24 de junio de 2010


El pais de los sueños rotos

Lic. Amelia M. Doval

Andar por las calles de la Habana es recorrer un Universo de desgracias, voluntarias carencias educativas provocadas por una apatía general como respuesta a la mala dirección generada por un gobierno de dudosa identidad.

Después de la crisis de los años 90, la presencia de felinos callejeros disminuyó grandemente pues muchos lo consideraban un alimento, comparándolo con la carne de conejo. Para una cultura no relacionada con estos gustos, consumir esta variante alimenticia se consideró la máxima expresión del desespero que devino en lo que hoy en día a determinadas personas les está resultando curioso, una ausencia notable de gatos en las calles.

En estos momentos la situación se ha tornado difícil para un animal que siempre resultó ser el más privilegiado de todos por su atractivo, fidelidad y gracia a la hora de ganarse la atención de los niños. El perro, ese compañero habitual es rechazado porque la ausencia casi total de alimentos para la población deja sin opciones a las pobres mascotas. Las familias se ven frente a la disyuntiva de abandonarlos porque no hay cómo alimentarlos o mantenerlos famélicos dentro de sus hogares, lo que pudiera provocar una pandemia con la proliferación de enfermedades asociadas a los malos cuidados y el hambre.

Los basureros son la opción callejera discutida entre estos indefensos y hambrientos animales con los buzos, personas que viven de la caridad pública pues no reciben ayuda del gobierno. En Cuba no existe un organismo cuya función sea ayudar a los desamparados pues según su política esta categoría no es válida en el “desarrollo” social del país.

La miseria dentro de la miseria agrupa a los abandonados, a los enfermos mentales y en un paso más abajo a los que un tiempo fueron recibidos con alegría en las casas y ahora se rechazan con una oración “si no hay comida para uno cómo los alimentamos a ellos”.

Una infancia sin juguetes siempre ha sido una preocupación, una advertencia y un acto de crueldad hacía los pequeños que crecen sin poder disfrutar el valor de la fantasía. Recibir desde temprana edad la cruda realidad del abandono, la tristeza y el desespero, no porque se provenga de una familia disfuncional en el comportamiento sino porque el destino marcó el nacimiento en un país sin opciones bajo un gobierno totalitario y criminal.

Crecer en una familia de médicos, ingenieros, graduados de facultad de letras, arte, hombres y mujeres de comportamiento intachable, estudiosos, trabajadores, correctos, educados, no es sinónimo de holgura económica ni de aprendizaje ante la vida. Es semejante a desamparo social, sueños frustrados, decepciones.

Personificar la vida es dividir en etapas el desarrollo lógico del ser humano. En Cuba la exacta descripción de las etapas de crecimiento están marcadas por la cantidad y calidad de sueños robados. Juguetes y mascotas son privativos, regalos inalcanzables para niños que crecen en un mundo donde se desamparan las expectativas, se recrudece el miedo, el hambre y la imposibilidad de pensar con lógica positivista es evidente cuando la realidad mostrada no va más allá de la indigencia impuesta.

Cuba, en cincuenta años de escalofriante dominio de los Castros ha tenido renombrados desaciertos pues ha demostrado científica y categóricamente que la escasez provoca un hambre de sueños, porque no se puede desear lo que no se conoce. La penuria de ideas prolifera proporcionalmente a la carencia de patrones, aumentando la incapacidad de pensar. Desventura y desgracia son sinónimos de cubanía post castro.

El infortunio de haber nacido después del 59 en sombrías tierras, doblegadas por la fuerza de la maldad, hacen almas desdichadas y cuerpos miserables a los que se les ha robado el espíritu de lucha porque se les mutiló la voluntad. Así se describe una radiografía panorámica del ambiente social dentro de la isla, entenderlo es tarea difícil, cambiarlo debe constituir una prioridad para cada hombre o mujer que sienta el peso de la nostalgia y la necesidad de devolver la patria a sus verdaderos dueños: los cubanos

Lic Amelia M Doval
Miami, Fl
Columnista de ciudadano-cu.com
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