26 de enero de 2011

  

Justificar a ambos lados
Ismaelillo


En 1880 José Martí reside en Nueva York, junto a su esposa Carmen Zayas-Bazán, y su hijo, José Francisco, acabados de llegar de Cuba. Él se encuentra enfrascado en la dirección de la Guerra Chiquita. Después de la jornada de trabajo, la noche se le va en reuniones y acción revolucionaria, Carmen reclama continuamente su deber como esposo, pero no se entienden. Ella regresa a Cuba con el niño, próximo a cumplir los dos años. Una vez fracasada la guerra, Martí va a Caracas, y desde allí reclama a su familia, en vano. En estas circunstancias escribe Ismaelillo, el primer libro de versos que publica.

De "Apuntes para la lectura de Ismaelillo"
 Lourdes Ocampo, Palabra Nueva


El "Ismaelillo", pequeño volumen que los emigrados cubanos de Nueva York conocieron en 1882 recién salido de las prensas de Thompson y Moreau, fue la luz anunciadora de la nueva poesía en la América Latina.

Pero antes de insistir en la significación auroral del libro que consagrara Martí a su hijo, vale la pena conocer las circunstancias que dieron origen a esa obra de tan alta calidad lírica y humana.

Cuando le faltó a Martí la presencia de su hijo, entonces le nació y creció el hijo ideal, Ismaelillo, de la propia nostalgia unida a su desilusión. Se vuelve al recuerdo del hijo como hacia el único refugio posible. O, para decirlo con sus palabras, en demanda de un escudo.
José Martí dedicó este libro de poemas, escritos en Nueva York, a su hijo José Francisco. El poeta cubano expresa en él la enorme nostalgia que sentía por su tierra y su continente en general, pero también por su hijo y por la infancia como una época dorada.

Tras la experiencia de la cárcel y el exilio, Martí se vuelve hacia los niños del mundo y en ellos encuentra refugio. Se trata del primer libro de versos escrito y editado por José Martí. "Ismaelillo" es un texto de referencia en la literatura de Cuba.

Mi caballero

Por las mañanas
mi pequeñuelo
me despertaba
con un gran beso.

Puesto a horcajadas
sobre mi pecho,
bridas forjaba
con mis cabellos.

Ebrio él de gozo,
de gozo yo ebrio,
me espoleaba
mi caballero:

¡Qué suave espuela
sus dos pies frescos!
¡Cómo reía
mi jinetuelo!

Y yo besaba
sus pies pequeños,
dos pies que caben
en sólo un beso!

Texto: WEB y
www.valvanera.com/rinconlit/ismaelillo.htm
Ilustración: Google

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