BREVE HISTORIA DEL PERIODISMO CUBANO
Hugo J. Byrne
Existen diferentes opiniones sobre qué época de la República de Cuba fue la más próspera. Algunos historiadores señalan los éxitos mercantiles y las obras públicas que se lograron durante el primer período presidencial del General Gerardo Machado. Otros acreditan al gobierno del Dr. Prío Socarrás con logros institucionales profundos.
Eso ocurre con La República, pero no con la Colonia. Quizás porque el paso del tiempo hace posible una reflexión serena y un juicio más imparcial al estudiar los eventos históricos, todos los historiadores serios de la vida cubana coinciden en cuál fue la época colonial más próspera y progresista en nuestra historia. Un poco pretenciosamente se ha hecho referencia al “Siglo de Oro” de la Cuba colonial, pero de una forma más modesta hay que reconocer hoy unos veinte años en los que la Isla de Cuba de tiempos coloniales, alcanzó un ritmo en su progreso social y económico incomparable a otras épocas de la dominación española.
Nos referimos a la última década del siglo XVIII y los primeros diez años del XIX. Como muy bien señalara el Dr. Ricardo Calvo en una conferencia en esta ciudad de hace algunos años, la Cuba de esa época se caracterizaba por los profundos cambios sociales generados por la expansión económica tremenda de los primeros tiempos de la revolución industrial. Los gobernantes españoles de aquel entonces, estimulados por su competencia militar y política con Inglaterra, abrazaron un inteligente programa de expansión comercial para sus posesiones de ultramar. A estos efectos el Rey Carlos IV en 1790 nombró Gobernador de la Isla de Cuba a quien pasaría a la historia como el mejor de todos ellos, Luis de Las Casas.
Don Luis de Las Casas, como se le conoce en nuestra historia, administrador colonial experimentado en misiones africanas, prontamente se rodeó de una élite intelectual de criollos con visión de futuro, en la que se destacaba el habanero Francisco de Arango y Parreño, quien ya había dejado su cubanísimo sello impreso en Las Cortes de Madrid como Apoderado del Ayuntamiento de La Habana.
Junto a Arango y Parreño y a otros cubanos de indiscutible talento como el Dr. Tomás Romay y el sacerdote académico y filósofo José Agustín Caballero, Las Casas fundó las dos instituciones bases de nuestra futura nacionalidad: La Sociedad Económica de Amigos del País y el primer periódico cubano, al que tituló “Papel Periódico” y que a diferencia de las gacetillas coloniales que se publicaran antes, no se dedicaba enteramente a difundir bulas papales o edictos coloniales, sino que estaba abierto a imprimir toda información de interés en la vida comercial y económica de Cuba, así como también contribuciones literarias. De esta suerte el “Papel Periódico” fue la primera real producción periodística cubana, a pesar de que la imprenta existía en Cuba desde 1707.
Empezando con el “Papel Periódico”, el incipiente periodismo cubano de tiempos coloniales se fue enriqueciendo tanto en calidad como en número. Sin pretender abarcar todas y cada una de las publicaciones coloniales por razones de espacio, quiero mencionar unas cuantas, algunas de las cuales pasaron por la transición histórica de la Colonia a La República: “La Gaceta de La Habana” (1848-1902), “El Moro Muza” (1859-1875), “Juan Palomo” (1869-1874), “La Charanga” (1857-1859) y, entre aquellas que trascendieron la era colonial, “El Curioso Americano” (1892-1920) y el centenario “Diario de La Marina”, fundado en 1832 y confiscado por el gobierno castrista en 1960.
