizado en 1968.
Hoy Félix Rafols es una figura apenas recordada por los contados
discípulos o amigos que sobreviven y uno que otro investigador. Su impronta en
la cultura cubana espera ser estudiada con más profundidad.
Notas
1 Xavier
Ripoll: “El maestro Félix Rafols Rafols”, en Camagüeyanos por el Mundo,
http://www.camagueyanos.com/quienes/camagueyanos/rafols.html.
Consultado el 17 de abril de 2011. Esta valiosa semblanza ha resultado muy útil
para completar datos para este artículo.
2 El
número antiguo de la edificación era 71, el actual es 224. Allí radica hoy el
Centro Provincial del Cine.
3 Su
local social era en Cisneros 53 y según su reglamento estaba destinado al
“sostenimiento y propaganda de la cultura general”. Se proponía celebrar
conferencias, exposiciones y “una fiesta bailable al año”. Por dificultades
económicas no logró prosperar.
4 El
Conservatorio Rafols no solo llegó a tener filiales en las localidades
camagüeyanas de Nuevitas, Ciego de Ávila y Morón, sino en las orientales de
Gibara y Holguín.
5 Cf.
Gustavo Sed, Roberto Méndez y Ana María Pérez: “Historia de la pedagogía
musical en Camagüey: un rescate necesario”, Camagüey, 1992, ejemplar
mecanografiado, p. 21.
6 Hace
años pude localizar entre un montón de papeles desordenados, procedentes del
Conservatorio Rafols, una particella manuscrita de la Cantata de Navidad
creada por este autor, no sabemos si estrenada, pero al parecer nunca impresa.
El valioso ejemplar lo doné a la Sala de Música de la Biblioteca Provincial de
Camagüey, en cuyos fondos debe encontrarse.
7 Cf.
Maruja Sánchez Cabrera: Orquesta Filarmónica de La Habana. Memoria
(1924-1959), La Habana, Editorial Orbe, 1979, pp. 38 y 115.
8 Véase
Ana Dolores García: “El Himno a la Virgen de la Caridad del Cobre”, en Virgen
de la Caridad del Cobre, sitio web oficial, arquidiócesis de Santiago de
Cuba (www. virgendelacaridaddelcobre.org).
9 Juzgado
Municipal del Norte y Sur, Libro 18, 19 de agosto de 1961. Su entierro fue
registrado ese mismo día en Registro de Inhumaciones, folio 68, entrada 1368.
Reproducido de Palabra Nueva, Diócesis de La Habana, Cuba.
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