La casa de vidrio
Marlene María Pérez Mateo
Los medios de comunicación son muchas veces un perpetuo “bombardeo” de negatividad, cataclismo y apoteosis, aventajando y dejando pequeños a “Los cuatro jinetes del apocalipsis”; dado el empeño enfermizo de gozarse en lo maquiavélico de la tragedia humana. No son pocos (conozco a varios) que han llegado a interiorizar los hechos noticiosos como negativos en si mismos. Hacer entender a estas personas lo contrario, es tan difícil como hacer “pasar a un camello por el ojo de una aguja” (con toda la reverencia que me merita la frase bíblica).
Un hecho conmovedor descalificaría la tan retorcida idea. Aconteció uno de esos días en que el control remoto televisivo cambia de mano y de sintonía, cual pelota en un campo de tenis. Llegó la imagen de dos personas conversando a la pantalla. Lo sereno del contexto donde se desarrollaba la entrevista y el prestigio de uno de sus protagonistas (por mí conocido) el señor Jorge Gestoso, periodista, me motivó a sumarme a su audiencia. La segunda persona ante las cámaras era la senora Frida Castellanos Schürman, narrando al público la onerosa vida de sus padres.
Durante los tristes años de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, se alzaron desde el anonimato civiles y militares llevando ayuda y socorro a los más afectados durante el conflicto bélico. Sabía yo de los testimonios de vida de algunos de ellos. El cine como en el caso de Oscar Schindler, la literatura con Anna Frank por ejemplo, han ido descubriendo al mundo de postguerra el heroísmo de quienes desde muchos rincones de las sociedades unieron su destino de disímiles maneras a otros con los que poco tenían en común, sólo por el hecho de ser una persona.
La señora Castellanos Schürman, en su empeño por honrar la memoria de sus padres, rememoró sintéticamente la vida del Coronel José Arturo Castellanos y su esposa Dona María Schürman. El primero, militar y diplomático salvadoreño que se encontraba como Cónsul General de El Salvador en Ginebra, Suiza, durante los años 40 del pasado siglo. Siendo testigo de los horrores acontecidos a los judíos, dio empleo en las oficinas consulares a muchos de ellos. El “status” de trabajador de Sede Diplomática Extranjera le confería protección. Con la ayuda de su amigo y secretario George Mandel-Montello y el empresario Gyorgy Madl idearon un plan acreditando falsamente a los perseguidos como ciudadanos salvadoreños. Se emitieron alrededor de 13 mil documentos incluyendo éstos y amparando al beneficiario y a su familia (usualmente 11 personas cada la vez). El desconocimiento y la ignorancia de las características personales y físicas de los ciudadanos de El Salvador por parte de los soldados alemanes, sobre cuánto en común podían tener con el pueblo hebreo, salvó de una muerte segura al menos 40 mil personas.
El empeño de Frida, sus hermanas y un grupo de amigos, se ha sumado a la lucha cuesta arriba, en camino de lograr el reconocimiento “post mortem” al Coronel Castellanos como “Justo de las Naciones” por el Tribunal Supremo de Israel. Un documental “Glass house’ del director Brad Marlowe cuenta la vida del diplomático y su familia. Castellanos creyó haber hecho nada más lo justo, en ese momento.
Muchas vidas más pudieron haber sido salvadas si la indiferencia y el miedo, quizás el pánico, no hubieran hecho mella. El representante de un país tan pequeño y lejano, El Salvador, sin grandes vínculos con los europeos perseguidos, a un alto riesgo ejerció una diplomacia de profesión y sobre todo de condición.
Marlene Maria Pérez Mateo
Elizabeth, NJ
Junio del 2010
Foto: Google
Los medios de comunicación son muchas veces un perpetuo “bombardeo” de negatividad, cataclismo y apoteosis, aventajando y dejando pequeños a “Los cuatro jinetes del apocalipsis”; dado el empeño enfermizo de gozarse en lo maquiavélico de la tragedia humana. No son pocos (conozco a varios) que han llegado a interiorizar los hechos noticiosos como negativos en si mismos. Hacer entender a estas personas lo contrario, es tan difícil como hacer “pasar a un camello por el ojo de una aguja” (con toda la reverencia que me merita la frase bíblica).
Un hecho conmovedor descalificaría la tan retorcida idea. Aconteció uno de esos días en que el control remoto televisivo cambia de mano y de sintonía, cual pelota en un campo de tenis. Llegó la imagen de dos personas conversando a la pantalla. Lo sereno del contexto donde se desarrollaba la entrevista y el prestigio de uno de sus protagonistas (por mí conocido) el señor Jorge Gestoso, periodista, me motivó a sumarme a su audiencia. La segunda persona ante las cámaras era la senora Frida Castellanos Schürman, narrando al público la onerosa vida de sus padres.
Durante los tristes años de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, se alzaron desde el anonimato civiles y militares llevando ayuda y socorro a los más afectados durante el conflicto bélico. Sabía yo de los testimonios de vida de algunos de ellos. El cine como en el caso de Oscar Schindler, la literatura con Anna Frank por ejemplo, han ido descubriendo al mundo de postguerra el heroísmo de quienes desde muchos rincones de las sociedades unieron su destino de disímiles maneras a otros con los que poco tenían en común, sólo por el hecho de ser una persona.
La señora Castellanos Schürman, en su empeño por honrar la memoria de sus padres, rememoró sintéticamente la vida del Coronel José Arturo Castellanos y su esposa Dona María Schürman. El primero, militar y diplomático salvadoreño que se encontraba como Cónsul General de El Salvador en Ginebra, Suiza, durante los años 40 del pasado siglo. Siendo testigo de los horrores acontecidos a los judíos, dio empleo en las oficinas consulares a muchos de ellos. El “status” de trabajador de Sede Diplomática Extranjera le confería protección. Con la ayuda de su amigo y secretario George Mandel-Montello y el empresario Gyorgy Madl idearon un plan acreditando falsamente a los perseguidos como ciudadanos salvadoreños. Se emitieron alrededor de 13 mil documentos incluyendo éstos y amparando al beneficiario y a su familia (usualmente 11 personas cada la vez). El desconocimiento y la ignorancia de las características personales y físicas de los ciudadanos de El Salvador por parte de los soldados alemanes, sobre cuánto en común podían tener con el pueblo hebreo, salvó de una muerte segura al menos 40 mil personas.
El empeño de Frida, sus hermanas y un grupo de amigos, se ha sumado a la lucha cuesta arriba, en camino de lograr el reconocimiento “post mortem” al Coronel Castellanos como “Justo de las Naciones” por el Tribunal Supremo de Israel. Un documental “Glass house’ del director Brad Marlowe cuenta la vida del diplomático y su familia. Castellanos creyó haber hecho nada más lo justo, en ese momento.
Muchas vidas más pudieron haber sido salvadas si la indiferencia y el miedo, quizás el pánico, no hubieran hecho mella. El representante de un país tan pequeño y lejano, El Salvador, sin grandes vínculos con los europeos perseguidos, a un alto riesgo ejerció una diplomacia de profesión y sobre todo de condición.
Marlene Maria Pérez Mateo
Elizabeth, NJ
Junio del 2010
Foto: Google
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A propósito de "La casa de vidrio", de Marlene Pérez Mateo.
ResponderEliminarCon gran entusiamo leí esta obra que llama a la memoria popular a uno de los muchos héroes de la etapa más sangrienta de la historia mundial. Gracias Marlene por hacer nuestra esta experiencia desde tu mirada artística y tu sentido crítico.
Un gran saludo
Alain