La contribución del periodismo a nuestra nacionalidad en tiempos coloniales no se ceñía al mundo literario. Un eminente galeno cubano, el Dr. José Nicolás Gutiérrez, fundó la primera publicación dedicada a la profesión médica en Cuba. Órgano oficial de la Academia de Ciencias, de la que fue primer presidente el doctor Gutiérrez, esta revista vio la luz pública en 1861. Es el periodismo cubano la semilla que fecunda nuestra independencia. No olvidemos que fue “El Diablo Cojuelo” de Fermín Valdés Domínguez en el que Martí, periodista de periodistas, publica por la vez primera y a los tiernos dieciséis años, su drama “Abdala.” Tiempo después publica en el exilio el periódico “Patria”, al que había precedido “La Patria Libre” en la Cuba colonial, poco antes de su condena, primero a trabajos forzados y luego al destierro.
La historia de nuestra lucha independentista está jalonada por esfuerzos y sacrificios sin límites en los que el periodismo criollo encuentra un sitio destacadísimo. Después del 20 de Mayo de 1902 y durante los primeros cincuenta y siete años de vida republicana, el periodismo de Cuba llega a la cima de su capacidad creativa y contribución a la esencia nacional. A pesar de vivir en la era del cinismo en los asuntos públicos, que tanto mal formó nuestra vida como país soberano, al obtenerse al fin la independencia política entre 1902 y 1934, la inmensa mayoría de los periodistas cubanos y sus publicaciones mantuvieron el interés nacional por encima de las rencillas partidistas y los mezquinos y comineros intereses políticos de las facciones de turno en el gobierno.
La actuación venal y mercenaria de algunos periodistas, combinada con la injusta e inmadura tendencia criolla a la exageración y a pintar con colores uniformes lo que es esencialmente diverso y variado, puso en la profesión periodística en general el inmerecido sambenito de “chantajista.” La historia contemporánea de Cuba demuestra cómo ese infame mito popular contribuyó a la desaparición de nuestras libertades y a la consecuente destrucción de la República.
Aunque nunca existió en la Cuba republicana una Cátedra de Periodismo en la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana o en cualquier otro centro de estudios superiores en Cuba y todos los escritores y periodistas criollos de la época basaban su arte en su respectiva habilidad literaria y cultura, en la década de los cincuenta se inauguró en La Habana la “Escuela Nacional de Periodismo Manuel Márquez Sterling” y algunos de nuestros prestigiosos colegas del periodismo exiliado fueron graduados de esa institución.
Serían necesarias muchas cuartillas para enumerar todos los órganos de prensa que prosperaron durante los años de Cuba republicana, muy especialmente después de cuando los avances tecnológicos y electrónicos hicieron posible la prensa radial y televisada. Por esa razón voy a ceñirme a mencionar algunas de las más conocidas publicaciones impresas de esa era: “Diario de la Marina”, “El Mundo” , “Información”, “Excelsior”, “El País”, “Prensa Libre”, “Avance” , “El Crisol”, el “Havana Post”, etc. Algunas desaparecieron al llegar a su fin la era política cuyos intereses representaba, como por ejemplo, “El Heraldo de Cuba.”
La lista de periodistas brillantes que ha producido Cuba es interminable. Baste mencionar unos pocos nombres como el del hijo político de Zenea, Emilio Bobadilla (Fray Candil”), José Ignacio (Pepín) Rivero, Ramón Vasconcelos, Sergio Carbó, Jorge Mañach, Gastón Baquero, etc. Algunas grandes plumas nos acompañaron al exilio, entre ellos el desparecido Agustín Tamargo. Otros surgieron del propio exilio, como Roberto Luque Escalona y mi fraterno Esteban Fernández.
El humorismo, que es un elemento fundamental de nuestra cultura y que infortunadamente muy a menudo se le confunde con trivialidad, formaba un componente vigoroso del periodismo cubano. Existían publicaciones en Cuba de un fino contenido humorístico, a través del que se criticaba constructivamente la vida pública cubana. La tendencia de los presidentes populares a la reelección fue satirizada por “La Política Cómica” con una foto de la “silla presidencial” que usaba el Ejecutivo en los actos oficiales, con un pie de grabado que rezaba:
El semanario “Zig Zag”, heredero de “La Políitica Cómica”, pero más mordaz y sin temores puritanos al doble sentido, publicó treinta días después que un Ministro de Gobernación llamado Lomberto Díaz ordenara clausurar el tradicional barrio del farol rojo en La Habana, un cintillo que parafraseando una popular guaracha leía: “Hace un mes que no baila el muñeco.”
