26 de enero de 2011

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EL SACROMONTE Y SU DUENDE


Donde termina el Paseo de los Tristes y el río Darro sigue su camino fuera de Granada, comienza una empinada cuesta que sube al Albaicín. Por ella el viajero llega a un cruce donde se halla la Casa del Chapiz, y allí comienza el Camino del Sacromonte, el viejo camino musulmán que llevaba a Guadix. El monte sagrado es hoy un barrio de Granada, una colina de casas-cueva horadadas en la piedra y uno de los principales atractivos turísticos de toda Andalucía. 

Es uno de los barrios más pintorescos de Granada, cargado de tipismo, de cuevas encaladas donde suenan rasgueos de guitarras y "quejíos", por lo que con el tiempo se ha convertido en uno de los reclamos turísticos de la ciudad.

Durante el día, tiempo de lagartos, el Sacromonte es sol y calor, pero la noche es bulla, baile y regocijo, una fiesta que los gitanos heredaron de los moriscos, y se sigue llamando “zambra”. Es cante y baile flamenco hasta la madrugada, y materia de discusión sobre su pureza o su engolfamiento debido al turismo.

Decir que el Sacromonte es acogedor suena exagerado. Las cuevas son tan exiguas como frescas, y tan incómodas para vivir como pintorescas para un marqués. Algunas son famosas por servir de tablaos  flamencos, bares o incluso museo etnográfico. De todo ello se da cuenta el viajero paseando y callejeando, subiendo, bajando y metiendo la nariz en cada cueva abierta y clavando la vista en el cobre de los cacharros y la madera de los vetustos muebles, intentando comprender este barrio tan especial, tan troglodita en este tiempo de computadoras.

El origen de las cuevas se pierde en las brumas de un pasado tejido con leyendas y brujas, pero su historia moderna empieza con la  conquista de Granada y  la expulsión a los arrabales de los moros y  judíos,  a  los  que  pronto  se  sumaron los gitanos, creando un chabolario marginal extramuros de la ciudad, y por tanto fuera del control administrativo y eclesiástico.

En 1595 unos buscadores de tesoros encontraron en el monte Valparaíso una lámina o plancha de plomo con extraños caracteres, calificados por los sabios de la época como letra Hispano-béltica. Cuando se descifró se pudo saber que hablaba de Mesitón, un cristiano que había sido allí martirizado y enterrado en tiempos de Nerón.

Poco después se halló otra lámina informando de que Hiscio, discípulo de Santiago, había padecido allí también martirio y que estaba enterrado en el mismo lugar. De inmediato el nombre de Valparaíso se cambió por el de Sacromonte. La aparición de más hojas de plomo, los “libros plúmbicos”, relatando otros martirios provocó una catarsis devota que hizo que se constituyera un vía crucis, se celebraran procesiones y se levantaran más de un millar de cruces conmemorativas.

En la actualidad  el monte ya no es tan sagrado, ni las fiestas que allí se celebran son tan devotas porque el turismo imprime otro carácter y exigencias, pero las cuevas siguen mirando al palacio de la Alhambra de tú a tú, sin alzar los ojos, y el viajero curioso todavía será capaz de adivinar cómo fue este barrio, admirar sus jardines de pobres, con pitas y chumberas y algún granado, y podrá disfrutar de la luz incandescente que embruja la Alhambra cuando cae el sol a espaldas del Sacromonte.

Carlos Ortega,
Carta de España

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