La pregunta
Norman Rodríguez
La pregunta es estéril en tu boca.
Pudiera responderte con un beso;
pero un temblor absurdo me sofoca,
y dejo el beso indemne, casi preso...
Tu pregunta es intensa, minuciosa.
Quisieras agarrarme la mirada
y exprimirla despacio en cada cosa,
hasta dejarme el alma interrogada...
Pero yo perjudico la simpleza
envolvedora y suave de tu mudo
modo de interrogar sin aspereza...
Y aunque repitas: ¿cuánto? ¿cuánto? cuánto?,
primero haría con mi sangre un nudo
¡que confesarte que te quiero tanto!
La pregunta es estéril en tu boca.
Pudiera responderte con un beso;
pero un temblor absurdo me sofoca,
y dejo el beso indemne, casi preso...
Tu pregunta es intensa, minuciosa.
Quisieras agarrarme la mirada
y exprimirla despacio en cada cosa,
hasta dejarme el alma interrogada...
Pero yo perjudico la simpleza
envolvedora y suave de tu mudo
modo de interrogar sin aspereza...
Y aunque repitas: ¿cuánto? ¿cuánto? cuánto?,
primero haría con mi sangre un nudo
¡que confesarte que te quiero tanto!
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