El periodismo especializado de las revistas semanales adquirió en Cuba republicana una circulación muy superior a otras publicaciones de su clase, tanto en Hispanoamérica como en España. Ejemplos de esta modalidad periodística fueron “Carteles”, “Vanidades” y “Bohemia”, responsable esta última, de acuerdo a muchos críticos, de la difusión de mendaz propaganda castrista cuando ya Castro ejercía el mando omnipotente.
La lucha frontal y sin cuartel por nuestros principios y derechos inalienables encontró siempre entre los periodistas cubanos combatientes de primera línea, que ofrendaran su peculio, su tiempo y hasta su vida en aras de una patria libre y soberana, redimida del oprobio y la afrenta que entraña el despotismo castrista. El heroísmo del periodismo cubano ante la prepotencia del tirano se manifestó en múltiples maneras, entre ellas la anécdota de José Ignacio Rivero (hijo) abrazándose a la rotativa del “Diario de la Marina” cuando una turba comunista lo expulsara a empujones y golpes del periódico que fundara su abuelo. O la pregunta que hiciera el desparecido José Luis Masó en la televisión a Anastas Mikoyan, cuando se encontraba rodeado de un panel de panfleteros y paniaguados de un régimen de abuso que lo forzara a obtener asilo político esa misma noche.
Desde el exilio, esa tradición periodística perdura. Se manifiesta en el tesón y la cubanísima dedicación de meses, de años, de decenas de años, sin un respiro, sin una duda, sin una pausa. Firmes en la convicción de que estas “trincheras de ideas” que Martí llamó “más poderosas que las trincheras de piedra”, prevalecerán al final del camino.
Hugo J. Byrne
Colaboración: Joe Noda
Ilustración: Google
Existen diferentes opiniones sobre qué época de la República de Cuba fue la más próspera. Algunos historiadores señalan los éxitos mercantiles y las obras públicas que se lograron durante el primer período presidencial del General Gerardo Machado. Otros acreditan al gobierno del Dr. Prío Socarrás con logros institucionales profundos.
Eso ocurre con La República, pero no con la Colonia. Quizás porque el paso del tiempo hace posible una reflexión serena y un juicio más imparcial al estudiar los eventos históricos, todos los historiadores serios de la vida cubana coinciden en cuál fue la época colonial más próspera y progresista en nuestra historia. Un poco pretenciosamente se ha hecho referencia al “Siglo de Oro” de la Cuba colonial, pero de una forma más modesta hay que reconocer hoy unos veinte años en los que la Isla de Cuba de tiempos coloniales, alcanzó un ritmo en su progreso social y económico incomparable a otras épocas de la dominación española.
Nos referimos a la última década del siglo XVIII y los primeros diez años del XIX. Como muy bien señalara el Dr. Ricardo Calvo en una conferencia en esta ciudad de hace algunos años, la Cuba de esa época se caracterizaba por los profundos cambios sociales generados por la expansión económica tremenda de los primeros tiempos de la revolución industrial. Los gobernantes españoles de aquel entonces, estimulados por su competencia militar y política con Inglaterra, abrazaron un inteligente programa de expansión comercial para sus posesiones de ultramar. A estos efectos el Rey Carlos IV en 1790 nombró Gobernador de la Isla de Cuba a quien pasaría a la historia como el mejor de todos ellos, Luis de Las Casas.
Don Luis de Las Casas, como se le conoce en nuestra historia, administrador colonial experimentado en misiones africanas, prontamente se rodeó de una élite intelectual de criollos con visión de futuro, en la que se destacaba el habanero Francisco de Arango y Parreño, quien ya había dejado su cubanísimo sello impreso en Las Cortes de Madrid como Apoderado del Ayuntamiento de La Habana.
