La espontánea cobardía.
Lic. Amelia M. Doval
Somos esclavos del miedo, tememos de nosotros y de los que nos rodean, de la sociedad y su intríngulis. Temer a la muerte es más justificado que los sentimientos devastadores que nos aprisionan y nos matan en vida. El miedo es prudencia, recato, es un símbolo que nos enseña a detenernos por propia voluntad.
El éxito de algunos gobernantes está justamente en dialogar con el temor y a través de éste; mientras más se arraiga el sentimiento en las masas, más se preserva el poder, se destruyen los axiomas, la voluntad, el deseo. El enemigo creado por los estados, es amigo imperecedero de los gobiernos porque aúna en sentimientos a las masas y las vuelve dependientes de una supuesta protección, en el mismo instante que transforma la cercanía en riesgo de ser sospechoso hasta de si mismo.
Casi ningún gobierno o institución que funcione como tal menosprecia el efecto espontáneo de los pueblos de sentirse atrapado por el irrefrenable deseo de protección ante el miedo constante de la caída.
Cuando me pregunto qué son cincuenta años de mentira no descubierta en la mente de un pueblo, la respuesta no se hace esperar. Es medio siglo de abarrotar las mentes con un mensaje transitable entre la muerte y el sobresalto de vivir sin tener lo que no se posee, pero un discurso avasallador y rutilante les hace creer que son dueños y únicos guardianes de un villancico dorado, el encanto poseído.
El estado arremete facultativa y tácitamente contra la voluntad del ser humano cuando recrea su discurso tratando de reforzar las convicciones de espantosa realidad con el único objetivo de conservar el poder de fuerza rectora. Se hace legítimo y constitucional el miedo, se nacionaliza el deseo de ser protegidos por quienes crean el sentimiento.
De este modo es como único justificamos la ineptitud de las masas ante la opresión de un gobierno. Cuba se tambalea como bebedor primerizo cuando trata de avanzar sobre el mundo, tiembla su estructura y fortalece el poder.
Comencemos por robar el miedo, enfrentar la realidad, es la terapia más eficaz. Demostremos que estamos conscientes de la voluntad de los gobiernos pero, no podemos dejarnos involucrar. Somos humanos, tenemos la debilidad de ser y sentir que el borde, puede ser precipicio.
El miedo es la apología del gobierno, el incontenible deseo de hacer y tener en contraposición con una inercia irracional que hace de los pueblos una masa de movimiento rectilíneo uniforme, una manera de explicar la física aplicada a los cuerpos fácilmente gobernables.
Lic. Amelia M. Doval
3-15-10
Foto: Google
Somos esclavos del miedo, tememos de nosotros y de los que nos rodean, de la sociedad y su intríngulis. Temer a la muerte es más justificado que los sentimientos devastadores que nos aprisionan y nos matan en vida. El miedo es prudencia, recato, es un símbolo que nos enseña a detenernos por propia voluntad.
El éxito de algunos gobernantes está justamente en dialogar con el temor y a través de éste; mientras más se arraiga el sentimiento en las masas, más se preserva el poder, se destruyen los axiomas, la voluntad, el deseo. El enemigo creado por los estados, es amigo imperecedero de los gobiernos porque aúna en sentimientos a las masas y las vuelve dependientes de una supuesta protección, en el mismo instante que transforma la cercanía en riesgo de ser sospechoso hasta de si mismo.
Casi ningún gobierno o institución que funcione como tal menosprecia el efecto espontáneo de los pueblos de sentirse atrapado por el irrefrenable deseo de protección ante el miedo constante de la caída.
Cuando me pregunto qué son cincuenta años de mentira no descubierta en la mente de un pueblo, la respuesta no se hace esperar. Es medio siglo de abarrotar las mentes con un mensaje transitable entre la muerte y el sobresalto de vivir sin tener lo que no se posee, pero un discurso avasallador y rutilante les hace creer que son dueños y únicos guardianes de un villancico dorado, el encanto poseído.
El estado arremete facultativa y tácitamente contra la voluntad del ser humano cuando recrea su discurso tratando de reforzar las convicciones de espantosa realidad con el único objetivo de conservar el poder de fuerza rectora. Se hace legítimo y constitucional el miedo, se nacionaliza el deseo de ser protegidos por quienes crean el sentimiento.
De este modo es como único justificamos la ineptitud de las masas ante la opresión de un gobierno. Cuba se tambalea como bebedor primerizo cuando trata de avanzar sobre el mundo, tiembla su estructura y fortalece el poder.
Comencemos por robar el miedo, enfrentar la realidad, es la terapia más eficaz. Demostremos que estamos conscientes de la voluntad de los gobiernos pero, no podemos dejarnos involucrar. Somos humanos, tenemos la debilidad de ser y sentir que el borde, puede ser precipicio.
El miedo es la apología del gobierno, el incontenible deseo de hacer y tener en contraposición con una inercia irracional que hace de los pueblos una masa de movimiento rectilíneo uniforme, una manera de explicar la física aplicada a los cuerpos fácilmente gobernables.
Lic. Amelia M. Doval
3-15-10
Foto: Google
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