Descanse en libertad,
Oswaldo Payá
Yoani Sánchez
Nadie debería morir antes de alcanzar sus sueños de libertad. Con el fallecimiento
de Oswaldo Payá (1952 – 2012), Cuba ha sufrido una dramática pérdida en su
presente y una insustituible ausencia en su futuro. Ayer domingo no sólo dejó
de respirar un hombre ejemplar, padre amoroso y católico ferviente, sino
también un ciudadano imprescindible para nuestra nación.
Su tenacidad asomaba desde que era un adolescente, cuando prefirió no
esconder los escapularios –como hicieron tantos- y en lugar de eso sostuvo
públicamente su fe. En 1988 su responsabilidad cívica fraguó en la fundación
del Movimiento Cristiano Liberación y años después en la iniciativa conocida
como Proyecto Varela.
Recuerdo –como si fuera hoy- la imagen de Payá a las afueras de la
Asamblea Nacional del Poder Popular aquel 10 de marzo de 2002. Las cajas cargadas
con más de 10 mil firmas sobre sus brazos, mientras las entregaba al
tristemente célebre parlamento cubano. La respuesta oficial sería una reforma
legal, una patética “momificación constitucional” que nos ataría de forma
“irrevocable” al actual sistema.
Pero el disidente* de mil y una
batallas no se dejó amilanar y dos años después él y otro grupo de activistas
presentaron 14 mil rubricas más. Exigían con ellas la convocatoria a un
referendo para permitir la libertad de asociación, de expresión, de prensa, las
garantías económicas y una amnistía que liberara a los presos políticos. Con la
desproporción que lo caracterizaba, el gobierno de Fidel Castro contestó con
los encarcelamientos de la Primavera Negra de 2003. Más de 40 miembros del
Movimiento Cristiano Liberación fueron condenados en aquel marzo aciago.
Aunque no fue detenido en aquella ocasión, Payá padeció durante años
la vigilancia constante sobre su casa, los arrestos arbitrarios, los mítines de
repudio y las amenazas. Nunca desaprovechó un minuto para denunciar la
situación penitenciaria del algún disidente, ni la condena injusta de otros.
Jamás lo vi descomponerse, gritar, ni insultar a sus contrincantes políticos.
La gran lección que nos deja es la ecuanimidad, el pacifismo, la ética
por encima de las diferencias, la convicción de que a través de la acción
cívica y de la propia legalidad la Cuba inclusiva nos queda más cerca. Descanse
en paz, o mejor aún, descanse en libertad.
*disidente, según la RAE: Separarse de la doctrina común, creencia o
conducta. Payá no era un “disidente” porque nunca compartió ni creyó en la
conducta del régimen castro-comunista. Payá fue siempre un oposicionista
pacífico, ¡que ya es mucho!
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