Junto a Arango y Parreño y a otros cubanos de indiscutible talento como el Dr. Tomás Romay y el sacerdote académico y filósofo José Agustín Caballero, Las Casas fundó las dos instituciones bases de nuestra futura nacionalidad: La Sociedad Económica de Amigos del País y el primer periódico cubano, al que tituló “Papel Periódico” y que a diferencia de las gacetillas coloniales que se publicaran antes, no se dedicaba enteramente a difundir bulas papales o edictos coloniales, sino que estaba abierto a imprimir toda información de interés en la vida comercial y económica de Cuba, así como también contribuciones literarias. De esta suerte el “Papel Periódico” fue la primera real producción periodística cubana, a pesar de que la imprenta existía en Cuba desde 1707.
Empezando con el “Papel Periódico”, el incipiente periodismo cubano de tiempos coloniales se fue enriqueciendo tanto en calidad como en número. Sin pretender abarcar todas y cada una de las publicaciones coloniales por razones de espacio, quiero mencionar unas cuantas, algunas de las cuales pasaron por la transición histórica de la Colonia a La República: “La Gaceta de La Habana” (1848-1902), “El Moro Muza” (1859-1875), “Juan Palomo” (1869-1874), “La Charanga” (1857-1859) y, entre aquellas que trascendieron la era colonial, “El Curioso Americano” (1892-1920) y el centenario “Diario de La Marina”, fundado en 1832 y confiscado por el gobierno castrista en 1960.
La contribución del periodismo a nuestra nacionalidad en tiempos coloniales no se ceñía al mundo literario. Un eminente galeno cubano, el Dr. José Nicolás Gutiérrez, fundó la primera publicación dedicada a la profesión médica en Cuba. Órgano oficial de la Academia de Ciencias, de la que fue primer presidente el doctor Gutiérrez, esta revista vio la luz pública en 1861. Es el periodismo cubano la semilla que fecunda nuestra independencia. No olvidemos que fue “El Diablo Cojuelo” de Fermín Valdés Domínguez en el que Martí, periodista de periodistas, publica por la vez primera y a los tiernos dieciséis años, su drama “Abdala.” Tiempo después publica en el exilio el periódico “Patria”, al que había precedido “La Patria Libre” en la Cuba colonial, poco antes de su condena, primero a trabajos forzados y luego al destierro.
La historia de nuestra lucha independentista está jalonada por esfuerzos y sacrificios sin límites en los que el periodismo criollo encuentra un sitio destacadísimo. Después del 20 de Mayo de 1902 y durante los primeros cincuenta y siete años de vida republicana, el periodismo de Cuba llega a la cima de su capacidad creativa y contribución a la esencia nacional. A pesar de vivir en la era del cinismo en los asuntos públicos, que tanto mal formó nuestra vida como país soberano, al obtenerse al fin la independencia política entre 1902 y 1934, la inmensa mayoría de los periodistas cubanos y sus publicaciones mantuvieron el interés nacional por encima de las rencillas partidistas y los mezquinos y comineros intereses políticos de las facciones de turno en el gobierno.
La actuación venal y mercenaria de algunos periodistas, combinada con la injusta e inmadura tendencia criolla a la exageración y a pintar con colores uniformes lo que es esencialmente diverso y variado, puso en la profesión periodística en general el inmerecido sambenito de “chantajista.” La historia contemporánea de Cuba demuestra cómo ese infame mito popular contribuyó a la desaparición de nuestras libertades y a la consecuente destrucción de la República.
Aunque nunca existió en la Cuba republicana una Cátedra de Periodismo en la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana o en cualquier otro centro de estudios superiores en Cuba y todos los escritores y periodistas criollos de la época basaban su arte en su respectiva habilidad literaria y cultura, en la década de los cincuenta se inauguró en La Habana la “Escuela Nacional de Periodismo Manuel Márquez Sterling” y algunos de nuestros prestigiosos colegas del periodismo exiliado fueron graduados de esa institución.
Serían necesarias muchas cuartillas para enumerar todos los órganos de prensa que prosperaron durante los años de Cuba republicana, muy especialmente después de cuando los avances tecnológicos y electrónicos hicieron posible la prensa radial y televisada. Por esa razón voy a ceñirme a mencionar algunas de las más conocidas publicaciones impresas de esa era: “Diario de la Marina”, “El Mundo” , “Información”, “Excelsior”, “El País”, “Prensa Libre”, “Avance” , “El Crisol”, el “Havana Post”, etc. Algunas desaparecieron al llegar a su fin la era política cuyos intereses representaba, como por ejemplo, “El Heraldo de Cuba.”
La lista de periodistas brillantes que ha producido Cuba es interminable. Baste mencionar unos pocos nombres como el del hijo político de Zenea, Emilio Bobadilla (Fray Candil”), José Ignacio (Pepín) Rivero, Ramón Vasconcelos, Sergio Carbó, Jorge Mañach, Gastón Baquero, etc. Algunas grandes plumas nos acompañaron al exilio, entre ellos el desparecido Agustín Tamargo. Otros surgieron del propio exilio, como Roberto Luque Escalona y mi fraterno Esteban Fernández.
El humorismo, que es un elemento fundamental de nuestra cultura y que infortunadamente muy a menudo se le confunde con trivialidad, formaba un componente vigoroso del periodismo cubano. Existían publicaciones en Cuba de un fino contenido humorístico, a través del que se criticaba constructivamente la vida pública cubana. La tendencia de los presidentes populares a la reelección fue satirizada por “La Política Cómica” con una foto de la “silla presidencial” que usaba el Ejecutivo en los actos oficiales, con un pie de grabado que rezaba:
“No te sientes en la silla
porque tiene pega-pega,
no te duele la pegada,
sino la despegadera.”
porque tiene pega-pega,
no te duele la pegada,
sino la despegadera.”
El semanario “Zig Zag”, heredero de “La Políitica Cómica”, pero más mordaz y sin temores puritanos al doble sentido, publicó treinta días después que un Ministro de Gobernación llamado Lomberto Díaz ordenara clausurar el tradicional barrio del farol rojo en La Habana, un cintillo que parafraseando una popular guaracha leía: “Hace un mes que no baila el muñeco.”
El periodismo especializado de las revistas semanales adquirió en Cuba republicana una circulación muy superior a otras publicaciones de su clase, tanto en Hispanoamérica como en España. Ejemplos de esta modalidad periodística fueron “Carteles”, “Vanidades” y “Bohemia”, responsable esta última, de acuerdo a muchos críticos, de la difusión de mendaz propaganda castrista cuando ya Castro ejercía el mando omnipotente.
La lucha frontal y sin cuartel por nuestros principios y derechos inalienables encontró siempre entre los periodistas cubanos combatientes de primera línea, que ofrendaran su peculio, su tiempo y hasta su vida en aras de una patria libre y soberana, redimida del oprobio y la afrenta que entraña el despotismo castrista. El heroísmo del periodismo cubano ante la prepotencia del tirano se manifestó en múltiples maneras, entre ellas la anécdota de José Ignacio Rivero (hijo) abrazándose a la rotativa del “Diario de la Marina” cuando una turba comunista lo expulsara a empujones y golpes del periódico que fundara su abuelo. O la pregunta que hiciera el desparecido José Luis Masó en la televisión a Anastas Mikoyan, cuando se encontraba rodeado de un panel de panfleteros y paniaguados de un régimen de abuso que lo forzara a obtener asilo político esa misma noche.
Desde el exilio, esa tradición periodística perdura. Se manifiesta en el tesón y la cubanísima dedicación de meses, de años, de decenas de años, sin un respiro, sin una duda, sin una pausa. Firmes en la convicción de que estas “trincheras de ideas” que Martí llamó “más poderosas que las trincheras de piedra”, prevalecerán al final del camino.
Hugo J. Byrne
Colaboración: Joe Noda
Ilustración: Google
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